EL
IMAM AHMAD AR-RIDA,
RENOVADOR
DEL ISLAM DEL SIGLO XIV H.
'Omar
al-Yirundí
Bismillahi
r-Rahmâni r-Rahîm
As
salâtu wa s-Salam 'ala Rasûlullah wa Alihi wa Sahbihi aÿma'in
En nuestros escritos y traducciones publicados en esta web, acostumbramos
a presentar obras y trabajos de sabios musulmanes poco conocidos por el público
hispanohablante, especialmente de India y Pakistán.
La razón de ello es acercar la impresionante sabiduría vertida en
lengua urdú, una de las principales lenguas islámicas en la actualidad, y que
pocas veces halla resonancia en los medios musulmanes de cultura árabe.
Otra de las razones es que se tratan de reflexiones, pensamientos y
trabajos relativamente actuales, entre los siglos XIX y el XXI d.C., que continúan
la línea trazada por los sabios reconocidos de Ahl as-Sunna wa l-Yama'a como el
Imam as-Suyuti, el Imam al-Ghaççali, Ibn Ata'illah etc. en un panorama
intelectual islámico empobrecido por el wahhâbismo y diferentes formas de -ismos
dogmáticos producto de la crisis en la que vive la Umma y el mundo entero en el
último siglo.
El tercer motivo es que el hondo pensamiento sufí, moribundo en tantas
partes del mundo, sigue vivo en esa zona.
Todos estos motivos conducen a presentaros a la persona considerada por
los muchos sabios musulmanes como el
muÿáddid o renovador del Islam del
siglo XIV de la Hégira: el Imam Ahmad ar-Rida, conocido como A'la
Hazrat.
Después de la venida del Profeta Muhammad (saws), el Último de los Enviados de Allah, ningún profeta volverá a traer la Palabra de Allah al género humano. Pero después de Rasûlullâh (saws), los musulmanes iniciaron un proceso en el cual aparecieron los signos del declive de determinadas enseñanzas del Islam. Allah no nos deja solos, sin una persona que nos oriente: cíclicamente manda un muÿáddid, renovador del Islam para que los musulmanes se dirijan directamente al Camino trazado por el Corán y la Sunna sin perderse en pequeñeces o abandonar partes del Dîn, sin establecer un orden correcto de prioridades o dejarse engullir por las cosas de la Dûnya. Este sistema prevalecerá hasta el Último Día. Un muÿaddid es el medio que utiliza Allah para que se transmita la báraka y la luz del Profeta Muhammad (saws) a la gente de su tiempo.
Los muÿaddidín (pl. de muÿáddid)
son sabios profundos pertenecientes a la Gente de la Sunna y la Comunidad.
Transmiten el verdadero significado de las enseñanzas del Corán y la Sunna.
Rasûlullah (saws) los alabó y nos dijo que vendrían para servir a la Umma: "A
final de cada siglo Allah mandará a su Umma una persona que renovará su Dîn"
(Hadiz transmitido por Abû Da'ud y Abû Huraira). Este hadiz no hay que
entenderlo de manera que se refiera a una única persona. 'Allama Mulla 'Ali al-Qari,
un gran exégeta del hadiz, aclara:
"De estas palabras no se entiende una persona sola, sino que implica a un
grupo, en el cual cada uno de sus miembros renueva una de las ramas del
conocimiento".
Y otro hadiz nos dice: "Los
sabios de mi Umma son como los profetas de Banû Isra'il". Renovar el Dîn es revivificar aquellas enseñanzas del Corán y de
la Sunna que han desaparecido y tomar decisiones según el Corán y la Sunna.
Para hacer esto hay que ser un 'alim,
un sabio, el rango espiritual de los
cuales es comparado por Sidnâ Muhammad (saws) a los Profetas de Banû
Isra'il (as), que advirtieron y guiaron a su pueblo cada vez que se desviaban
del Dîn que habían recibido.
Muchos 'ulamá, sabios sabios del Islam consideran como muÿaddidín a:
Siglo I H.:
Sidnâ 'Omar ibn 'Abdu l-'Aziz
Siglo II H.:
Imam al-Hasan al-Basrî
Imam ibn al-Hasan ash-Shaibanî
Imam Málek ibn Anas
Imam 'Abdullah ibn Idrís ash-Shafi'i
Siglo III H.:
Imam Abû l-Hasan ibn
'Omar
Imam Ahmad ibn Hánbal
Siglo IV H.:
Imam at-Tahtâwî
Imam Isma'il ibn Hammad
Imam Abû Ya'far ibn Yarir
Imam Abû Hâtim ar-Radi
Siglo V H.:
Imam Abû Na'im al-Isfahanî
Imam Abû l-Husein Ahmad
ibn Muhammad Abi Bakri l-Qâdir
Imam al-Husein ar-Râghib
Imam Muhammad al-Ghaççali
Siglo VI H.:
Imam Abû l-Fadhl 'Omar ar-Râdi
'Allama al-Imam 'Omar Nasfi
Imam Qâdi Fajru d-Dîn al-Hasan
Mansur
Imam Abû Muhammad al-Husein
ibn Mas'ud Fara'a
Siglo VII H.:
'Allama al-Imam Yamalu d-Dîn
Muhammad ibn Ifriqi al-Misrî
Imam ash-Sheij Shahbuddín
ash-Shohrawardî
Juaÿa Mohiu d-Dîn
ach-Chishtî al-Aÿmerî
Imam al-Hassa 'Iççu
d-Dîn 'Ali ibn Muhammad ibn Azir
Imam ash-Sheiju l-Akbar Mohiu
d-Dîn ibn al-'Arabî
Siglo VIII H.:
Imam Tâÿu d-Dîn Ibn
Atai'llah al-Iskandarî
Juaÿa Niçamu d-Dîn Awliyá
Imam 'Omar ibn Mas'ud at-Taftaçânî
Siglo IX H.:
Imam Yalalu d-Dîn as-Suyutî
Imam Nuru d-Dîn al-Misrî
Imam Muhammad al-Karmanî
Imam Shamsu d-Dîn Abû l-Jeir
as-Sajawî
'Allama al-Imam as-Seyyed 'Alî
al-Yarmani
Siglo X H.:
Imam Abû Bakr al-Qastalâni
Imam Muhammad ash-Sharbinî
Imam ash-Sheij Muhammad
Tâhir Muháddiz
Siglo XI H.:
Imam 'Alî al-Qârî
Imam ash-Sheij Ahmad
as-Sirhindî
Sultan al-'Arifîn Muhammad
Bahu
Siglo XII H.:
Imam Abû l-Hasan as-Sindhî
Imam 'Abdu l-Ghanî an-Nabulusî
Sheij Ahmad Yiwân
Siglo XIII H.:
Imam 'Abdu l-'Ali al-Laknowî
Imam ash-Sheij Ahmad
as-Sâdî
'Allama al-Imam Ahmad
at-Tahtâwî
'Allama 'Abdu l-'Açiç ad-Dahlawî
Siglo XIV H.:
Imam Ahmad ar-Rida
Sidnâ Rasûlullâh (saws) explicó las características de los muÿaddidín.
Dijo que seguirían el camino de sus Compañeros (r.a.). Su función no es
cambiar las enseñanzas del Islam, no es añadir nada nuevo al Islam, sino enseñar
correctamente el Mensaje de Allah y la Sunna de Su Mensajero (saws). Es separar
la Sunna de la Bid'a.
Esta es una de las bendiciones especiales que Allahu Ta'ala concedió a la Umma de Sidnâ Muhammad (saws).
Situación
de los musulmanes en la India del siglo XIV H.
La situación general de los musulmanes del subcontinente indio (los
actuales India, Pakistán y Bangla Desh) estaba muy mal a finales del siglo XIII
y principios del siglo XIV de la Hégira (siglos XIX-XX d.C.).Circulaban todo
tipo de ideas, teorías y pensamientos nuevos, algunos de los cuales
decididamente apartados del Islam. Mucha gente iletrada daba crédito a las
nociones más absurdas.
Señales de la crisis fueron las nuevas sectas salidas del Islam, como
los ahmadíes, los movimientos que reinterpretaban el Islam y la Sunna
con poco conocimiento, prescindiendo de las enseñanzas de los maestros
tradicionales como el wahhâbismo, los ataques al Corán, al Hadiz, prácticas
extravagantes de algunos falsos sufíes; algunos pretendidos "sabios"
musulmanes eran agentes británicos, otros, se adhirieron fervientemente al
nacionalismo indio que intentaba homogeneizar a la población del subcontinente:
muchos musulmanes dejaron de comer carne de vaca para no molestar a los hindúes,
el gorro y el turbante musulmán fue cambiado por el turbante hindú; el
movimiento insurrecto de la Jilafa y el de la No Cooperación arruinó a muchos
hogares musulmanes; batallones musulmanes fueron enviados durante la Primera
Guerra Mundial a luchar en Oriente Medio contra sus hermanos turcos y árabes a
cambio de unas promesas de independencia que no se cumplieron.
Los musulmanes del subcontinente pasaban por uno de los momentos más
bajos de su historia. La presencia del Islam en esa parte del mundo, que se
remontaba al siglo VIII d.C. (el Sindh y una parte del Punjab fueron parte del
califato omeya), y que logró unificar políticamente la inmensa área geográfica
y las heterogéneas poblaciones musulmanas, hindúes, cristianas y budistas con
Estados nominalmente musulmanes, se veía ahora desorientada doblemente por la
colonización británica y el dinamismo de las castas dirigentes hindúes. Los
musulmanes se quedaron trabajando el campo, en la industria incipiente, y el
comercio, las más de las veces para los terratenientes y magnates hindúes; o
en la Administración colonial, para los amos británicos. Pasaron a ser una
especie de casta subordinada.
Cultural e intelectualmente, muchos musulmanes cultivados tendieron a
asimilarse en el hinduismo o la cultura británica, abandonando el campo de las
ciencias islámicas.
Tal situación exigía un muÿáddid para revivificar el Dîn en esa
parte de la Umma. Y llegó el muÿáddid que necesitaban los musulmanes indios
gracias a la Infinita Misericordia de Allah.
Datos
biográficos
El Imam Ahmad ar-Rida Khan nació el lunes 10 de Shawwal de
1272 H., el 14 de junio de 1856 d.C., en la ciudad de Bareilly, en la actual
India.
Era hijo y nieto de sabios musulmanes por vía paterna. Su abuelo inició
la tradició sufí en la familia. Luchó con el general Bajt Jan contra la
invasión británica y estudió ciencias islámicas. Su padre fue un sabio que
escribió muchas obras (más de cincuenta), y se cuenta entre los sabios
musulmanes más importantes del subcontinente indio.
Empezó estudiando el Corán y el Hadiz desde su tierna infancia.
Sorprendió a todo el mundo por su precocidad y su rápida asimilación de todo
cuanto se le enseñaba. Su padre pasó a dirigir sus estudios. Después tuvo
cinco maestros más, todos de gran renombre en su época y lugar.
Algunos
rasgos destacados del Imam Ahmad ar-Rida
El Imam Ahmad ar-Rida estudió y cultivó muchas ramas de
la ciencia. Escribió aproximadamente unas 350 obras.
Interpretó el Corán en lengua urdú, para que los musulmanes indios
pudieran comprender los significados del Corán; escribió un Tafsir del Corán
que no pudo completar: sólo el comentario a la Sûra ad-Doha tiene 600 páginas;
los sabios del Hadiz de Meca y Medina le llamaban "Imam al-Muhaddizín"
por su gran sabiduría en este campo; fue indiscutido como maestro de Fiqh.n Los
jueces islámicos de las cortes indias a menudo consultaban sus fatwas cuando
tenían dudas acerca de casos particulares, sus fatwas en árabe eran estudiadas
en Arabia. Hoy en día sus fawas son usadas en los tribunales islámicos de
India y Pakistán. Estudió Física, Astronomía, Ciencias Políticas, Economía,
Química, Botánica, Medicina, Biología, etc., hasta completar un total de
cincuenta ramas del saber.
Su punto de vista era que ninguna ciencia o tecnología podía estar
ausente del saber islámico. Insistió en que en cada libro tenía que haber una
mención del Nombre de Allah para que el ser humano fuera consciente de su
condición de siervo de Allah. A pesar de estudiar tantas disciplinas científicas,
tradicionales y modernas, nunca se olvidó de Allah.
Dio numerosos discursos, atendió personalmente a millares de personas, escribió grandes volúmenes, obras de divulgación, dictó fatwas, sin percibir ninguna compensación económica por ello. Todo lo que hacía o decía era por Allah.
Entendía que los seres humanos viven gracias al amor y la pasión. El profundo amor que tenía por Allah le hizo amar a Su Amado, Sidnâ Muhammad (saws), y quiso que el amor por Habibullah (saws) fuera un elemento fundamental en la vida espiritual de los musulmanes, en un momento en que empezaban a circular teorías que rebajaban o desdeñaban al Profeta Muhammad (saws) en cuanto hombre perfecto y Rasûl, teorías que desgraciadamente han continuado vivas hasta nuestros días. Para él, la muerte del amor por el Profeta (saws) entre los musulmanes equivale a la muerte de la Umma islámica.
Así que inició un movimiento para reavivar el amor por Sidnâ Muhammad
(saws) entre los musulmanes. El secreto del triunfo material y espiritual de los
Sahâba (r.a.) fue, según el Imam, el amor y la obediencia a Sidnâ Rasûlullah
(saws), que pudieron asimilar su conocimiento gracias al amor.
Todas las ciencias y disciplinas se encuentran en el Corán. El Profeta Muhammad (saws) fue el receptáculo del Corán, razón por la cuál el conocimiento, del gháib, lo oculto, el pasado y el presente se encarnan en él (saws). Esta es la característica más destacada de los Profetas (as) según el Imam Ahmad (r.a.).
El eje de su pensamiento es la Shari'a, el
Camino o la Ley del Islam. No se comprometía con las personas, sino con la
Shari'a. Para él, el rasgo más destacado del ser humano es su raciocinio. Si
su forma de pensar es correcta o positiva, disfruta de la vida, la sociedad
prospera y la política sigue el camino adecuado. Si su pensamiento es
incorrecto o negativo, todo se confunde. El pensamiento desorientado y el corazón
seco son causa de desastres en el mundo. El Profeta Muhammad (saws) no
levantó industrias para el desarrollo económico, ni elaboró grandes teorías
políticas, sino que cambió los corazones de la gente. Transformó los
corazones mediante el amor por Allah. Los salvajes se convirtieron en
civilizados, los pastores en gobernantes, las tribus enfrentadas en sangrientas
luchas en hermanos. Los factores decisivos en este cambio fueron el corazón y
el pensamiento. Para levantar de nuevo la Umma había que cambiar el corazón y
el pensamiento de los musulmanes para adaptarlos a la Shari'a.
En esa época, los wahhâbíes en Arabia declararon a muchos musulmanes kuffar,
es decir, fuera del Islam, por pertenecer a determinadas escuelas de
pensamiento islámico. Miles de musulmanes pobres y sencillos fueron asesinados,
sus propiedades robadas, sus mujeres violadas. Algunos falsos 'ulamá,
sabios, incitaron a los musulmanes a esta fitna, disensión interna,
que alcanzó también la India.
El Imam Ahmad ar-Rida vivía entre las masas pobres y sencillas. Consideró que la destrucción y la fitna empezaban por los sabios. Por ello había que mostrarles el camino recto y reformar sus pensamientos. Tuvo mucho cuidado por este motivo cuando emitió fatwas en contra de tal o cual idea para que no se transformaran en campañas entre seguidores de distintos 'ulamá.
Estos enfrentamientos fueron utilizados por la esfera política. Muchas
veces lo político ha utilizado a lo espiritual para conseguir sus objetivos. El
Imam Ahmad ar-Rida, consciente de esta trampa, chocó numerosas
veces con las fuerzas seculares, porque no quiso nunca subordinar lo espiritual
a lo político. Es uno de los más preeminentes 'ulamá contemporáneos que luchó
por este objetivo.
Sidi Ahmad ar-Rida no era enemigo de los no musulmanes.
Simplemente quiso que el Islam y el Hinduismo se mantuvieran intactos en esferas
separadas. Quiso poner en práctica el trato para los no musulmanes prescrito en
el Islam. No podía tolerar que la supremacía del Islam se subordinara a lo político.
Pensaba que era de locos sacrificar el Islam por objetivos políticos. Por eso,
cuando algunos musulmanes fuero hechizados por la política, ignoraron la
Shari'a y se aliaron con los hindúes, para construir un movimiento de liberación
nacional en el cual estaban ausentes los valores islámicos, lo que causó los
enfrentamientos entre hindúes y musulmanes posteriores. Se opuso vigorosamente
a tal alianza, postura que mantuvo con firmeza después de evaluar
cuidadosamente los pros y los contras de tal opción.
El movimiento de la Jilafa, la No Cooperación y otros posteriores que se estaban generando fueron analizados por el Imam. Vio qué se escondía tras de ellos, y su análisis se confirmaría años después. Advirtió a los musulmanes de los peligros que veía en estos movimientos, pero desgraciadamente cuando se dieron cuenta de la verdad que escondía su punto de vista, el odio y la destrucción habían provocado mucho daño.
El movimiento de la Jilafa era puramente islámico en sus inicios. Al
participar los hindúes en ellos, Sidi Ahmad ar-Rida dijo que había
dejado de ser islámico. Se transformó en el movimiento Suraÿ, que buscó la
hegemonía hindú. Ahora todo el mundo coincide en su valoración.
Cuando Sidi Ahmad ar-Rida Khan era partidario de la teoría de las dos naciones, una para los hindúes y otra para los musulmanes, Muhammad 'Alí Jinnah y Muhammad Iqbal (considerados los padres de Pakistán) todavía creían en una India unida. Después de numerosas experiencias, ambos líderes adoptaron la teoría de las dos naciones. Y fundaron Pakistán.
Los partidarios de la India unida intentaron difamar al Imam. Llegaron a
decir que era un agente británico. La historia ha confirmado que eso no era
cierto. Estaba en contra de la colonización británica, su gobierno, su
civilización, su cultura, sus tribunales, su lengua. En resumen, contra toda
presencia británica en India. Su persona y hogar estaban organizados siguiendo
el patrón islámico. En cambio, las casas de sus oponentes seguían el estándar
británico, así como su educación, pensamiento y apariencia pública.
¿Cómo podía ser pro-británico Sidi Ahmad ar-Rida cuando los británicos lucharon contra Ahl as-Sunna? Uno de los ejes de la política británica fue ayudar a las escuelas islámicas contrarias a Ahl as-Sunna para dividir a los musulmanes. Antes de la guerra de la independencia en 1857, los centros educativos de Ahl as-Sunna vivía una época floreciente en India, pero después de la ocupación, empezaron a decaer. Los británicos fundaron escuelas indígenas para contrarrestar los efectos de la educación islámica.
Ningún movimiento islámico se opuso tanto al gobierno británico de
India como el de Maulana Ahmad ar-Rida y sus seguidores. De la
misma manera que Gandhi fue el promotor de la nación hindú, Sidi Ahmad
ar-Rida fue el promotor de la nación musulmana. No tuvo en cuenta ni su
vida ni su honor para defender los derechos de la minoría musulmana en India.
La mayoría no era sincera en sus declaraciones sobre sus planes para la minoría.
En tal estado de cosas, había que movilizar a la minoría. Esta movilización
tenía que conducir a la idea de la separación. Hasta que los musulmanes no se
sintieron inseguros en India no se dieron cuenta de ello.
La evolución histórica de la Unión India y la República Islámica de
Pakistán han confirmado este diagnóstico: mientras que los musulmanes han sido
capaces de asegurar los derechos de sus minorías religiosas, a pesar del estado
actual de Pakistán, de los enfrentamientos internos que existen en su interior,
y de la ocupación india de Cachemira, los hindúes indios han seguido
persiguiendo a la minoría musulmana.
La piedra angular de la nación tenía que ser el Dîn. La desislamización
conduce a la brutalidad y la tiranía. Cuanto más los musulmanes conozcan y
valoren su Dîn, más prosperarán en este mundo y en el otro. Cuanto más se
alejen de él, más se hundirán en la decadencia, sostenía el Imam.
Este punto de vista no hay que confundirlo con ninguna especie de
chauvismo, exclusivismo, estrechez de miras o fanatismo sectario. Ahmad
ar-Rida percibió que los musulmanes sufrían un complejo
de inferioridad ante los logros materiales de la cultura moderna de
Occidente y la política de la mayoría hindú. Este complejo se traducía en
una imitación acrítica de lo
considerado como superior a expensas
del propio Dîn, las costumbres y cultura musulmanas. Desgraciadamente tenemos
que decir que este complejo de
inferioridad y esta idealización de un Occidente capitalista donde imperan
el progreso, la libertad, los avances técnicos y las comodidades materiales es
compartido acríticamente por miles de musulmanes en nuestros días, espoleado
nuevamente tras la crisis de los regímenes nacidos de los movimientos de
liberación nacional de los años 1945-1970, los socialismos y comunismos
diversos, y la dependencia que tienen los países de la periferia capitalista
con respecto al centro.
Para superar este complejo de
inferioridad propuso construir la identidad
musulmana sobre los pilares de los ideales islámicos de comportamiento,
centrados en la construcción de una personalidad cuyo fundamento fuera la
manera de sentir, pensar y actuar del Profeta Muhammad (saws). En vez de
sentirse atraído por la lengua del colonialismo, cultivó la lengua vehicular
de los musulmanes del continente, el urdú, y la lengua vehicular de los
musulmanes de todo el mundo, el árabe clásico o fus-ha.
Todas las manifestaciones culturales de los musulmanes tenían que estar
conformes con el Islam.
Su campo de acción no se limitó a las ciencias islámicas. Estudió
también ciencias puras y astronomía. Contradijo las teorías de astrónomos
norteamericanos que advirtieron de grandes tormentas y terremotos para diciembre
de 1919 en Estados Unidos, demostrando que sus cálculos eran más exactos. Sidi
Ahmad ar-Rida analizó también numerosas obras de Newton y
Einstein y les encontró puntos débiles. Escribió muchas obras divulgativas
sobre temas de ciencia moderna en árabe, urdú y persa, que gozan de
popularidad, y llevó a cabo experimentos científicos. Contrastó las ciencias
modernas con el Corán, justo al revés de lo que hicieron muchos intelectuales
musulmanes: su punto de referencia era el Corán, el Libro de la Guía y la
Sabiduría. Las teorías científicas que no estén de acuerdo con las enseñanzas
contenidas el mismo, son descartadas, y las que se le ajustan, son aceptadas.
Este punto de vista no es emocional, sino racional: las injunciones coránicas
son axiomáticas, eternas. La ciencia se halla abierta a la especulación, y por
lo tanto al cambio. En consecuencia, lo invariable debe pivotar alrededor de lo
variable y no a la inversa. Lo que se basa en la especulación racional nunca
puede ser la respuesta última a nada, mientras que la Verdad inmutable si lo
es.
Mawlâna Ahmad ar-Rida cultivó también la poesía y la
filosofía. Su carácter polifacético es sorprendente: escribió grandes obras
poéticas, como Hadaiq-e-Bajshish,
tratados de filosofía antigua, como Al-Kalima
al-Mulhama, o moderna, como Fause
Mubîn, manuales de Fiqh hanafí, como Al-Fatawa
ar-Radawiyya, libros matemáticos, etc.
Cultivó su lengua materna, el urdú, contándose entre sus grandes
literatos. Sus casidas se estudian actualmente en las universidades y forman
parte del currículo obligatorio de los estudiantes de literatura urdú. Este es
un gran mérito de Sidi Ahmad ar-Rida, pero no es raro dado que el
urdú, como hemos dicho, era su lengua propia. Pero destacó también en la
prosa y la poesía árabes y persas. Dicen los hadices de Sidnâ Rasûlullah (saws),
que si una persona actúa con sinceridad, florece la sabiduría en su corazón.
La sinceridad de intenciones del Imam le convirtió en depositario de las
ciencias.
Los musulmanes del subcontinente indio habían utilizado desde siempre el
árabe y el persa como lenguas de expresión cultural. Después de la Guerra de
la Independencia de 1857, ambas lenguas fueron marginadas. La publicación de
obras en las mismas era anecdótica. En 1868, Sidi Ahmad ar-Rida
empieza a escribir en ambas lenguas. Al final de su vida, había escrito más de
200 obras en árabe y persa.
Fundó una madrasa llamada Mançar-e-Islam.
En ella enseñó directamente a muchos estudiantes. Los gastos de estos últimos
iban a cargo de Mawlâna. Mançar-e-Islam
era una institución para la difusión del saber islámico, donde acudieron
varios 'ulamá de Rusia, Arabia, de todas las partes remotas de India y Pakistán
para estudiar. Durante su estancia en Meca y Medina fue convocado por 'ulamá
locales, que le hicieron determinadas preguntas. Les contestó y quedaron
sorprendidos por su sabiduría.
A'la Hazrat (r.a.) condenó los préstamos que pedían los gobiernos.
Pedir préstamos niega a los solicitantes la confianza en ellos mismos y el amor
propio. Sus potencialidades se ven limitadas. Recordando el hadiz que dice: "la
mano que da es mejor que la que recibe", propuso algo tan de actualidad
en nuestros días como evitar que los gobiernos se endeuden. Gran parte de los
musulmanes indios estaban endeudados con los hindúes, y se veían ahogados con
el pago de intereses. Sus propiedades y tierras eran a menudo embargadas por
falta de pago. Condenó esta práctica a la vez que propuso alternativas económicas
viables para los musulmanes indios.
Sidi Ahmad ar-Rida estaba en contra de la exportación de
materias primas de los países musulmanes a precios de saldo para después
importar los productos manufacturados a partir de esas materias primas a precios
astronómicos. Un país exporta mineral de hierro. Una tonelada de ese mineral
es relativamente barata. Cuando ese mineral se transforma en otro producto y es
importado por el mismo país, se vende a precio de oro. Por esta razón sostenía
que hay que crear industrias manufactureras en los países para exportar la
manufactura y no la materia prima. Es decir, era favorable a una industrialización
que no creara dependencia de los países del centro capitalista.
Asimismo, estaba a favor del equilibrio de la balanza de pagos. La
estabilidad política de un país depende de su estabilidad económica. Si el
gobierno gasta más de lo que ingresa, ese país cae en la ruina. Esta norma básica
de la economía ha sido olvidada por decenas de gobiernos que a partir de la década
de los años 1980 tuvieron que empezar a pedir préstamos al Banco Mundial o al
FMI, y fue la causa del hundimiento de numerosos países del bloque socialista.
Esta línea no vale solo para los gobiernos: a nivel individual, muchos
musulmanes, víctimas de lo que ahora llamamos el consumismo o de la ostentación,
gastan por encima de sus posibilidades y rompen el equilibrio de sus economías
familiares. Un pobre que sea sincero y sencillo merece el respeto de la gente,
mientras que un pobre que viva por encima de sus posibilidades deja de serlo.
La Shari'a ha prohibido la prodigalidad en el gasto. El Islam dice que
los derrochadores son los hermanos del Shaytán. Esta advertencia, que Sidi Ahmad
ar-Rida hizo a los musulmanes de su lugar y época es de gran actualidad.
No solamente llamó la atención sobre este punto, sino que además lo puso en
práctica en su vida privada. Todo lo que tenía lo gastó en los necesitados o
en asuntos relacionados con el Islam. Siempre tuvo mucho cuidado con el dinero,
que llegaba vía donaciones voluntarias que le hacían o por suscripción pública.
Si le daban dinero voluntariamente, lo aceptaba, porque Sidnâ Rasûlullâh (saws)
así lo hacía. Si le daban dinero como pago por sus servicios, lo rechazaba. El
dinero que percibía por este lado nunca lo gastaba para él y su familia. Lo
mismo ocurría con las donaciones que llegaban a la Madrasa Mançar-e-Islam. Cuando la gestión de ese centro se hizo
muy cargante a causa del número de discípulos y del dinero recibido, dejó al
cargo de los asuntos financieros a su hijo Hamid ar-Rida Khan, persona
de gran taqwa que sería también un walí.
En los movimientos políticos, el exceso de dinero es impropio. Cuando se recogían millares de donaciones y suscripciones para el Movimiento de la Jilafa, señaló que el dinero se gastaba inapropiadamente, que los hindúes controlaban esos fondos. Las advertencias de Sidi Ahmad ar-Rida se confirmarían. El Congreso Nacional Indio se apropió de parte de los fondos del Movimiento de la Jilafa.
Los enemigos de Sidi Ahmad ar-Rida le atribuyen el haber
creado disensiones entre los musulmanes, lo cual no es cierto. Las disensiones
las crearon los colonialistas británicos: dieron pábulo a toda una serie de
personajes y personajillos que, a partir de la colonización británica, se
dedicaron a criticar la personalidad del Profeta Muhammad (saws), a
escribir comentarios del Corán que ponían en duda algunas formulaciones
de la 'aqîda (la cosmovisión
islámica) que había sido objeto de consenso (iÿma')
entre los 'ulama, y a atacar el tasáwwuf. Ahmad ar-Rida no hizo
nada más que responder a estas teorías y exponer la enseñanza de Ahl as Sunna
wal Yama'a tal como había sido transmitida por los grandes sabios y awliyá, en
una cadena de transmisión que se remonta a las primeras generaciones de
musulmanes y termina en Sidnâ Rasûlullâh (saws).
El Imperio Británico percibió que el secreto de la fortaleza del Islam
residía en la vinculación de los musulmanes con el Corán y la Sunna y el amor
al Profeta (saws). Así que su tarea consistía en minar ambos pilares.
Promovieron a determinados "sabios" que emitieron fatwas que
condenaban a todos los sabios tradicionales como gente de bid'a, y que proponían
una nueva visión del Islam, más acorde con los intereses de la potencia
colonial. Esta afirmación que hacemos aquí es fácilmente comprobable
observando los sucesos históricos: los movimientos de la salafiyya
y la wahhâbiyya surgen cuando empieza
el colonialismo sobre los países musulmanes, y su primer objetivo no es atacar
la dependencia de las economías musulmanas en el marco del capitalismo, la
destrucción de las sociedades tradicionales musulmanas (desruralización,
cambio en las jerarquías sociales, articulación del territorio entorno a los
centros de poder de la administración colonial) o el surgimiento de
nacionalismos estatalistas, sino el tasáwwuf, las escuelas de Fiqh y la 'aqîda
de Ahl as-Sunna. Curiosamente, sobre lo primero estos movimientos reformistas no
se han pronunciado nunca o muy marginalmente, mientras que su ataque al tasáwwuf
y a Ahl as-Sunna ha sido una constante.
Sidi Ahmad ar-Rida no hizo más que recordar la visión del
Corán y la Sunna del consenso de los sabios. Cualquiera de sus afirmaciones se
apoya en el Corán y la Sunna. No inventa nada. Se opone a la desunión: todos
los grupos y grupitos nuevos de musulmanes emergen a partir de la disolución de
la escuela de Ahl as-Sunna. A veces algunos llaman a su enseñanza bareillwiyya, pero en realidad no es más que el Islam de Ahl
as-Sunna wa l-Yama'a, las Gentes de la
Sunna y la Comunidad.
Es inadmisible que los modernistas, ya se llamen salafíes, wahhâbíes o como quieran pretendan haber comprendido bien el Islam, mientras que las generaciones anteriores no lo comprendieron. Sabemos por el hadiz que la mejor de las generaciones de musulmanes es la primera, y después la segunda, y así sucesivamente. La noción histórica de los musulmanes no es la progresión lineal, como en los evolucionistas darwinianos, sino una visión cerca-lejos: cuánto más nos acercamos al Islam madiní, el del Rasûl al-Akram (saws) y los Sahaba (r.a.) más cerca estamos de haberlo comprendido. Cuánto más nos alejamos de él, por interpretaciones libres del Mensaje coránico o mediatizados por concepciones extrañas al espíritu de la época, menos somos capaces de comprender nuestro Dîn. Las cosas están dentro o fuera del Islam. Nunca son adelantadas o atrasadas, corrompidas por la historia o puras por la historia.
La gran mayoría de los musulmanes sencillos y pobres del subcontinente
siguieron los pasos de Sidi Ahmad ar-Rida. Sidnâ Rasûlullah (saws)
dijo: "He visto el Yanna, y he
encontrado en él a una mayoría de gentes sencillas y pobres. Buscad el Islam
entre los pobres y los necesitados". ¿Por qué? Los pobres y los
sencillos no sacan provecho del Islam, no explotan a nadie ni a nada en su
nombre, no tiranizan a nadie en nombre del Dîn, no obtienen ningún honor
social ni poder político escudándose en las apariencias del Islam. Simplemente
viven el Islam. Y este es nuestro objetivo: vivir el Islam dejando a parte las consideraciones de la riqueza, de
poder político, de la ostentación, honores o reconocimiento. El más sencillo
de los musulmanes fue el más grande de ellos: Sidnâ Muhammad Rasûlullah
(saws). Que Allah nos haga ser como él.
Un
gran sufí
En 1294 H., a la edad de 22 años, Ahmad ar-Rida se
convierte en discípulo del Imam al-Asfiya Sha al-Mahrarwî, a quien prestó la baya'a,
el juramento de fidelidad, y quien le vinculó a las principales sílsilas
que poseía, así como le dio la iÿaça,
el permiso para transmitir la tarîqa
y tener discípulos.
Sidi Ahmad ar-Rida sentía un inmenso amor por su múrshid, guía, sheij,
y por los miembros de su familia. También extendió su amor a todos aquellos
que tenían contacto con él y le respetaban. Cuando llegaba a la ciudad donde
vivía su múrshid, Mahera, se descalzaba en la estación e iba hasta su casa
descalzo. Cuando alguien iba hasta su casa en Bareilly para traerle una carta de
Mahera, lo trataba con grandes honores y le servía comida personalmente.
Sidi Ahmad ar-Rida tuvo muchos discípulos y julafá, sucesores
espirituales, treinta y cinco en el sub-continente indio y treinta en otras
partes del mundo.
Sus julafá se han destacado por su sabiduría y su taqwa. Algunos de
ellos son: 'Allama Amÿad 'Alî ar-Ridawî, que escribió los 18 volúmenes del
libro Bahar-e-Shariat, un compendio
de Fiqh hanafí en lengua urdú utilizado como referencia indispensable
en India y Pakistán en nuestros días, fue muy considerado en los círculos de
enseñanza islámica. Murió en 1946; 'Allama Çiadu d-Dîn al-Madinî, que vivía
en Medina al-Munáwwara, donde llegó a principios del siglo XX, y que uno de
los grandes sufíes de esa noble ciudad, y tenía numerosos discípulos en los
países árabes, Suráfrica, India y Pakistán. Murió en 1981; Maulana 'Abdu
l-'Alim as-Siddiqî, un 'alim indio que estudió en universidades islámicas
tradicionales y en universidades modernas, con un gran interés por las lenguas:
hablaba árabe, urdú, persa, inglés, francés, indonesio, malayo y japonés.
En 1951, viajó por el mundo para difundir el Islam, visitando varios países de
América, Europa y Asia. Como resultado, muchos no musulmanes aceptaron el
Islam, entre los cuales se cuentan el prefecto francés de la Isla de Mauricio,
Merwate Tifinch, Mafihl Donawa, un ministro de Trinidad Tobago y F. Genson, un
ministro de Sri Lanka. Fundó numerosas mezquitas y centros educativos islámicos
en todo el mundo, como la Hanafi Masjid
de Colombo (Sri Lanka), la Sultaan Masjid
de Singapur y la Nagarya Masjid de Japón.
Asimismo creó periódicos y revistas musulmanas en diversos países. Debatió
con intelectuales no musulmanes, como por ejemplo con Bernard Shaw en 1935 en
Mombasa. Murió en Medina al-Munáwwara en 1954 y está enterrado en el
cementerio de Yannatu l-Baqi'.
En 1876, a los 20 años de edad, Sidi Ahmad ar-Rida realizó su primer Haÿÿ. Para una persona com él, amante profundo de Rasûlullah (saws), realizar el Haÿÿ y la visita a Rasûlullah (saws) en Medina al-Munáwwara le produjo una honda impresión en su fuero más íntimo.
Un día, después de terminar el Haÿÿ, hizo el salâtu l-mághreb
ante el Maqam Îbrâhîm. Cuando finalizó el salât, el imam shafi'í de Meca,
'Allama al-Husein ibn Sáleh Kamal se acercó a él. Cogiéndole
de la mano, le llevó a su casa. El imam puso su mano sobre la frente de Ahmad
ar-Rida y dijo: "Ciertamente,
veo la Luz de Allahu Ta'ala en esta frente". Sin vacilar, le dio el
permiso para enseñar los Sahih as-Sitta (los libros de hadiz de
al-Bujarî, Múslim, Ibn Maÿa, Abû Da'ud, at-Tirmidzî y Nisa'î). Llamó al
joven Sidi Ahmad Çia'u d-Dín,
Esplendor del Dîn.
También le fue concedido el permiso de enseñar el hadiz por los muftíes
hanafíes de Meca, 'Allama 'Abdu r-Rahmân as-Sirâÿ y el Mufti Ahmad
ad-Dahlân.
Obtuvo asimismo la aprobación de sus fatwas que condenaban a sus
oponentes en India que tenían 'aqîdas desviadas por parte de los 'ulamá de
Meca y Medina, recogida en el libro "Husâmu l-Haramain".
A los 49 años, realizó su segundo Haÿÿ. Otra vez tuvo la oportunidad de reunirse con los 'ulamá más famosos de Meca y Medina, que le expusieron cinco preguntas sobre el 'ilm al-ghayb, el conocimiento de lo no visto que tiene Rasûlullah (saws) y los Awliyá, negado en aquellos días por los 'ulamá wahhâbiés de Meca. En dos días contestó a las cinco preguntas. Detalló las respuestas en un libro de 400 páginas, llamado Al daulatu l-Makkiya bi l-Mâdati l-Ghaybiyya. Los 'ulamá de Meca y Medina quedaron sorprendidos.
Esta vez permaneció mucho rato junto a la tumba de Sidnâ Rasûlullah (saws) recitando el salât 'ala n-nabí con gran veneración. En la segunda vigilia, pudo ver al Profeta Muhammad (saws). Esa noche, en un estado de gran intensidad espiritual escribió unos poemas de alabanza al Profeta (saws) en urdú que son cantados hoy en día por millares de musulmanes.
Una vez Sidi Ahmad ar-Rida fue a la mezquita Raza de Bareilly. Se encontró allí con un maÿdûb, un arrebatado por el amor de Allah, Hadrat Dhoka Sha. El maÿdûb le dijo: "!Oh Ahmad! Veo la presencia de Sidnâ Rasûlullah (saws) sólo en la tierra y no en los cielos". A'la Hadrat le contestó: "La presencia de Sidnâ Muhammad (saws) está en la tierra y en los cielos". El maÿdûb le contestó que no podía ver esto. Ahmad ar-Rida le repicó: "Lo veas o no, está presente".
El maÿdûb, en un estado de exaltación espiritual, dijo: "Lo he vislumbrado". En ese momento, Mawlana Mustafa ar-Rida
Khan, el hijo de Ahmad, que era sólo un niño, jugaba en el techo de la
casa. Cuando Sidi Ahmad ar-Rida llegó a casa, su madre fue a su
encuentro y le dijo: "Tienes algo
mejor que hacer que discutir con los maüddûbin. Tu hijo se ha subido al techo
y se ha caído". Entonces preguntó si su hijo se había lastimado o
no. Cuando supo que no se había hecho nada, dijo: "Estoy preparado para sacrificar a mil Mustafa ar-Rida para
la Rida (satisfacción) de Sidnâ
Rasûlullâh
(saws), porque no voy a permitir ninguna palabra contra la dignidad del Rasûl
al-Akram (saws)".
Al cabo de un rato, el maÿdûb volvió a visitar a Sidi Ahmad ar-Rida, y dijo: "¡Oh Ahmad ar-Rida! Has ganado. Nuestro caso ha sido expuesto ante Sultânu l-Hind Hadrat Juaÿa Gharibu n-Nawâç (un famoso sufí de la India, introductor allí de la sílsila Chishtiyya) y ha dicho que tenías razón. Ahora puedo ver el káram (Generosidad) de Sidnâ Rasûlullâh (saws) hasta en los cielos".
Ha sido recogido que Mawlâna Ni'amu d-Dîn al-Murâdabadi preguntó una vez a Sidi Ahmad ar-Rida porque era tan severo con aquellos que faltaban al respeto a Sidnâ Rasûlullah (saws). A'la Hadrat contestó: "¡Mawlâna! Soy severo con esa gente porque en vez de insultar a Sidnâ Rasûlullâh (saws) podrían insultarme a mí. No tengo ningún interés en las cosas que puedan decir de mí. Como mínimo, mientras estén ocupados en insultarme, dejarán de faltar al respeto a mi amado maestro, Sidnâ Rasûlullâh (saws)".
También dijo: "Si deseáis mi
vida, la sacrificaré. Si deseáis mi hacienda, os la daré. Pero hay una cosa
que no pienso sacrificar, el amor y la reverencia por mi amado Sidnâ Rasûlullah
(saws)".
Sidi Ahmad ar-Rida enseñó a la Umma cómo había que honrar a los descendientes de Sidnâ Muhammad (saws) o Ahl al-Beit, la Gente de la Casa del Profeta (saws). Se cuentan numerosas anécdotas acaecidas a lo largo de toda su vida sobre el respeto mostrado a Ahl al-Beit.
Una vez fue invitado a casa de una persona. En esa época, era costumbre
que los 'ulamá utilizaran los ricksaw,
unos carros tirados por dos porteadores, como medio de transporte. Pidió un rickshaw
y empezó su camino. En un punto, dijo a los porteadores que se detuvieran. Les
preguntó: "¿Quién de vosotros es
un seyyed?" Seyyed es como llaman en urdú a los shorafá
(singular sharîf), los
descendientes del Profeta Muhammad (saws). Al cabo de unos momentos
de vacilación, uno de los porteadores
admitió ser sharîf. Sidi Ahmad ar-Rida cayó a sus pies pidiéndole
perdón. El porteador, sorprendido, dijo que se levantara, que no le tenía que
pedir perdón por nada, que su oficio era ese. Pero Sidi Ahmad ar-Rida
le dijo: "Perdóname, por favor. ¿Qué voy a hacer el Día del Juicio si
Sidnâ Rasûlullah (saws) me pregunta sobre esto, y dice que he desdeñado a su
familia?". El porteador perdonó rápidamente al Imam, pero este, no
contento con ese, le dijo que se sentara en el carro y le llevó a sus hombros
la misma distancia que el sharif lo había llevado a él. Los testigos del
incidente se sorprendieron que el Imam de Ahl as-Sunna wal Yama'a, el 'alim más
importante de su momento y su país, llevara un rickshaw con un porteador sentado en él.
También se sabe que un niño, que era sharif, vivía cerca de él en su
ciudad, Bareilly. El niño jugaba muchas veces cuando Sidi Ahmad ar-Rida
lo podía ver, mientras escribía o estaba ocupado en sus cosas. Cada vez que el
niño pasaba ante la puerta o entraba en su patio para jugar, se levantaba por
respeto a su Ilustre Antepasado (saws), aunque pasara ante su puerta diez veces
al día.
Su
seguimiento de la Sunna
Sidi Ahmad ar-Rida puso mucho énfasis en el seguimiento de la Sunna de Sidnâ Muhammad (saws).
Una vez se declaró una epidemia en Bareilly. En esos momentos, Sidi Ahmad
ar-Rida (saws) sufrió de una inflamación exagerada de las encías. La
fiebre le subió muchísimo y las anginas también se le inflamaron. Llamaron al
médico, que se presentó unos minutos. Después de un examen, dijo que Sidi Ahmad
ar-Rida había contraído la enfermedad de la epidemia. Sidi Ahmad
lo negó y le dijo que volviera a examinarlo, porque estaba seguro de no haber
sido contagiado de ninguna manera. Ante la obstinación del paciente, el médico
le preguntó por qué, y el Imam respondió: "Estoy
seguro de no tener la epidemia ni ninguna otra enfermedad importante,
simplemente porque he recitado el dû'a que recomendaba Sidnâ
Rasûlullâh
(saws) para cuando se declarara una epidemia. El dû'a es el
siguiente
Al-hamdu lillahi l-ladí
âfini min mab tilaka bihi wa faddalni 'ala kathiran mimam jalaqa tafdilan.
Cuando estoy muy enfermo o se declara
una epidemia, recito este dû'a. En consecuencia, estoy protegido de la
epidemia". Luego, con gran reverencia, dijo en voz alta: "¡Ya
Allah! Prueba que las palabras de tu Amado (saws) son ciertas y que las palabras
de este doctor son falsas". En ese momento, Sidi Ahmad ar-Rida
oyó una voz que le ordenaba coger su siwâk y pimienta negra. Comenzó a
limpiarse los dientes con el siwâk y puso la pimienta en su lengua como si
fuera una pastilla. En pocos minutos, la inflamación desapareció. Eso demostró
al doctor la falsedad de su diagnóstico.
Mawlâna Muhammad ash-Sharîf cuenta que: "Un día, cuando Sidi Ahmad ar-Rida volvía del Haÿÿ en barco con su padre, hubo una gran tempestad. Fue de tal intensidad que el capitán de barco aconsejó a los pasajeros que se pusieran mortajas, porque no veía posibilidad de salvar el barco de tal maremoto. Sidi Ahmad ar-Rida, al ver la preocupación en la cara de su padre, le dijo: "Padre, si el capitán ha perdido toda esperanza, es su problema. Nosotros tenemos que confiar plenamente en Allah y Su Amado (saws). No me preocupo por mí mismo, sino es por ti que sufro. Según las instrucciones de Habibullah (saws), cuando hemos embarcado he dicho el siguiente dû'a: Subhana l-ladí sajjara lana hada wa mâ kunna lahú muqrinín wa inna ila Rábbina la munqalibún. Sidnâ Rasûlullâh dijo que el que recitare este dû'a cuando embarcare, el barco no iba a hundirse. En consecuencia, tengo la certeza de que cambiarán las generaciones y este barco no se va a hundir" Al cabo de poco el capitán anunció a los pasajeros que la tormenta menguaba y que no habían motivos para preocuparse".
Sidi Ahmad ar-Rida tenía un amor inmenso por Sidnâ Ghauz al-'Adam, Sheij 'Abdu l-Qâder al-Yilani (r.a.). Sidi Muháddiz al-'Adam al-Hind cuenta que cuando le dieron permiso para servir en Daru l-Iftá en Bareilly, Sidi Ahmad ar-Rida compró dulces por once rupias e hizo Dzikr en recuerdo de Sidnâ Ghauz al-'Adam (r.a.). Luego repartió los dulces entre los presentes. Cuando repartió los dulces, las personas presentes se sorprendieron al ver como Sidi Ahmad ar-Rida se levantaba de su silla y se sentaba en el suelo en posición de Tashahud. Inmediatamente se acercaron a él para ver qué pasaba. Se dieron cuenta que la persona que distribuía los dulces se había acomodado en el suelo, mientras que él aguantaba su dulce con la punta de la lengua. Esta es uno de los signos de su gran respeto por Sidi 'Abdu l-Qáder al-Jilani (r.a.).
Su
amor por Sidi 'Abdu l-Qáder al-Yilâni (r.a.)
Sidi Ahmad ar-Rida tenía unas cuantas hectáreas de
tierra. Dejó la gestión de la tierra en manos de otras personas. A pesar de
que todos los meses recibía una asignación mensual por su propiedad, lo repartía
íntegramente en mantener a sus invitados y en la compra de libros. Muchas veces
le quedaban sólo unos cuantos céntimos. Y nunca preguntó sobre la cantidad
que recibía por sus tierras.
Durante el Movimiento de la Jilâfa, aconsejaron a Gandhi que se
entrevistara con Sidi Ahmad ar-Rida, a instancias de Mawlâna
Qiyamu d-Dîn y 'Abdu l-Bari Faranghi. Pensaron que como él tenía mucha
ascendencia sobre los musulmanes, convenía que fuera favorable a su movimiento.
Cuando le dijeron que Gandhi quería entrevistarse con él, dijo: "¿De
qué quiere hablar conmigo? ¿De cuestiones del Dîn o del dûnya? Si quiere
hablar de las cosas de este mundo, ¿de qué vamos a hablar? Yo no tengo interés
en él".
Conclusión
Este breve relato no ha pretendido ser exhaustivo pero sí orientativo
acerca de una gran personalidad del Islam contemporáneo. Las enseñanzas
tradicionales que emanan del Corán y la Sunna, transmitidas minuciosamente por
los sabios del Islam de generación en generación, recogidas oralmente y en
miles de libros no ha terminado. Hoy muchos 'ulamá han recogido su luz,
transmitida por destacados sabios en cada siglo. Sidi Ahmad ar-Rida
es uno de ellos, y su influencia, continuada por maestros reconocidos, sigue
viva y llega a los cuatro puntos cardinales.
A pesar de los intentos de reformistas, wahhâbíes, salafíes y demás,
las enseñanzas tradicionales de la Gente de la Sunna y la Yama'a no han cesado.
Las gentes sencillas son sus depositarias, y su conservación depende del amor y
del ejemplo de estos sabios que han sabido ejemplificar y adecuar a las
situaciones cambiantes el impresionante Mensaje del Islam.
Que se queden los modernistas con
sus flamantes títulos, deslumbrantes mezquitas y modernos centros educativos,
con los honores que les brindan los Estados y sus organizaciones montadas con
petrodólares a imagen y semejanza de los partidos prosoviéticos, en los cuales
una élite se abroga el papel de ser clase dirigente del resto de la humanidad,
que va perdida y necesita de los nuevos curas con turbante. Que monten partidos
"revolucionarios" que queman zawiyas e insultan a los Awliyá como en
Argelia, que intenten difamar al Tasáwwuf, que hagan lo que quieran.
Nosotros nos quedamos con el Islam, con el amor por el Profeta Muhammad
(saws), con la sencillez y los magros recursos de los Sahaba (r.a.)
cuando edificaron la brillante comunidad de Medina al-Munáwwara.
Allah lo ve todo y nos juzgará a todos.