AL-AJLÂQ AL-ISLAMIYYA

 

‘Alî ibn ‘Amrullah y Muhammad Hâdimi

 

Traducción del libro “Ethics of Islam”,

con el permiso de Hakikat Kitabevi, Fatih-ISTANBUL (Turquía)

Traducción: Omar al-Yirundí para la Asociación Cultural Zawiya

 

 

Bismillahi r-Rahmâni r-Rahîm

As salâtu wa s-salâm ‘ala Seyyidina wa Mawlana Muhammad

an-Nabí al-Ummí wa ‘ala Âlihi wa Sáhbihi aÿma’ín

 

Prólogo

 

Este tratado, fue publicado inicialmente por WAQF IJLÂS, una asociación turca particularmente activa en el terreno de la publicación de libros islámicos en varios idiomas. Agradecemos al señor Cemil Aral, representante de esta entidad, el permiso que nos ha dado para traducir sus obras.

 

Un waqf es una donación póstuma que hace un musulmán a la Comunidad. Terrenos, edificios, dinero, libros, pueden ser donados como waqf y luego son gestionados por musulmanes que administran y se cuidan de que realmente toda la Comunidad sea beneficiaria de su uso. Todo aquello que en el mundo occidental conocemos por servicios sociales, sanitarios o de enseñanza se cubren en la Shari’a islámica en gran parte por los awqâf.

 

En el Califato Otomano, este tipo de donación islámica estuvo muy extendida, y aún hoy en día encontramos diversos awqâf (pl. de waqf) por todas las tierras que fueron osmanlíes, en la República de Turquía, Bosnia-Herzegovina, Albania, Macedonia, etc. así como en otros países musulmanes.

 

El Waqf Ijlâs es uno de los múltiples awqaf de Turquía, y básicamente está orientado a fomentar el Islam y al comercio para poder seguir financiando esta labor. Su orientación es sunní, de escuela hanafí y está vinculada al sufismo, especialmente a la tarîqa Naqshbandiyya.

 

-o0o-

 

 

Si alguien agradece algo o alaba a alguien, en cualquier lugar, en el momento que sea, en realidad está agradeciendo y alabando a Allahu Ta’ala, pues por derecho a Él pertenecen todas las alabanzas. Él es el Único que crea y derrama todo tipo de bendiciones y bondades. Si Él no planificara, creara y diera fuerza a las cosas, nadie podría beneficiar ni perjudicar a otra persona. Sólo aquello que Él quiere existe. Nadie puede hacer nada contra Su Voluntad.

Que el salât y el salâm sean sobre Su Amado Profeta Muhammad , el más bello y exaltado de los seres humanos en todos los aspectos, y sobre los Suyos y sus Compañeros, todos los cuales brillan por sus excelentes comportamientos y conocimiento.

Los musulmanes tienen que aprender las ciencias islámicas. Éstas se dividen en las transmitidas y las racionales. El conocimiento racional se llama hikma, sabiduría. Nuestro Profeta () dijo: “La sabiduría es la propiedad perdida del musulmán. Tiene que cogerla de allí dónde la encontrare”. Este hadiz nos ordena aprender la sabiduría.

 

El conocimiento transmitido está compuesto por veintidós ramas, ocho de las cuales contienen enseñanzas de alto nivel y las restantes constan de enseñanzas de naturaleza subsidiaria. Una de las enseñanzas de nivel elevado es la ética (ajlâq).

 

            Aprender las ciencias transmitidas para aquello necesario es un fard, obligación para el musulmán. Los sabios musulmanes han escrito varios libros referentes a este tema. Los siguientes son muy conocidos: Al-Ajlâq an-Nâsîriyya de Nasir ad-Dîn Muhammad Tûsí, Al-Ajlâq an-Yalâliyya de Yalâl ad-Dîn Muhammad Dawâni y Al-Ajlâq an-Muhsiniyya de Husain Waiç al-Kâshifí de Herat. Hemos traducido el primer capítulo del último de estos libros, que forma parte del libro Berîka de Abû Sa’id Muhammad Hâdimí (r.a.). En su primer capítulo trata de los comportamientos éticos inaceptables para el musulmán, rechazados por el Islam, y sus curas prescritas. Causan un daño indescriptible y la muerte al qalb, el corazón, el fuero interno de las personas, y al ruh, el espíritu. En su segundo capítulo, describimos el significado de al-ajlâq, el buen comportamiento, la ética y sus variedades, tomando prestadas determinadas partes del libro en turco Ajlâq-i-Alâi de ‘Alî ibn ‘Amrullah (r.a.), que murió en el año 979 de la Hégira (1572 d.C.) en Edirna, Turquía.

 

         Los jóvenes de buen corazón que lean este libro se darán cuenta que sus predecesores eran gente sana con una profunda ética. Eran gente trabajadora, civilizada y progresista. Al conocer la verdad sobre sus antepasados no van a ser engañados por las mentiras y las maledicencias de aquellos que menoscaban el Islam. [Nota del traductor: este párrafo se refiere al debate ideológico presente desde hace un siglo en la sociedad turca, que culpa al Islam del “atraso” del país y su situación actual. Según esta visión, el Islam haría que la gente fuera fatalista, salvaje y conservadora. En este prólogo se invierten los términos, y se quiere indicar que el verdadero “progreso” está en la práctica del Islam, en el reconocimiento de la pequeñez del ser humano ante Su Creador, una proporción de las cosas que el hombre enorgullecido e iluso de la civilización moderna ha perdido, con los consiguientes peligros para la relación entre los seres humanos, de los seres humanos con la inmensidad del Absoluto y con nuestro mismo entorno natural.]

 

Los autores

 

         El nombre del autor del libro Al-Ajlâq an-Nâsiriyya es Nasir ad-Dîn Muhammad Tûsí. Nació en el año 597 de la Hégira en Tûs (Mashhad, en Persia), y murió en el año 672 de la Hégira (1273 d.C.) en Bagdad. Fue uno de las personas que sirvió a Hülagü, el caudillo mongol que conquistó Bagdad. Hülagü lo nombró primer ministro. Fundó una librería con capacidad para 400.000 libros, un planetario y una academia. Fue un prolífico escritor.

 

         Yalâl ad-Dîn Muhammad Dawâni (r.a.) nació en el año 829 de la Hégira y murió en 908 H. (1503 d.C.) en Shiraz, en Persia. Es uno de los ‘ulamâ más profundos. Escribió varios libros. Su libro Ajlâq-i-Yalâlí, escrito en persa, es muy apreciado en India.

 

         Husain Waiç al-Kâshifí (r.a.) fue un sabio de la ciudad de Herat, en el actual Afganistán. Murió en esa misma ciudad en el año 910 H. (1505 d.C.).

 

-o0o-

 

 

         Los ‘ulamâ dicen: “Allahu Ta’ala ha creado tres cosas en los hombres: el sentido común (‘aql), el corazón (qalb) y el ego (nafs). No podemos ver ninguno de ellos. Podemos comprender su existencia al observar lo que hacen, o bien porque el Islam nos lo enseña así. El sentido común y el nafs están en nuestro cerebro, y el qalb es el corazón espiritual que se sitúa por encima de nuestro corazón biológico, que se encuentra a la izquierda de nuestros pechos. No son materiales ni ocupan espacio alguno. Su existencia en esos lugares es similar a la existencia de electricidad en una bombilla o el poder magnético en una bobina de inducción.

 

         El sentido común intenta racionalizar las ciencias islámicas. Las racionaliza y por ello es capaz de discernir entre lo bueno y lo malo. Reconoce a la Shari’a, y quiere obedecerle. También podemos llamar al sentido común al-‘aql as-salîm. La gente con poco sentido común, que siempre comete errores de apreciación, son los tontos. Los que carecen absolutamente de él son los locos. El ‘aql as-salîm transmite lo que ha aprendido de las leyes de la Shari’a al corazón.

 

         El qalb decide llevar a la práctica lo que hemos aprendido de la Shari’a. Usa los nervios, que proceden del cerebro, para movilizar a los órganos, para que lleven a cabo acciones rectas. La asimilación del deseo en el corazón por hacer cosas buenas y convenientes según la Shari’a es la ética o buen comportamiento (al-ajlâq).  

 

         El nafs está excesivamente afectado por el deseo de los placeres mundanos. No valora si son beneficiosos o perjudiciales. Sus deseos no son compatibles con la Shari’a, el Camino del Islam.  Hacer aquello que no está permitido en el Islam refuerza nuestro nafs. Es necesario fortalecer el qalb y debilitar el nafs para que el nafs no pueda engañar al qalb y el qalb no desarrolle una naturaleza malvada.

 

         El ‘aql se fortalece aprendiendo el Islam, y de la misma manera el qalb se fortalece o purifica obedeciendo la Shari’a. La formación del ijlâs, la sinceridad de intención, en el corazón, sólo se puede alcanzar mediante el Recuerdo frecuente de Allah en el mismo. El Recuerdo en el corazón se consigue mediante el aprendizaje con un maestro sufí perfecto (al-múrshid al-kâmil). También hay que vaciar el qalb de los pensamientos mundanos que se forman en el cerebro gracias a las percepciones de los órganos sensoriales. Una vez el corazón se libera de todo tipo de pensamiento mundano, automáticamente empieza a recordar a Allah. Es parecido a lo que ocurre cuando vaciamos el agua de una botella llena. Cuando vaciamos el agua, automáticamente el aire ocupa el interior de la botella.

 

Mediante el fayd, la luminosidad, la gracia del corazón de un maestro sufí perfecto conseguimos proteger al nuestro de las tribulaciones de este mundo. El fayd se transmite de un corazón a otro por el amor. La muerte o la distancia de un múrshid con su discípulo no interrumpe el afloramiento y transmisión del fayd.

 

Un múrshid perfecto es un ‘alim que conoce con profundidad el Islam y que actúa con ijlás. Obedecer la Sharí’a y recibir el fayd de un múrshid perfecto fortalece el corazón y debilita el nafs. Por eso el nafs nos quiere apartar de la obediencia de la Sharí’a y de la compañía con el múrshid, o de leer sus enseñanzas. El nafs quiere que el qalb se mantenga separado del Camino del Islam.

 

        Por ello, aquellos que no siguen su sentido común y en vez de ello siguen a su nafs terminan desviándose del sendero recto. El nafs no muere, pero cuando se debilita ya no puede engañar al qalb”.

 

 

Continuación