Kennedy y el AIPAC
En mayo de 1963, le Comité de
Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos abría una
investigación sobre las operaciones clandestinas de agentes
extranjeros en territorio estadounidense, investigación cuyos
principales objetivos eran el American Zionist Council y
la Jewish Agency for Israel [1].
La investigación estaba motivada por un informe redactado en
marzo de 1961 (y desclasificado en 2010) del presidente de esa
comisión permanente, William Fulbright, que indicaba: «En los
últimos años ha habido un creciente número de incidentes que
implicaban intentos de gobiernos extranjeros, o de sus agentes,
con vistas a influir en la política exterior americana
[estadounidense] a través de métodos que se salen de los canales
diplomáticos normales.» Al señalar que esos métodos incluían
«actividades secretas en Estados Unidos y en otras partes»,
Fulbright apuntaba al «Caso Lavon» [2]
de 1953, en el que varios judíos egipcios entrenados en Israel
perpetraron contra objetivos británicos varios atentados con
bombas que debían atribuirse a la Hermandad Musulmana para
desacreditar a Nasser ante británicos y estadounidenses. La
investigación del Senado sacó a la luz una actividad de blanqueo
de dinero a través de la cual la Jewish Agency
(indisociable del Estado de Israel, del que incluso fue
precursora) hacía llegar decenas de millones de dólares al
American Zionist Council, principal lobby israelí en Estados
Unidos. Como resultado de aquella investigación, el Departamento
de Justicia, bajo las órdenes del Attorney General Robert
Kennedy, exigió que –ya que estaba financiado por el Estado de
Israel– el American Zionist Council se registrara como «agente
extranjero» y quedara por lo tanto sometido a las
obligaciones estipuladas en la Foreign Agents Registration
Act de 1938, lo cual implicaba una estrecha vigilancia de
sus actividades.
Aquel intento de contrarrestar la
creciente interferencia de Israel en la política estadounidense
estaba, por supuesto, respaldado por el presidente. Siendo aún
no más que un joven periodista que cubría la conferencia
inaugural de la ONU, John F. Kennedy ya había visto con
desagrado la capacidad de Israel para la compra de políticos,
incluyendo al propio presidente. En efecto, el 15 de mayo de
1948, al reconocer el Estado de Israel –sólo 10 minutos después
de su proclamación oficial y en contra de la opinión unánime de
su propio gobierno– el presidente Harry Truman no sólo se había
ganado un lugar en la historia bíblica («El histórico acto de
reconocimiento de Truman quedará grabado para siempre en letras
de oro en los cuatro mil años de historia del pueblo judío» [3],
proclamó entonces el embajador israelí) sino que también se echó
en el bolsillo 2 millones de dólares para su campaña por la
reelección. «Es por eso que nuestro reconocimiento de Israel
fue tan rápido», confió Kennedy a su amigo el novelista y
ensayista Gore Vidal [4].
En 1960, el propio John Kennedy recibió del lobby israelí una
oferta de ayuda financiera para su campaña presidencial. Así
resumió [Kennedy] a su amigo el periodista Charles Bartlett la
proposición del mecenas Abraham Feinberg: «Sabemos que su
campaña enfrenta dificultades. Estamos dispuestos a pagar sus
cuentas si usted nos deja el control de su política en el Medio
Oriente.» Bartlett recuerda que Kennedy se prometió a sí
mismo que «si llegaba a convertirse en presidente haría algo
por cambiar aquello» [5].
En 1962 y 1963, Kennedy presentó 7 proyectos de ley para
reformar el financiamiento de las campañas electorales de los
congresistas. Todos fueron exitosamente combatidos por los
mismos grupos de presión contra los que estaban dirigidas.
Todos los esfuerzos gubernamentales
por limitar la corrupción que los agentes de Israel estaban
imponiendo en la democracia estadounidense se vieron frenados de
golpe por el asesinato de Kennedy y por la llegada de Nicholas
Katzenbach al Departamento de Justicia, en sustitución del
hermano de Kennedy. El American Zionist Council escapó a
la inscripción como agente extranjero disolviéndose y cambiando
su nombre por el de American Israel Public Affairs Committee
(AIPAC). Diez años más tarde, el 15 de abril de 1973, Fullbright
señalaba en la CBS: «Israel controla el Senado americano. […]
La gran mayoría del Senado americano –alrededor del 80%– apoya
por completo a Israel. Israel obtiene todo lo que quiere» [6].
El AIPAC mantuvo las mismas prácticas que su antecesor,
escapando incluso a todo tipo de sanción cuando sus miembros
fueron sorprendidos en flagrante delito de espionaje y alta
traición: en 2005, dos responsables del AIPAC fueron absueltos
después de haber recibido de Larry Franklin, miembro de la
Oficina de Planes Especiales del Pentágono, una serie de
documentos clasificados como secreto militar, documentos que
ellos transmitieron a un alto funcionario de Israel. En 2007,
John Mearsheimer y Stephen Walt demostraban en su libro El
lobby israelí y la política exterior estadounidense que el
AIPAC y los grupos proisraelíes de cabildeo de menor importancia
eran la causa principal de la guerra contra Irak y, más
ampliamente, que eran también el factor determinante de la
política exterior estadounidense en el Medio Oriente. Como nada
ha cambiado desde entonces, no hay razón alguna para que el
gobierno de Benjamin Netanyahu no logre obtener él también de
Estados Unidos la destrucción de Irán, la cual no deja de
exigir.
«Nosotros, el pueblo judío,
controlamos Estados Unidos y los estadounidenses lo saben» [7],
dijo el primer ministro Ariel Sharon a su ministro de
Relaciones Exteriores Shimon Peres el 3 de octubre de 2001,
según la radio israelí Kol Israel. Su sucesor,
Benjamin Netanyahu, lo demostró el 24 de mayo de 2011 ante
el Congreso estadounidense, donde fue ovacionado 29 veces
por un auditorio que incluso se puso de pie para aclamar
específicamente cada una de las siguientes frases: «En
Judea y en Samaria, los judíos no son ocupantes extranjeros»;
«Ninguna distorsión de la historia puede negar el vínculo
de 4 000 años entre el pueblo judío y la tierra judía»;
«Israel no volverá a las fronteras indefendibles de 1967»;
«Jerusalén no debe ser dividida nunca más. Jerusalén debe
seguir siendo la capital unida de Israel.» [8]
Kennedy, la bomba y Dimona
Si Kennedy no hubiese sido asesinado,
la influencia de Israel seguramente se hubiese visto limitada en
otro sector más, el del armamento nuclear. Desde el inicio de
los años 1950, David Ben Gurión, quien ejercía simultáneamente
las funciones de primer ministro y de ministro de Defensa, había
emprendido la fabricación secreta de bombas atómicas, desviando
así de su objetivo el programa de cooperación pacífica Atom
for Peace que Eisenhower había iniciado ingenuamente.
Informado por la CIA, inmediatamente después de su llegada a la
Casa Blanca, sobre el verdadero objetivo del complejo de Dimona,
Kennedy hará todo lo posible por obligar Israel a renunciar [a
sus intenciones en ese sentido]. Exigió a Ben Gurión la
realización de inspecciones periódicas en Dimona. Primero lo
hizo de viva voz, en Nueva York en 1961, y posteriormente a
través de cartas oficiales cada vez más insistentes. En la
última de esas cartas, fechada el 15 de junio de 1963, Kennedy
exigía una primera inspección inmediata a la que seguirían
inspecciones regulares cada 6 meses, a falta de lo cual «el
compromiso y el respaldo de nuestro gobierno a Israel pudieran
verse en serio peligro» [9].
El efecto de aquel mensaje fue sorprendente: Ben Gurión dimitió
el 16 de junio, evitando así la recepción de aquella carta.
Cuando el nuevo primer ministro Levi Eshkol entró en funciones,
Kennedy le envió de inmediato una carta idéntica, fechada el 5
de julio de 1963.
Lo que quería Kennedy no era evitar
que Israel alcanzara un poder que Estados Unidos reservaba para
sí mismo y para sus aliados de la OTAN. Su objetivo formaba
parte de un proyecto mucho más ambicioso, que ya había anunciado
el 25 septiembre de 1961 –o sea 9 meses después de su
investidura– ante la Asamblea General de la ONU: «Hoy cada
habitante de este planeta debe imaginar el día en que este
planeta haya dejado quizás de ser habitable. Cada hombre, mujer
o niño está viviendo bajo una espada de Damocles nuclear
pendiente de frágiles hilos que pueden ser cortados en cualquier
momento por accidente o por error, o por locura. Hay que
liquidar esas armas de guerra antes de que ellas nos liquiden
[…] Tenemos por lo tanto intenciones de lanzar un desafío a la
Unión Soviética, no para una carrera armamentista sino para una
carrera por la paz –para avanzar juntos, paso a paso, etapa por
etapa, hasta alcanzar el desarme general y completo» [10].
Nikita Jruschov captó el mensaje y respondió favorablemente en
una carta confidencial de 26 páginas, fechada el 29 de
septiembre de 1961 y transmitida a través de un canal secreto.
Después de la crisis de octubre de 1962 causada por los misiles
instalados en Cuba, la guerra nuclear que habían logrado evitar
a duras penas gracias a su propia sangre fría aproximó aún más a
los dos jefes de Estado en cuanto a la convicción de que
compartían la responsabilidad de liberar la humanidad de la
amenaza atómica. Jruschov envió entonces a Kennedy una segunda
carta privada en la que expresaba su esperanza de que, en 8 años
de presidencia de Kennedy, «podamos crear buenas condiciones
para una coexistencia pacífica en la Tierra, lo cual apreciarían
altamente los pueblos de nuestros países así como los demás
pueblos» [11].
A pesar de otras crisis, Kennedy y Jruschov prosiguieron aquella
correspondencia secreta, hoy desclasificada, que comprende en
total 21 cartas dedicadas en gran parte al proyecto de abolir el
arma atómica.
En 1963, las negociaciones
desembocaron en el primer tratado de limitación de los ensayos
nucleares, que prohibía los ensayos nucleares en la atmósfera y
bajo el agua, tratado firmado el 5 de agosto de 1963 por la
Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido. Seis semanas
más tarde, el 20 de septiembre de 1963, Kennedy expresaba ante
la ONU su orgullo y esperanza: «Hace 2 años declaré ante esta
asamblea que Estados Unidos había propuesto y estaba dispuesto a
firmar un tratado limitado de prohibición de los ensayos. Hoy
ese tratado está firmado. No acabará con la guerra. No eliminará
los conflictos fundamentales. No garantizará la libertad a
todos. Pero puede ser una palanca. Y se dice que Arquímedes, al
explicar el principio de la palanca, dijo a sus amigos: “Denme
un punto de apoyo y moveré el mundo.” Queridos cohabitantes de
este planeta, podemos mover el mundo hacia una paz justa y
duradera» [12].
En su última carta a Kennedy,
entregada al embajador de Estados Unidos Roy Kohler pero que
nunca llegó a su destinatario, Jruschov se mostraba igualmente
orgulloso de aquel primer tratado histórico, que «ha
inyectado una mentalidad fresca en la atmósfera internacional».
Y presentaba otras proposiciones, retomando las palabras de
Kennedy: «Su implementación abriría el camino hacia el
desarme general y completo y, por consiguiente, hacia la
liberación de los pueblos de la amenaza de la guerra.» [13]
Para Kennedy, el arma nuclear era
la negación de todos los esfuerzos históricos tendientes a
civilizar la guerra evitando las víctimas civiles. «No
dejo de pensar en los niños, no sólo en los míos o los
tuyos, sino en los niños de todo el mundo», decía a su
amigo y asistente Kenneth O’Donnell durante su campaña a
favor del Test Ban Treaty. Y lo repitió en su
alocución televisiva del 26 de julio de 1963: «Ese
tratado es para todos nosotros, especialmente para nuestros
hijos y nuestros nietos, que no tienen ningún grupo de
cabildeo aquí en Washington.» [14]
En los años 1960, el desarme nuclear
era un objetivo realista. Sólo 4 países disponían del arma
nuclear. Había una posibilidad histórica que aprovechar y
Kennedy estaba decidido a no desperdiciarla. «Me obsesiona la
impresión de que si no lo logramos, en 1970 habrá quizás 10
potencias nucleares en vez de 4, y 15 o 20 en 1975» [15],
dijo en su conferencia de prensa del 21 de marzo de 1963.
Mientras que, siguiendo las huellas de Estados Unidos y la URSS,
todos los países de la OTAN y del bloque del este daban un
primer paso hacia el desarme nuclear, Israel hacía en secreto lo
contrario y Kennedy estaba decidido a impedirlo.
La muerte de Kennedy, meses más tarde,
alivió la presión sobre Israel. Johnson decidió ignorar lo que
sucedía en el complejo de Dimona. John McCone, el director de la
CIA nombrado por Kennedy, dimitió en 1965 quejándose del
desinterés de Johnson sobre aquel tema. Israel obtuvo su primera
bomba [atómica] hacia 1967, sin admitirlo nunca. Nixon tampoco
se preocupó del asunto, mientras que su consejero de seguridad
nacional Henry Kissinger expresaba en privado su satisfacción
ante la idea de tener en Israel una potencia nuclear aliada.
Nixon, de quien se puede decir que el Estado profundo entró con
él a la Casa Blanca, jugó un doble juego. Mientras respaldaba
públicamente el Tratado de No Proliferación de 1968 (que no era
una iniciativa estadounidense), Nixon envió a su propia
burocracia un mensaje totalmente opuesto a través de un
National Security Decision Memorandum de carácter secreto (NSDM-6)
que decía:
«No debe haber ningún esfuerzo
de Estados Unidos por forzar a otros países […] a aplicar
[el tratado]. Este gobierno, en su postura pública, debe
reflejar un tono optimista en cuanto a que otros países
firmen o ratifiquen [el tratado], apartándose al mismo
tiempo de todo plan de hacer presión sobre esos países para
que firmen o ratifiquen.» [16]
Según las cifras del SIPRI (Stockholm
International Peace Research Institute) correspondientes al
años 2011, existen hoy en todo el mundo 20 000 bombas nucleares
que tienen como promedio una potencia 30 veces superior a la
bomba atómica de Hiroshima, lo cual equivale en total a 600 000
veces lo sucedido en Hiroshima. De esas bombas, 1 800 se hallan
en estado de alerta, o sea listas para ser utilizadas en
cuestión de minutos. Con menos de 8 millones de habitantes,
Israel es la 6ª potencia nuclear a nivel mundial.
«Si dejásemos actuar al
Presidente habría una guerra nuclear cada semana» [17],
decía Kissinger. Ya en los años 1950, Nixon había
recomendado a Eisenhower el uso de la bomba atómica en
Indochina y en Corea.
Hubo que esperar hasta 1986 y a
que el Sunday Times publicara varias fotos tomadas en
Dimona por el técnico israelí Mordechai Vanunu para que el
mundo se enterara de que Israel se había dotado secretamente
de la bomba atómica. Después de ser secuestrado por los
servicios secretos israelíes, Vanunu fue condenado [en
Israel] por «divulgación de secretos de Estado» y
pasó en la cárcel 18 años, 11 de ellos en aislamiento total.
Desde su liberación, en 2004, Vanunu tiene prohibido salir
de Israel y comunicarse con extranjeros.
Johnson y el USS Liberty
Kennedy no es recordado en Tel Aviv
como un amigo de Israel. Además de sus ataques contra el
descarado cabildeo de Israel y contra las ambiciones israelíes
de poderío nuclear, Kennedy se había comprometido a favor del
derecho al regreso de los 800 000 palestinos expulsados de sus
casas y de sus poblados en 1947 y 1948. El 20 de noviembre de
1963, su delegación ante la ONU llamaba a la implementación de
la Resolución 194 en ese sentido. Kennedy no tuvo tiempo de leer
en los diarios las reacciones escandalizadas de Israel, ya que
fue asesinado 2 días después.
La llegada de Johnson a la Casa Blanca
fue saludada con alivio en Israel: «No cabe duda de que con
la llegada de Lyndon Johnson al poder tendremos más oportunidad
de acercarnos directamente al Presidente si nos parece que la
política estadounidense es contraria a nuestros intereses
vitales» [18],
estimaba el diario israelí Yediot Ahronot. Lejos de
recordar a Israel su propia limpieza étnica, Johnson abrazó
plenamente el mito de la «tierra sin pueblo para un pueblo
sin tierra» llegando incluso un día a comparar, ante un
auditorio judío, a los «pioneros judíos que construyen una
casa en el desierto» [19]
con sus propios ancestros en la colonización del Nuevo Mundo –lo
que, en el fondo, subraya involuntariamente la equivalencia
entre la negación de la limpieza étnica aplicada en Palestina
por los israelíes y la negación por los estadounidenses de su
propia historia de genocidio.
Kennedy había reducido la ayuda a
Israel, pero Johnson la aumentó de 40 millones a 71, e incluso a
130 millones al año siguiente. La administración Kennedy había
autorizado únicamente la venta a Israel de unas cuantas baterías
de misiles defensivos pero bajo la administración Johnson más
del 70% de la ayuda a Israel se utilizó para financiar la compra
de armamento, como 250 tanques y 48 aviones de ataque Skyhawk.
En 1966, la ayuda material a Israel alcanzó los 92 millones de
dólares, más que la suma de todos los años anteriores. Mientras
tanto, Johnson privó de ayuda estadounidense a Egipto y Argelia
obligando así a esos dos países a volverse hacia la URSS para
mantener el nivel de sus defensas. En junio de 1967, Johnson dio
a Israel una «luz amarilla» para su guerra supuestamente
«defensiva» contra Egipto, a través de una carta fechada
el 3 de junio en la que aseguraba al primer ministro israelí
Levi Eshkol que quería «proteger la integridad territorial de
Israel y […] proporcionar un respaldo americano tan eficaz como
fuese posible para preservar la paz y la libertad de su nación y
de la región». [20]
La muerte de Kennedy instauró un
profundo duelo en el mundo árabe, donde el retrato de JFK ornaba
numerosos hogares. «Ahora es De Gaulle el único jefe de
Estado occidental con cuya amistad pueden contar los árabes»,
diría Gamal Abdel Nasser. Mientras reducía la ayuda a Israel,
Kennedy había abastecido generosamente de trigo a Egipto en el
marco del programa Food for Peace. La breve presidencia
de Kennedy fue para Egipto un feliz paréntesis y también un
sueño que rápidamente disipado. Bajo Eisenhower, en 1954, Egipto
había sido blanco de actos de terrorismo del tipo false flag
(bandera falsa), perpetrados por Israel para «acabar con la
confianza de Occidente en el régimen egipcio existente [e]
impedir la ayuda económica y militar de Occidente a Egipto» [21],
según los términos utilizados por el jefe de la Inteligencia
Militar (Aman) Benjamin Givli en un telegrama secreto
actualmente desclasificado. El complot se descubrió a causa de
la detonación accidental de uno de los artefactos, lo que
desencadenó el escándalo del «Caso Lavon» (apellido del
ministro de Defensa Pinhas Lavon, quien fue considerado
responsable), escándalo rápidamente acallado en Israel y en
Estados Unidos. El primer ministro [israelí] Moshe Sharett,
partidario de un sionismo moderado y respetuoso de las reglas
internacionales, señaló en aquella época –aunque en privado– el
irresistible ascenso de los extremistas, entre los que él
incluía al futuro presidente Shimon Peres, precisando que «quiere
aterrorizar a Occidente para llevarlo a respaldar los objetivos
de Israel» y que «eleva el terrorismo a la categoría de
principio sagrado». [22]
La muerte de Kennedy dio nuevamente
rienda suelta al terrorismo maquiavélico que se ha convertido en
la especialidad de Israel. Dos días antes del final de la Guerra
de los Seis Días, el ejército israelí lanzó contra el USS
Liberty la más célebre y calamitosa de sus agresiones
false flag. En el soleado día del 8 de junio de 1967, 3
bombarderos Mirage sin distintivos y 3 lanchas torpederas con
bandera israelí bombardearon, ametrallaron y torpedearon durante
75 minutos aquel barco no armado de la NSA (National Security
Agency), que se hallaba en aguas internacionales y que era
perfectamente identificable, con la evidente intención de que no
quedara ningún sobreviviente, ya que llegaron incluso a
ametrallar los botes salvavidas. Sólo cesaron el ataque al
acercarse un navío soviético, cuando ya habían matado a 34
miembros de la tripulación, en su mayoría ingenieros, técnicos y
traductores. Se piensa que, si hubiesen logrado hundir el barco
sin testigos, los israelíes habrían atribuido el crimen a
Egipto, para arrastrar así a Estados Unidos a la guerra del lado
de Israel. Según Peter Hounam, autor de Operation Cyanide:
Why the Bombing of the USS Liberty Nearly Caused World War III
(libro publicado en 2003), el ataque contra el USS Liberty
contó con la autorización previa y secreta de la Casa Blanca, en
el marco del proyecto Frontlet 615, «un arreglo
político secreto concluido en 1966 en el cual Israel y Estados
Unidos se comprometían a destruir a Nasser». Las órdenes
emitidas aquel día por la Casa Blanca, que retrasaron el auxilio
durante varios horas, sugieren que Johnson no sólo cubrió a los
israelíes después de los hechos, sino que incluso se había
puesto de acuerdo con ellos de antemano. Oliver Kirby,
vicedirector de Operaciones de la NSA en aquella época, dijo –el
2 de octubre de 2007– al periodista John Crewdson del Chicago
Tribune que las transcripciones de las comunicaciones de los
aviones israelíes interceptadas por la NSA e inmediatamente
transmitidas a Washington no dejaban lugar a dudas sobre la
identidad de los atacantes ni sobre el hecho que estos últimos
habían identificado su blanco como estadounidense antes de
atacarlo: «Yo estoy dispuesto a jurar sobre un montón de
biblias que nosotros sabíamos que ellos sabían [que el barco
era estadounidense]» [23].
Ya desenmascarado, Israel habló de un error y presentó excusas,
con las cuales se contentó Johnson pretextando que «I will
not embarrass our ally». En enero de 1968, cuando Johnson
recibió en Washington al primer ministro israelí Levi Eshkol y
lo invitó después a rancho de Texas, las relaciones fueron
calurosas. Israel sacó de ello una enseñanza de impunidad cuya
influencia sobre su comportamiento no debemos subestimar: el
precio a pagar por el fracaso de una operación false flag
contra Estados Unidos es cero. De hecho, es imposible que
fracasar ya que los propios estadounidenses se encargarán de
encubrir el crimen de Israel: Tel Aviv recibe de inmediato armas
y aviones estadounidenses, convirtiendo rápidamente a Israel en
el cliente número 1 de la industria militar estadounidense.
[1]
The Senate Foreign Relations Committee Investigates the Israel
Lobby.
[2]
«In
recent years there has been an increasing number of incidents
involving attempts by foreign governments, or their agents, to
influence the conduct of American foreign policy by techniques
outside normal diplomatic channels. (...) there have been
occasions when representatives of other governments have been
privately accused of engaging in covert activities within the
United States and elsewhere, for the purpose of influencing
United States Policy (the Lavon Affair).»
[3]
«Truman’s historic act of recognition will remain forever
inscribed in golden letters in the 4000-year history of the
Jewish people.»
[4]
«That’s why our recognition of Israel was rushed through so
fast», citado por Gore Vidal en su prefacio a Israel Shahak,
Jewish History, Jewish Religion, 1994.
[5]
«We know your campaign is in trouble. We’re willing to pay
your bills if you’ll let us have control of your Middle East
policy»; «if he ever did get to be President, he was
going to do something about it», citado por Seymour Hersh en
The Samson option.
[6]
«Israel controls the U.S. Senate. […] The great majority of
the Senate of the U.S. —somewhere around 80 percent— are
completely in support of Israel ; anything Israel wants, Israel
gets.»
[7]
«We, the Jewish people control America, and the Americans
know it.»
[8]
«in Judea and Samaria, the Jewish people are not foreign
occupiers»; «No distortion of history could deny the
4,000-year-old bond between the Jewish people and the Jewish
land»; «Israel will not return to the indefensible
boundaries of 1967»; «Jerusalem must never again be
divided. Jerusalem must remain the united capital of Israel.»
[9]
«This Government’s commitment to and support of Israel could
be seriously jeopardized», citado por Seymour Hersh en
The Samson option.
[10]
«Today, every inhabitant of this planet must contemplate the
day when this planet may no longer be habitable. Every man,
woman and child lives under a nuclear sword of Damocles, hanging
by the slenderest of threads, capable of being cut at any moment
by accident or miscalculation or by madness. The weapons of war
must be abolished before they abolish us. […] It is therefore
our intention to challenge the Soviet Union, not to an arms
race, but to a peace race — to advance together step by step,
stage by stage, until general and complete disarmament has been
achieved», citado por James Douglass en JFK and the
Unspeakable.
[11]
«we could create good conditions for peaceful coexistence on
earth and this would be highly appreciated by the peoples of our
countries as well as by all other peoples», citado por James
Douglass en JFK and the Unspeakable.
[12]
«Two years ago I told this body that the United States had
proposed and was willing to sign, a limited test ban treaty.
Today that treaty has been signed. It will not put an end to
war. It will not remove basic conflicts. It will not secure
freedom for all. But it can be a lever, and Archimedes, in
explaining the principles of the lever, was said to have
declared to his friends: “Give me a place where I can stand –and
I shall move the world.” My fellow inhabitants of this planet,
let us take our stand here in this Assembly of nations. And let
us see if we, in our own time, can move the world to a just and
lasting peace», citado por James Douglass en JFK and the
Unspeakable.
[13]
«has injected a fresh spirit into the international
atmosphere»; «Their implementation would clear the road
to general and complete disarmament, and, consequently, to the
delivering of peoples from the threat of war», citado por
James Douglass en JFK and the Unspeakable.
[14]
«I keep thinking of the children, not my kids or yours, but
the children all over the world.» «This treaty is for all
of us. It is particularly for our children and our
grandchildren, and they have no lobby here in Washington»,
citado por James Douglass en JFK and the Unspeakable.
[15]
«I am haunted by the feeling that by 1970, unless we are
successful, there may be ten nuclear powers instead of four, and
by 1975, fifteen or twenty», citado por James Douglass en
JFK and the Unspeakable.
[16]
«there should be no efforts by the United States government
to pressure other nations […] to follow suit. The government, in
its public posture, should reflect a tone of optimism that other
countries will sign or ratify, while clearly disassociating
itself from any plan to bring pressure on these countries to
sign or ratify», citado por Seymour Hersh en The Samson
Option.
[17]
«If the President had his way, there would be a nuclear war
each week», citado por Anthony Summers en The Arrogance
of Power.
[18]
«There is no doubt that, with the accession of Lyndon
Johnson, we shall have more opportunity to approach the
President directly if we should feel that U.S. policy militates
against our vital interests.»
[19]
«the Jewish pioneers building a home in the desert.»
[20]
«I want to protect the territorial integrity of Israel […]
and will provide as effective American support as possible to
preserve the peace and freedom of your nation and of the area.»
[21]
«[Our goal] is to break the West’s confidence in the existing
[Egyptian] regime. The actions should cause arrests,
demonstrations, and expressions of revenge. The Israeli origin
should be totally covered while attention should be shifted to
any other possible factor. The purpose is to prevent economic
and military aid from the West to Egypt», citado por Livia
Rokach en Israel’s Sacred Terrorism, 1980.
[22]
«he wants to frighten the West into supporting Israel’s aims»;
«raises terrorism to the level of a sacred principle»,
citado por Livia Rokach en Israel’s Sacred Terrorism,
1980.
[23]
«I’m willing to swear on a stack of Bibles that we knew they
knew.»