El término Tawhîd designa la acción de reducir algo a
la unidad, hacer que algo sea uno, reunificación. En
especial, significa singularizar a Allah (ifrâd Allâh), es
decir, adorarlo en exclusiva y abandonar toda otra adoración.
El
Muwáhhid es el que dirige su ‘Ibâda, su adoración,
hacia Allah, y no adora ninguna otra cosa. El Tawhîd tiene, pues,
tres condiciones: 1- conocer a Allah y las razones por las que debe ser adorado,
2- adorarlo efectivamente, 3- y no adorar ninguna otra cosa.
Estamos traduciendo el término ‘Ibâda por adoración,
pero debemos precisar su significación. Efectivamente, es la actitud de devoción,
recogimiento, temor y esperanza ante algo sobrenatural (ilâh).
Pero además, lleva implícito un reconocimiento del poder y eficacia de lo
adorado, poniéndose el adorador en actitud de sometimiento. En árabe, ‘Ibâda
viene de ‘abd, esclavo, y quiere decir que el adorador reconoce
al Adorado como su Señor y Dueño, y que su existencia depende de Él.
Todo lo anterior está excelentemente resumido en la frase lâ ilâha
illâ llâh, wáhdahu, lâ sharîka lah, con la que el musulmán
declara que no hay más ilâh que Allah (reconocimiento del Tawhîd
teórico), sólo Él (afirmación según la cual sólo Allah es
digno de adoración activa), sin asociado alguno (negación de
cualquier otra adoración).
El Tawhîd consiste en ver a Allah como único ilâh,
lo único verdaderamente sobrenatural. Todo lo demás, todo lo que no es
Allah es jalq, creación Suya y está al mismo nivel, y nada, por
tanto, merece la ‘Ibâda del ser humano, salvo Allah. El ser humano es ‘abd
de Allah, depende exclusivamente de Él y niega la condición de ilâh (sobrenatural,
creador y eficaz) a todo lo que no sea Allah. Pero negarlo teóricamente
no es suficiente, ni es Tawhîd, si no va acompañado de la
adoración de Allah y el abandono de la adoración de lo que no sea Allah.
Una parte del Tawhîd es teórica, y consiste en saber quién
y cómo es Allah y por qué exige ser adorado, y la otra parte es práctica, y
consiste en adorarlo realmente y dejar de lado toda otra adoración. Palabras
con significado opuesto al de Tawhîd son las siguientes.
Desconocer o rechazar a Allah es Kufr, ignorancia e ingratitud.
Adorar otra cosa es Shirk, asociación. Es como si Kufr
fuera lo contrario de la parte teórica del Tawhîd y Shirk
lo opuesto a su parte práctica, pero hay que advertir que ambos términos se
utilizan a veces como sinónimos y otras veces aparecen con matices distintos a
los expuestos.
Algunos autores llaman Tawhîd ar-Rubûbía al conocimiento
de Allah. Llamamos Allah al Creador de todas las cosas, al que provee a
todas las cosas, en cuyas manos está la vida y la muerte, y la gestión del
universo. Deducimos Su existencia (wuŷûd) de la necesidad
que tiene el mundo de una causa, y esa Causa es única. Deducimos Su dominio en
todas las cosas de la necesidad que tiene el mundo de lo que lo mantenga en la
existencia. Por tanto, decimos que Allah -nombre propio que damos a esa Causa-
es Uno, Existente, Creador, Proveedor y Señor, y todo ello lo hace digno de
adoración, es decir, de reconocimiento, devoción, esperanza y temor. Este es
el fundamento del Tawhîd ar-Rubûbía.
Según
algunos, en esta forma de Tawhîd hay que incluir el Tawhîd
al-Asmâ wa s-Sifât, el Tawhîd de los Nombres y
las Cualidades (para otros es una categoría distinta), que quiere decir,
además, que Allah es como Él se ha descrito a través de la Revelación (el
Corán y la Sunna). Efectivamente, la razón alcanza a conocer a Allah en
general, pero la Revelación precisa y da detalles que son inaccesibles a los
sistemas de argumentación y deducción. Por tanto, el musulmán no sólo tiene
ideas universales sino pormenores que le vienen de Allah mismo. Se trata de las
Cualidades y Nombres que Allah se adjudica en el Corán y la Sunna.
Es
decir, sabemos cosas acerca de Allah como fruto del entendimiento humano, pero,
además, la Revelación añade información, y el conjunto es a lo que llamamos conocimiento
sobre Allah del que resulta que sólo Él es digno de ser adorado. Estas
cuestiones conforma la primera parte de lo que debe ser estudiado en la ‘Aqîda,
la cosmovisión musulmana.
Los
mismos autores que hablan del Tawhîd ar-Rubûbía, llaman Tawhîd
al-‘Ibâda (también Tawhîd al-Ulûhía o Tawhîd
al-Ilâhía) a la adoración de Allah y el rechazo a toda otra adoración.
Esta es la actitud coherente con el conocimiento que el ser humano tiene en lo más
íntimo de su ser acerca de Allah, corroborado por los profetas. Ahora bien,
este aspecto del Tawhîd es el que comúnmente se desatiende. El hombre sabe quién
es Allah y que es su Único Señor, pero lo confunde el mundo y la apariencia
eficaz y poderosa de ciertas cosas y fenómenos, y acaba divinizándolos,
cayendo en el Shirk, la asociación. Llamamos sharîk a
aquello que el hombre adora al margen de Allah. Por ello, podemos afirmar que la
misión fundamental de los profetas no ha sido la de comunicar el Tawhîd
ar-Rubûbía, sino el Tawhîd al-‘Îbâda (también llamado
con mucha frecuencia Tawhîd al-Ulûhía). Si los profetas han
insistido en la Unidad de Allah, y lo han descrito como Creador y Señor, lo han
hecho para recordar al hombre lo que el hombre ya sabe, para que deduzcan de
ello lo que constantemente olvidan, que sólo deben adorar a Allah y abandonar
la falsedad, que es la adoración de lo que no es Allah.
El Tawhîd ar-Rubûbía es fácil, pero se queda en simple teoría si no va acompañado de la coherencia que hay en el Tawhîd al-Ulûhía. El Tawhîd ar-Rubûbía es casi universal: la mayoría de los seres humanos reconocen la existencia de un Creador, pero acaban asociándole cosas, y esa es la adoración que los profetas han prohibido, porque no es consecuente con lo que el hombre adivina en su fuero interno.