CIENCIAS DEL ISLAM

 

CIENCIAS DEL HADIZ

 

índice

 

PARTE I

HISTORIA DEL HADIZ

 

LECCIÓN 5

LA RECEPCIÓN DEL HADIZ

(TAHÁMMUL AL-HADÎZ)

 

 

         En este capítulo estudiaremos las diferentes maneras en que se transmitía y era recibido un hadiz. En la época del Profeta (s.a.s.) la cuestión era sencilla: él hablaba y sus discípulos (sus Compañeros, los Sahâba) escuchaban, memorizaban sus palabras y, de la misma manera, la transmitieron a sus discípulos, miembros ya de la siguiente generación (los Tâbi‘în, los Continuadores de los Sahâba). En este proceso, era importante escuchar, retener y trasmitir, siendo la comunicación oral el rasgo más importante.

         En cierta ocasión, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: “Tomad la Ciencia de la boca de los hombres”, destacando la primacía y fiabilidad de ese sistema. El conocimiento se adquiere de modo directo, en presencia y escuchando atentamente a un maestro (sháij). Por supuesto, muchos discípulos tomaban notas y repasaban lo que habían oído, y la transmisión por escrito iría adquiriendo importancia. Es interesante estudiar la historia del amplio movimiento que acabó en la fijación de los hadices para ver los valores y criterios estrictos que se siguieron. En primer lugar, se clasificaron las modalidades de la recepción, adjudicando a cada forma un rango especial. En segundo lugar, se exigió la concreción, por parte del trasmisor, del modo en que recibió la información que transmitía, lo cual permite la crítica de la autenticidad del hadiz. Iremos viendo poco a poco estos temas profundizando en la seriedad y temor reverencial con los que los primeros musulmanes se consagraron al estudio de las palabras de Sidnâ Muhammad.

         Veamos a continuación la lista de modos de recepción del hadiz (tahámmul al-hadîz) y el vocabulario técnico que generaron en la intención de resumir en pocas palabras todo el proceso de modo que el estudioso del hadiz obtenga de entrada una gran información que se escapa si no se está al tanto de esos tecnicismos.

 

           1- Samâ‘ (audición)

 

El discípulo oye (sámi‘a-yásma‘) de boca de su maestro el hadiz del que pasa a ser depositario. Esta forma de comunicación oral y directa fue la preferida y más prestigiosa en las primeras generaciones del Islam. Recibe el nombre de Sama‘, audición. Poco después aparecerán otras: Qirâ’a, Iyâça, Munâwala, Mukâtaba, I‘lâm, Wasía y Wiyâda, sumando (junto a la primera, el Samâ‘) un total de ocho modos de recepción del hadiz y que iremos estudiando en los próximos apartados.

Todos los expertos están de acuerdo que la forma más fiable de recibir un hadiz es el Samâ‘, es decir, haberlo escuchado de un maestro digno de confianza que a su vez lo haya recibido de esa misma manera de otro con las mismas características y así hasta llegar directamente al Profeta. Esto entraña una relación personal entre el maestro (sháij) y el discípulo (tilmîdz).

La definición del Samâ‘ es sencilla: es que el receptor oiga directamente de labios de su maestro el hadiz en cuestión. Y debe dar fe de ello utilizando alguna de los siguientes verbos: háddaza (relatar), ájbara (informar), ánbaa (notificar), dzákara (mencionar) o qâla (decir). Es decir, debe anotar al principio del hadiz que su maestro se lo ha relatado, le ha informado, le ha notificado, le ha mencionado o le ha dicho ese hadiz. Todas estas expresiones significan que el discípulo ha recogido el hadiz de boca de su maestro. Para algunos autores todas son sinónimas, pero otros exponen que cada una implica un matiz distinto.

Después, el discípulo debe añadir al verbo un pronombre que indique si la trasmisión fue a él solo o estaba en compañía de otros: háddazanî (me ha relatado) o haddazanâ (nos ha relatado), ájbaranî (me ha informado) o ajbaranâ (nos ha informado), etc. Con ello indica que la comunicación fue privada o en el seno de un curso, y ambos matices son importantes, porque cuando se analice la personalidad y fiabilidad del transmisor se tendrá en cuenta. En general, se prefiere la expresión en singular porque queda claro que la intención del maestro era comunicar ese hadiz al discípulo en concreto que a su vez lo transmite. Esa relación personal da más fiabilidad al hadiz que si el maestro lo ha contando a un grupo y tal vez no lo dirigía al trasmisor por el que nos ha llegado.

Si el sháij ha narrado el hadiz leyéndolo de un libro del que es autor o no, el discípulo que lo recibe debe consignarlo utilizando la expresión qáraa ‘aláia wa ana ásma‘ (me leyó -mi maestro- y yo escuchaba) o qúria ‘aláia wa ana ásma‘ (me fue leído -por mi maestro- mientras yo escuchaba).

En el resto de la cadena del hadiz deben hacerse las mismas precisiones. Quien dice, por ejemplo, me ha relatado tal que según (‘an) tal otro que según (‘an) tal otro... el Profeta dijo..., escamotea una información importante, y su modo de trasmitir el hadiz no es tan fuerte como quien diga: me ha relatado tal que dijo que le relató tal que dijo que le relató tal... que el Profeta dijo... En este segundo caso se precisa el modo en que cada eslabón de la cadena recibió el hadiz.

Los críticos del hadiz aseguran que la forma más débil del Samâ‘ es cuando su depositario lo transmite utilizando vagamente los verbos qâla (decir) o dzákara (mencionar), sin añadir el pronombre porque puede ser que simplemente esté relatando lo que se supone que otro ha dicho o mencionado como hadiz sin que él lo haya oído directamente.

Todas estas precisiones tuvieron una gran importancia en los comienzos del Islam y se emplearon concienzudamente para describir el modo en que un hadiz había llegado al que a su vez lo transmitía. Gracias a esa información podemos reconstruir los pasos que siguió cada texto llegado a nosotros.

En cualquier caso, todas esas formas de expresión -las más firmes y las menos-, expresan al fin y al cabo lo mismo, que el trasmisor ha escuchado el hadiz directamente de la boca de su maestro.

   

2- Qirâa (lectura)

 

        Con este término se designa el acto por el que un discípulo (tilmîdz) recita de memoria o lee de un libro un hadiz a su maestro y éste lo aprueba. El término Qirâa, lectura o recitación, deriva del verbo qáraa-yaqra, leer, recitar. Según otros expertos, el nombre que hay que dar a esta modalidad es ‘Ard, exposición, porque el discípulo expone (‘árada-ya‘rid) un texto y lo recibe con la aprobación de un maestro.

        Esto quiere decir que, en ocasiones, un discípulo, para poder trasmitir un hadiz que conocía por otra fuente -por haberlo leído en un libro o de boca de un maestro de escaso renombre o dudoso- lo exponía (de memoria o leído) a un experto que lo confirmaba. De este modo podía transmitirlo apoyándolo en esa autoridad.

        La lectura o recitación puede haber tenido lugar de forma indirecta, es decir, que el discípulo haya estado presente en la Qirâa de otro. Si es el caso, debe consignarlo, generalmente de la siguiente manera: qúria ‘alà sh-sháij wa huwa yásma‘ wa ana kadzâlika ásma‘, se le recitó al maestro mientras él oía y yo también oía...

        Para la mayoría de los autores, la Qirâa viene en segundo lugar, después del Samâ‘, en la escala de fuerza en la recepción (tahámmul) de un hadiz. Algunos, incluso, los equiparan en fuerza, y estos no dudan en admitir que un discípulo tiene derecho ha decir he oído de tal tal hadiz cuando lo que ha hecho es recitárselo y obtener su aprobación, porque es lo mismo que si se lo hubiera oído referir.

 

          3- Iyâça (licencia)

 

         El Samâ‘ consistía, como hemos visto, en que el receptor (mutahámmil) oye y recoge directamente las palabras del maestro. En lo que se refiere a la Qirâa, el discípulo (tilmîdz) expone a su sháij un texto, de memoria o leyéndolo. En los dos casos, el maestro confirma personalmente el hadiz relatado (riwâya) junto a su cadena de trasmisión (isnâd).

         En la Iyâça (licencia) no hay nada de eso. Consiste en que el maestro autoriza (ayâça-yuyîç) a su discípulo la trasmisión (riwâya) de los hadices oídos por el maestro y trasmitidos oralmente (masmû‘ât) o los que ha puesto por escrito (muallafât), incluso si el discípulo no se los ha oído antes o no los ha leído.

         La Iyâça significa que un maestro confía plenamente en un discípulo y le da permiso a investigar sus hadices y comunicarlos a su vez. Ibn Hazm de Córdoba se opuso a esta forma considerándola una innovación ilícita (bid‘a gair yâiça), y dijo: “Quien diga a otro que lo autoriza a transmitir lo que no le ha o´dio decir es como si le dijera que puede mentir acerca de él. La Ley Revelada (Shar‘) no permite comunicar lo que no se ha oído”. Pero la opinión de Ibn Hazm es exagerada, pues hay modos de licencia que no alcanzan ese grado de debilidad.

         Entre la mayoría de los expertos (yumhûr) se consideran válidas las siguientes formas de licencia:

         Que un maestro autorice a uno o varios discípulos determinados uno o varios de sus libros concretos. Su forma de expresión es la siguiente: “Doy permiso (a vosotros, o a tal discípulo, que debe ser nombrado) trasmitir el Sahîh de Muslim, o las Sunnas de Abû Dâwûd, o los Seis Libros, o lo que contienen mis repertorios, que son tal y cuales”.

         Hay autores que no tienen reparo en que un maestro autorice a un discípulo concreto la transmisión de un texto no determinado. El ejemplo sería que el maestro dijera: “Autorizo a tal que relate todos mis masmû‘ât (los hadices que he oído) o todos mis marwiyât (los hadices que he narrado)”, o expresiones ambiguas de este tipo.

         Lo que nadie admite es una licencia otorgada a un desconocido sobre textos no concretos, como que un maestro autorice a la gente, a los musulmanes, a la gente de su época, a quien quiera, o cosas así, permitiéndoles el relato de sus textos. Esta forma de licencia no tiene valor.

         La Iyâça es una autorización que debe ser expresada claramente por el maestro con su discípulo por delante. Y es mejor que lo autorice oralmente a que lo haga por escrito. En cualquier caso, la licencia no tiene el valor de la Qirâa, y mucho menos del Samâ‘.

 

           4- Munâwala (entrega)

 

         Puede darse el caso de que un maestro entregue (nâwala-yunâwil) a su discípulo un libro o un hadiz escrito para que lo aproveche, o lo trasmita y lo relate apoyándolo en él. A este gesto se le llama Munâwala, y tiene diferentes formas y grados de valor.

         Si el maestro entrega el libro o el hadiz escrito a su discípulo diciéndole: “Te lo doy en propiedad y te autorizo que lo comuniques. Tómalo de mí y cuéntalo apoyándolo en mí”, se considera que es una entrega con licencia (Munâwala ma‘a Iyâça). Este gesto es considerado, exageradamente, por algunos como superior incluso al Samâ‘, porque “el escrito de un maestro, con su permiso, es más de fiar y más firme que oírle relatar un hadiz”. Pero para la mayoría de los expertos, como an-Nawawî, está por debajo del Samâ‘ y la Qirâa.

         Otra forma de Munâwala es que el maestro diga a su discípulo: “Toma este libro y cópialo; estúdialo y después me lo devuelves”. Y hay otras formas que no son tenidas en ninguna consideración, como que el discípulo acuda ante el sháij con un texto (del propio maestro o de otro autor) y sea autorizado a trasmitirlo sin que el maestro haga otras consideraciones.

 

           5- Mukâtaba (correspondencia)

 

         La Mukâtaba consiste en que el sháij escriba de su puño y letra, o encargue a otro que lo haga, algunos de sus hadices para un discípulo suyo presente o ausente. La confianza no es asaltada por la duda cuando el discípulo al que va dirigida la Mukâtaba está presente, pues ve escribir a su maestro o al que éste haya encargado de ello. Pero tampoco es más débil la confianza en el escrito cuando es recibido por un discípulo ausente, pues debe bastarle la honestidad del mensajero. Por supuesto, para que la Mukâtaba sea aceptable, tanto el escriba como el mensajero deben ser personas de honestidad reconocida.

         Algunos autores ponen como condición para la validez de la Mukâtaba el que vaya acompañada de ‘licencia’. Por supuesto, un escrito acompañado de autorización tiene más fuerza, pero esta exigencia es excesiva. Se sabe que al-Bujârî, por ejemplo, escribía sus hadices para Muhammad ibn Bashshâr y se los enviaba, sin más. Muslim, en su Sahîh, anotó el caso en que él mismo escribió una carta a Yâbir ibn Sumra pidiéndole que le enviara algo de lo que había escuchado decir al Profeta: “Y él me escribió: ‘Oí decir al profeta un viernes por la tarde que...”.

         Lo mejor es que el que vaya a transmitir un hadiz recibido de este modo lo anote en la comunicación, diciendo por ejemplo: “Me ha relatado tal por escrito de su puño (o del puño de tal) siéndome enviado a través de un mensajero suyo (o mío) de nombre tal, tal hadiz...”.

 

           6- I‘lâm (información)

 

         Puede ser que un maestro simplemente informa a un discípulo suyo que tal libro o tal hadiz forma parte de sus marwiyât (textos que el maestro comunica) o de sus masmû‘ât (textos que el maestro ha recibido por medio de Samâ‘), sin expresar que autoriza al discípulo su transmisión. A este sistema se le llama I‘lâm, información, del verbo á‘lama-yú‘lim, informar, hacer saber. La mayor parte de los expertos en materia de hadiz (los muhaddizîn) están de acuerdo en considerar válida esta forma de recepción, porque se sobreentiende que el rigor no permite a un maestro ‘informar’ a su discípulo de algo que no se encuentre realmente entre sus marwiyât o masmû‘ât. De igual modo, aunque no lo haya expresado, se considera que el discípulo puede transmitir el hadiz, pues el I‘lâm es suficiente autorización. Sólo estaría prohibida la transmisión si el maestro lo indicara.

         El I‘lâm es considerado por algunos alfaquíes como semejante a un testimonio sobre otro testimonio (shahâda ‘alà shahâda), de modo que alguien certifica que alguien ha certificado tal cosa. Otros, como el Qâdî ‘Iyâd, señalan que tal testimonio sólo es válido si se cuenta con la autorización del primero. No obstante, el Qâdî ‘Iyâd señala que, en el caso del hadiz, no es necesaria dicha autorización porque precisamente no es un testimonio (shahâda), sino una transmisión (riwâya).

 

 

         7- Wasía (legado)

 

         La Wasía (legado) es una forma de recepción escasa. Consiste en que el sháij, antes de empezar un viaje o en su lecho de muerte legue (ausà-sî) a uno de sus discípulos un libro concreto que él transmitía. Los primeros musulmanes consideraron lícito que alguien se dedicara a la enseñanza de un libro que le hubiera sido legado de la manera mencionada, considerándolo una forma de I‘lâm o de Munâwala. Es como si el maestro hubiera entregado a un discípulo algo y le hubiera informado de que pertenece al número de sus marwiyât, autorizándolo a transmitirlo.

         No obstante, los muhaddizîn consideran que es la forma más débil de recepción, incluso a pesar de su semejanza con el I‘lâm o la Munâwala. En cualquier caso, como en todos los casos, el receptor del legado debe señalar claramente el modo en que ha recibido el texto que divulga y las circunstancias exactas en que tuvo lugar esa donación, del mismo modo en que el donador ha debido especificar todo eso con anterioridad, asemejándose al que lega bienes materiales: estos deben ser muy concretos y ofrecidos a una persona determinada, pues en caso contrario la donación sería nula.

 

 

         8- Wiyâda

 

         Wiyâda es un tecnicismo inventado por los muhaddizîn construido sobre el verbo wáyada-yayid, que significa encontrar. Con este término se refieren a la recepción de la ciencia a partir de un libro, sin que haya tenido lugar su trasmisión por Samâ‘, ni exista Iyâça ni Munâwala. Es el caso de alguien que encuentra un hadiz escrito por un maestro al que hubiera conocido y fuera capaz de reconocer su letra y tener la certeza de que lo ha escrito él. O bien, que no haya tenido jamás encuentro con ese maestro, pero tiene la absoluta seguridad de que ese manuscrito le pertenecía. O bien, es el caso de quien estudia los hadices en libros célebres de autores conocidos. En estos casos -que son los más frecuentes en la actualidad- es lícito transmitir el hadiz señalando la circunstancia: “He encontrado escrito por tal, o bien, con la letra de tal, o bien, he encontrado en la obra tal, tal hadiz”, debiendo citar a continuación el hadiz tal como lo ha encontrado en el texto al que se refiere. Un precedente de ello es lo que hacía el hijo del Imam Ahmad ibn Hánbal: “He encontrado escrito por mi padre: ‘Me ha relatado tal...”.

         El trasmisor debe dejar claro que él no ha escuchado el hadiz, sino que lo ha leído en tal obra. De otra manera estaría cometiendo Tadlîs, es decir, estaría sugiriendo algo que no es cierto. Es decir, no se puede enunciar un hadiz diciendo: ha dicho tal que ha dicho tal... hasta llegar al Profeta, sino: he leído en tal obra que tal ha dicho que tal ha dicho... hasta llegar al Profeta.

         La Wiyâda es una forma de recepción del hadiz considerada extremadamente débil. Pero lo cierto es que en la actualidad son escasos los conocedores de hadices que los hayan recibido por Samâ‘. Además, abundan los libros que han sido convenientemente criticados y autentificados, por lo que el estudio de los hadices en ellos, hoy, es fácil, está al alcance de cualquiera y ofrece garantías. Ya el Imam Ibn as-Salâh advirtió sobre la necesidad de tener en cuenta la Wiyâda, diciendo: “Es a lo que tiene acceso el estudiante en estos últimos tiempos. Si para tener en consideración un hadiz hubiera que cumplir todos los requisitos de una transmisión auténtica se cerraría la puerta de la acción según lo que nos ha llegado del Profeta, pues ya no se dan las circunstancias de la Riwâya”.

         Al-‘Imâd ibn Kazîr consideraba que actuar conforme a lo que se aprende por Wiyâda tiene su justificación en un hadiz en el que el Profeta dijo: “¿Sabéis qué gente es la de habilidad espiritual más sorprendente?”. Y sus Compañeros le respondieron que los ángeles eran los de habilidad espiritual más sorprendente, pero él dijo: “No, ¿cómo no habrían de tener habilidad espiritual si están junto a Allah?”. Le dijeron entonces que los profetas, y él volvió a decir: “No, ¿cómo no van a tenerla si la Revelación desciende a ellos?”. Entonces, los presentes dijeron que ellos mismos, y el Profeta les dijo: “No, ¿cómo no habrías de tener habilidad espiritual si yo estoy entre vosotros? Los de habilidad espiritual más sorprendente serán unas gentes que vendrán después de vosotros, que encontrarán enseñanzas escritas en libros y sabrán ponerlas en acción”. El Imam al-Balqînî consideró correcta la deducción que hizo al-‘Imâd ibn Kazîr.

         Por tanto, en estos tiempos en que las condiciones de vida son distintas a aquellas en las que vivieron los primeros musulmanes, el estudio del hadiz en libros que ofrezcan garantías es la forma más sencilla de acceder a esta ciencia, siendo una forma de recepción legítima.

 

 

LECCIÓN 6