DA‘WA

La invitación al Islam

            El verbo árabe da‘â-yad‘û significa llamar, convocar, invitar, invocar... De él deriva la palabra da‘wa, invitación, llamada, convocatoria, invocación (du‘â),... Por su parte, dâ‘î es el que hace una llamada, el que convoca,...

         Tras la primera Revelación, Allah ordenó a Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dirigir a la humanidad entera (empezando por los más cercanos a él) una llamada para que se adhirieran al Islam. El Da‘wa es la forma que adopta el imperativo ¡Acudid! de Allah, con el que reúne a los hombres. Esa era la misión del Mensajero (Rasûl), que comunicaba a las gentes la convocatoria que hacía Allah, a la vez que invocaba a Allah en favor de las gentes.

 

         El Profeta (s.a.s.) era el dâ‘î perfecto, juntando en sí todos los significados del verbo con cuya traducción aproximada hemos encabezado este artículo. Y es el sentido de su Shafâ‘a, su intercesión en favor de los musulmanes y su función mediadora en la existencia. Estas claves pueden guiar en el entendimiento de quién era realmente Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Su grandeza radica en su carácter integrador, en su calidad de puente entre el Creador y cada criatura, en su conciencia de la Unidad-Unicidad, y éstas son las mejores expresiones de su centralidad.

 

         El Islam es una invitación de Allah. Entrar en el Islam es aceptar la llamada; volverse hacia Allah es entrar en el espacio donde Él nos acoge como a huéspedes, es decir, para agasajarnos y enriquecernos. El Profeta (s.a.s.) la comunicó sabiendo lo que hacía, él sabía a qué invitaba a las gentes. Como dice el Corán, él (s.a.s.) convocaba ante Allah a las gentes ‘alà basîra, es decir, con conocimiento, con visión interior.

 

         Los musulmanes debemos, primero, aceptar su invitación (el Corán dice: “Oh, vosotros, los que habéis abierto vuestros corazones a Allah, responded a Allah y a  su Mensajero, que os invita a lo que os dará vida”), cumpliendo estrictamente con sus enseñanzas, y, segundo, extenderla, a semejanza del Profeta (s.a.s.), y por ello mismo deberíamos saber hacia qué llamamos a las gentes. Es muy fácil sustituir el objetivo por otros intereses y traicionar así lo que está en la raíz de este tema.

 

         Ser un dâ‘î, un comunicador del Islam, alguien que invita, no es ser misionero. Nada tiene que ver con la charlatanería ni la competitividad. Consiste en vivir el Islam como algo que te desborda, como algo que te hace fecundo y expansivo. Hay que ser rico primero para poder dar y expresar lo que se tiene y atraer a otros, y con ellos construir un nuevo mundo. Así fue el Da‘wa de Rasûlullâh (s.a.s.). Su Da‘wa no consistía en el intento por convencer a nadie, ni de guiarlo, sino en ser expresión del imperativo de Allah. Se trata de algo infinitamente más radical.

 

         Los sufíes han comprendido el verdadero significado de esto. Sólo puede ser dâ‘î en el sentido profundo de la palabra quien ha heredado el ‘secreto’ del Profeta (s.a.s.). Quien ha vivenciado el Islam en su esencia puede trasmitirlo adecuadamente. Sus palabras tienen otra fuerza, las de lo creador, las de lo trasformador, porque ya no le pertenecen, no emergen de su ego o de su entendimiento, sino que son ecos de Allah.

 

         Los sufíes saben que la herencia viene de una filiación. Por ello se adhieren al Rasûl (s.a.s.) y siguen sus pasos hasta casi ‘confundirse con él’, hasta casi ‘ser él’ y participar de su centralidad y su autoridad, del verdadero califato. El amor de los sufíes a Sidnâ Muhammad (s.a.s.) es lo que los acerca a él, lo que les hace intimar en su seno. Quien, por tanto, se asienta con firmeza en la Sunna, saborea lo que fue la experiencia de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) y pasa a desbordarse como él lo hizo, y con ello se convierte en maestro verdadero, en guía hacia Allah, en alguien que reúne a la gente y es comunicador del Islam. Eso es Da‘wa.

 

         El Corán enseña que todo esto es fruto de una virtud a la que se llama Taqwà. Esta palabra significa sobrecogimiento ante Allah. Allah sólo acepta y atiende a los muttaqîn, a los sobrecogidos ante Él. El Corán dice: “Sobrecogéos ante Allah, y Allah os enseñará”. Hay, por tanto, una ciencia que deriva de ese sobrecogimiento. Taqwà es ser conciente de Allah, y quien intuye a su Señor, quien sabe de Él realmente, inmediatamente se sobrecoge ante su Inmensidad, que se materializa en una rendición incondicionada ante la magnitud infinita de Allah. Taqwà te hace ser extraordinariamente sensible e implica una abdicación, y esa es la puerta por la que entra un saber y una autoridad que vienen de Allah mismo, de lo insondable, y por ello es eficaz y es penetrante. Ésa es la clave de la verdadera maestría. Allah dice en el Corán: “Hacemos de ellos imâmes que guían con nuestro imperativo”.

 

         At-Tirmîdzi dijo: “Los que hablan (de Allah) pertenecen a una de dos categorías. Están los que lo hacen a partir de papeles que han memorizado e ideas que han recibido de otros. Las palabras de los que hablan de Allah por estudio, si no ha ido acompañado de realización, penetran desnudos en los oídos de la gente y tropiezan con toda suerte de obstáculos puesto que no han salido de corazones luminosos. Incluso quien sea estricto en el cumplimiento de lo que le ordena lo que ha estudiado, si no ha purificado su corazón, emite palabras oscurecidas por las contaminaciones que ensombrecen su corazón: el deseo de poder, prestigio, su avaricia por el mundo,...Y están los que hablan desde Allah. Las palabras de estos están revestidas por una fuerza que las hace rasgar velos. Esa fuerza es la luz de Allah, porque salen de corazones rebosantes de luz atravesando un pecho brillante. Esas son las palabras capaces de trasformar al oyente”.

 

         En estos tiempos, el significado de la palabra Da‘wa ha degenerado para designar la actividad de cualquiera que hable sobre el Islam intentando que otro se ‘convierta’ al Islam o vuelva al ‘buen camino’. Si no ha habido una trasformación en el sujeto que habla, inevitablemente esa persona invita a todo menos a una reunión con Allah. Invita a que se admire su poder de convicción, su labia, su seguridad, etc., todos menos ‘señalar hacia Allah’. Hay quienes son militantes del Islam, pero eso no es hacer Da‘wa, sino propaganda. Hay quienes son agentes de grupos o líderes. Pero no tienen la autorización (idzn) de Allah. Hay quienes incluso han seguido cursillos de formación en el Da‘wa, pero el título no se los ha dado Allah, y se limitan a repetir las consignas que han aprendido. No son herederos de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), sino militantes o funcionarios.

         Se trata de aberraciones surgidas en medio del desconcierto moderno. Los musulmanes hemos perdido muchas referencias, y sustituimos el Islam con cosas que vemos por ahí. La proliferación de ‘misioneros’ musulmanes es significativo. Recuperar el Islam exige de una seriedad infinitamente mayor.

 

         Algo distinto es la comunicación del saber. Cada musulmán debe trasmitir lo que conoce del Islam, por poco que sea. Se trata del primer escalón del Da‘wa. El saber no puede ser retenido ni monopolizado. Ahora bien, tiene sus condiciones, que son la seguridad y la modestia. No se pueden decir tonterías a costa del Islam ni presumir de algo que nos ha sido obsequiado. Ésta es la función de los ‘ulamâ, los conocedores del Islam, que merecen el respeto y la consideración de los musulmanes. Y todos pueden y deben participar de su mérito comunicando aunque sea cosas sencillas, en las que Allah ha depositado un gran bien.