EL
HADIZ DE LA INTENCIÓN
(hadîz an-niyya)
Uno
de los hadices (sentencias del Profeta) más significativos del Islam es el
conocido bajo el nombre de hadîz
an-niyya, el Hadiz de la Intención.
(también se le llama hadîz
al-a‘mâl, el Hadiz de las
Acciones). Al-Bujâri, en su recopilación de dichos auténticos de
Muhammad (s.a.s.), lo cita a la cabeza de su libro, el Sahîh,
como encabezamiento del capítulo titulado “De cómo fue el comienzo de la
Revelación”. El breve texto del hadiz es considerado un pilar del Islam que
contiene lo esencial de sus enseñanzas. La traducción (literal) del hadiz
-omitimos la cadena de trasmisión- es la siguiente:
‘an
‘úmara bni l-jattâbi rádia llâhu ‘ánhu qâl
‘Omar
ibn al-Jattâb (r.) dijo:
sami‘tu
rasûlallâhi sallà llâhu ‘aláihi wa sállama yaqûl
He
oído al Mensajero de Allah decir:
innamâ
l-a‘mâlu bin-niyyât
“Los
actos son según las intenciones,
wa
innamâ li-kúlli mríin mâ nawà
y
para cada hombre hay según su intención.
fa-man
kânat híÿratuhu ilà duniâ yusîbuhâ au imráatin yankihuhâ
Quien
haya emigrado por alcanzar un bien mundanal o por una mujer a la que desposar,
fa-híÿratuhu
ilà mâ hâÿara iláih
su
emigración es hacia lo que ha emigrado”.
Es decir, el valor de
la acción (‘ámal)
de un musulmán depende de la intención
(niyya), la realidad exterior de algo, su expansión, tiene el mérito
de su motor interior. Si la intención es recta y sincera, el acto es
apreciado por Allah y es causa de bendiciones espirituales. Si la intención
es retorcida, la acción no merece la estima de Allah. La intención recta es
la que tiene en Allah su objetivo, sin que la empañe otra motivación.
Cualquier otra finalidad se consume en su objetivo y no alcanza a Allah. Se ha
dicho que la intención del verdadero musulmán es mejor que su acción, y su
acción es mejor que sus palabras.
La Emigración
(la Hégira o Hiÿra) que llevó a los musulmanes de Meca a Medina fue un acto de
gran importancia y de enormes repercusiones. Con ella abandonaban
definitivamente la idolatría, dejaban atrás todo lo que les impedía la
plena realización del Islam. Ahora bien, entre los que siguieron a los
musulmanes ahbía quienes lo hacían con otras intenciones, más o menos
nobles. Se cuenta, por ejemplo, que un hombre, enamorado de una musulmana, sólo
buscaba la ocasión para contraer matrimonio con ella. Su Emigración no era
por Allah, y aunque formalmente lo que hizo es lo que hacían los musulmanes
(abandonar Meca para ir a Medina), su acto no fue una ‘Ibâda,
un acto de acercamiento a Allah.
Pero la Emigración
fue posterior al comienzo de la Revelación del Corán, ¿porqué, sin
embargo, el Imâm al-Bujâri sitúa este hadiz, que habla de la Hégira, a la
cabeza de un capítulo en el que sugiere su intención de describir los
primeros momentos y el modo de la Revelación? Poco antes del descenso del Corán,
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) se apartó de la idolatría para consagrarse a la
meditación en una retirada cueva (llamada Gâr Hirâ), acción que
debe considerarse una primera Emigración.
Lo que guiaba los pasos de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) era una sincera intención,
un deseo de Allah, sin que su anhelo estuviera contaminado por nada más. Por
ello, este hadiz conviene como introducción al fenómeno de la Revelación.
También se ha dicho
que al-Bujâri, al comenzar su tratado con este hadiz quería aprovechar su bendición
(báraka), recordándose a sí
mismo que el bien está en hacer las cosas por
Allah, sin buscar otra cosa (como celebridad por haber escrito un buen
libro o cualquier otro objetivo).
El aprecio hacia este
hadiz es enorme en el Islam, y grandes maestros han expresado la opinión que
les merece. Abû ‘Abdillâh dijo: “Ninguno de los enunciados del Profeta
son tan sintéticos, enriquecedores y útiles como este hadiz”. ‘Abd ar-Rahmân
ibn Mahdi, ash-Shâfi‘i, Ahmad ibn Hánbal, ‘Ali ibn al-Madîni,
Abû Dâwûd, at-Tirmîdzi, ad-Dâraqtuni y Hamça al-Kinâni
estaban de acuerdo en que este hadiz abarca un tercio del Islam, y al-Báihaqi
lo explicaba diciendo que las ganancias al ser humano le vienen por lo que
desea su corazón, lo que dice su lengua y lo que hace su cuerpo, siendo la
intención la primera de estas tres partes y la más valiosa, teniendo valor
en sí misma y siendo condición para la validez de todo lo demás. Para el Imâm
Ahmad ibn Hánbal, el hadiz de la intención es el primero de
los tres hadices sobre los que montó todo su sistema de trasmisión del
Islam: “Los actos son según las intenciones...”, “Es inválida la acción
de quien realice un acto en el que no siga mi ejemplo...”, “Lo lícito es
claro y lo ilícito es claro...”.
Las trasmitidas por
‘Omar ibn al-Jattâb y recogidas por al-Bujâri (hay otras muchas
fuentes del texto) no son las únicas palabras de Sidnâ Muhammad (s.a.s.)
sobre la intención. Esparcidas por muchos otros hadices, el profeta declaró
en incontables ocasiones que lo realmente válido es la intención
(niyya) tras la que debe venir una acción consecuente (‘ámal).
Todo esfuerzo sin una intención sana carece de mérito ante Allah, al igual
que la intención que no realiza un esfuerzo real es simple pretensión.