EL
ÁRBOL DE LA LUZ
Y
EL SOL DE LA VERDAD
Él es el Árbol de la Luz cuyas raíces vitales y firmes son los
profetas que le precedieron, y sus ramas verdes y sus frutos sabrosos son los íntimos
de Allah con sus saberes intuitivos. Sus testigos en todo lo que dijo son los
enviados a la humanidad y los prodigios que llevaron a cabo, así como todos los
íntimos y sus carismas. En todo lo que dijo fue el sello al que se han adherido
los perfectos. Cuando él dijo lâ ilâha illâ Allâh y proclamó así
el Tawhîd, he aquí que el pasado y el futuro -las dos filas de luz, la
de los profetas y la de los íntimos, la de los soles y la de las estrellas, los
sentados en el Círculo del Recuerdo-, reconocieron que esa era la expresión
del Secreto. La repitieron y la repetirán con él, cada uno a su modo según su
camino. Es como si todos ellos dijeran: “Dices la verdad y la verdad es lo que
has pronunciado”. ¿Qué falsa ilusión puede negar una evidencia en cuyo
favor existen tales testimonios?
2- Has de saber que esa Demostración de Luz -Sidnâ Muhammad (s.a.s.)-,
que es en sí la prueba del Tawhîd que guía a la humanidad hacia el
Uno, ha sido reforzado por los profetas que le precedieron y los íntimos de
Allah que le siguieron. Él es el centro de ese círculo de la coincidencia y la
unanimidad. Y de igual modo, hay mil alusiones a él en los libros revelados, en
la Torá, en el Evangelio, en los Salmos de los antiguos,... También señalan
en su dirección mil insinuaciones: a su orden la luna se partió en dos; de sus
dedos brotaron manantiales de agua pura; a él acudió el árbol cuando le
dirigió una orden; llovió en respuesta a su invocación; muchos se saciaron
con su comida escasa; el lagarto y el ciervo, el camello y la piedra, hablaron
para confirmar sus palabras; y mil otros prodigios que los cronistas de su
tiempo recogieron y la gente se comunicó de generación en generación. También
la Ley que transmitió a los hombres es testigo en su favor, y en ella están
las claves para la felicidad en las Dos Moradas.
Esas maravillas dieron fe de su sinceridad y de su autenticidad, pero él
es un sol que resplandece en sí mismo. He aquí que el esplendor de su propia
existencia es el argumento más poderoso en su favor. En él se juntaron las
virtudes más felices, y los rasgos de su carácter son todos dignos de elogio,
según están de acuerdo los expertos en esta materia. Si su cuerpo era de una
absoluta pureza, también su espíritu era limpio como el agua. Su acción
estuvo en consonancia con sus intenciones y sus convicciones. La fuerza de su
corazón se evidenció en la intensa austeridad en la que vivió. La luz de su
corazón quedó patente en la firmeza de su sobrecogimiento cuando estaba en
Presencia de su Señor. La plenitud de su corazón se manifestó en su sujeción
sin resquicio a Allah. Su vida fue la expresión de su mundo interior. Sus
movimientos ágiles y sin descanso fueron la forma de la calma y la paz que había
en sus adentros. Todo ello dio forma a un Sol que iluminó su propia verdad.
3- Has de saber que el tiempo es un cerco para los juicios de la razón.
Por ello, ven conmigo a la mejor de las épocas para visitar al Mejor de los
Hombres, aunque sea con la imaginación. Ven al siglo de Muhammad y los suyos, y
podrás ver al Enviado comunicando a los hombres la Luz de su Señor. Abre los
ojos y mira: ante ti tienes, en su reino, a una persona extraordinaria, de una
belleza física y espiritual asombrosa, con un comportamiento espléndido. En su
mano tiene un Libro noble, generoso, sobrecogedor. Habla y sus palabras son
sencillas, claras, resumen muchos saberes, y suenan a eternidad aunque hagan
referencia a temas cotidianos. Y las pronuncia para todos los descendientes de
Adán. Su mensaje va dirigido a la humanidad entera e, incluso, a los genios que
pueblan el mundo invisible. Es más, sus palabras son para todas las cosas que
existen.
¿De qué habla? Lo juro por lo más preciado: habla de un asunto
tremendo. Anuncia un acontecimiento desmesurado. Habla, y lo hace con
elocuencia, explicando y descifrando el secreto que está en la raíz de cada
criatura y su destino en la inmensidad de la Verdad. Deshace el talismán que
protege la esencia que está en el fondo de los seres. Y he aquí que sus
palabras retiran el velo, y el círculo de su gente penetra en la Significación
de todo lo que existe.
4- Observa bien y te darás cuenta de que esa persona de luz difunde luz
que ilumina todo lo que le rodea. La noche de la humanidad se convierte con él
en día, y el otoño se trasforma en primavera. Él habla de la inmensidad que
está en el fondo de todas las cosas, y el que parecía triste y apesadumbrando
por las penas de este mundo ríe feliz al resplandecer con la luz que había
aplastado bajo el peso de su desvarío. Sí, es así porque las cosas, fuera de
la luz de su guía, son realidades fúnebres. Al margen de la luz de Muhammad,
todas las criaturas son extranjeras en este mundo, son como extraños en medio
de una existencia desolada. Los seres humanos, los animales, los objetos, todos
son huérfanos. Todos sobreviven en medio del desamparo temiendo el momento de
la muerte, a la cual reciben golpeándose el rostro con desesperación. Nadie
reconoce a nadie; es más, todo vive en la enemistad. Pero él lo conjuga todo
en la fuerza de su luz sostenida sobre la Unidad de su Creador.
Mira las cosas con la Luz de Muhammad desde el Observatorio de su Senda.
He aquí que bajo ese resplandor el cementerio se ha convertido en mezquita y en
ella resuena el Nombre del que sostiene con su Poder todas las cosas. He aquí
que las cosas que parecían muertas tienen en su raíz la Eternidad. Y esa
mezquita feliz es un lugar para el Recuerdo y el Despertar de la Memoria, un
lugar para la reflexión que penetra hasta la esencia de las cosas, un lugar
para el arrebato en el que lo efímero encuentra su inmensidad, un lugar para la
gratitud, donde los enemigos y los extranjeros se transforman en amigos y
hermanos. A esa luz, los seres humanos, los animales, los árboles y todos los
objetos, dejan de ser mudos para pasar a estar vivos y ser signos de su Señor
Inmenso, en intimidad y confidencia con la Verdad que los hace desbordantes,
llenos de significado.
6- Bajo esa luz, los movimientos de los seres, su diversidad, sus
cambios, todo ello pasa, de ser azar puro y trivialidad, a convertirse en una
escuela donde se aprende la grandeza de Allah. El universo entero se transforma
en un signo señorial en el que desentrañar las implicaciones de la Verdad que
está en todos los orígenes, la que da forma a todas las cosas, la que las
envuelve y las acoge. He aquí que todos los seres son espejos en los que se
pueden ver los Nombres de Allah, y a través de esa observación el sabio se
alza agigantando su propio ser. A la luz de Muhammad, el mundo se convierte en
un libro en el que está escrita la sabiduría inexpugnable.
Observa al ser humano cómo sale con esa Luz de la animalidad a la que lo
arrastra la impotencia, la precariedad y la inteligencia que sólo se sumerge en
la tristeza del pasado y los miedos del futuro. Con Muhammad, el ser humano se
alza al califato, que es soberanía y singularidad: su impotencia, su
precariedad y su inteligencia son iluminados por el poder, la firmeza y la
sabiduría que hay en las raíces del ser. Su impotencia, precariedad e
inteligencia son los escalones por los que asciende gracias a la Luz de ese ser
luminoso que es Muhammad.
Según lo anterior, de no haber existido esa persona los seres y los
hombres habrían sido abandonados a su suerte, todo habría sido reducido a la
nada de su penumbra, sin valor, sin importancia. Es decir, la belleza de la
creación tiene en esa persona de luz su razón de ser. De no haber sido por él,
la fealdad y la insignificancia se hubieran apoderado definitivamente del mundo.
Es más, nada habría existido si no se hubiese determinado que existiera
Muhammad, por que sin él la existencia habría carecido de sentido.
7- Si me preguntas ¿quién es esa persona que vemos que es el sol
verdadero del universo e ilumina con su Dîn desvelando las plenitudes de los
seres? ¿qué es lo que dice? A ello te respondo lo que sigue: Mira y escucha
atentamente lo que dice. He aquí que habla de una felicidad eterna y la
anuncia; revela la existencia de una misericordia que no tiene fin. Él es el
vocero que describe las bellezas de un Sultán cuyo señorío engloba toda la
existencia. Muhammad habla del trasfondo que gobierna y unifica el universo. Él
desentierra los tesoros de los potenciales que hay en ese poder al que están
sujetas todas las criaturas; es decir, él evoca los Nombres de su Señor que
imperan construyendo cada realidad.
Míralo desde el ángulo de su función: Muhammad es el Argumento de la
Verdad y la Antorcha de la Verdad. Él es el sol que guía y el medio entre el
hombre y la felicidad.
Y, ahora, míralo desde el ángulo de su ser: Muhammad es la
personificación del amor que ha propiciado la vida, es la efigie de la
misericordia. Él representa la dignidad del ser humano. Él es el fruto más
luminoso del árbol de la creación.
Fíjate aún mejor, y verás que su Senda se ha propagado por oriente y
por occidente con la velocidad de un rayo. Cuántos corazones han reconocido su
Luz y se han sumergido en ella haciéndose sabios y poderosos en su
magnanimidad. Cuántos espíritus se han doblegado a su espíritu, y con él se
han encaminado hacia el Señor de los Mundos. ¿Se debe ello a su poder humano,
siendo el poder humano pura impotencia? ¿Es el demonio el que así ha iluminado
a tanta gente? Más bien hay que decir que todo ello es el fruto de las palabras
que transmitió: lâ ilâha illâ Allâh, no hay más verdad que Allah...
8- Es sabido que superar una mala costumbre es difícil. Conseguir que un
grupo humano, aunque sea pequeño, abandone una dependencia es un logro mayor
que la conquista de un país. Cuántos gobernantes han intentando, con todas sus
fuerzas, desviar a sus súbditos de un mal camino y sus esfuerzos no han
obtenido resultado alguno digno de mención. Pero el Profeta transformó
corazones de la noche a la mañana.
Construyó una nación en medio del desierto, y purificó a su gente, que
antes estaba consagrada al culto de los ídolos y se daba a todo tipo de excesos
y desvaríos. En poco tiempo hizo de ellos una civilización que se desbordó
creando un mundo.
Muhammad ejercía una fascinación que trastocaba las cosas. Se le
rindieron los habitantes del desierto, los guerreros más feroces, los ricos más
poderosos, los poetas más enloquecidos, los aventureros más audaces, los
ascetas más piadosos, los libertinos más promiscuos, los vagabundos más
desesperados, los genios más singulares,... Y con ellos hizo una generación
espléndida, hermanando entre sí, en la raíz de las realidades, a seres libres
y únicos.
Que mil filósofos, pedagogos, políticos, dictadores o psicólogos vayan
al desierto e intenten en cien años lograr lo que él hizo de la noche a la mañana.
Su conquista es un desafío que se alza hablando de su autenticidad.
Al-Kalimât
de Sa‘îd an-Nursi
Traducción para Musulmanes Andaluces