EL
ISLAM EN INDEPENDENCIA
Una larga serie de
clichés ha sustituido una reflexión seria y competente sobre el Islam. Quizás
sea el signo de estos tiempos, poco dado a lo que no sean simplificaciones. Es
verdad que la situación de los musulmanes no da para la sofisticación, pero
también es cierto que muchos de esos clichés imposibilitan la recuperación de
un Islam genuino y trasformador. En su lugar nos encontramos con un Islam
represivo, oscurantista y limitador, un Islam ‘contra los musulmanes’.
Cuando los británicos
apoyaron a la dinastía de los Saud contra el califato otomano, estaban
potenciando una interpretación del Islam, la wahhabí, que es contraria en
esencia a la grandeza tradicional del Islam. La voluntad de ‘pureza’ de los
wahhabíes, en lugar de un saludable retorno a las fuentes, es una perversa
expresión de la pobreza y mediocridad de unos espíritus incapaces de abarcar
la amplitud de una Revelación destinada a la humanidad entera. Cuando los Saud
se enriquecieron con el petróleo, hicieron de su ideología un instrumento para
‘colonizar’ ellos el mundo musulmán, y de ahí que el wahhabismo,
disfrazado bajo diferentes nombres, tenga una presencia notable en el mundo
musulmán, una presencia artificial, la que da el poder que tiene el dinero para
hacerse con la ‘oficialidad’.
Muchos musulmanes, en
medio de la frustración, han hecho de la intransigencia wahhabí el equivalente
de un Islam fuerte, confundiendo muchas cosas importantes. La fortaleza no está
en la defensa de una Islam totalitario, abocado al fracaso o a la barbarie, sino
en la de repensar, en medio de circunstancias tan poco propicias, un Islam
verdadero, aglutinante de pueblos y personas diversas, amable con la diferencia,
capaz de beber de todas las fuentes, capaz de enriquecer a los musulmanes en
lugar de empobrecerlos y reducirlos al oscurantismo en medio de un masoquismo
criminal. Se trataría del Islam verdadero, en su independencia más absoluta.
Para muchos
musulmanes, toda crítica al ‘Islam severo’ de algunos movimientos islámicos
es una concesión a los enemigos del Islam, al imperialismo, a la
occidentalización, como si hubiera que cerrar filas en torno a una concepción
definitiva del Islam, precisamente la de su peor época. No pretendemos hacer
ninguna concesión a los enemigos del Islam, ni apostamos por un ‘Islam
moderado’ y políticamente correcto. Se trata de cómo queremos vivir el
Islam, de si vamos a hacer del Islam un instrumento castrador para las próximas
generaciones musulmanas. La cuestión no es fácil.
Quienes han puesto
sus esperanzas en el Islam no son los ideólogos de esa interpretación
empobrecedora. Quienes ponen sus esperanza en el Islam son millones y millones
de musulmanes que son gentes sencillas y nobles, de corazón inmenso, que no
desean una aplicación enloquecida de la Sharî‘a, sino el marco en el que el
Islam es soberano, fecundo, rico en debates, comunicador de sabiduría,
generador de espíritus igualmente nobles con horizontes amplios, sin sumisiones
ni concesiones, auténtico en su inmensidad. No hagamos de la mediocridad o la
barbarie el destino inevitable del Islam.
Mientras no se
cuestionen esos clichés que se están convirtiendo en las consigas de ese Islam
acomplejado será imposible recuperar la autenticidad, lo que hay en la
verdadera ‘identidad musulmana’, y que está bastante lejos de lo que suelen
formular los ideólogos del Islam actual, y ciertos ulemas licenciados en la
‘modernidad’.
Recuperar un Islam
independiente no es una empobrecedora vuelta a las Fuentes, sino una inmersión
en esas Fuentes para sacar de ellas lo que hizo posible una magnífica
civilización. Tampoco cabe rendirse a las corrientes actuales, si negociar con
las imposiciones del mundo moderno, sino abrirse con un espíritu islámico a
todas las aportaciones para enriquecer con ellas nuestra espiritualidad y
nuestro mundo.
Sólo siendo
realmente independientes es posible hacer del Islam un instrumento que nos
devuelva a Allah. Ese Islam independiente y auténtico no será el resultado
de especulaciones ni de negociaciones, sino el fruto maduro de una Nación que
se recupera a sí misma. El Islam sólo es posible en la plena soberanía de los
musulmanes.