DESCIFRAMIENTO DEL ENIGMA

DE LA CERCANÍA DE ALLAH

 

al-‘Içç ibn ‘Abd as-Salâm

 

 

         En el Islam, por lo general se ha optado por la comprensión literal de los textos revelados como método de interpretación más seria y rigurosa. Pero, por un lado, tenemos que un principio básico e irrenunciable es el de la Unidad y Radical Trascendencia de Allah, y por otro lado existen textos revelados que describen de modo físico a Allah y otros que dan la impresión de una proximidad material de Allah al ser humano, una cercanía que llega a la fusión en una misma realidad de ambos extremos aparentemente irreconciliables.

 

Esos textos enigmáticos han traído de cabeza a los intérpretes literalistas. La posición mayoritaria ha sido la de aceptar esas informaciones sin comentarlas, incluyéndolas en el acervo de los musulmanes y dejando su comprensión a quienes saboreen su significado espiritual. Otros, las han interpretado alegóricamente, contraviniendo el consenso que aconseja atenerse sin más a la significación literal, pues toda explicación metafórica es distorsión. En el conjunto de esas expresiones escandalosas hay que incluir la aportación de fórmulas y sentencias sufíes igualmente desconcertantes. Un gran maestro indiscutible fue el Sháij al-‘Içç ibn ‘Abd as-Salâm, maestro en la literalidad y en la comprensión interior del Islam, que en un breve tratado descifra el alcance de todas esas expresiones, cuya clave está en el Amor. Ofrecemos a los visitantes de Musulmanes Andaluces los primeros fragmentos de este bello libro, cuya traducción completa esperamos editar próximamente, in shâ Allâh.

 

 

DESCIFRAMIENTO DEL ENIGMA

(PRIMERA PARTE)

 

bísmil-lâhi r-rahmâni r-rahîm

Con el Nombre de Allah, el Rahmân, el Rahîm.

 

         Alabanzas a Allah, que ha abierto con las claves de los mundos invisibles las cerraduras de los corazones, retirando los velos que ciegan los secretos y puliendo la visión de los ojos espirituales, mostrándose entonces lo que estaba velado,... y las novias de la existencia han aparecido en el espejo de la contemplación. Quien haya comprendido aquello a lo que se ha aludido ha alcanzado el propósito.

 

         Allah ha facilitado el camino a quien ha deseado entre sus siervos, y entonces éste se ha esmerado en Allah combatiendo como Él exige, en conformidad con lo determinado en su favor en el Escrito del Destino. Después lo ha guiado, tras haberle mostrado la senda. Lo alza, después de purificarlo de defectos. E intima con él, una vez que lo ha tomado a su cargo. Lo hace objeto de favores que sería incapaz de censar un experto en cálculo. Lo ocupa en su Benefactor, en lugar de entretenerlo en las bondades de las que es receptor. Lo asienta en el Rango del Servicio, entre sus servidores, y lo adorna con una investidura de atemporalidad.

 

El Donador, el generoso, no retira lo que ofrece: el primer pie que ese afortunado retira del Mundo del Reino Material, Allah lo deja caer en la Morada del Universo Interior, y lo asoma a las explanadas de su Poder Reductor. Ahí, es raptado por el refulgir del Aspecto Tremendo de Allah, y se convierte en un secuestrado, un arrebatado. Las Sutilezas Señoriales lo arrancan de las densidades físicas, y ahí se trasforma en un saqueado, un desposeído. Cuando Allah lo priva de su alma y lo roba a sus sentidos, entonces lo saca de entre los hijos de su género y lo alza hasta Él, lo recupera y lo acerca a Sí, y entonces es un deseado, la novia cuya mano es pedida. Cuando lo escoge para su intimidad y lo elige y purifica para su Presencia, ahí ya no hay más que amante y amado, y destila para él de la vid de su generosidad un licor adornado (con las palabras del Corán): “Los ama y lo aman”.

 

El afortunado se embriaga antes de saborear el vino, y Allah se le muestra en la hora de su feliz ascendente. Su contemplación derrota a su existencia, y sólo despierta cuando le llega la voz del Recordador: “Ciertamente, en el Recuerdo de Allah hay paz para los corazones”. Cuando el Recuerdo es válido sacándolo de la embriaguez, entonces la voz de su pasión canta con melancolía, tal como he dicho en unos versos: “En el amor soy solicitante y solicitado / y Él es el que me ama y el amado. / Si no fuera por un amor eterno no sería sincero en / mi amor, pero soy buscador buscado. / Por siempre me purifica el amor, como si yo, / en realidad, fuera acompañante acompañado”.

 

         Lo elogio con la alabanza de quien hacia Él se vuelve y lamenta sus torpezas. Doy fe de que no hay más verdad que Allah, sólo Él, sin asociado alguno, con un testimonio que atesoro para deshacer calamidades el Día cuyo sol no tenga puesta ni ocaso. Y doy fe de que Muhammad es su siervo y mensajero al que eligió entre los seres humanos como el mejor de sus amados y ha impuesto a las criaturas el deber de amarlo, por encima de toda recomendación: Allah lo bendiga -así como a los suyos y a sus compañeros- con una bendición continuada hasta el Día que Él ha prometido y que no tendrá quien lo declare mentira.

 

         Los significados son perlas y las palabras son sus conchas, la sabiduría es un metal precioso y los corazones son su blanco. Aquél a quien el Despertar le haya abierto el ojo de su intuición y la Amonestación haya pulido el espejo de su conciencia, debe perseguir el sentido profundo de todo discurso majestuoso y buscar en la sabiduría lo que le permita alcanzar su deseo, no conformándose en la mina más que con el tesoro y no contentándose, ante una palabra, más que con la comprensión de su enigma. 

 

         He topado con muchas expresiones en cuya ambigüedad han quedado empantanadas muchas de las gentes de la objeción. Entre ellos hay quienes escuchan lo que se les dice y siguen lo mejor -es decir, lo mejor de su síntesis-, y entre ellos hay quienes distorsionan las palabras apartándolas de su lugar. Muchos han sido incapaces de descifrarlas a causa de su inherencia a algo poderoso, pues muchas aparecen en versículos y hadices célebres y otras en sentencias fielmente trasmitidas.

 

         Ejemplo de lo que nos ha sido trasmitido de modo inequívoco en una noticia autentificada son las palabras de Allah:  “No me abarcan ni mi cielo ni mi tierra, pero sí me abarca el corazón de mi siervo abierto a Mí”, y otro caso es el siguiente:  “Mi siervo no deja de acercárseme con su voluntad hasta que lo amo, y cuando lo amo soy para él oído y visión, -en otra versión del hadiz se añade ‘y corazón’, y en otra versión se añade ‘y lengua y mano’-: por Mí oye y por mí ve, y conmigo mueve”. Otro ejemplo es este hadiz:  “Yo me siento con quien me recuerda”. En un hadiz, Allah dice:  “Quien se me acerca un palmo me acerco a él un codo, quien se me acerca un codo me acerco a él una braza, y quien viene a Mí andando, voy hacia Él corriendo”. En algunos casos, se habla de proximidad:  “Me encontrarás junto a los que tienen los corazones rotos por Mí”; en ocasiones se expresa la idea de compañía:  “Él está con vosotros donde estéis”; otras veces se sugiere la idea de fusión, como cuando diga a su siervo en la Resurrección:  “Oh, hijo de Adán, enfermé y no me visitaste, te pedí de comer y no me alimentaste...(entendiéndose que Allah era el enfermo al que no visitó, el mendigo al que no dio de comer, etc.)”. Al número de estos textos pertenece lo que dijo de sí el Profeta: “No soy como ninguno de vosotros, yo permanezco junto a mi Señor, que me alimenta y me da de beber”.

 

         En cuanto a lo que nos ha sido trasmitido, bien como iluminación, bien como excentricidad, están las palabras de quien dijo: “Yo soy al que amo y al que amo soy Yo”. O como las de otro: “Yo soy Allah”. O como lo que dijo otro: “Bajo mi túnica sólo está Allah”. O como las palabras de otro: “Glorificado sea Yo”. O como lo que dijo otro: “Soy Inmenso”.

 

         Todo esto y lo que se le parece y asemeja merece una única opinión, porque, aunque sean frutos diversos y variadas sus flores, han sido regados por una mima agua, y aluden a la disolución del dos y la afianzamiento del Uno.

 

         Ha habido gentes que han recibido esas expresiones rindiéndose a ellas y las han aceptado con corazón sano, y las han interpretado en el sentido de las palabras del Profeta cuando dijo: “Hay una ciencia que es como algo resguardado y no la conoce más que la gente que sabe a través de Allah, y cuando la expresan son repudiados por la gente del celo de Allah”. Me han contado de Qadîb al-Bân, cuando estaba en Mosul, -y él ha sido uno de los grandes-, quien se había manifestado a la gente proclamando el Amor, el desorden moral y el abandono del Salât, viviendo en estercoleros sin preocuparse por las impurezas. La gente estaba desconcertada, con distintas opiniones acerca de él. Había quienes decían que era un extraviado, y para otros era un muy sincero. Cierto día, el juez de la ciudad estaba de paso cuando lo vio en un estercolero habiéndose orinado encima, y el juez se dijo a sí mismo:  “¡Maldito el que lo considere un muy sincero cuando no es más que un extraviado!”. No había completado su idea cuando Qadîb al-Bân le dijo:  “Oh, juez, ¿acaso conoces todo lo que sabe Allah?” Le respondió: “No, ¡por Allah!”. Le dijo: “Pues yo pertenezco a la ciencia que no sabes. Y no te atañe que sea un muy sincero o un extraviado”.

 

         Al tropezar con estar expresiones proferidas por la gente de las experiencias espirituales, siendo difícil para el entendimiento explicarlas y su interpretación escapa a la imaginación, he deseado comentar algunas tal como se expande con ellas mi pecho, lo permita mi reflexión y alcance mi valor. He querido expresarlo todo con claridad, sin uso de metáforas. He puesto por delante los hadices anteriores y las sentencias que los acompañan, recogidas de lo que han dicho los Hombres, y he hecho de esos textos la matriz del discurso y prueba de la firmeza de los juicios, para que sean el entramado sobre el que borde experiencias espirituales y no absurdos, y he llamado a este ensayo: “Desciframiento del enigma y clave del tesoro”, y lo he titulado con esta denominación porque señala hacia el Grado Más Noble, del que se sabe: “Yo era un Tesoro desconocido...”. A continuación, presento estas formas con una introducción con la que desaparecerá la ambigüedad, pues los resultados se extraen a partir de las premisas y las conclusiones sólo son válidas cuando se corrigen los puntos de partida. A quien es sincero en sus inicios, Allah lo asoma a la esencia de su final, como quien construye un cimiento sobre el que afianzarse con el Corán y la Sunna, Allah ha dicho:  “¿Es como quien construye su casa sobre el cimiento del temor y la satisfacción de Allah...? El versículo”.

 

         Digo -con el auxilio de Allah-: Has de saber que el conocimiento es un premisa cuyo resultado es la acción, y la acción es una premisa cuyo resultado es la experiencia espiritual. El conocimiento y la acción son adquisiciones y la experiencia espiritual es un don. Allah ha dicho:  “Aquellos que se esfuercen por Mí los guiaré por mis caminos”. Los esfuerzos tras la ciencia, la acción y la guía, son dones en las experiencias espirituales. Ese es el sentido de las palabras del Profeta:  “A quien actúa según lo que sabe, Allah le concede la ciencia que aún ignora”, lo que Allah concede a su siervo no es adquirido por éste sino que es resultado del favor de Allah y de su Misericordia. Allah obsequió con ello a su Profeta, y le dijo: “Te enseñó lo que no sabías, y el favor de tu Señor en ti fue inmenso”.

 

         Has de saber que los grados en la peregrinación hacia las moradas de los reyes son tres: el Islâm, el Îmân y el Ihsân. El Islâm -la rendición física- es el primer grado del Dîn -la senda-, y es para todos los sinceros. El Îmân -la permeabilidad del corazón- es el primer escalón para los corazones, y es para los puros entre los sinceros. El Ihsân -la excelencia- es el primer ascenso para el espíritu, y es exclusivo de la gente de la cercanía. Todo esto fue explicado por el Profeta (s.a.s.) en el célebre hadiz, el que fue relatado por ‘Omar ibn al-Jattâb, quien dijo: “Mientras estábamos junto al Profeta de Allah (s.a.s.) cierto día, he aquí que se nos acercó un hombre de vestidura intensamente blanca y pelo muy negro, que no parecía venir de viaje y sin embargo ninguno de nosotros lo conocía. Se sentó delante del Profeta hasta rozar con sus rodillas las de él y apoyó sus manos en los muslos del Profeta (s.a.s.), y entonces le dijo: “Oh, Muhammad. Infórmame, ¿qué es el Islâm?”, y el Profeta de Allah le respondió: “El Islâm es que declares que no hay más verdad que Allah y que Muhammad es su Mensajero, que establezcas el Salât (el recogimiento ante Allah al menos cinco veces al día), que entregues (a los necesitados) el Zakât (un porcentaje sobre tus bienes), que ayunes en Ramadán y peregrines a la Casa Prohibida (la Kaaba) si tienes acceso a ella”. A continuación, el desconocido exclamó: “Dices verdad”, y nos sorprendió que preguntara y tras ello confirmara lo que le decía el Profeta. Después, preguntó: “Infórmame, ¿qué es el Îmân?”, y Muhammad (s.a.s.) le dijo: “El Îmân consiste en que te abras de corazón a lo que significa Allah, sus ángeles, sus libros, sus mensajeros, el Último Día y el Destino en su bien y en su mal”. El desconocido dijo entonces: “Dices verdad. Infórmame, ¿qué es el Ihsân?”, a lo que Muhammad (s.a.s.) respondió: “Es que reconozcas como tu Único Señor y sirvas a Allah como si le vieras; si no le ves, Él te ve”... Al final de este hadiz, cuando se hubo marchado el visitante,el Profeta se volvió hacia ‘Omar y le dijo: “¿Sabes quién es el que ha estado preguntando?”, a lo que ‘Omar repuso: “Allah y su Mensjaero saben más”, y Muhammad (s.a.s.) le contestó: “Es (el Ángel) Gabriel, que ha venido a enseñaros vuestro Dîn (Camino)”.

 

         El primero de los tesoros que se recogen de este hadiz, su secreto cifrado y su sentido enigmático, es que Gabriel, siendo el que abrió la puerta del Islam adopta la cortesía del buscador de la verdad. En la humildad de sus preguntas subyace un enaltecimiento del Rango del Mensajero de Allah (s.a.s.), pues se sentó ante él a modo de aprendiz cuando él había sido el maestro. Pero nada hay sorprendente en que adoptara tal cortesía y se detuviera a sus puertas como alguien que pide algo. ¿Cómo no habría de ser así? En el Viaje Nocturno, el Mensajero avanzó dejando atrás al Ángel, que tuvo que pararse en el Azufaifo del Límite, mientras Muhammad (s.a.s.) se adelantó hasta la Presencia que no tiene límite, y se sentó donde no hay dónde sobre la alfombra de “a la medida de dos arcos, o aún más cerca”, y aprendió del Maestro: “que reveló a Su Siervo lo que le reveló...”, y después abandonó esa Escuela por lo tanto el mensaje “me enseñó mi Señor, e hizo hermoso mi aprendizaje”. El Conductor del espíritu (Gabriel) lo aguardaba de pie en la puerta de “si yo hubiera avanzado un dedo, hubiera sido abrasado”, y el Ángel le dijo: “Oh, Muhammad, antes de ti yo creía que conocía a Allah o que al menos tenía tu mismo rango. Pero ya he visto la superioridad de tu grado ante mi Señor, y a Allah dirijo mis disculpas. Tú, en realidad, eres el Avanzado, y aquí estoy ante ti como discípulo. Infórmame, ¿qué es el Islâm? Infórmame, ¿qué es el Imân? Infórmame, ¿qué es el Ihsân?”. En realidad, Gabriel es el alarife de esta Nación en la Escuela de Profeta de la Misericordia...

 

Continuará