SUFISMO Y REVOLUCIÓN ISLÁMICA

           El sufismo (Tasáwwuf) consiste en vivir el Islam con intensidad, yendo a sus fuentes, degustando sus secretos configuradores, actualizando siempre la insondable experiencia del Profeta (s.a.s.). Nada tiene esto que ver con los pseudo-sufismos que hay en el mercado de las sectas y las modas esotéricas. El sufismo, por ello, es el corazón mismo del Islam inasible, es su secreto indescifrable, su arma más eficaz. Es la quintaesencia de lo que significa el Islam: incondicionada rendición ante la Verdad que nos hace ser y que nos desata en un mudo liberado de ídolos y fantasmas. Y por ello los musulmanes no podemos renunciar a la rica y extraordinaria espiritualidad que nos han legado nuestros antepasados.

 

         El sufismo, en tanto que corazón, raíz y esencia del Islam, ha estado siempre en los frentes de lucha de los musulmanes, conduciendo los movimientos de liberación, oponiéndose a las tiranías, difundiendo el Islam más allá de sus fronteras, alimentando los corazones de los insumisos. Por eso también los enemigos del Islam han sabido que el sufismo es la principal fuente de inspiración y fuerza de los musulmanes, y se han dedicado a combatirlo con especial énfasis.

 

         Todo un cúmulo de mentiras y sin sentidos se han dicho sobre el sufismo, hasta presentarlo a los propios musulmanes como lo contrario de lo que es. Se ha reducido el sufismo a prácticas supersticiosas, a cofradías conservadoras y retrógradas, a un sectarismo esotérico, cuando el sufismo nada tiene que ver con eso. El sufismo sigue siendo el nervio vivo del Islam, el trasfondo que salvaguarda la fidelidad a la enseñanza más íntima del Profeta (s.a.s.).

 

         Es cierto que el colonialismo en su momento y los estados modernos que los países musulmanes han heredado de su más reciente y traumática historia, jugando a estrategias de dominación, corrompieron a maestros y confundieron a sus discípulos hasta crear una maraña de ‘sufismo a la carta’ que con toda legitimidad combaten en la actualidad los diversos movimientos islámicos. Pero de ahí a considerar el sufismo como algo ajeno al Islam es una trampa en la que con facilidad caen muchos ingenuos.

 

         Renunciar al sufismo, como muchos proponen, es traicionar lo más verdadero del Islam. El panorama desolador de ‘maestros’ vendidos a los regímenes autocráticos, de ‘discípulos’ que reducen las enseñanzas del sufismo a puro folclore, de montajes patéticos para consumo de turistas, de ‘esoterismos’ para élites intelectuales, etc. no debe llevarnos a engaños. El verdadero sufismo se mantiene vivo en pequeñas comunidades que siguen siendo el corazón del Islam, la esperanza de su futuro y la garantía de una autenticidad de la que estamos necesitados todos los musulmanes.

 

         Los movimientos islámicos más serios se han propuesto recoger lo mejor del sufismo. Aún les queda hacerlo con mayor rigor y menos suspicacias. Sólo entonces la Revolución Islámica tendrá energías que vienen de ‘saborear el Islam’ en toda su profundidad más inquietante y, por tanto, más poderosa.