La leyenda del eremita Barsîsâ
Hubo un hombre en el intervalo de tiempo [entre Jesús y Muhammad] llamado Barsîsâ, que se había consagrado al culto divino en su torre durante cuarenta años, sin desobedecer a Allah ni un instante, e Iblis -maldígalo Allah- se dio por vencido, pues nada pudo contra él. Reunió un día Iblis a los demonios rebeldes y dijo: '¿Quién me librará de Barsîsâ?' Respondió al-Abyad, el que fuera amigo de los profetas y quien se dirigió al Profeta, Allah le bendiga y salve, apareciéndosele en figura de Yibril, sobre él la paz, para susurrarle a modo de revelación. Entonces se presentó Yibril, le empujó con la mano y del impulso cayó hasta los más remotos confines de la India. Sobre eso dice Allah, ensalzado sea: «Que tiene un poder junto al Dueño del Trono, inamovible» (Corán 81-20). Procedió esto del poder de Yibril, sobre él la paz, pues junto a Allah es inamovible.
Al-Abyad dijo a Iblis: "Yo te libraré". Se marchó el maldito, se disfrazó con el atavío de los eremitas y se rapó el centro de la cabeza. Luego fue hasta la torre de Barsîsâ y le llamó, sin que éste contestara, porque Barsîsâ no paraba de orar ni rompía el ayuno sino una vez cada cierto número de días y podía seguir ayunando durante diez, veinte o más días.
Al ver al-Abyad que no le contestaba, se entregó al culto al pie de la torre y cuando terminó Barsîsâ se asomó desde su torre y vio a al- Abyad orando, con una hermosa apariencia de eremita. Cuando le vio de esta guisa se reprochó interiormente no haberle prestado atención ni contestado y le dijo: "Me has llamado y estaba distraído en otra cosa, ¿qué quieres?". -"Desearía estar a tu lado e instruirme junto a ti y aprender de tu ciencia y que me asociaras en tus devociones y que imploraras a Allah por mí y yo le imploraría por ti". -Dijo Barsîsâ: 'Estoy demasiado ocupado en mí mismo. Si eres creyente, Allah te hará partícipe de mis imploraciones por los creyentes, si me atiende". Luego volvió a su oración y dejó a al-Abyad, que se puso a orar, pero Barsîsâ no se le dirigió durante cuarenta días. Al cabo, se asomó y le vio de pie rezando. Notó Barsîsâ su intenso celo, su humildad y sus plegarias a Allah, honrado y ensalzado sea, y le habló: "¿Qué quieres?" -"Desearía que me dieras permiso para subir a ti". Se lo dio y le alzó hasta él en su torre.
Permaneció al-Abyad con Barsîsâ un año, dedicado al culto, sin romper el ayuno ni parar de orar sino una vez cada cuarenta días y a veces ochenta.
Al ver
Barsîsâ
su celo, se descuidó,
dejando de lado sus prácticas espirituales, admirado por el caso de al-Abyad.
Transcurrido un año,
dijo al-Abyad a Barsîsâ:
"Me marcho, hay otros compañeros además de ti.
Creí
que tú
eras más esforzado que nosotros, pero lo que en ti he visto
me
ha puesto sobre aviso". Se despidió
y le
entró
a Barsîsâ
una pena intensa, disgustado por su marcha, dado el gran celo que le había
notado. Al despedirse dijo al-Abyad: "Tengo unas invocaciones que te
enseñaré,
con las que implorar a Allah y con ellas
mejorará
tu estado, pues con ellas curarás al enfermo y sanarás al afligido y al poseso".
Contestó Barsîsâ:
"Me desagrada esta dignidad. Bastante ocupación tengo en
mí
mismo. Temo que la gente se entere de esto y me distraiga del culto".
Pero no cejó
al-Abyad hasta enseñarle.
Partió
y fue junto a Iblis a quien dijo: "Ya he perdido a este hombre". Se
marchó,
se apoderó
de un hombre y lo
maldijo.
Luego se
apareció
en figura de curandero y dijo a su gente: "Vuestro amigo tiene demonios, ¿lo
trato?" -"Si"-. Le
aplicó
tratamiento y dijo: "Yo no puedo con ese demonio suyo, pero os conduciré a
un hombre que
implorará
a Allah por él y le
curará".
Dijeron: "Condúcenos".
Respondió:
"Id a Barsîsâ,
que tiene un nombre de Allah que cuando se le invoca con él, accede".
Fueron a pedírselo y al invocar tales palabras, se le
marchó
el demonio.
Siguió
haciendo al- Abyad con la gente como había hecho con aquel hombre y
luego la conducía a Barsîsâ
que imploraba y sanaban.
Partió
al-Abyad y se
apareció
a una muchacha, una de las hijas de los reyes de Israel, la más bella mujer
israelita, entre tres hermanas, cuyo padre fue rey y al morir había nombrado
sucesor a su hermano, de modo que era su tío el rey de aquella gente. La
atormentó
y la
hechizo.
Luego se les
acercó
con aspecto de curandero y les dijo: "¿La trato?"
-"Si"-. La
trató
y dijo: "Lo que se le ha aparecido es un demonio al que no se puede
resistir, pero os conduciré a un hombre, confiad en él, dejadla a su lado y
cada vez que venga el demonio, implorará
por ella, hasta que sepáis que ha sido curada. Luego la volveréis sana, pues
se le
habrá
ido el demonio". Preguntaron: "¿Quién
es?" -"Barsîsâ"-.
Replicaron: "¿Cómo haremos para que la acepte y acceda, pues
está
por encima de esto?" Dijo: "Id y construid una torre junto a la suya
hasta elevaros sobre él. Que esté la torre que construyáis pegada a la suya.
Tanto si la recibe como si no, poned a vuestra hermana en la torre y decid:
"Esta es una prenda dejada en tu custodia, hazte cargo de ella".
Fueron a pedirle aquello a Barsîsâ, pero rehusó. Entonces construyeron una torre, según les había ordenado a1-Abyad Luego llegaron hasta él, pusieron a la muchacha en la torre y dijeron Barsîsâ, ésta es nuestra hermana, a la que se le ha aparecido el enemigo de Allah. Es una prenda dejada en tu custodia, hazte cargo de ella: Se fueron y cuando terminó Barsîsâ de rezar, al ver la belleza de la muchacha, se le cayó lo que tenía entre las manos y le envolvió una gran inquietud. Vino el demonio y la sofocó. Cuando lo vio Barsîsâ, terminó de orar, invocó aquellas plegarias y se marchó el demonio. Estaba entregado de nuevo a la oración cuando volvió el demonio y descubrió su belleza diciendo Barsîsâ: "no tienes experiencia de las mujeres, ¿quieres obtener de ésta el arrepentimiento?" E insistió hasta que la aceptó, imploró por ella y se marchó el demonio. Se entregó otra vez a la oración, volvió el demonio a sofocarla y ella se descubría y se mostraba a Barsîsâ, a quien se acercó el demonio diciéndole "¡Ay de ti!, yace con ella, no encontrarás otra igual. Ya te arrepentirás luego y alcanzarás lo que quieres". Y no dejó de porfiar hasta que Barsîsâ yació con ella y la desfloró.
No paró
de ir con ella hasta que
quedo
embarazada y su preñez se hizo patente. Dijo el demonio: "¡Ay de ti, Barsîsâ!,
te has puesto en evidencia,
¿quieres
matarla y enterrarla? Luego te arrepentirás y, si preguntan, di: 'Vino su
demonio y se la
llevó,
no pude con él" y la
mató,
se la
llevó
y la
enterró
en una ladera del monte. El demonio, mientras la estaba enterrando de noche, fue
a tomar la punta de su vestido y
quedó
el borde fuera de la tierra.
Regresó Barsîsâ
a su torre y se puso a rezar, pero he aquí que, al cabo de unos días, vinieron
sus hermanos, que visitaban a menudo a su hermana para recomendársela a Barsîsâ
y le dijeron: "Barsîsâ,
¿qué
has hecho a nuestra hermana?"
Contestó:
"Vino su demonio y se la llevó,
no pude hacer nada por ella". Se marcharon creyéndole. Al atardecer,
estando afligidos, se
apareció
el demonio a1 mayor en sueños y dijo: "Barsîsâ
hizo con tu hermana esto y esto y la
enterró
en tal lugar del monte", pero
pensó:
"Esto es un sueño, obra del demonio Barsîsâ
es mejor". Aquello se
repitió
tres noches, sin que se preocupara. Fue el demonio al mediano de igual modo y le
dijo lo que había dicho al mayor, pero no lo comunicó
a nadie y fue al menor igualmente, que se lo dijo a sus hermanos. Dijo el
mediano: "¡Por Allah!, yo he visto lo mismo que tú" y el mayor:
"Yo he visto lo mismo que él. ¡Vayamos a Barsîsâ!".
Llegaron y dijeron: Barsîsâ,
¿qué
hiciste a nuestra hermana?" Contestó:
"Ya os conté su caso y el de su demonio, parece como si sospecharais de mí".
"No sospechamos de ti", replicaron
avergonzados. Pero volvió
a ellos el demonio diciéndoles: "¡Ay de vosotros!,
está
enterrada en tal y tal lugar y el borde de su vestido sale de la tierra".
Fueron y hallaron a su hermana, tal como
habían
visto en sus sueños.
Luego marcharon con sus parientes y esclavos y hachas y palas a derribar la
torre de Barsîsâ,
al que hicieron bajar. Después le ataron las manos en la espalda, le llevaron
ante el rey y confesó.
Ordenó
el rey que muriera crucificado y alzaron un leño. Cuando era sacado de la
presencia del rey para morir,
encontró
a al-Abyad, que le dijo: "Barsîsâ,
¿me reconoces?" -"No",
respondió.
Sucedió
que Iblis había dicho a al-Abyad: "¿De qué te sirve lo que
hiciste con él? Si muere,
expiará
lo que
pasó".
Contestó
al-Abyad: "Yo te libraré de él" y volvió
a decirle: "Barsîsâ,
¿me
reconoces? -"No"-.
Continuó:
'Soy tu compañero, el que te
enseñó
las
invocaciones con las que fuiste escuchado. ¡Ay de ti!,
¿no
temiste a Allah en relación con una prenda a ti confiada, a cuyos parientes
traicionaste? Tú
que
pretendías ser el más devoto entre los israelitas,
¿no
tuviste vergüenza de tu Señor, en quien cree la gente? Tú
que pretendías ser un eremita, ¿no observaste tu religión por temor a Allah?
y no
cejó
de insultarle y reprenderle hasta
que dijo
finalmente: "No me bastó
lo que hiciste y que llegaras a confesar y afrentarte a ti mismo y a tus
iguales. Si murieses en estas circunstancias, no podría ser engañado ninguno
de los tuyos después de ti".
Contestó:
"¿Cómo
haré?". -"Obedéceme en una sola cosa, en la que
Dijo Ibn 'Abbas: «Puso Allah esta parábola por los judíos Banû n-Nadîr y los hipócritas de Medina. Y es que, Allah, ensalzado sea, mandó a su Profeta que desterrase a los Banû n-Nadîr de Medina y se confabularon con ellos los hipócritas, diciéndoles: "No accedáis a lo que os pide Muhammad ni salgáis de vuestras casas y, si salís, saldremos con vosotros". (Corán 59, 11-12). Obedecieron, prepararon sus baluartes y se atrincheraron en sus casas esperando la victoria de los hipócritas, hasta que llegó el Profeta, Allah le bendiga y salve, y le declararon la guerra, esperando la victoria de los hipócritas, pero éstos les dejaron en la estacada y se libraron de ellos, como se libró el demonio de Barsîsâ y le falló».
Dijo Ibn Wahb: «Después de esto, los rabinos andaban entre los israelitas ocultos y temerosos. Se envalentonaron los corruptos y prevaricadores contra los religiosos, calumniándoles y acusándoles de vileza, hasta que ocurrió el caso de Yurayh, el rabino. Cuando libró Allah a Yurayh de la acusación, se tranquilizaron los rabinos y aparecieron ante la gente.»