DA‘WA
La
invitación al Islam
Tras la primera
Revelación, Allah ordenó a Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dirigir a la humanidad
entera (empezando por los más cercanos a él) una llamada para que se
adhirieran al Islam. El Da‘wa es la forma que adopta el imperativo ¡Acudid! de Allah, con el que reúne a los hombres. Esa era la misión
del Mensajero (Rasûl), que comunicaba a las gentes la convocatoria que hacía
Allah, a la vez que invocaba a Allah en favor de las gentes.
El Profeta (s.a.s.)
era el dâ‘î perfecto, juntando en sí todos los significados del verbo
con cuya traducción aproximada hemos encabezado este artículo. Y es el
sentido de su Shafâ‘a, su intercesión en favor de los musulmanes y su función mediadora en
la existencia. Estas claves pueden guiar en el entendimiento de quién era
realmente Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Su grandeza radica en su carácter
integrador, en su calidad de puente entre el Creador y cada criatura, en su
conciencia de la Unidad-Unicidad, y éstas son las mejores expresiones de su centralidad.
El Islam es una
invitación de Allah. Entrar en el Islam es aceptar la llamada; volverse hacia
Allah es entrar en el espacio donde Él nos acoge como a huéspedes, es decir, para
agasajarnos y enriquecernos. El Profeta (s.a.s.) la comunicó sabiendo lo que
hacía, él sabía a qué invitaba a las gentes. Como dice el Corán, él
(s.a.s.) convocaba ante Allah a las gentes ‘alà
basîra, es decir, con
conocimiento, con visión interior.
Los musulmanes
debemos, primero, aceptar su invitación (el Corán dice: “Oh,
vosotros, los que habéis abierto vuestros corazones a Allah, responded a
Allah y a su Mensajero, que os
invita a lo que os dará vida”), cumpliendo estrictamente con sus enseñanzas,
y, segundo, extenderla, a semejanza del Profeta (s.a.s.), y por ello mismo
deberíamos saber hacia qué llamamos a las gentes. Es muy fácil sustituir el
objetivo por otros intereses y traicionar así lo que está en la raíz de
este tema.
Ser un dâ‘î,
un comunicador del Islam, alguien
que invita, no es ser misionero. Nada tiene que ver con la charlatanería
ni la competitividad. Consiste en vivir el Islam como algo que te desborda,
como algo que te hace fecundo y expansivo. Hay que ser rico primero para poder
dar y expresar lo que se tiene y atraer a otros, y con ellos construir un
nuevo mundo. Así fue el Da‘wa de Rasûlullâh (s.a.s.). Su Da‘wa no consistía en el intento por convencer a nadie, ni de
guiarlo, sino en ser expresión del imperativo
de Allah. Se trata de algo infinitamente más radical.
Los sufíes han
comprendido el verdadero significado de esto. Sólo puede ser dâ‘î
en el sentido profundo de la palabra quien ha
heredado el ‘secreto’ del Profeta (s.a.s.). Quien ha vivenciado el
Islam en su esencia puede trasmitirlo adecuadamente. Sus palabras tienen otra
fuerza, las de lo creador, las de lo trasformador, porque ya no le pertenecen,
no emergen de su ego o de su entendimiento, sino que son ecos de Allah.
Los sufíes saben que
la herencia viene de una filiación.
Por ello se adhieren al Rasûl (s.a.s.) y siguen sus pasos hasta casi
‘confundirse con él’, hasta casi ‘ser él’ y participar de su
centralidad y su autoridad, del verdadero califato. El amor de los sufíes a
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) es lo que los acerca a él, lo que les hace intimar
en su seno. Quien, por tanto, se asienta con firmeza en la Sunna, saborea lo
que fue la experiencia de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) y pasa a desbordarse como
él lo hizo, y con ello se convierte en maestro verdadero, en guía hacia
Allah, en alguien que reúne a la gente y es comunicador del Islam. Eso es Da‘wa.
El Corán enseña que
todo esto es fruto de una virtud a la que se llama Taqwà.
Esta palabra significa sobrecogimiento
ante Allah. Allah sólo acepta y atiende a los muttaqîn,
a los sobrecogidos ante Él. El Corán
dice: “Sobrecogéos ante Allah, y
Allah os enseñará”. Hay, por tanto, una ciencia que deriva de ese
sobrecogimiento. Taqwà es ser
conciente de Allah, y quien intuye a su Señor, quien sabe de Él realmente,
inmediatamente se sobrecoge ante su Inmensidad, que se materializa en una
rendición incondicionada ante la magnitud infinita de Allah. Taqwà te hace ser extraordinariamente sensible e implica una
abdicación, y esa es la puerta por la que entra un saber y una autoridad que
vienen de Allah mismo, de lo insondable, y por ello es eficaz y es penetrante.
Ésa es la clave de la verdadera maestría. Allah dice en el Corán: “Hacemos
de ellos imâmes que guían con nuestro imperativo”.
At-Tirmîdzi dijo:
“Los que hablan (de Allah) pertenecen a una de dos categorías. Están los
que lo hacen a partir de papeles que han memorizado e ideas que han recibido
de otros. Las palabras de los que hablan de Allah por estudio, si no ha ido
acompañado de realización, penetran desnudos en los oídos de la gente y
tropiezan con toda suerte de obstáculos puesto que no han salido de corazones
luminosos. Incluso quien sea estricto en el cumplimiento de lo que le ordena
lo que ha estudiado, si no ha purificado su corazón, emite palabras
oscurecidas por las contaminaciones que ensombrecen su corazón: el deseo de
poder, prestigio, su avaricia por el mundo,...Y están los que hablan desde
Allah. Las palabras de estos están revestidas por una fuerza que las hace
rasgar velos. Esa fuerza es la luz de Allah, porque salen de corazones
rebosantes de luz atravesando un pecho brillante. Esas son las palabras
capaces de trasformar al oyente”.
En estos tiempos, el
significado de la palabra Da‘wa
ha degenerado para designar la actividad de cualquiera que hable sobre el
Islam intentando que otro se ‘convierta’ al Islam o vuelva al ‘buen
camino’. Si no ha habido una trasformación en el sujeto que habla,
inevitablemente esa persona invita a todo menos a una reunión con Allah.
Invita a que se admire su poder de convicción, su labia, su seguridad, etc.,
todos menos ‘señalar hacia Allah’. Hay quienes son militantes del Islam,
pero eso no es hacer Da‘wa, sino propaganda. Hay quienes son agentes de grupos o líderes.
Pero no tienen la autorización (idzn)
de Allah. Hay quienes incluso han seguido cursillos de formación en el Da‘wa,
pero el título no se los ha dado Allah, y se limitan a repetir las consignas
que han aprendido. No son herederos de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), sino
militantes o funcionarios.
Se trata de
aberraciones surgidas en medio del desconcierto moderno. Los musulmanes hemos
perdido muchas referencias, y sustituimos el Islam con cosas que vemos por ahí.
La proliferación de ‘misioneros’ musulmanes es significativo. Recuperar
el Islam exige de una seriedad infinitamente mayor.
Algo distinto es la comunicación del saber. Cada musulmán debe trasmitir lo que conoce del Islam, por poco que sea. Se trata del primer escalón del Da‘wa. El saber no puede ser retenido ni monopolizado. Ahora bien, tiene sus condiciones, que son la seguridad y la modestia. No se pueden decir tonterías a costa del Islam ni presumir de algo que nos ha sido obsequiado. Ésta es la función de los ‘ulamâ, los conocedores del Islam, que merecen el respeto y la consideración de los musulmanes. Y todos pueden y deben participar de su mérito comunicando aunque sea cosas sencillas, en las que Allah ha depositado un gran bien.