Kashgar el último refugio de los Uighur

 

  Kashgar, capital del Turkestán Oriental de los uighures, de la provincia de Xianjiang (“Nueva frontera en lengua mandarín ) para el gobierno chino. La periodista Zaloa Hernández constata ,desde sus calles, la ofensiva china para hacer desaparecer al pueblo y la cultura uighur (musulmán), agravada al calor de la campaña mundial contra el terrorismo proclamada por los EE.UU. tras el 11 de septiembre.

 

En Kashgar la hora es cuestión de identidad nacional. “Si siguiese la hora de Pekín me levantaría todos los días del año de noche”, recuerda Yasim, propietario de un restaurante. Y es que entre Kashgar y Pekín distan más de 4000 Km., hecho que las autoridades de la República Popular China pretenden ignorar. Junto a otros dos hombres, Yasim se pasa el día en el porche de su restaurante troceando y ensartando la cerna en los omnipresentes kebaps o pinchos morunos que sus clientes devoran rodeados de imágenes de La Meca. Todos los aquí presentes son de tez morena y rasgos afilados, todos ellos tienen unos rasgos definitivamente mediterráneos. Los uighur son lo habitantes originarios de esta legendaria ciudad de la ruta de la seda. Son descendientes de las tribus nómadas de origen turco que vivían al sur de Siberia. De entre los pueblos nómadas centroasiáticos fueron los primeros en abrazar la vida sedentaria. Resisten como pueden a un amenaza cada vez más insistente: su total asimilación cultural. Yasim se queja de que “ustedes los occidentales solo conocen lo que ocurre en el Tibet gracias al Dalai Lama pero aquí en Xinjiang, se está llavando a cabo la misma política de aniquilación cultural. Todos nuestros lideres han sido ejecutados o encarcelados, se cierran nuestras escuelas, nuestras mezquitas, se prohíbe tener hijos nuestras mujeres, se margina nuestra lengua. En realidad los uighur llaman a su tierra “Turquestan Oriental”. El nombre de Xinjiang fue impuesto tras la anexión de estas tierras al imperio Manchú en el siglo XVIII. Hasta hace unos años Kashgar era una ciudad predominantemente uighur. Sin embargo caminando por sus calles se tiene la sensación de estar en dos ciudades a la vez. El Kashgar en el que viven los uighur, con sus estrechas y laberínticas calles que suben y bajan, sus mezquitas, edificios de piedra y humeantes restaurantes como el de Yasim; y otro Kashgar, vigilado por uno de los monumentos a Mao más grandes, el que habita la cada vez más numerosa comunidad china.

 

Este es un Kashgar de anchas avenidas transitadas por numerosos coches y esos monótonos edificios de azulejos blancos y cristaleras azuladas tan comunes a lo largo y ancho de China. En los años sesenta, impulsados por las facilidades ofrecidas por la Administración Central , se produjo un flujo masivo de inmigrantes chinos venidos del interior. Las cifras hablan por si solas: en los cincuenta, los uighur formaban el 75% de la población y lis chinos Han el 6%. En los noventa, los uighur pasaron a formar el 40% y los chinos el 53%. Las diferencias entre unos y otros siguen en aumento año a año. Eric Alptekein, hijo del que fuera principal líder uighur en el exilio, es presidente de la U.N.P.O, organización de las naciones y gente no representada, con sede en Holanda. En su articulo “Los uighur” comenta cómo “ a pesar de que el Turquestán Oriental comprende un área de 1,6 millones de metros cuadrados, tiene muy poca tierra arable y una cosechas de muy baja producción; con el constante flujo de colonos chinos, el radio de tierra cultivable por habitante ha disminuido casi hasta la mitad”. Poco a poco, Pekín ha ido suplantando a los uighur y otras minorías que habitan en esta región, por chinos Han. “No sólo han monopolizado los cargos administrativos y de influencia, sino todos los ámbitos. Entre los colonos chinos no existe el desempleo, sin embargo entre los uighur es muy elevado” se queja Alpetekein. Amanece en Kashgar y un ruidoso tumulto de coches, carros, autobuses de turistas, hombres y mujeres, viejos y niños, se dirige hacia el mismo lugar. Hoy es domingo, y hoy, como hace más de 2000 años, es día de mercado. Esta remota ciudad oasis, situada en una esquina al sudoeste del desierto de Takla Makan, fue en su día el cruce de caminos donde coincidían todas las ramificaciones de la ruta de la seda. El mercado de Kashgar ha sobrevivido en su dilatada historia a todo tipo de ideologías tanto religiosas como políticas. Hay incluso quien sostiene que en el afluir de ideas de sus bazares germinó el juego del ajedrez. Todavía, hoy en día, está considerado el mercado más grande de todo Asía Central  y el lugar de reunión de las innumerables etnias que habitan esta amplia región: en la diversidad de sus sombreros se puede distinguir quién es quién: tayikos, kirguiz, kazaks, pakistaníes y, cómo no, los uighurs, por citar algunos. Aunque se vende de todo, el recinto estrella es el del ganado: un delirante maremagno de hombres y bestias. Aquí el tiempo parece haberse detenido en un indefinible punto en el pasado. Al ruido de gentío, ganado, vendedores y demás se han sumado hoy en día los pitidos de cientos de vehículos agolpados en los alrededores.

 

Xinjiang comparte junto con el Tibet y Mongolia Interior el status de región autónoma. Bajo esta categoría, Mao inscribió aquellas regiones cuyos habitantes no eran étnicamente chinos. El conjunto de las tres forma el 86% de las zonas fronterizas de la República Popular de China, no en vano Mao tuvo un gran éxito en recuperar todos los territorios, a excepción de Mongolia Exterior que habían pertenecido a la última dinastía imperial. De esta región se extrae, entre otras muchas riquezas, petróleo, y Pekín tiene esperanzas de hallar más yacimientos, vitales para su cada vez mayor consumo energético. A pesar de las numerosas riquezas de la región los uighur son cada vez más pobres. Todo lo que se extrae de estas tierras es conducido de inmediato al interior o al litoral del país. Otro de los considerables motivos para el desasosiego de este pueblo son las cuarenta pruebas nucleares llevadas a cabo en la zona de Lop Nor, en el desierto de Taklamakan, desde 1964. “ Los casos de cáncer y malformaciones han aumentado sobremanera. Antes de 1949 los uighur contaban con una esperanza de vida de 65 años, hoy es de 40-45. La mortalidad infantil es de 200 por mil”, denuncia Erkin. China ha impedido que se estudien los efectos. Los levantamientos civiles han sido numerosos y en muchas ocasiones provocados por las autoridades chinas. Las represalias han sido desproporcionadas. En los informes de Amnistía Internacional se detallan casos de torturas, encarcelamientos y ejecuciones ilegales entre los miembros de la comunidad uighur. Xinjiang es la provincia con más ejecuciones y presos políticos del país. Tras la muerte en el exilio de su líder, ‘Isa Yusuf Alptekin, y padre de Erkin, nadie ha sido capaz de prevenir la resistencia armada contra la opresión del régimen chino. El hogar de los Jóvenes de Turquestán de Este, con unos dos mil miembros, es un grupo radical cuyo cometido es la consecución de la independencia a través del uso de la fuerza armada. Esta cayendo la noche y en el restaurante de Yasim todos siguen en la televisión los últimos internacionales con gran interés. Los uighur profesan la rama sufí del Islam, una de las más tolerantes. Todos temen que en el gobierno intenten desviar la atención internacional en la campaña contra el terrorismo para reprimir aún más su legítima disidencia. En un comunicado del Ministerio de Exteriores, emitido hace poco, se decía: “ esta gente tiene lazos con Bin Laden y han sido intoxicados con la mentalidad Yihad. Deberíamos considerar castigar severamente a estos terroristas como parte de la lucha internacional contra el terrorismo”. Sin embargo Yasim piensa que es una “guerra santa” la que mueve a su pueblo sino “ nuestro derecho a nuestra identidad y expresarnos según nuestra cultura, no la suya”.   

 

origen: www.islamhoy.org