LA EXCELENCIA DE RECITAR 

SALAT ‘ALA N-NABÍ

 

Bismillahi r-rahmâni r-rahîm

 

As salatu wa s-salam ‘ala Seyyidina Muhammad, wa âlihi, wa sahbihi aÿma’in. As salamu ‘aleikum wa rahmatullah wa barakatuhu

 

Para mi hermano Mimun:

 

        Abdullah me comentó que le preguntaste acerca de la permisividad o no en la Sharî’a de decir salawat ‘ala n-nabí (s.a.s.), una práctica habitual en muchas mezquitas de Melilla y Marruecos, y que está fuertemente recomendada en el Corán y la Sunna.

 

        Hay muchos libros que hablan del tema pero he seleccionado unos cuantos artículos de sabios del Islam que te pueden orientar sobre el tema.

 

        Desde la época de los Sahâba, los musulmanes siempre hemos honrado y querido a Sidnâ Muhammad, Rasûlullâh, Jairu l-Baría (s.a.s.), la Mejor de las Creaciones de Allah. Del amor intenso por él proviene la observancia de la Sunna, y la Sunna es la salvaguarda del Islam. Sin estos actos sencillos, como invocar el Salât y el Salâm sobre él (s.a.s.), los musulmanes perderían su conexión con su figura espiritual, con la Luz de Muhammad (s.a.s.). Asimismo, la celebración del Mulud, los anashîd, madh y qasa’id escritos en su honor han mantenido el amor por él (s.a.s.) en toda la Umma a lo largo de los siglos.

 

        Sólo es modernamente, a partir de los últimos años del siglo XVIII cuando surgen unos personajes que con el aspecto de una gran rectitud islámica (llamados por los sabios wahhabiyyun o salafiyyun) empiezan a arremeter contra unas prácticas que forman parte de la cultura de los musulmanes y de la Sunna del Rasûl (s.a.s.). Su impulso no venía del Dîn, sino de intereses creados, en otras palabras, de la siyasa.  Estas personas hallaron el apoyo de los colonialistas y los orientalistas, que deseaban fragmentar el Califato Otomano, última gran formación política musulmana. Gracias a los últimos, personas a las cuales los ‘ulamá de los Haramain habían descualificado para escribir sobre el Islam y enseñarlo, obtienen un gran eco, y muchos musulmanes de buena fe se adhirieron a sus teorías, por su sencillez y su exposición esquemática. Los grandes centros de enseñanza del Islam estaban en decadencia, por lo que el grupo de la fitna no pudo ser convenientemente contrarrestado. Los wahhabiyyun, con el apoyo del Imperio Británico, aliados con los Banu Sa’ud, se adueñaron de Arabia, y crearon el Reino de Arabia Saudí, donde están situadas las Haramein, Meca al-Mukarrama y Medina al-Munawwara. A los ojos de muchos musulmanes esto les dio prestigio. En ambas ciudades, después de conquistarlas, organizaron una gran destrucción del patrimonio histórico de los tiempos de Rasûlullâh (s.a.s.), cegados por sus manías de que los musulmanes no mostraran respeto hacia todas las cosas del Rasûl (s.a.s.), los Suyos y los Sahâba (r.a.).

 

        Con la colonización de todas las tierras del Islam, la discordia se prolongó hasta nuestros días, en los que aparecen musulmanes inspirados por los pensamientos de aquellos que atacaron a los musulmanes por su reverencia (ta’adhim, que no ‘ibâda) a Sidnâ Muhammad (s.a.s.).

 

        He aquí el primer artículo sobre Salât ‘ala n-nabí, escrito por un sabio pakistaní del siglo XIX, el Imam Ahmed Rida al-Barelwi.

        Que Allah nos recompense por el esfuerzo que hacemos en Su Camino

 

 

LA EXCELENCIA DE SALAT ‘ALA N-NABÍ SEGÚN EL CORÁN Y EL HADIZ

 

        El Mensaje de Allahu Ta’ala a Sidna Rasûlullah (s.a.s.), nos ha llegado a través del Corán al-Karim, y sus propias enseñanzas en forma de los ahadiz.

 

        Examinemos que dicen sobre la cuestión que nos ocupa:

Inna llaha wa mala-ikatahu yusalluna ‘ala n-nabí. * Ya ayyuha l-ladina ‘amanu sallu ‘aleihi wa sallimu taslima.

Ciertamente, Allah y sus ángeles bendicen al Profeta.

¡Oh, vosotros, los que habéis abierto vuestros corazones a Allah! bendecidlo y saludadlo con frecuencia”. (Al-Ahzâb, 56).

        En esta aya sharîfa, Allahu Ta’ala, Sus Mala-ika y los musulmanes han sido mencionados para mandar bendiciones sobre el Profeta Muhammad (s.a.s.). De esta manera, el Salât ‘ala n-nabí es un du’â en alabanza de Sidnâ Muhammad (s.a.s.).

        Sidnâ Anas (r.a.) narra que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Aquél que diga una sola bendición para mí, Allahu Ta’ala lo bendecirá diez veces, le perdonará diez de sus dzunûb y su rango (amama Allah) aumentará diez veces”. (Mishkat)

        Sidnâ Abdullah Ibn Mas’ud (r.a.) narra que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: “En Yaum al-Qiyâma, los más cercanos a mí serán aquellos que más bendiciones digan sobre mí”. (Tirmidhi).

 

        Es evidente que la recitación de salat ‘ala n-nabí está en perfecta concordancia con la orden de Allah y en perfecta conformidad con la Sunna. No se puede añadir nada más cuando Allah y Su Rasûl (s.a.s.) han dicho una cosa.

 

¿QUÉ ES SALAT ‘ALA N-NABÍ 

Y QUÉ IMPORTANCIA TIENE?

 

        El Salât y el Salâm sobre Sidnâ Muhammad (s.a.s.) es el mejor acto y más meritorio del Dîn.

 

        Cuando Allahu Ta’ala manda salawat sobre Sidnâ Muhammad (s.a.s.), lo está bendiciendo. Cuando los malaika y los mû’minín lo hacen, muestran a Allahu Ta’ala su respeto por Rasûlullâh (s.a.s.).

 

        Los musulmanes esperan que, a través del salat y el salam sobre Rasûlullâh (s.a.s.), Allah les perdone las ma’siat y enaltezca su rango en la dûnya y el âjira. Los malaika esperan que Allah eleve su posición.

 

La invocación de bendiciones sobre Rasûlullâh (s.a.s.) se llama en árabe Salât ‘ala n-nabí, en persa durûd y en urdú salat-o-salam.

La recitación regular de Salât ‘ala n-nabí eleva nuestros corazones hacia un plano de comprensión desde donde contemplamos la paz y la fortaleza moral.

 

        El recitador de Salât ‘ala n-nabí, después de un tiempo determinado, se dará cuenta de que su corazón se desborda espontáneamente ante Rasûl al-A'zam (s.a.s.), cuyo amor y fidelidad a su persona (s.a.s.) son necesario para resolver los problemas cotidianos y obtener misericordia en la âjira.

 

        Cuánto más perseveremos en esta práctica, más grande será el beneficio que alcancemos en ambos mundos. Shaij al-Akbar Muhyi d-Dîn Ibn al-‘Arabi (r.a.) dijo que: “Aquellos que pretendan amar y respetar a Rasûlullâh (s.a.s.), que aumenten su recitación de Salât ‘ala n-nabí con paciencia y perseverancia hasta que, gracias a la rahma de Rasûlullâh (s.a.s.), tengan la oportunidad de testimoniar su rostro bendito”.

 

        El aspecto especial y exclusivo de salat ‘ala n-nabí es que es aceptado inmediatamente por Allah. Nadie puede dudar de su aceptación, porque el salat ‘ala n-nabí también es pronunciado por Allah. Es más, esto ha sido revelado en el Corán:

Wara fa’na laka dhikra

¿Acaso no hemos exaltado tu nombre?

 

        Los musulmanes somos una gente con una gran suerte. Allahu Ta’ala nos escogió el nombre de Islam como Dîn, y lo declaró universal y último para la humanidad. La persona escogida para entregar este mensaje en su forma específica y con un amor extraordinario fue el más amado por Allahu Ta’ala, la Luz de Allah para el universo entero (s.a.s.). Esta Luz (Nûr) iluminó todos los dominios de oscuridad y tinieblas. Al recitar el Salât ‘ala n-nabí, invitamos a que la Luz disipe de nuestros interiores todas las oscuridades. Nuestro pensamiento se suaviza y se llena de amor. Si algo se suaviza, tiende a la belleza. La fealdad interior no se puede maquillar con cosméticos. Sólo Salât ‘ala n-nabí puede obrar maravillas. 

 

        De la misma manera, Rasûlullâh (s.a.s.) nos enseñó a bendecirle para alcanzar la felicidad, la paz interior y el máximo beneficio en ambos mundos. El corazón es el suelo sobre el cual plantar firmemente el Îmân, y esto exige la recitación continua del Salât ‘ala n-nabí, que lo hace enraizar y florecer.

 

        Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo que Salât ‘ala n-nabí era Luz, y cuando la Luz entra en el corazón se consiguen todas las aspiraciones y se logran todos los objetivos. Nada queda que nos pueda preocupar.

 

En nuestra época, el espíritu humano se ha empequeñecido, y la humanidad ha entrado en una era de destrucción, decadencia y devastación. Todo el mundo está apabullado por miserias indecibles y tragedias de gran magnitud. Problemas y torturas, dolor, pobreza, hambre, enfermedades, frustraciones y accidentes han roto el aguante del ser humano. Todo esto se puede evaporar con el salat ‘ala n-nabí. El mismo Rasûl (s.a.s.) nos dijo claramente que era una panacea para cualquier enfermedad y que cuando nos sobreviene una calamidad tenemos que recitar Salât ‘ala n-nabí. Allahu Ta’ala nos ha prometido que si se recita una sola vez, mostrará inmediatamente diez bendiciones sobre el recitador.

 

        Ha sido transmitido que una vez Sidna Musà (a.s.) recorría una distancia larga en el desierto, durante el verano, y a la hora del mediodía. Se desmayó debido al hambre y a la sed. Poco después, cuando volvió al estado consciente, Allahu Ta’ala le envió el Málak Yibril (a.s.) para que le preguntara si tenía sed o no. Sidna Musà (a.s.) le dijo que sí tenía. Allahu Ta’ala le explicó que la sed de Yaum al-Qiyâma sería un millón de veces mayor que la que había experimentado. Dijo a Sidna Musà (a.s.) que si quería evitar la sed en el tórrido Yaum al-Qiyâma, tenía que hacer una cosa. Cuando preguntó qué tenía que hacer, Allahu Ta’ala le dijo que debía recitar el Salât ‘ala n-nabí Muhammad (s.a.s.) en abundancia. Sidna Musà (a.s.) agradeció a Allahu Ta’ala e inmediatamente empezó a recitarlo.

 

Con el hecho que acabamos de comentar queda claro que Allahu Ta’ala ha dado órdenes incluso a sus Anbiyá para recitar salawat sobre el último de ellos (s.a.s.), y que son una panacea y una solución para las enfermedades de la dunyâ y la âjira.

 

        En otra historia se cuenta que cuando Sidna Adam (a.s.) vio a Seyyida Hawa (r.a.) quiso acercarse a ella, pero Allahu Ta’ala mandó al Málak Yibril (a.s.) para pararlo. Allahu ta’ala le dijo que si quería tomar a Seyyida Hawa (r.a.) por esposa, tenía que pagar la dote. Cuando preguntó cuál era la dote, Allahu Ta’ala dijo al Málak Yibril (a.s.) que la mejor forma de pagar la dote era recitar tres salawat sobre Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Sidna Adam (a.s.) lo hizo, y pudo tomar legítimamente por esposa a Seyyida Hawa (r.a.).

 

        La bendición más elevada que el Islam ha concedido al hombre es el Tawhîd, la Unicidad de Allah en su forma más pura. Esto ha sido transmitido a la humanidad mediante Sidna Rasûlullah (s.a.s.), el Jatm al-Anbiyá. Es una obligación ineludible para todo musulmán, hombre o mujer, joven o mayor, tener el mayor respeto, consideración, amor y estima por el Profeta (s.a.s.) y los Suyos. Tiene que quedar claro que la obediencia a Rasûlullâh (s.a.s.) tiene que estar acompañada por un intenso amor y alta consideración por él (s.a.s.), porque es mediante el amor y la estima que la verdad puede ser comprendida y puede tener lugar la unión con el Creador. De hecho, el amor es el motivo de la reverencia y la obediencia implícita al Profeta (s.a.s.). Por esta razón, para aquellos que le aman, es imperativo pedir a Allahu Ta’ala por él (s.a.s.) según Su Orden. Esto remodelará la vida que de otra manera se verá envuelta en la confusión. El recitador obtendrá beneficios incontables e incalculables tanto en ambos mundos y podrá decir que es un amante de Rasûlullâh (s.a.s.).

 

        En tanto que musulmanes debemos recitar el Salât ‘ala n-nabí en árabe. El Islam quiere crear una cosmovisión unificada, y es la lengua árabe lo que unifica a los musulmanes en una gran hermandad. Además, el árabe es la lengua del Yanna, de Rasûlullâh (s.a.s.), de los malaika, de Sidnâ Abu Bakr, Sidnâ ‘Omar, Sidnâ Uzmán y Sidnâ ‘Ali (r.a.a.).

 

        La recitación diaria de salawat ‘ala n-nabí tiene un efecto poderosísimo en la mente, el corazón y toda la persona en su conjunto. Purifica los pensamientos e intensifica las acciones. Conduce a la paz perfecta y la satisfacción personal.