Es una fábula para contar a
nuestros hijos junto a la chimenea, en un futuro no tan
distante, postapocalíptico, distópico.
Erase una vez, durante
la «guerra contra el terror» de
George «Dubya» Bush, con las Fuerzas del Mal capturadas
–y debidamente torturadas– un malévolo terrorista, Abu Yahya
al-Libi.
Abu Yahya al-Libi era, por
supuesto, libio. Pasó tres años en las entrañas de la
prisión de Bagram, cerca de Kabul, pero de alguna manera
logró escapar de esa fortaleza supuestamente inexpugnable en
julio de 2005.
En aquel entonces, las Fuerzas del
Bien eran felices en la cama con el coronel Muamar Gadafi de
Libia, cuyos servicios de inteligencia, para deleite del
gobierno de Bush, usaban los métodos más repugnantes para
exterminar o por lo menos aislar a salafistas-yihadistas al
estilo de Al-Qaida del tipo de al-Libi.
Pero en 2011 las Fuerzas del Bien,
bajo un nuevo gobierno, decidieron que era hora de enterrar
la tan olvidada «guerra contra el terror» y danzar según una
nueva moda más popular: la intervención humanitaria,
caracterizada también como «acción militar cinética».
De modo que al-Libi volvió de
entre los muertos,
combatiendo ahora lado a lado de las Fuerzas del Bien para
derrocar (y finalmente eliminarlo) al «malévolo» coronel
Gadafi. Al-Libi se había convertido en un «combatiente por
la libertad», a pesar de que llamaba abiertamente a que
Libia se convirtiera en un Emirato Islámico.
La luna de miel no duró
mucho
En septiembre de 2012, por primera
vez en tres meses, el líder de Al-Qaida Ayman al-Zawahiri,
alias El Cirujano, publicó un video de 42 minutos para
«celebrar»
el 11 aniversario del 11-S, admitiendo por primera vez
la liquidación de su número dos.
Su número dos no era otro que Abu
Yahya al-Libi,
atacado por uno de los adorados drones del presidente
Barack Obama de EE.UU., en Waziristán el 4 de junio.
Un efecto inmediato del video de
al-Zawahiri fue que una furiosa turba armada, dirigida por
el grupo islamista Ansar al Sharia, incendió el consulado de
EE.UU. en Bengasi.
El embajador de EE.UU. en Libia, Christopher Stevens, fue
eliminado. No importó que Stevens fuera un héroe de los
«rebeldes
de la OTAN» que habían «liberado» Libia –notoriamente
salpicados de salafistas-yihadistas del tipo al-Libi.
Stevens fue recompensado por
Washington con el puesto de embajador solo después de que el
«malévolo» Gadafi fue finalmente sodomizado, linchado y
asesinado por, quién iba a ser, una turba enfurecida.
De modo que finalmente la
serpiente pudo morder su propia cola.
Tierra, tierra, tierra
Lo que pasó en Bengasi podría
haber sido solo una protesta fuera de control contra una
burda película de aficionados hecha en California, producida
y dirigida por un agente de bienes raíces e islamófobo a
toda prueba (ahora se dice que su identidad era un disfraz),
financiado con 5 millones de dólares por donantes judíos no
identificados, presentando al Islam «como un cáncer» y al
Profeta Muhammad como un mujeriego, un pedófilo y, sobre
todo, un fraude. La cinta fue debidamente publicitada por el
insano pastor de Florida y fanático de la quema de Coranes
Terry Jones.
Sin embargo el asesinato del
embajador de EE.UU. en Libia es solo un entremés de
lo que podría pasar en Siria, donde numerosos «combatientes
por la libertad» apoyados por la CIA, los turcos y la
Casa de Saud están vinculados a al Qaida, sea a través
del supuestamente reformista Grupo de Combate Islámico Libia
(LIFG) o por bandas de subcontratistas como Al Qaida en la
Península Arábiga (AQAP) o Al Qaida en el Magreb (AQIM).
¿Entonces cómo «llevará
[Washington] ante la justicia» a los perpetradores del
atentado de Libia? Después de todo es la misma banda a la
que se vitoreó como «héroe» cuando sodomizó, linchó y
eliminó al «malévolo» Gadafi.
[Nuestro diario] Asia Times
Online ha estado advirtiendo durante más de un año sobre
un tiro por la culata en Libia -y potencialmente en Siria-,
donde los medievales jeques saudíes emiten frenéticamente
fatuas legitimando una matanza generalizada de «infieles»
alauíes. Todo esto es una reedición de la misma película de
la yihad afgana de los años ochenta; primero los llamamos
«combatientes por la libertad», pero cuando nos atacan
vuelven a ser «terroristas».
Ahora
tenemos a salafistas-yihadistas armados por la OTAN en
Libia, y salafistas-yihadistas financiados por la Casa de
Saud y basados en Turquía que usan métodos «terroristas»
como atacantes suicidas para derribar el régimen de Asad,
todos preparados y listos a actuar. Ciertamente agregan un
nuevo significado a la «acción cinética» de Obama.
Un tiro por la culata –como en
Afganistán– podría haber tardado años. Esta vez levanta su
atroz cabeza en solo unos meses. Y solo es el comienzo.
¿Qué pasará ahora? ¿A quién vais a
bombardear? ¿A quién vais a matar a fuerza de drones? ¿Qué
os parece bombardear Bengasi un año después de condenar a
muerte a Gadafi porque podría haber amenazado con…
bombardear Bengasi?
Preguntad a la secretaria de
Estado de EE.UU. Hillary Clinton, quien pretende hablar por
el bien del «pueblo libio».
Tal vez presentará una política de alineamiento retroactivo
de EE.UU. con Gadafi.
Y ya que estamos en un año
electoral ¿por qué no preguntar al invisible expresidente
Bush en persona? Después de todo él proclamó en septiembre
de 2001 que «o estáis con nosotros, o estáis con los
terroristas».
Bueno, se podría decir: cuidado
con lo que obtenéis cuando os metéis en la cama con
terroristas.