Los atributos de los Abdal

Hilyatu-l-Abdal

 

Shayj al-Akbar, Ibn ‘Arabî

 

Bismi-Llâhi-r-Rahmâni-r-Rahîm

 

Alabanza a Allâh por lo que Él inspira y porque “te ha enseñado lo que desconocías, pues grande es la gracia de Allâh para contigo” (Corán, 4:113). Y la bendición de Allâh sobre el Profeta (s.a.s.), el más noble; que recibió la “Suma de las Palabras” en la Estación Suprema.

 

 La noche del lunes 22 del mes de Yumâdâ-l-Ulâ del año 599, cuando me encontraba en Ta’if, durante una peregrinación a la tumba de `Abdallah ibn Abbas, primo de Profeta (s.a.s.); dirigí a Allah una “petición de consejo”, ya que mis compañeros Abû Muhammad Badr ibn Abdallâh al-Habashî (el Abisinio), liberto de Abû-l-Ghanâ`im ben Abi-l-Futûh al-Harrânî, y Abû Abdallah Muhammad ben Jalid as-Sadafî a-Tilimsanî (que Allâh les sea propicio a ambos); me habían pedido que les redactase, en estos días de peregrinación, algunas enseñanzas que les fuesen provechosas en la vía hacia la vida futura. Tras completar mi “demanda de consejo”, escribí el presente cuaderno (kurrasa) bajo el título de “Los atributos de los abdal y de los conocimientos y estados espirituales asociados ” que además de poder servir de ayuda para los que siguen la “Vía”, constituye una síntesis de las diferentes formas de la voluntad espiritual (al-irâda).

 

         Es sabido que la Autoridad (al-Hukm) es fruto de la sabiduría, y que la Ciencia (al-‘ ilm) del conocimiento (al-ma`arifa). Aquél que no es sabio no posee Autoridad, así como al que no tiene conocimiento le rehuye la Ciencia. Quien posee a la vez la Autoridad y la Ciencia, se sostiene en Allah (li-Llahi qa’im); y el que detenta sabiduría y conocimiento (al-hakîm al-‘ârif) “por Allah” (bi-Llahi waqif): las gentes de autoridad y sabiduría son, de esta forma, lâmiyyûn (teniendo como emblema la letra lâm), mientras que las personas de conocimiento son bâ’iyyûn (y tienen como emblema la letra bâ’).

 

         Mientras que el asceta (az-çâhid) renuncia la mundo, y el que se confía a Allâh (al-mutawakkil) reposa enteramente en su Señor; y mientras que el “deseante” (al-murîd) indaga en los cantos espirituales y en el entusiasmo anhelante, y el adorador (al-âbid) se vuelca en su devoción y en su esfuerzo y, finalmente, en tanto que el “conocedor” ejerce la fuerza de su espíritu (al-himma) y se concentra en la meta; aquéllos que están investidos de Autoridad y poseen la Ciencia (al-hakîmun al-‘âlimûn ), permanecen ocultos en lo invisible y no les conoce ni el “conocedor”, ni el “anhelante”, ni el “adorador”, como tampoco les percibe ni el “entregado a Allâh” ni el asceta. El asceta renuncia al mundo para obtener la recompensa, el entregado para alcanzar su propósito, el anhelante busca abolir la penuria con el entusiasmo, el “adorador” se entrega al celo con la esperanza de acceder a la “proximidad”, el “conocedor” avanza paso a paso, por la fuerza de su espíritu, al “destino”; pero la Verdad sólo se desvela al que borra su propia huella y pierde hasta el nombre. El conocimiento es el velo que oculta al Conocido, y la sabiduría una puerta ante la cual uno se detiene; asimismo, todas las demás sendas del espíritu no son más que “medios” (asbâb) como las “letras”; son “fantasías” (‘ilal) que ciegan las miradas y extinguen las luces. Pues, si no existiesen los Nombres, aparecería el Nombrado, si no existiese el amor la unión persistiría; sin el destino individual, todos los grados se conquistarían; la Huwwiya  (Ser supremo) impide la Anniya (Yo supremo); sin Huwa (Él), sólo habría Ana (Yo); sin Anta (Tú), se haría visible la marca de la ignorancia; si no existiese la ciencia (ordinaria), se afirmaría el poder de la Ciencia (verdadera); entonces, todas estas pesadas bestias levantarían el vuelo como imponderables pájaros y se perderían de vista en la exigüidad de la extinción.

 

A tu corazón se revela Aquél que jamás dejó

de residir en el inescrutable misterio del Sin-principio!

Pero eres tú el que tiene un velo sobre los ojos

aunque sea por la virtud misma de tu similitud divina.

Entonces el corazón se da cuenta de que Aquél a quien ha visto

no ha dejado jamás de llamar a través de Él!

Así es como vino un Discurso, que encierra toda Palabra,

y su gloria fue manifestada por el Enviado de la Región Suprema!

 

         En Marchena, Al-Andalus, tenía en otro tiempo un compañero, hombre santo, que se dedicaba a la enseñanza del Corán. Excelente jurista, conocedor de todo el Corán y los hadices, hombre de piedad y de mérito, siempre al servicio de los fuqarâ’: su nombre es Abdu-l-Maÿîd ben Salma. Me contaba –el poder de Allâh le sea propicio - algo que le sucedió:

 

“Una noche, me encontraba en la habitación donde suelo hacer el salât; acababa de terminar mi recitación (hiçb) y había puesto la cabeza entre las rodillas para consagrarme a la invocación de Allâh (dzikr); entonces sentí que alguien me cambiaba la alfombra sobre la que hacía el salât, por una estera tosca. Y este ser me dijo: –¡Haz tu salât sobre esta estera! – Había echado el cerrojo a la puerta de mi habitación, por lo que sabía que no podía haber nadie, asi que el miedo se apoderó de mí. –¡Aquél que vive en la intimidad de Allâh no tiene miedo! – me dijo, y añadió –Pero teme a Allâh en todo momento! –

 

Entonces tuve una inspiración y le pregunté: ¡Oh Sîdî! ¿Por qué medios llegan los Abdal a ser Abdal? Él me respondió que –Por los cuatro mencionados por Abû Tâlib (al-Makkî) en el  ‘Alimento (de los Corazones)”: el silencio (as-samt), la soledad (al-‘uçla), el hambre (al-ÿu‘) y la vigilia (as-sahar). Y desapareció, sin que pudiese adivinar como pudo entrar y salir, si la puerta había permanecido todo el tiempo cerrada. Sin embargo, yo estaba sobre la estera que me había dado”.

 

         El hombre que le había visitado era uno de los Abdal, y su nombre es Mu‘âdz ibn Ashras –que Allâh esté satisfecho de él –  las cuatro cosas que mencionó constituyen los pilares de esta noble vía. Quien no busque su apoyo y no obtenga de ellos la estabilidad, yerra lejos de la vía de Allâh (Subhana wa Ta‘la).

 

         El propósito de estas páginas es el comentario de cada uno de estos pilares y de las ideas y estados espirituales asociados a ellos. ¡Que Allâh nos coloque entre aquéllos que los practican siempre y los realizan. Él tiene todo el poder para ello.

(continuará)

 

Extracto de la obra, traducida al francés por Michel Valsan.

Traducción: musulmanesandaluces.org