RISÂLAT
AL-MUSTARSHIDÎN
al-Hâriz
al-Muhâsibi
Presentamos a
continuación un brevísimo tratado (risâla) que un
gran maestro sufi, al-Hâriz al-Muhâsibi (s. IX), redactó con
la intención de que sirviera a “los buscadores de guía y sensatez en la
espiritualidad”, los mustarshidîn,
que, en realidad, son los mûminîn,
los dotados de corazones, los que
hacen del Islam un camino hacia Allah. Se trata de una sucesión de consejos
prácticos, lúcidos y claros de utilidad para cualquier musulmán y que son
vividos con intensidad por los sufíes, justificados todos en el Corán, en la
Sunna y la sabiduría de los primeros
musulmanes (el Sálaf).
El
autor
Al-Muhâsibi (su nombre completo era Abû ‘Abdillâh al-Hâriz al-Muhâsibi), que murió en el año 857 de la era cristiana (243 de la Hégira), fue, entre los primeros autores sufíes, aquél cuyas reflexiones psicológicas mejor nos han llegado. Su amplia obra está marcada por su adhesión a unos valores morales poderosamente interiorizados, más que a un sistema filosófico. Vivió una constante introspección que le valió el sobrenombre de al-Muhâsibi, que literalmente significa “aquél que analiza sus acciones”. Efectivamente, la Muhâsaba es un ‘estadio’ inicial en el sufismo que consiste en prestar atención y juzgar los propios actos y pensamientos, permitiendo una corrección que vaya puliendo al ser humano. No obstante, esta práctica está reservada sólo a algunos y bajo la dirección de un maestro, porque, como han señalado muchos sufíes, es peligrosa al hacer del hombre el juez de sus propios actos cuando ese papel corresponde a Allah. Puede llevar a extremos indeseables y obsesiones. El Imâm Ibn Hánbal reprochó a al-Muhâsibi la vulgarización de esta práctica, pero reconoció en él una gran habilidad como sufí. En sus libros, al-Muhâsibi no se limita a descripciones subjetivas de estados de conciencia sino que los sistematiza y examina con la razón y con la herramienta de definiciones filosóficas exactas: ésta es la clave que hace de la Muhâsaba un instrumento válido de análisis de la propia conducta y no una simple autocensura. Se apoya, además, siempre en una meditación intelectual de los textos del Corán y de la Sunna (los hadices, la Tradición profética), remitiendo el juicio a Allah y no a la valoración humano, contestando con ello a las objeciones de quienes veían en la Muhâsaba un acto de arrogancia. Entre sus obras se cuenta un tratado sobre la esencia y la significación de la inteligencia (Risâla fî mâhiat al-‘aql wa ma‘nâh). Su enseñanza no consiste en un discurso moralista sino que se basa en una sicología que se transforma en una ‘ciencia de los corazones’, en una oposición que valoraba la sensibilidad rigurosa de los sufíes frente al racionalismo abstracto de los mu‘tazilíes. La presentación que hizo al-Muhâsibi dio carta de naturalidad a esta práctica.
Al-Muhâsibi nació en Basra (Basora, Irak), pero vivió casi toda su vida en Bagdad, donde finalmente murió. No se sabe casi nada sobre su vida, salvo que se consagró a la enseñanza. Estuvo en medio de las polémicas entre los mutakallimîn (filósofos especulativos) y los hanbalíes (pensadores y juristas), sosteniendo posturas próximas a los ash‘aríes. Pero sobre todo, al-Muhâsibi fue un sufí, maestro de numerosos discípulos que tras él alcanzarían gran celebridad.
De entre sus numerosos libros destacan dos: el Kitâb ar-Ri‘âya y el Kitâb at-Tawahhum. El primero de ellos, el Libro de la observación de los derechos de Allah, es una exposición del modo de ser del ser humano tal como quiere Allah que sea. Señala particularmente la importancia esencial de la Taqwà, el temor reverencial, el sobrecogimiento ante Allah, que abre completamente el corazón hacia Allah porque lo tensa, y también habla detalladamente de la Tawba, la orientación del ser hacia Allah, que genera el Wára‘ con el que se desecha lo que no complace a Allah -que es toda vileza-, alcanzando la persona la ingravidez con la que penetra en el mundo del espíritu, liberándose definitivamente hacia su Señor. Al-Muhâsabi examina, por ejemplo, el temor como concomitante del conocimiento de Allah al nivel de cada miembro del cuerpo para evitar las faltas y torpezas que puede cometer y sustituirlas por luces. Y también analiza el temor a nivel de la conciencia (damîr), que es donde desencadena el Wára‘. El estudio de los tawwâbîn, los que se han orientado hacia Allah en una peregrinación en la que dejan atrás progresivamente toda vileza, está muy matizado. Al-Muhâsabi distingue entre diferentes conductas del ser humano. Habla de quien ha sido criado en el bien y el amor a Allah, que por supuesto da pasos en falso a lo largo de su vida, pero al que le cuesta poco reorientarse hacia Allah, y es porque en su raíz hay un acto de Allah, escondido entre los pliegues del Destino, por el que hay un amor recíproco, y ni el amante ni el amado se abandonan. Después está el grado del hombre que en su ignorancia se aparta de Allah, pero tiene un corazón inocente y puede volver a Allah; cuando Allah lo quiere hacer objeto de su Misericordia lo dota de resolución (‘açm) y emprende el camino hacia Él, haciendo esfuerzos en los que hay altibajos en su combate interior. Por último, está el que persevera en el mal; ya no se trata de simple ignorancia de la que se puede salir cuando es superada porque el fondo es inocente, sino de perversidad que hace poco efectivo el conocimiento. Sólo el temor (jáuf) y la esperanza (raÿâ) son capaces de movilizar a esa persona, puesto que en ellas predomina el ego que, al buscar en exclusiva su propio interés, puede con eso mismo despertar hacia objetivos elevados. En todos los casos -el de la pureza innata, el de la resolución y los del temor y la esperanza- es Allah el que hace dones al corazón sensible.
El segundo de los
libros que hemos citado es un bello tratado en el que se nos ofrece una visión
de los fines últimos, en el que un lenguaje que describe sin concesiones la
Ira de Allah desemboca en la apertura del Jardín, al igual que el peregrino
que atraviesa dificultades para alcanzar finalmente la Misericordia de su Señor.
Como hemos
adelantado, al-Muhâsibi ejerció una gran influencia y su prestigio
fue en aumento hasta ser considerado una gran autoridad en el Islam incluso
por sus adversarios en las polémicas de su época. Su poderosa personalidad
atrajo a gigantes del espíritu musulmán como as-Sârî as-Sáqati,
que fue su discípulo y, después, fue maestro de al-Yunáid, una de las máximas
cumbres del sufismo. También al-Gaççâli se refiere con frecuencia a la
autoridad de al-Muhâsibi como experto en materia de corazones, y a él
le debe gran parte de sus conocimientos. Al-Muhâsibi destacó no solo
en materia de sufismo sino en tradición islámica en general.
La Risâlat
al-Mustarshidîn que presentamos en este número de Musulmanes Andaluces
es una de sus obras menores, un breve tratado ofrecido a la comunidad
musulmana como legado que resume lo esencial del Islam en tanto que conducta
que tiene en Allah su oriente.
RISÂLAT
AL-MUSTARSHIDÎN
al-Hâriz
al-Muhâsibi
Dijo
Abû ‘Abd Allâh al-Hâriz ibn Ásad al-Muhâsabi
-de
quien Allah se haya apiadado-:
Alabanzas
a Allah, el Primero, el Eterno,
el
Uno, el Majestuoso,
que
no tiene semejante ni igual.
Lo
glorifico con una alabanza que haga justicia a sus favores
y
alcance el horizonte de sus beneficios.
Doy
fe de que no hay más verdad que Allah,
sólo
Él, sin asociado,
con
el testimonio de quien reconoce la Soberanía (de su Señor)
y
sabe de su Unicidad.
Y
doy fe de que Muhammad es su siervo y su mensajero,
al
que escogió para su Revelación
y
selló con él a sus profetas,
e
hizo de él un argumento contra toda su creación:
“Para que muera quien muera con conocimiento
y
viva quien vive con conocimiento.
Ciertamente,
Allah oye y sabe”.
En
cuanto a lo demás:
Has
de saber que Allah ha elegido, de entre sus siervos, a los mûminîn
los
poseedores de corazones,
los
conocedores de Él y de su orden,
y
los ha descrito (atribuyéndoles) lealtad, comportamientos virtuosos, temor y
sobrecogimiento ante Él,
Allah
ha dicho (de ellos):
“Sólo recuerdan los dotados de corazón,
los
que cumplen con el pacto de Allah y no violan la alianza,
los
que mantienen unido lo que Allah ha ordenado que comunique (entre sí a los
hombres),
y
se sobrecogen ante su Señor y temen que se les exija violentamente tener que
rendir cuentas ante Él”.
Aquél
a quien Allah haya ampliado el pecho para
el Îmân
y
su corazón lo confirma
y
desee un medio hacia Él,
se
adhiere a la senda de los dotados de corazones
atendiendo
a las enseñanzas de la Sharî‘a, (tomadas) del Libro de Allah,
de
la Sunna de su Profeta (s.a.s.)
y
de lo consensuado por los bien guiados entre los imames.
Ése
es el Sendero Recto a (cuyo seguimiento) ha invitado a sus siervos.
Allah
ha dicho:
“Éste es mi Sendero, Recto, ¡seguidlo!
-No
sigáis distintos caminos que os dispersen (alejándoos) de su Camino.
Éso
es lo que os aconseja. Tal vez alcancéis así el Rango de Taqwà-”.
Y
Rasûlullâh (s.a.s.) dijo:
“Cumplid mi Sunna
y
la Sunna de los califas de buen juicio después de mí.
Aferraos
a ella firmemente”.
Has
de saber que a lo que obliga el Libro de Allah es a actuar en conformidad con
su orden y su prohibición,
temiendo
su amenaza y esperando su promesa,
abriendo
el corazón a lo ambiguo en él,
y
aprendiendo de sus historias y parábolas.
Si
cumples con ello, saldrás de las tinieblas de la ignorancia hacia la luz de
la ciencia,
y
de la tortura de la duda hacia la expansión de la certeza.
Allah
ha dicho:
“Allah se hace cargo de los que se abren a Él,
sacándolos
de las tinieblas hacia la luz”.
Sólo
se dan cuenta de ello y lo desean las gentes de inteligencia y entendimiento a
partir de Allah,
los
que actúan procurando gobernar con firmeza su dimensión exterior
y
se apartan de lo dudoso.
Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo:
“Lo lícito está claro,
y
lo ilícito está claro,
y
entre ambos hay cosas ambiguas:
abandonarlas
es mejor que tomarlas”.
Investiga
(tu) intención
y
conoce (tu) voluntad,
pues
la retribución es de acuerdo a la intención.
Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo:
“Las acciones (valen) lo que las intenciones,
y
para cada persona hay (junto a Allah) según lo que haya deseado”.
Ampárate
en el temor a Allah,
pues
“es musulmán aquél de cuya lengua y mano están a salvo los musulmanes”
y
“el mûmin es aquél cuyo mal no afecta a la gente”.
Teme
a Allah obedeciéndole,
y
obedece a Allah con temor hacia Él.
Aparta
tu mano de la sangre de los musulmanes,
y
tu vientre de sus bienes,
y
tu lengua de sus intimidades.
Exígete
cuentas a cada pensamiento,
y
ten en cuenta a Allah con cada aliento.
‘Omar dijo:
“Pedíos
cuentas a vosotros mismos antes de que se os pidan,
pesaos
a vosotros mismos antes de que seáis pesados.
Adornaos
para la Suprema Exhibición,
el
Día en que nada de vosotros estará oculto”.
Teme
a Allah en tu Islam
espera
de Él en todos tus asuntos
y
ten paciencia en las desgracias que te alcancen.
Dijo
‘Ali:
“No temas más que tu torpeza
y
no pongas tus esperanzas más que en tu Señor.
Que
no se avergüence de preguntar quien no sabe hasta que sepa,
y
que no se avergüence, quien es preguntado por lo que no sabe, de decir: No sé”.
Has
de saber que la paciencia en el Îmân es como la cabeza para el cuerpo.
Si
es cortada la cabeza, el cuerpo entero se echa a perder.
Si
escuchas una palabra que te irrite en tu honor, disculpa y déjala pasar,
porque
eso es señal de resolución en los asuntos.
‘Omar ibn al-Jattâb dijo:
“Quien teme a Allah no da rienda suelta a su ira,
y
quien se previene de Allah, no hace lo que quiere.
Si
no fuera por el Día de la Resurrección sería de otro modo”.
Vigila
qué te preocupa,
y
ocúpate en corregir tu defecto en lugar de estar atento al de otro,
pues
se ha dicho:
“Bastante defecto es, en una hombre, que pueda ver en la
gente lo que no ve en sí mismo,
o
que censure en la gente lo que él mismo hace,
o
que moleste a quien se siente junto a él,
o
diga de la gente lo que no le incumbe”.
Rinde
tu razón a Allah abandonando la ansiedad por gestionar,
y
apóyate en Allah en el devenir de los acontecimientos.
‘Ali dijo:
“¡Oh, descendiente de Adán!
No
te alegres con la riqueza,
no
desesperes a causa de la pobreza,
ni
te entristezcas por la desgracia,
ni
te alegres con la opulencia,
pues
el oro es puesto a prueba con el fuego
y
el buen servidor de Allah es puesto a prueba con la desgracia.
No
alcanzarás lo que quieres más que abandonando lo que te apetece,
ni
alcanzarás lo que deseas más que aguantando lo que detestas.
Pon
tu esfuerzo en realizar aquello que te ha sido impuesto
y
complácete en aquello para lo que Allah te ha querido”.
Ibn
Mas‘ûd dijo:
“Conténtate con lo que Allah te ha destinado y serás el más
rico de la gente,
apártate
de lo que Allah te ha prohibido y serás el más esmerado de la gente
y
lleva a cabo lo que Allah te impone y serás el más servicial de la gente”.
No
te quejes de quien te hace bien ante quien no te hace bien,
busca
el auxilio de Allah y serás de la gente de su privacidad.
‘Ubâda ibn as-Sâmit dijo, en la hora de su
muerte, aconsejando a su hijo:
“Hijito, desespera de lo que la gente tiene en las manos,
pues eso es la riqueza,
cuídate
de la ambición y de pedir lo que necesitas a la gente, pues eso es la
pobreza.
Y
cuando hagas el Salât, haz el Salât de uno que se despidiera
(de la vida).
Y
has de saber que no encontrarás el sabor del Îmân hasta que no te abras por
completo al Destino, sea bueno o malo”.
Sé
decidor de la verdad, actuando según ella,
y
Allah aumentará tu luz y tu visión interior.
Y
no seas de quienes ordenan el bien y se apartan de él
haciéndote
culpable de un delito y exponiéndote al Odio de Allah.
Allah
ha dicho:
“Para Allah es odioso que digáis lo que no hacéis”.
Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo:
“Quien exhorta y no se exhorta a sí mismo, quien amonesta y
no se amonesta a sí mismo, y prohíbe y no se prohíbe a sí mismo,
para
Allah está entre los fracasados”.
No
acompañes más que al sensato temeroso de Allah
y
no frecuentes más que al sabio dotado de intuición.
Se
le preguntó al Profeta (s.a.s.):
“¿Cuál de nuestros contertulios es el mejor?”.
Y
respondió: “Aquél cuya visión os haga recordar a Allah,
sus
palabras aumenten vuestra ciencia
y
sus acciones os hagan pensar en la Otra Vida”.
Allánate
ante la Verdad (Allah) y sométete a Ellla,
y
se permanente en (la práctica) del Recuerdo de Allah y alcanzarás su
proximidad.
Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo:
“Los contertulios de Allah, el Día de la Resurrección, serán
los sometidos, los humildes, los temerosos, los que le hayan recordado
mucho”.
Sigue
el consejo de Allah y de su Mensajero, y dispénsalo a los mûminîn,
y
consulta para tus asuntos a quienes temen a Allah.
Allah
ha dicho:
“Sólo temen a Allah, de entre los hombres, los sabios”.
Y
el Profeta (s.a.s.) dijo:
“El Islam es el buen consejo”.
Has
de saber que quien te da un buen consejo es porque te ama,
quien
te adula busca engañarte
y
quien no acepta tu consejo, no es tu hermano.
‘Omar ibn al-Jattâb dijo:
“Nada de bueno hay en quienes no saben dar consejo
ni
nada bueno hay en quienes no aman a quienes saben dar consejo”.
Prefiere
la sinceridad en toda ocasión y te harás con el botín,
y
retírate de la curiosidad y te salvarás,
pues
la sinceridad guía hasta la rectitud
y
la rectitud guía hasta la satisfacción de Allah,
mientras
que la mentira conduce a la perversión
y
la perversión provoca el Odio de Allah.
‘Abdullâh ibn ‘Abbâs dijo:
“No hables de lo que no te incumbe
y
abandona mucho de lo que te incumbe,
no
polemices ni con el estúpido ni con el prudente
y
menciona a tu hermano del modo que te gustaría que te mencionara”.
Actúa
como lo haría un hombre que sabe que será recompensado por su excelencia
y
castigado por su iniquidad.
Persevera
en la gratitud a Allah
y
limita tus sueños.
Visita
los cementerios con tu tribulación para que te recuerden la muerte,
y
recorre la Resurrección con tu corazón.
Abû
Dzarr dijo:
“Actúa como si vieras (a Allah),
cuéntate
entre los muertos,
y
sabe que el mal no se olvida
ni
el bien muere.
Y
sabe que poco que te baste es mejor que mucho que acaba dominándote.
Y
cuídate de la maldición de quien sufre una injusticia”.
Repara
tus herramientas (que han de servirte en la Otra Vida)
y
acaba de juntar tus provisiones (las acciones que has de presentar ante
Allah).
Sé
tu propio tutor
y
no hagas de los hombres tus tutores.
Comprende
bien tu asunto
y
despierta de tu somnolencia,
pues
se te preguntará por tu vida.
Abû
Umâma dijo:
“Que el descendiente de Adán comprenda a Allah es mejor
para él que el Yihâd”.
Quien
pone su tribulación en la Otra Vida
Allah
se hace cargo de su mundo,
tal
como se dice en el hadiz que nos ha sido trasmitido:
“Vaciáos de las penas del mundo lo que podáis.
Allah
esparce angustia sobre quien hace del mundo su mayor tribulación
y
lo obsesiona con la pobreza.
A
quien tiene en la Otra Vida su preocupación, Allah lo reunifica
y
lo hace rico en su corazón.
Cuando
un hombre se vuelve con su corazón hacia Allah,
Allah
hace que los corazones de los mûminîn se le sometan con misericordia y
amor”.
Evítate,
hermano, dudar del Corán,
discutir
el Islam
y
hablar de las Limitaciones (es decir, evita describir a Allah).
Sé
de quienes Allah ha dicho:
“Cuando se les dirigen los ignorantes, dicen: Paz”.
Sujétate
a la cortesía,
y
aleja de ti la frivolidad y la ira.
Procúrate
los medios del despertar
y
sea estar vigilante tu máximo objetivo.
Haz
de la dulzura tu amigo íntimo,
del
sosiego tu compañero,
de
estar a salvo tu refugio,
del
desapego tu botín,
del
mundo tu cabalgadura
y
de la Otra Vida tu lugar de reposo.
Al-Hásan
dijo:
“Allah no deja descansar al mûmin más que en el Jardín”.
Guárdate
del olvido,
de
las acechanzas del enemigo,
de
los embelesos de la frivolidad,
de
la avidez de tus inclinaciones
y
de las esperanzas del ego.
Ciertamente,
Rasûlullâh (s.a.s.) dijo:
“El peor de tus enemigos es el ego que tienes entre tus
costados”,
y
es tu peor enemigo porque le obedeces.
Todo
asunto en el que la verdad te resulte confusa
contrástalo
con (las enseñanzas) del Corán, la Sunna y los comportamientos rectos,
y
si (continúa) resultándote oscuro, sigue la opinión de aquél cuyo Islam e
inteligencia te satisfagan.
Has
de saber que la verdad tiene en ti un testigo que obliga a aceptarla al ego,
y
es lo que puedes ver en las palabras de Rasûlullâh (s.a.s.):
“Pregunta a tu corazón cuando dictamine el seducido”.
Condiciona
los movimientos de tu cuerpo a las normas precisas de la Ciencia (del Islam),
y
vigila tu aspiración con el conocimiento (que tienes) de la proximidad de
Allah a ti,
preséntate
ante Él como esclavo que busca su asilo
y
encontrarás que se apiada y se compadece.
Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo:
“Ciertamente, Allah valora al hombre en función del valor
que éste le confiere a Él”,
es
decir, según el valor de su temor a Allah, y de la ciencia y el conocimiento
que tenga de Él.
Has
de saber que quien prefiere a Allah es preferido por Él.
Quien
obedece a Allah le ama
y
quien abandona por Él algo no es atormentado con ello,
tal
como dijo Rasûlullâh (s.a.s.):
“Deja lo que te hace dudar por lo que no te hace dudar”,
y
no sentirás la ausencia de lo que abandones por Él.
Protege
tu corazón de la mala sospecha con una interpretación bella (es decir, no
opines mal de nadie e interpreta sus acciones intentando justificarlas),
combate
tu envidia acortando tus esperanzas,
destierra
tu arrogancia contemplando la autoridad de Allah,
abandona
toda acción que te obligue a pedir disculpas,
apártate
de toda circunstancia que te arroje al fingimiento,
protege
tu Islam con el estricto seguimiento (del ejemplo del Profeta),
salvaguarda
tu responsabilidad buscando la ciencia,
fortalece
tu inteligencia con los comportamientos de la gente de la prudencia,
ármate
de paciencia en toda circunstancia,
practica
el retiro solitario asociado al Dzikr,
acompaña
el disfrute (de los favores de Allah) de tu gratitud,
busca
la ayuda de Allah en todo asunto,
y
da la elección a Allah en toda circunstancia.
No
te opongas a Allah en aquello para lo que te quiera.
Toda
acción con la que quisieras encontrarte ante Allah (en el momento de la
muerte), oblígate a realizarla.
Todo
lo que detestas en otro, exílialo de tu conducta.
Todo
compañero que no haga aumentar tu bien cada día, desecha su compañía.
Y
adórnate con el perdón y la tolerancia.
Has
de saber que la sinceridad del mûmin es puesta a prueba en todo momento,
se
exige a sí mismo paciencia en las desgracias
y
vigila su ego para Allah.
Sé
firme en la prueba de la Verdad
y
te llegará el amor de la creación.
Sé
sincero en tu búsqueda y alcanzarás la ciencia de las intuiciones,
se
te mostrarán las fuentes de los conocimientos
y
verás por ti mismo la ciencia que se derramará sobre ti como concesión
pura,
pues
la delantera es para quien actúa,
el
temor es para quien sabe,
la
confianza es para quien está seguro,
el
miedo es para quien tiene certeza
y
la sobreabundancia es para quien agradece.
Has
de saber que el entendimiento que alcance un hombre es en función de la
rectitud de su inteligencia,
y
lo que de su ciencia tiene existencia verdadera es lo que se convierte en
temor y obediencia a Allah.
Aquél
a quien Allah haya obsequiado inteligencia,
lo
haya vivificado dándole ciencia después de abrir su corazón,
le
haya mostrado la certeza
y
le haya dado a conocer los defectos de su ego,
para
ése han sido ensartadas las cualidades de la rectitud.
Busca
la rectitud en el temor a Allah,
toma
la ciencia de las gentes de corazones sobrecogidos
y
recoge la certeza buscando la sinceridad en las patrias de la reflexión.
Allah
ha dicho:
“Así mostramos a Abraham los reinos de los cielos y de la
tierra,
para
que fuera de los que tienen certeza”.
Y
Rasûlullâh (s.a.s.) dijo:
“Aprended la ciencia de la certeza como yo la aprendo”.
Has
de saber que toda inteligencia a la que no acompañen tres cosas es una
inteligencia tramposa:
preferir
la obediencia a Allah a la desobediencia,
preferir
la ciencia a la ignorancia
y
preferir el Islam al mundo.
Todo
conocimiento que no vaya acompañado de tres cosas es un argumento más contra
ti:
evitar
un mal cortando el deseo de él,
la
existencia de acción con temor a Allah
y
la justicia con generosidad y misericordia.
Has
de saber que nadie se ha adornado con nada mejor que la inteligencia,
ni
se ha puesto una túnica más bella que la ciencia,
pues
Allah sólo es conocido por la inteligencia
y
no ha sido obedecido más que por la ciencia.
Has
de saber que las gentes del Conocimiento de Allah han construido los cimientos
de sus experiencias sobre el testigo de la ciencia (que da a conocer la
Voluntad de Allah)
y
han profundizado en sus derivaciones.
¿No
ves lo que dijo el Profeta (s.a.s.)?:
“A quien actúa conforme a lo que sabe
Allah
le enseña lo que desconoce”.
Señal
de ello es la comprensión del aumento como resultado de la misericordia
y
el aumento de la ciencia debido al seguimiento (del Profeta).
Cada
vez que aumenta su ciencia, crece el temor a Allah;
y
cada vez que crece su acción, aumenta su humildad.
Y
el fundamento con el que se han afianzado sobre su senda es la adhesión a
ordenar el bien y prohibir el mal con sinceridad,
poner
la ciencia por delante de las apetencias del ego
y
tener bastante con Allah frente a toda la creación.
Sigue
las huellas de aquél al que la ciencia haya aumentado su temor,
la
acción haya acrecentado su intuición
y
la inteligencia haya estimulado su sabiduría.
Si
la descortesía te impide ver su camino,
entonces
hazte reproches a ti mismo.
Para
las gentes de la ciencia no están ocultos los signos de los sinceros.
Has
de saber que en toda reflexión debes tener la cortesía (que le convenga),
y
en cada alusión (que se te haga desde el mundo del espíritu) hay un
conocimiento (que debes aprovechar),
pero
sólo establece diferencias quien comprende la intención de Allah
y
recoge los frutos de la certeza de Su Discurso.
Y
señal de ello en el sincero son:
cuando
mira, aprende;
cuando
calla, reflexiona;
cuando
habla, recuerda (a Allah);
cuando
se le priva de algo, tiene paciencia;
cuando
se le da, es agradecido;
cuando
sufre una desgracia, se remite a Allah;
cuando
se le ignora, es indulgente;
y
cuando es reconocido, es humilde;
cuando
enseña, es delicado;
y
cuando se le pide, es generoso.
(Esa
persona) es remedio para los que se dirigen hacia Allah,
ayuda
para los que buscadores de orientación,
aliado
verdadero de los muy sinceros,
abrigo
seguro para los temerosos,
recto
y satisfecho en sí mismo,
de
aspiración lejana en la Verdad de Allah.
Su
intención es mejor que su acción
y
sus acciones van más lejos que sus palabras.
Su
patria es la Verdad,
su
castillo es el pudor,
lo
que se sabe de él es su escrupulosidad,
su
testigo es su sobrecogimiento (ante Allah).
Tiene
ojos de luz y por ellos mira,
realidades
de la ciencia que pronuncia
y signos de la certeza que expresa.