CAPÍTULO
80: FRUNCIÓ EL CEÑO
SÛRAT
‘ÁBASA
revelada
en Meca, 42 versículos
17.
qútila l-insânu mâ: ákfarah*
¡Sea
muerto el ser humano! ¡Qué ingrato es!
18.
min áyyi shái:in jálaqah*
¿De
qué cosa lo creó?
19.
min nútfatin jálaqahu fa-qáddarahû
A
partir de una gota de esperma lo creó y lo determinó,
20.
zúmma s-sabîla yassarahû
luego,
le facilita el camino,
21.
zúmma amâtahû fa-áqbarah*
después
le hace morir y lo entierra,
22.
zúmma idzâ: shâ:a násharah*
después,
cuando quiere, lo despliega.
23.
kallâ lammâ yaqdî mâ: ámarah*
¡Pero
no! No cumple lo que le ha ordenado...
24.
fal-yánzuri l-insânu ilà ta‘âmih*
Que
observe el ser humano su alimento:
25.
innâ sababnâ l-mâ:a sábban
Derramamos
el agua precipitándola (sobre la tierra)
26.
zúmma shaqaqnâ l-árda sháqqan
y
resquebrajamos la tierra profundamente,
27.
fa-anbatnâ fîhâ hábban
y
hacemos brotar en ella granos,
28.
wa ‘ínaban wa qádban
viñedos
y hierbas comestibles,
29.
wa çaitûnan wa nájlan
olivos
y palmeras,
30.
wa hadâ:iqa gúlban
vergeles
frondosos,
31.
wa fâkihatan wa ábban
fruta
y pastos,
32.
matâ‘an lákum wa li-an‘âmikum*
para
disfrute vuestro y de vuestros rebaños...
33.
fa-idzâ ÿâ:ati s-sâ:jjatu
Cuando
venga el Grito Ensordecedor,
34.
yáuma yafírru l-már-u min ajîhi
el
día en que el hombre huya de su hermano,
35.
wa ummihî wa abîhi
de
su madre y de su padre,
36.
wa sâhibatihî wa banîh*
de
su compañera y de sus hijos...
37.
li-kúlli mrîin yaumáidzin shá-nun yugnîh*
Para
cada hombre habrá entonces algo que absorberá su ocupación.
38.
wuÿûhun yaumáidzin músfiratun
Habrá
ese Día rostros resplandecientes,
39.
dâhikatun mústabshira*
risueños,
alegres.
40.
wa wuÿûhun yaumáidzin ‘alihâ gábaratun
Y
habrá ese Día rostros cubiertos de polvo
41.
tarhaquhâ qátara*
aterrorizados
por la negrura:
42.
ûlâ:ika húmu l-káfaratu l-fáÿara*
esos
eran los ingratos, los corruptos.
Muhammad (s.a.s.) fue
enviado por Allah a la humanidad para sacarla de las tinieblas del Kufr
a la luz del Îmân. El Kufr
es la ingratitud, la ignorancia,
el falseamiento, el rechazo,
la autosuficiencia, mientras que el Îmân es apertura hacia
Allah, adhesión a Él, en conformidad
con la raíz de las cosas, con la certeza que nos enseña que en cada instante
somos sostenidos por quien nos ha creado y crea cada uno de nuestros momentos.
El Îmân es mantener el vínculo,
ser fiel al pacto que está en nuestra raíz, restablecer la continuidad del
ser, acceder a la paz. El Kufr es una
traición, es romper el lazo que nos une al Uno, es dispersión, locura,
barbarie; mientras que el Îmân es
rehacer el lazo, es abandono del conflicto y reintegración en la Verdad
Absoluta.
En esta segunda parte
de la sûra el Corán nos habla de la insensatez del ser humano: qútila
l-insânu mâ: ákfarah, ¡sea muerto
el ser humano! ¡Qué ingrato es!... La maldición que encabeza este pasaje
señala que el ser humano (insân)
merece la muerte (qútila, ¡sea muerto!) a causa de su Kufr,
su ingratitud, su ignorancia, su locura y su necedad (mâ ákfarah, ¡qué ingrato
es!, no hay criatura más ignorante
que él).
Es difícil verter al
castellano todas las connotaciones y sugerencias de la palabra Kufr,
término complejo y de grandes repercusiones, aplicable a situaciones diversas.
Desconocer a Allah, rechazarlo, conlleva muchas cosas: es ingratitud porque es
ignorar al Evidente, al Creador y Sostenedor de cada criatura, el Origen de
todos los favores de los que disfrutamos, la Fuente de lo que somos y de cada
uno de nuestros momentos -una ignorancia que conlleva desconocer la dirección
en la que orientarse, y es dispersión y desacierto continuos-, y es barbarie
porque al no conocer a Allah el ser humano queda desvinculado de todo, se aísla
en su ego, se encierra en sus ilusiones y derrama todo su mal. El Kufr
no es simple ignorancia: nace de la autosuficiencia, de la creencia en que se
tiene el control sobre la existencia. Tiene mucho que ver con el endiosamiento
del ser humano, consciente o inconsciente. Por otra parte, y aunque parezca
paradójico, es el origen de todas las dependencias e idolatrías: en su
ignorancia, en su insatisfacción, el ser humano suple sus carencias inventando
dioses domesticables, o se entrega con pasión a distintas creencias y supercherías:
fe en el dinero, el poder, la salud, el prestigio, el espíritu... Todo lo
anterior son algunas de las manifestaciones de un desvío que recibe en árabe
el nombre de Kufr, término con
intenso carácter peyorativo que adquiere toda su fuerza cuando se aplica a los
ricos, a los poderosos, a los envanecidos por lo que tienen y el ilusorio poder
que creen ejercer, como es el caso aquí (en este contexto adquiere su verdadero
significado el verbo istagnà-yastagnî,
que la parte primera de la sûra tradujimos por enriquecerse,
cuando en realidad significa creerse
suficiente, prescindir de Allah).
La contundencia de la
maldición y su alcance general, sugieren que el Kufr,
la ruptura con Allah, el rechazo, la
emancipación que lo aísla, anida en el ser humano, y el Îmân exige un esfuerzo, una voluntad que restablezca el vínculo.
De todas las criaturas, el insân es
la que más expuesta está al ‘alejamiento’, debido a la conciencia, a lo
que lo ‘libera’ del mecanicismo, siendo, a su vez (la conciencia), el
instrumento que también nos devuelve a Allah. Por ello, el Corán nos invita a
una reflexión que nos reconduzca de nuevo hacia Allah, convirtiéndose ese
esfuerzo en un mérito que alza al hombre. Lo que nos aleja de Allah nos puede
poner ante él en una situación privilegiada.
El Corán, haciendo
uso de un lenguaje poderoso, nos invita a esa reflexión capaz de hacernos
recordar la Verdad, de despertar en nosotros el Îmân
que reinstaure -en nuestras conciencias separadas- el sentido de la unidad que
rige el universo: min áyyi shái:in jálaqah,
¿de qué cosa lo creó?... Las
preguntas que el Corán nos dirige no son complejas ni exigen ninguna
especialización, sino que tocan fibras sensibles para propiciar una respuesta
comprometedora: ¿a partir de que cosa
(shái) Allah creó (jálaqa-yájluq)
al ser humano (insân)? Y la
respuesta nos la proporciona el mismo Corán: min nútfatin jálaqahu, a
partir de una gota de esperma lo creó,... y se trata de algo en lo que
todos estarían de acuerdo. Allah no nos remite a explicaciones míticas ni
tampoco hace alusión a conceptos complejos (por ejemplo, la Nada que estarían
en los orígenes más remotos). Al contrario, nos reenvía a la gota de esperma
(nutfa, gota seminal), aparentemente insignificante, que es el germen del
ser humano fa-qáddarahû,
y lo determinó... ese embrión fue objeto de la determinación
(taqdîr) de Allah, quien actuó
sobre esa gota para que se desarrollara, se desplegara y se convirtiera, fase a
fase, en un ser humano (qáddara-yuqáddir,
determinar, actuar con poder
para que algo se realice). El Taqdîr
de Allah es el contenido de su Poder (Qudra,
Capacidad). El Taqdîr,
la Determinación de Allah, es lo que
hace que lo que está en potencia se convierta en acto. La nutfa, la gota de
esperma, es una posibilidad entre infinitas posibilidades, y su concreción
en un ser humano determinado es el resultado de la Decisión y la Determinación
del Señor de los Mundos.
Ahora bien, el Taqdîr
no es suficiente: es necesario su mantenimiento y que todas las circunstancias
sean favorables, el Taisîr, la Facilitación:
zúmma s-sabîla yassarahû, luego,
le facilita el camino,... La Determinación decide que tal gota de esperma
se convierta en un ser humano pleno, y después le facilita (yássara-yuyássir)
el camino (sabîl), la
conduce hasta la meta, fecundando el óvulo, tras superar la competencia de sus
rivales, y crecer hasta convertirse en feto y luego salir a la luz del día,
todo ello siempre en medio de infinitas dificultades imposibles si no fuera por
la constancia del Taisîr, la Facilitación
con la que Allah lo conjuga todo para que sea posible esa vida.
Las imágenes
anteriores describen a cada ser humano en los momentos más vulnerables de su
existencia, cuando está al azar de infinitas circunstancias, y sin embargo, a
pesar de que en realidad todo estaba en su contra, es lo que es. Y ahora, cuando
está vivo y se cree independiente y autónomo, sigue estando expuesto en cada
instante al mismo Poder que lo forjó. Y lo demuestra un hecho ineludible, y es
que a pesar de que no quiera, habrá de morir: zúmma
amâtahû, después le hace morir...
El mismo Misterio que decidió su existencia y guió sus primeros pasos en las
oscuridades del instante de su concepción lo matará
(amâta-yumît, hacer morir). La muerte
(máut) es el signo supremo de la hegemonía de Allah. El ser humano
no es, en ningún momento, un dios. Su vulnerabilidad es absoluta, su
dependencia es infinita. El que lo hace vivir lo mata fa-áqbarah, y lo entierra,...
lo devuelve al anonimato, lo sepulta en la oscuridad de su verdadera esencia,
que es la Nada (áqbara-yúqbir,
enterrar). ¿A qué viene la arrogancia del Kâfir? ¿A qué vienen los miedos y recelos del hombre? La
existencia entera es Taqdîr de
Allah...
La vida, la
existencia, cada instante, es un prodigio. Y el Corán nos habla de un prodigio increíble:
zúmma idzâ: shâ:a násharah, después,
cuando quiere, lo despliega...Tras todo lo anterior, tras matar al ser
humano y enterrarlo en la nada, en el seno de ese anonimato semejante al no-ser
anterior a su existencia, Allah lo desplegará
(náshara-yánshur), le dará una nueva vida que se expanda por él. ¿Qué
puede impedirlo? ¿Qué tiene de impensable que el que ha creado la vida a
partir de la nada la rehaga en la tumba? Sólo hay una verdad, que las cosas son
cuando Allah quiere (shâa-yashâ). La Mashía,
el Querer de Allah, es la única condición, y cuando esta condición
se cumple no hay obstáculos para la Voluntad Libre que rige el Ser. Es de Ella
de lo que dependemos en cada instante, es Ella la que da la forma que quiere a
lo que quiere, sin límite alguno.
El Nashr,
el Despliegue, la Resurrección,... no sabemos nada de cómo tendrá lugar ni sabemos
nada de las leyes que Allah hará que lo rigen, pero sí sabemos sus
implicaciones. Tras el Nashr vendrá
el Hashr, la Reunión...
Todas las criaturas se presentarán ante Allah para ser juzgadas, significando
esto lo que Allah quiere que signifique. Sólo podemos repetir las palabras del
Profeta (s.a.s.), de todos los profetas. La Nubúwwa,
la Profecía, y la Risâla, el Mensaje, son
las grandes enseñanzas que los mejores de entre los hombres han comunicado a la
humanidad, y esas enseñanzas consisten en que Allah es Uno y que habremos de
rendir cuentas ante Él. Y esas enseñanzas vienen de Allah mismo...
A pesar de que el ser
humano tiene a su disposición todas las informaciones anteriores, informaciones
que le vienen de la reflexión sobre su propio ser, que a cada paso le habla de
su vulnerabilidad, enseñanzas que están en su entorno, heredadas de las enseñanzas
de los profetas,... pero a pesar de esa doble fuente de su saber, el ser humano
prefiere la inercia del Kufr, se
hunde en la ilusión de una existencia que cree controlar y se convierte en
agente destructor: kallâ
lammâ yaqdî mâ: ámarah, ¡pero
no! no cumple lo que le ha ordenado... El ser humano no cumple
(qadà-yaqdî)
lo que Allah le ha ordenado (ámara-yâmur), que es el seguimiento de la Senda Revelada (la Sharî‘a).
Ni la vida ni la muerte son elecciones, el ‘ser’ está al margen de la
voluntad humana, pues todo sigue el dictado de un Taqdîr
inexorable, una Determinación de
Allah que es lo verdaderamente eficaz. Obsesionarse por la vida y la muerte es
rehuir lo esencial desviando la atención hacia algo que no depende en ningún
momento de nosotros. ¿Qué es lo que sí ha sido dado a la elección del ser
humano? ¿Qué es lo que sí le ha sido ordenado? ¿Qué es lo que sí incumbe
al hombre, a cada persona? Es lo que Allah le ordena: recordar a Allah,
redescubrirlo, obedecerle, serle agradecido, amarle, temerle, empequeñecer ante
su Grandeza, agigantarse en su Inmensidad,... Esto es lo que ha sido dado al
querer del hombre, y es donde está el sentido de su existencia, y es por lo que
habrá de rendir cuentas.
El ser humano -cada
ser humano- es el resultado del Querer de Allah, y así mismo todo lo que le
rodea. El Acto Creador de Allah es constante: crea, y a cada instante recrea
manteniendo la existencia de todo ser. Esta es la base de la Cosmovisión
(‘Aqîda) del Islam, quedando todo,
absolutamente todo, conjugado por el Uno-Único: fal-yánzuri l-insânu ilà ta‘âmih, que
observe el ser humano su alimento... En esta ocasión, el Corán nos ordena
mirar (názara-yánzur,
mirar, tener en consideración, reflexionar
sobre algo) aquello de lo que nos alimentamos (ta‘âm, comida,
alimento).
El ser
humano (insân) se afana
constantemente para porcurarse sustento, se esmera hasta la obsesión por
asegurarse la subsistencia, que depende del alimento (un alimento material para
el cuerpo, un alimento espiritual para el corazón, etc.). Sin embargo, si
analizamos la cuestión, veremos que hasta lo que parece resultado del esfuerzo
humano es, en su esencia, fruto del Taqdîr,
de la Determinación de Allah: innâ
sababnâ l-mâ:a sábban, derramamos
el agua precipitándola (sobre la tierra)... somos Nosotros (Allah, en
plural mayestático, que alude al Uno junto a todas sus Capacidades -Nombres-)
quien vierte (sábba-yasubb)
el agua (mâ) que hace
fructificar los campos: la lluvia, de la que depende la vida del hombre no
depende del hombre, zúmma shaqaqnâ l-árda
sháqqan, y resquebrajamos la tierra
profundamente,... y es también Allah el que resquebraja (sháqqa-yashuqq)
la compacta tierra (ard) para que por ella penetre el agua vivificante, fa-anbatnâ
fîhâ hábban, y hacemos
brotar en ella granos,... y es Allah quien hace
germinar (ánbata-yúnbit) el grano (habb):
el hombre sólo lo ha sepultado en la tierra (y lo ha hecho gracias a una
inteligencia que Allah ha depositado en él, y gracias a unos brazos que Allah
le ha dado, y gracias a unas fuerzas de las que Allah lo ha dotado, y así hasta
el infinito). Pero además, Allah es Rico, Abundante, y proporciona al hombre no
solo cereales, sino además wa ‘ínaban
wa qádban, viñedos y hierbas
comestibles,... y wa çaitûnan wa nájlan,
olivos y palmeras,... y wa
hadâ:iqa gúlban, vergeles
frondosos,... y wa fâkihatan wa ábban,
fruta y pastos,...
La Misericordia
de Allah (Rahma), manifiesta
en la exuberancia que nos rodea, es también la promesa y anuncio de un Jardín
(Yanna) aún más esplendoroso en la desmesura de al-Âjira, el Universo de
Allah, al que despertaremos tras la muerte y la Resurrección. En su
Comentario, Sayyid Qutb lo sugiere cuando nos dice que quien empieza a
intuir a Allah también comienza a saborear las realidades eternas simbolizadas
por el agua, la tierra, los frutos, y todo lo que menciona el Corán. Ante él,
a partir de estas alusiones fáciles, se despliega el Misterio de un universo
sin medidas, en la que el prodigio de nuestra vida y todo lo que la rodea revela
al corazón las inmensidades de la Verdad en la que residimos, una Verdad sin límites,
de una riqueza desbordante, que desafía al entendimiento, que lo arrastra hacia
espacios infinitos donde cada circustancia actual señala hacia sus proporciones
eternas en el Absoluto de Allah...
Granos
(habb), viñedos (‘ínab), hierbas
comestibles (qadb), olivos (çaitûn), palmeras
(najl), vergeles (hadâiq
gulb, huertos exuberantes), fruta
(fâkiha), pastos (abb),...
todo ello fecundando por un mismo agua, hecho surgir por un mismo acto -el del
Uno-, son expresión de la Misericordia de Allah, que no se contenta con
mantener la vida de sus criaturas, sino que les ofrece más matâ‘an
lákum wa li-an‘âmikum, para
disfrute vuestro y de vuestros rebaños... Todo lo anterior es matâ‘, bienes ofrecidos al
disfrute -y no a la simple subsistencia-, ofrecido a vosotros y a vuestros rebaños
(an‘âm), de los que aprovecháis la carne, la leche, la piel,
etc.: esa otra riqueza vuestra también depende de Allah, todos vuestros
alimentos os vienen de Allah...
En su ser y en todo
lo que le rodea, el ser humano depende de Allah, depende de algo que no puede
controlar, depende de la Libertad Absoluta... El Kufr
(el rechazo a Allah, la ingratitud, la ignorancia, la barbarie, el aislamiento,
la falsedad, el miedo), es una impostura. El Kufr
es la actitud del necio que nada sabe de sí mismo ni de donde está: valora lo
que no tiene valor, se obsesiona por lo que no tiene que preocuparse, lucha
contra enemigos fantasmales, tiene esperanzas infundadas y miedos vacíos,... El
Kâfir, el que se ha abandonado a sí
mismo al Kufr, atiende a lo que no
debe ser atendido y se despreocupa de lo que realmente le incumbe, hasta que a
sus oídos llegue el Grito...
En el seno de la
muerte, un Grito desgarrador despertará al ser humano: fa-idzâ
ÿâ:ati s-sâ:jja, cuando
venga el Grito Ensordecedor,... Se refiere a la orden de resucitar, el
sonido que estallará sembrando el pánico en los muertos devolviéndolos a una
vida desconcertante. Ese Grito
tremendo es llamado por el Corán Sâ:jja,
de resonancias violentas en árabe. La Orden de resucitar, resquebrajando la
tierra compacta de la muerte, vendrá
(ÿâa-yaÿî), llegará
filtrándose como el agua de la vida, hasta cada ser humano, poniéndolo ante la
Verdad: yáuma yafírru l-már-u min ajîhi,
el día en que el hombre huya de su
hermano,... El Grito causará tal espanto que el hombre (mar-) romperá
todos sus lazos, y huirá (farra-yafirr) de sus seres queridos, de su hermano, y wa
ummihî wa abîhi, de su madre y de su
padre,... y wa sâhibatihî
wa banîh, de su compañera y de sus
hijos...
El miedo que le
producirá el terrible Grito de Allah, que lo hará despertar del sueño de la
muerte, lo desligará de su mundo anterior, dejará atrás a todos los que quería,
a su hermano (aj),
a su madre (umm), a su padre
(ab), a su compañera (sâhiba),
a sus hijos (banîn)... Será el Día (Yáum)
de la soledad ante Allah, de la vulnerabilidad absoluta del ser humano. Y ese pánico
será el el resultado de descubrirse a sí mismo, el fruto de comprenderse ante
el Señor de los Mundos, a cuya merced siempre se ha estado.
¿Por qué huirá el
hombre de todo?: li-kúlli mrîin yaumáidzin shá-nun yugnîh, para cada hombre habrá entonces algo que absorberá su ocupación...
Cada hombre (imr o mar-) tendrá un asunto
(sha-n), algo que le bastará
(agnà-yugnî), y ese sha-n, esa
cuestión, será él mismo. El mundo
entero habrá desaparecido, toda su fuerza, todo su atractivo, todo su vértigo,
habrá quedado atrás, y cada ser humano se enfrentará a su propia esencia, con
su realidad más esquiva, su sha-n,
su asunto propio, que hasta entonces
había dejado relegado en el torbellino de una existencia que consumía todo su
interés. Ese mundo se le revelará entonces complentamente ficticio, un mundo
del que sólo tendrá el recuerdo pero que se ha esfumado ante la Verdad.
Y ese Día terrible,
la gente se dividirá en dos grupos: wuÿûhun
yaumáidzin músfira, habrá ese Día
rostros resplandecientes,... habrá seres (wuÿûh,
rostros) brillantes (músfira),es
decir, satisfechos, y dâhikatun
mústabshira, risueños, alegres...
rostros sonrientes (dâhika)
y felices a causa de un hermoso anuncio
(mustabshira). Se trata de los
rostros de aquellos que se han preparado para ese instante, los que han
aprovechado sus vidas para Allah, para la eternidad de al-Âjira.
En el bando opuesto
estarán los desafortunados: wa wuÿûhun
yaumáidzin ‘alihâ gábara, habrá
ese Día rostros cubiertos de polvo... La expresión ‘cubiertos de polvo
(gábara)’ quiere decir
‘atormentados, apesadumbrados’... tarhaquhâ
qátara, aterrorizados por la negrura...
Esos rostros (wuÿûh) serán agobiados (ráhiqa-yárhaq,
oprimir, sobrecargar) por una negrura
(qátara) que los sumirá en una
profunda tristeza y en un terror
sin límite. ¿Quiénes son?: ûlâ:ika
húmu l-káfaratu l-fáÿara, esos
eran los ingratos, los corruptos... Se trata de los Káfara
(plural de la palabra kâfir -el
inmerso en el Kufr-, palabra para la
que hay otros plurales: kâfirûn o kâfirîn,
kuffâr). El Corán califica a los Káfara de Fáÿara (plural de fâÿir,
corrupto, perverso). Y son los que no
han atendido a las enseñanzas de los profetas (los interiores -los que les
anuncian la Verdad desde las profundidades de sus corazones-, y los exteriores
-los hombres que han comunicado los mensajes de Allah-), y al carecer de esa
sabiduría se han pervertido.
Es posible, como siempre en el Corán, releer toda la sûra desde coordenadas distintas (pero íntimamente relacionadas entre sí, pues todo reenvía a todo), y descubrir lo que significó el advenimiento del Islam: un Grito en medio del desierto que desató nueva vida, desencadenado un estrépito que forjó un mundo. También los sufíes saben mucho de las connotaciones de estos textos, y en su experiencia personal viven estos anuncios como iluminación que los resucita en medio de la muerte espiritual del común de los seres humanos...