Los renegados desde el punto de vista moderno y literario

 Rodolfo Gil Grimau

Asociación Tetuán Asmir

 

        El tema de los renegados ha sido una constante de la literatura española, sobre todo durante el Siglo de Oro, porque respondía a una realidad mediterránea de muchos siglos, incidente en la política fronteriza de España y en su sociedad variada de recovecos religiosos plurales.     Evidentemente, la apostasía fue un fenómeno muy frecuente en las fronteras entre el cristianismo y el Islam de la Edad Media; v el fenómeno se mantuvo -o tal vez creció- a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII, para luego irse reduciendo, aunque no tanto como pudiera pensarse, en el XVIII, XIX y XX.

Una de las grandes preocupaciones de las órdenes misioneras y redentoristas en tierra de infieles y especialmente en Marruecos y en las regencias berberiscas, era el temor de que bajo la presión de peligros graves y evidentes y en el cuadro de circunstancias tan profundamente diversas, faltaran las fuerzas a los cristianos cautivos y cayeran en la apostasía (...) Algunos cristianos más débiles, menos informados religiosamente o ganados por su ambición, sucumbían en aquel medio y unos real y otros aparentemente caían en la apostasía: ante la impresión dolorosa del hecho los franciscanos valoraban debidamente las 'reconciliaciones'; esto es, la vuelta arrepentidos al seno de la Iglesia de aquellos cristianos que se habían apartado momentáneamente de ella. García Figueras enjuicia así las referencias documentales franciscanas, del siglo XVIII particularmente. El problema constituía un aspecto importante - y por lo tanto frecuente- en la redención de cautivos y en la misión de los frailes.

Sin embargo, el tema se apaga literariamente durante ese período y no vuelve a resucitar hasta mediados del XIX, con la Guerra de África; para luego ir apareciendo, esporádica pero significativamente, en el XX, durante la intervención española en Marruecos y en nuestra época actual.

Creo que nunca es un motivo principal sino complementario; una especie de apunte de fondo integrado al paisaje, un personaje peculiar, una situación personal que se singulariza. El renegado aparece, por lo regular, en obras de creación o en libros de memorias y de viajes.

Mi gente se sobrecogió de espanto con esta noticia, a excepción de dos renegados españoles que se habían reunido a mí cuando salí de Fez y que en este crítico momento se presentaron diciéndome: Señor, si usted nos lo permite nosotros le seguiremos y participaremos de su suerte. Les miré con atención y viendo que eran hombres de resolución, les mandé tomar las armas (...).        Esta es la única mención que hace Ali Bey -Domingo Badía- a esa realidad del renegado, español, italiano o levantino, que, convertido al Islam, trabaja de una manera u otra en el Magrib. 

En el texto de Ali Bey, pese a su brevedad, se observan ya dos de las características literarias con las que son descritos esos renegados. Una es la resolución, la valentía o el arrojo que suelen tener muchos de ellos y que indica una determinada condición de origen y un cierto contraste con el medio ambiente. La otra era el uso de las armas. Blasco Ibañez crea un personaje mallorquín. un guerrero al servicio de la Orden de Malta, cuya vida se desarrolla en lucha contra los corsarios norteafricanos o en su favor: Había vivido en la madurez de su existencia en Túnez, con sus buenos amigos los corsarios ricos, que, en fuerza de odiarlo y perseguirlo, acabaron por ser sus camaradas. Fue éste el período más oscuro de su existencia. Las leyendas llegaban a suponer que había renegado, y para distraer su tedio daba caza en el mar a las galeras de Malta. Algunos caballeros de la Orden, enemigos suyos, juraban haberlo visto durante un combate vestido a la turca en el castillo de una embarcación enemiga. Don Príamo, el personaje de Blasco Ibañez, es un héroe literario comprometido entre dos realidades, que navega de una a otra acomodándose por igual a cada una de ellas según el momento. De esta misma manera es como se manifiestan los otros renegados literarios españoles. Su característica principal es la adaptabilidad: parecen meterse de lleno en el medio magrebí al que han venido a vivir, por igual ciudadano que rural, lo mismo que antes parecían estar adaptados de lleno al medio español del que procedían. En esto, sin embargo, hay una 'apariencia' que analizaremos después junto con la propia adaptación.

El origen real, y a veces literario, de estos personajes, proviene en muchas ocasiones del ejército y de la cárcel. (...) Del cautiverio de los corsarios berberiscos, tetuaníes o salentinos; otros, de cristianos que venían a Marruecos al servicio de comerciantes, otros de desertores o escapados de nuestros presidios de Ceuta y Melilla o de las plazas menores: Peñón de Vélez y Alhucemas. La literatura basada en el hecho histórico nos da los mismos parámetros. Ramón J. Sender pone como personaje de fondo de una de sus novelas semiautobiográficas a un extraño rifeño que, en realidad, era un fugitivo español de Melilla. En una novela contemporánea Fernando González crea a Mendiola, 'El Sebtí', un renegado, hijo de preso y de cantinera, que, durante las guerras coloniales españolas en el Marruecos de los años veinte, lucha de un lado y otro y al final es espía o traidor por la parte española. Como él hay más, sobre todo artilleros y soldados, que combaten del lado rifeño, obligados o no, gente que deserta abandonando a sus oficiales.

David López García, en la novela Raisuni, elabora a un protagonista que es modélico en el sentido que estudiamos, y esto probablemente porque López García conoce bien Marruecos y la literatura creada sobre este país. Su protagonista, sin embargo, puede servirnos de ejemplo al resumir en sí mismo muchas de las características sueltas que enumeran otros autores, todas ellas apoyadas en la realidad.

Un hombre escuálido vestido con una chilaba o turbante se asomó desde una de las casas.

- ¡Eh, Felipe!. gritó Abdulah al verlo; su voz manifestaba contento-. ¡Mira qué regalo te traigo!

Pedro observó al hombrecillo cuando escuchó el nombre que parecía no guardar relación con la vestimenta que lo cubría".

(...) -"Esta es mi casa, y ésa (.... ) es donde vive Jamé (...) Jamé es Felipe, como le llama Abdulah. En realidad se llama Ahmed, pero le decimos Jamé porque así es como pronunciaba él antes de aprender bien nuestra lengua (...) Antes se llamaba Felipe, pero cuando se hizo musulmán cambió de nombre. Desde entonces reza como nosotros y cumple el ayuno de Ramadán.

La historia de Jamé nos la cuenta el autor siguiendo viejas historias de auténticos renegados. En resumen dice:

Jamé era hijo de un cerero de Murcia y no quiso seguir el oficio que su padre había heredado del suyo; le parecía que no era el oficio al que estaba destinado (...) Creía que el destino lo llamaba a un fin superior que él

desconocía pues no tenía una idea clara de lo que quería hacer con su vida (...) Poco a poco fue cayendo en esos vicios estúpidos propios del aburrimiento de la miope juventud provinciana (...) Sintió la llamada del Señor (...) e ingresó en el seminario de donde salió furtivamente (...) y se unió a un grupo de maletillas que iban camino de Andalucía (...) Desarrapado y sucio, supo conmover el corazón de una mujer (...) una madrugada la mujer apareció muerta en la habitación de una fonda de Jeréz (...) Felipe, que esa noche había estado recorriendo la ciudad, fue capaz entre las brumas de su borrachera de darse cuenta del peligro que corría si se confiaba a la convicción de su inocencia (...) Decidió huir y lo hizo, pero sólo llegó a Cádiz, donde se le juzgó, y pudo salvarse de la muerte a cambio de la cadena perpetua en el penal de Ceuta (...) Allí permaneció 3 años hasta que consiguió fugarse y aventurarse en un país desconocido. Vagó sin rumbo durante varios días y se internó en las montañas. En una aldea (...) le brindaron protección y lo alimentaron (...) cuando comenzó la penetración de España en el país, Felipe, ya convertido en Jamé, se puso del lado de los que lo protegieron, más por agradecimiento que por convicción política (...) Aquella nueva profesión de guerrero que se le presentaba consiguió sacarlo de la rutina y pronto se mostró con aptitudes entre una gente que parecía no tenerlas; él representaba la lógica y la táctica frente a todo lo contrario. Su modo de actuar y las victorias conseguidas llamaron la atención del Raisuni (...).

A este respecto el cronista Carcaño Mas nos cuenta en sus Rifeñerías que: Si el preso fugado tenía un oficio que convenía a los moros, le retenían y solían atenderle bien (...) renegaban de su religión y acatando la mahometana se casaban con moras ;cuántos de los moradores de Farjana, Mezquita y otras fracciones llevarán en sus venas sangre de españoles Es igual, ellos dejaron la semilla de España, así que en resumen la procedencia es casi única.

El mismo cronista de la vida melillense en los primeros años del s. XX, nos cuenta, en una especie de relato periodístico, la historia de un desertor: (...) Con las sombras primeras de la noche los tres amigos se fueron alejando (...) ya era tarde, los moros los rodearon y los condujeron al interior (...) Ricardo fue a parar a Beni-Tuzín; como primera providencia, le hicieron bárbaramente la circuncisión lo que le tuvo un mes con horribles padecimientos entre la vida y la muerte (...) Por su carácter bondadoso fue ganándose poco a poco el afecto rudo de los moros, y al cabo de dos o tres años preparáronle la boda con una esclava (...). Como dice García Figueras respecto a los renegados del s. XVIII: para hacerse musulmán bastaba hacer en una mezquita (...) o ante una autoridad musulmana profesión de fe musulmana.

Algunas veces, tanto en la realidad como en los textos literarios, el hecho de renegar podía obedecer a propósitos de información y de espionaje. Tal fue el caso de Domingo Badía, Ali Bey, y hasta quizás el de Murga, Muhammad el­Bagdady, aunque de éste se suela asegurar que fue solamente un explorador o un viajero curioso. Galdós dice acerca del renegado que figura en su novela sobre la Guerra de África: Tú sabrás si se hizo mahometano de verdad, o de comedia, con el aquél de sonsacar los secretos de la morería y contárselo todo al Gobierno español. Lo cual, de todas maneras, no parecía afectar al gusto de estos personajes por el estilo de vida adoptado, ni tal vez fuera contrario a la autenticidad de su conversión. De la carrera de Domingo Badía pudiera inferirse algo así, y de los viajes de Murga el P. Castellanos parece querer decir algo similar: El señor Murga (...) quiso pasar entre los berberiscos largas temporadas disfrazado con el traje moruno, mezclado y confundido con los renegados (...) es de lamentar que las ideas y apreciaciones expresadas por el señor Murga en su libro, no estén siempre en armonía con las prescripciones de la moral católica. La conversión de otro famoso renegado, viajero y militar, como fue Joaquín Gatell y Foch, el Caíd Ismail, que sirvió en el ejército del majzen, no inspira casi dudas.

Otras veces lo escrito sugiere que la razón de la apostasía puede haber sido el interés por disfrutar de honores y prebendas. Añade Galdós: Pero Gonzalo es allí hombre de riñón bien cubierto; vive considerado de grandes y chicos, y el mismísimo señor Sultán le llamaba su amigo, toma de él consejo, y le ha obsequiado con algunas cargas de dinero contante ...En Tetuán se ha establecido, y su casa, si no la mejor, no es de las peores del pueblo. Comercia en lanas, comercia en almendras, y de un punto que se llama Tafilete le traen sus recuas de camellos, un mes sí y otro no, pieles magníficas, de las que manda una parte a Marsella (...). Y Blasco Ibáñez dice de don Príamo, su héroe flotante: Lo único cierto era que había vivido en Túnez en un palacio a orillas del mar, con una mora de espléndida belleza, parienta de su amigo el bey. Ninguna de estas cosas -riqueza, poder, vida placentera- son, no obstante, las más corrientes entre los renegados de la literatura; por el contrario, la dureza, el esfuerzo v el sacrificio son las constantes a destacar en la existencia de estos personajes.

Lo que sí se aparece como un factor común es el elemento o la actitud guerreros. Los renegados combaten del lado de la sociedad que los acoge. tanto en contra de otros musulmanes y cristianos como de los propios españoles. Ya hemos visto a don Príamo, que, alternativamente, capitaneaba las galeras de un bando y otro. Galdós nos habla de su renegado en los combates de Tetuán: Le vi primero entre los que mandaban ...A caballo venía muy arrogante con un albornoz de tela vaporosa. Debajo llevaba un traje de seda verde ...Turbante blanco ...Era él, te digo ...No sé el tiempo que pasó hasta que volví a verle. Fué antes de caer yo herido, en el momento más terrible de la carga de los de Córdoba. Le vi muerto, la cabeza partida por un tremendo sablazo; el caballo muerto también y todavía pataleando ...Mi hermano tenía los ojos vidriados, fijos, la boca muy abierta y rasgada mostrando todos los dientes blancos...

Los renegados de Sender, en Cabrerizas Altas, participan en las guerras rifeñas contra las tropas españolas. Barea, por su parte, en La ruta, nos habla de Sidi Jussef, un viejo jefe de cabíla, temido por los españoles y amigo inestable, que es probablemente un español: Dicen que sidi Jussef es un español que hace muchos años se escapó del penal de Ceuta. Luís Antonio de Vega crea un personaje, también enmascarado en el medio marroquí e igualmente combativo: Bajo una palmera alta había sentado un moro (...) no hubiera llamado lo más mínimo mi atención si el moro no se hubiese dirigido al cuadrúpedo con unos vocablos que distaban mucho de ser amables, pero que habían sido dichos en idioma español (...) Había peleado en favor de los franceses al norte de Mauritania; en contra, al sur en las montañas. López García, con su personaje de Jamé, explica un poco la posible sicología de estos renegados guerreros: (...) Dicho sentido lo encontró en la lucha. Halló que el riesgo era un remedio eficaz para olvidarse de la vaciedad de su existencia, de la frustración que suponía el no haber sido capaz de orientarla hacia horizontes prometedores, de la decepción que le producía no haber hecho nada y ser nadie; en suma, de haber fracasado. Por esa razón estaba agradecido al lugar, a los hombres que lo habían acogido y en especial al Raisuni, que le habían dado la oportunidad del olvido, aunque fuera por ese espacio breve de tiempo que dura la batalla y que al combatiente le parece eterno. Este agradecimiento le llevó a prometerle fidelidad en su fuero interno -fidelidad que también tenía su orígen en la admiración que sentía hacia el que era capaz de alzarse sobre la mediocridad para erigirse en un gran hombre- a pesar de que algunas de las ordenes que se veía obligado a aceptar repugnaban a su razón y a la moralidad más común.

 En el mismo sentido de apostasía y guerra. Luis Antonio de vega saca a colación una historia o leyenda referente a un conocido militar. El general Silvestre, principal responsable del desastre de Annual, en 1921, cuyo cadáver nunca pudo ser hallado o reconocido, en realidad se habría "pasado a los moros", y eso lo hace el escritor en unos años, como los cuarenta, en que el africanismo y el militarismo estaban en pleno gobierno. Se dice en el relato:

- Yo mejor me iría con Bel Kassem -dije. - Probablemente.

- ¿Sabes lo que dicen en Marruecos de Bel Kassem? - No sé.

- Que no es otro que el general Silvestre.

- ¡Fantasías!...Bel Kassem ha nacido en esta tierra. Le conocen en todas las hammadas y poblados de los alrededores. Entre los mismos filalíes tiene amigos de la infancia. Por añadidura, Silvestre tenía un brazo mutilado, y este detalle bastaría para identificarle. De Bel Kassem nadie ha dicho que tenga cicatrices de heridas ni mutilaciones en los dedos.

- ¿Y esa cristiana que le acompaña? ...¿No has oído hablar de una europea?...

- Una inglesa que dicen que es su amante y viste el jaike azul de las moras de Tafilalet. Además de su amante, será un agente que ha puesto al flanco del cabecilla el lntelligence Service (...)

        Hasta tal punto la figura del renegado era visible y posible en la mentalidad española de la primera parte del siglo XX, que la traición y la apostasía de un famoso jefe militar parecía verosímil, incluso aceptable, al igual que el vuelco de religión y de lealtades de otras personas de las que se dijo cosa semejante.

Lo cierto es que la adaptación parece ser una cualidad firme en este tipo de personajes literarios. Tanto el personaje de Galdós -Gonzalo Ansúrez, El Nasiry­como los descritos por Blasco Ibáñez, González, Carcaño, Sender, Barea, Vega y López, entre otros, son individuos integrados en el ambiente en el que han elegido vivir, aunque la elección haya venido forzada por la vida. Y en esa adaptación destaca de modo singular su integración a la fe por la que han optado. Todos son o parecen ser buenos musulmanes. Dice Barea: E1 capitán insistió un día, bastante borracho, que el moro tenía que beber coñac con él y nos colocó a todos en una situación difícil y ridícula. Sidi Jussef se negó a beber y yo me quedé temiendo que un día el capitán se encontrara una bala perdida, sin saber de dónde, por insulto religioso. En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso, dice el héroe de Galdós, y añade en otro momento, al hablar de las tropas españolas : ¡Allah disperse a los injustos!. López García pone en boca de Jamé un conocimiento bastante profundo de El Corán: (...) Pretendes saber más que el Libro. ¿Crees que porque digas que eres descendiente del Profeta te da derecho a saber más que El Que Todo Lo Puede?. Incluso en los personajes históricamente reales se vislumbra algo similar. Ali Bey a través de lo que cuenta en sus Viajes, sobre todo al final de los mismos, parece haber tenido una convicción autentica de su fe. Y ya hemos visto más arriba el tono de cierta duda que, el historiador P. Castellanos, tiene de Muhammad el-Bagdady..

Sin embargo, en todos estos personajes late una cierta nostalgia o un sentimiento soterrado de españolismo, que no parece afectar al terreno religioso. (...) Le seguiremos y participaremos de su suerte, afirman los dos renegados que acompañan a Ali Bey. Uno de los desertores de los que nos habla Carcaño dice, al ser capturado por las tropas españolas: Yo mi coronel -decía como un indígena- no desertar, querer tan sólo trabajar por España, si tú querer yo llevar tropas a ocupar el monte, yo conocerlo bien (...) O Sidi Jussef, que especula acerca del carácter de los españoles: Los españoles son malos conquistadores (...) pero buenos colonizadores. El español tiene una adaptabilidad peculiar. Puede adoptar todas las características del mundo que le rodea (...). No fueron las colonias las que se rebelaron contra España, sino los españoles de América los que se rebelaron contra su viejo país (...). Y el renegado de Galdós expresa su pena al hablar de los españoles en combate contra los marroquíes: (...)¡Qué sería de vosotros pobres hijos de España!. Por su parte, el Jamé de López García se dedica a proteger a un niño español a lo largo de toda la novela.

        Con todo lo visto se puede componer un cuadro esquemático aproximativo acerca del renegado visto literariamente, muy próximo probablemente al real e histórico. En primer lugar está su punto de partida. Los renegados suelen provenir de Ceuta, Melilla y los presidios menores. Son presos fugados o militares que desertan. Cabría ver, tanto en unos como en otros, no sólo a confinados comunes y a soldados hastiados sino a activistas ideológicos -es el caso del personaje de Vega, un pistolero anarquista- y a gentes que procedían de las guerras civiles del siglo XIX peninsular, empezando por los propios afrancesados y liberales. De hecho, alguna de las familias más ilustres del norte de Marruecos tiene precisamente este origen. Los unos y los otros desgajados del rechazo social y político de España, más notable cuanto más humilde o más librepensador era el individuo dentro de nuestra compleja sociedad moderna.

El personaje en general es toda una muestra de sicología libertaria frente a un aspecto cualquiera de la represión o del orden forzado. Verdaderamente es un tipo muy español. Heredero, en parte, de los movimientos centrífugos de nuestra sociedad, y, en parte, de las resistencias o reticencias residuales de moriscos y de conversos, corresponde a lo que, en forma de levantamientos individuales, fueron buena parte de los bandoleros del XVIII y del XIX. Lo mismo, tal vez, que sería el aislamiento latente de los mercheros en nuestros días.

Otro rasgo a destacar, íntimamente ligado con todo lo anterior, es el individualismo del personaje. Desde el enfoque literario (no, evidentemente, desde el histórico) apenas lo encontramos mezclado con otros de su condición ni con otras gentes que no sean las del medio al que se ha adaptado. Incluso, como es el caso que nos cuenta Carcaño, cuando son varios los desertores que escapan a la vez, cada cual sigue su suerte y se las agencia como puede. Esto correspondería, por supuesto. a la natural inclinación de un fugitivo que huye de los suyos, pero también es concorde con la intención de una persona que busca cambiar por completo de vida. Cada renegado es un explorador de un terreno virgen. que es el de su nueva propia vida.

Junto con el individualismo está la capacidad de adaptación. Es indudable que los renegados reales e históricos se adaptaron fácilmente a su nuevo entorno, tanto que, a partir de la segunda generación, se pierde la conciencia del hecho diferencial, como es relativamente comprobable en algunas familias norteafricanas de este origen e incluso en casos actuales. Por consiguiente, también sucede con los renegados de la literatura. Y junto al individualismo y a la capacidad de adaptación has otros rasgos, como la dureza y la aptitud para improvisar, que forman un paquete de realismo y táctica vitales muy relacionado con el carácter étnico del sur del Mediterráneo -si es que puede hablar en estos términos. Y, en concreto, con el carácter bereber. Podría parecer que el renegado español, en el Magrib, no hace sino introducirse en un ambiente que es casi el suyo propio, aunque tal vez más descarnado. Su mayor capacidad para la táctica o el conocimiento de una profesión, ya sea civil o militar, lo propician a ocupar un lugar destacado en la sociedad de acogida.

El renegado, literario o no, al renegar, lo que busca básicamente son nuevos horizontes en un afán de crear algo nuevo por cuenta propia. El hecho de la apostasía tiene mucho que ver con el hecho de la emigración. En la emigración, el individuo que se mueve es el que más fácilmente se va identificando con los sucesivos entornos sobre los cuales asienta sus sueños y sus necesidades. Parece adaptarse de lleno a lo nuevo, del mismo modo que cabe suponerle una previa adaptación a lo antiguo; pero esa "apariencia" doble y sucesiva lo que encierra es un paisaje interior y portátil que se cubre luego con una capa mimética. Renegado o emigrante lo que procuran es trasladar su núcleo interno de un lado a otro, haciéndolo fructificar en el nuevo asentamiento y, si es posible, invadiéndolo. Los renegados históricos en Marruecos -unidos a los moriscos- transformaron en parte las estructuras del país y a punto estuvieron de dominarlo. El caso de los emigrantes a América está bien claro.

En el renegado literario español hay otra característica perceptible -común probablemente con la del renegado histórico- consistente en su falta de convicción religiosa cristiana. Esto puede deberse a una postura personal, en cada ejemplo; pero también puede tener su origen en la reacción típica de muchos sectores del pueblo español contra la Iglesia. En ninguna otra nación de Europa ha habido reacciones tan viscerales contra la Iglesia, en épocas de crisis, como en España. La reacción, tanto colectiva en algaradas y revueltas, como individual en el caso del renegado, obedece sin duda a la presión que durante varios siglos, ejerció una Iglesia vinculada a un sistema estatal acartonadamente confesional y acartonante.

Por último, es de notar que, pese a esas características o gracias a ellas precisamente, el renegado goza de simpatías literarias. En ninguno de los ejemplos por los que hemos pasado -salvo en algunas apreciaciones que hacen Galdós y Carcaño respecto a sus personajes- hay, por parte de los autores. juicios negativos específicos y hostiles de cara a unos españoles pasados de bando y en combate contra España. Ni el vuelco de religión, ni el nuevo aspecto físico, nuevas ropas, nuevas costumbres, ni las actitudes contrarias a la postura oficial, ni sus acciones bélicas, ni siquiera su postura anticristiana, parecen preocupar a los autores. Por el contrario, hay una simpatía soterrada, una especie de comprensión quizás involuntaria pero patente, que abunda en todo cuanto acabo de decir y que, probablemente, pertenece al inconsciente de una cultura mestiza y atormentada como lo es la española.