La búsqueda de conocimiento
El Shaij 'Abdu l-Qâdir al-Yilâni (radiallahu 'anhu) entendía que la búsqueda
del conocimiento es una obligación del Dîn, que incumbe a todo musulmán, que
es la cura para los corazones enfermos, porque es el camino más claro hacia el ijlâs, la sinceridad o pureza
de intenciones, el más alto de los hitos del îmân, la apertura hacia
Allah, el más sublime de los grados del yaqín,
la certeza, el más magnífico de los
rangos del Islam, y la más espléndida de las estaciones de aquellos que están
en el camino recto.
Tan bien comprendió esto, que se levantó las mangas y se puso a
trabajar seriamente para adquirir el conocimiento. Así que fue a Bagdad en el año
488 de la Hégira, cuando tenía dieciocho años.
Cuando entraba en Bagdad, se encontró con Al-Jidr (as), quien le previno
de entrar en la ciudad, y le dijo: "He recibido instrucciones de no
permitirte entrar durante los próximos siete años". Pero el deseo de
conocimiento era tanto que no regresó a Yilân, y estuvo durante siete años en
el lecho del río Tigris, comiendo vegetales, hasta tal punto que su cuello
adquirió un tono verdoso. Más tarde, despertó una noche y oyó una voz que
dijo: "¡Oh 'Abdu l-Qâdir! ¡Entra en Bagdad!".
Cuando Sheij 'Abdu l-Qâdir (ra) entró en la ciudad, no perdió tiempo
en aprender las raíces y las ramas del Islam. Buscó a los shuyuj más
destacados, los luceros de la guía recta, los sabios de la Umma. Se embarcó en
el estudio del Fiqh, después de recitar tanto el Corán que éste se volvió
familiar para él. Estudió tanto el sentido literal como el interior de la
Shari'a. Aprendió su madhhab, así como las áreas de diferencia entre los
sabios, y dominó tanto las raíces como las ramas del Islam.
Una vez el Sheij Muwaffaq ibn Qudâma dijo: "Entramos
en Bagdad en el año 561 de la Hégira, y vimos que el sabio más destacado era
Sheij 'Abdu l-Qâdir (ra), en el terreno del conocimiento y la práctica del
Islam, la espiritualidad y la consulta del Fiqh, hasta tal punto que ningún
buscador de conocimiento acudía a otro sabio. Esto se debía a su dominio de un
amplio abanico de ciencias, su paciencia incansable con los estudiantes serios,
y la profundidad del sentimiento en su corazón. Fue la fuente de la satisfacción
completa, y Allah hizo de él un receptáculo de bellas cualidades y estados
espirituales. Nunca he oído de nadie como él.
Una vez al-Hafid Abû l-'Abbâs ibn Ahmad al-Bandaniÿi presenció una clase del Sheij 'Abdu l-Qâdir al-Yilâni (ra), junto con el Sheij Yamal ad-Dîn ibn al-Yauçi. El muqri, recitador del Corán, recitó una âya, y el Sheij (ra) discutió su tafsir, posible interpretación, y al-Hafid Abû l-'Abbâs dijo al Sheij Yamal ad-Dîn: ¿Estás familiarizado con esta interpretación particular?. Su respuesta fue que sí. Entonces el Sheij 'Abdu l-Qâdir (ra) mencionó otra interpretación. Interpelado otra vez, el Sheij Yamal ad-Dîn dijo conocer esa interpretació. Luego de escuchar once interpretaciones distintas, el Sheij Yamal ad-Dîn afirmó conocerlas todas.
Pero
el Sheij 'Abdu l-Qâdir (ra) siguió dando interpretaciones distintas, hasta
llegar a cuarenta, éstas ya desconocidas para el Sheij Yamal ad-Dîn.
"Sólo
a Allah nos sometemos. A Tí pedimos ayuda. Muéstranos el camino recto, el
Camino de aquellos a los que has agraciado, no el de aquellos que merecen Tu Ira
ni de los descarriados"
(Sûra
al-Fâtiha, 5-7)
Texto
extraído de: www.dawateislami.net
Autor:
Rashad
Traducción: Omar al-Yirundí