LOS SIETES VALLES DEL CAMINO HACIA ALLAH (s.w.t.)

acercamiento al coloquio de los pájaros

de Farid Uddin Attar

 

Introducción:

          El camino espiritual; los siete valles;

          1º el valle de la búsqueda (talab)

          2º el valle del amor (ishk)

          3º el valle del conocimiento (ma'rifa)

          4º el valle de la independencia (istigna)

          5º el valle de la unidad (tawhid)

          6º el valle del asombro (hairat)

          7º el valle de la indigencia y de la muerte (faqr y fana)

 

INTRODUCCIÓN

        Los pájaros simbolizan en el coloquio arquetipos humanos. Convocados por la abubilla para aprender el viaje al gran Simurg (ave de magnificencia sin igual que representa a Allah (s.w.t.)), desgranan uno a uno sus excusas para no enrolarse en una aventura que juzgan demasiado arriesgada. Estas aves viven, como tantos de nosotros, esclavizadas por sus apegos, hacia ellas mismas y lo que representan ante los demás o hacia sus posesiones. Algunas aún viviendo cercanas a un sentido trascendente no saben superar la barrera que el propio egoísmo les impone.

 

          Una vez que la mística abubilla reprueba a estos buscadores acomodaticios, expone a aquellos que se vencen a sí mismos las etapas del difícil viaje. Queremos con esta breve reseña da algunas pinceladas sobre el camino sufí a la vez que animar a la lectura del gran clásico de la literatura espiritual.

 

 

EL VALLE DE LA BÚSQUEDA (talab)

Al tomar conciencia de la tiranía de ego y de las falacias del mundo. El ser humano, despojado de todos sus apegos. Emprende el viaje a la esencia más profunda del ser. Tomando la determinación de no conceder un instante de tregua a la inacción espiritual. Entramos en el sentido de la vigilia mística; el alma, el cuerpo y sus sentidos, todo en el hombre está dispuesto a la escucha. Cualquier signo puede convertirse, por sutil que sea, en una huella del Amado.

 

El sueño, por el contrario, es el peor enemigo del peregrinaje místico. No entendido como necesidad física que nos reconforta y uno de los favores innumeras de Allah (s.w.t.) para con el hombre. Tenemos que entender este sueño enemigo como instalación en la mediocridad. Sucede a la gran mayoría de los seres humanos y los creyentes no están exento de él. Los pájaros protagonistas de la obra son símbolo de ello. En el mejor de los casos sólo estamos dispuestos a desplegar las alas cuando somos jóvenes y estamos llenos de ideales. Después, cuando aparecen las pruebas nos disponemos a emprender el camino de vuelta, conformándonos en establecer nuestro propio rincón caliente en el “corral” del mundo, tan “felices” o resignados de hacer causa común con las otras gallináceas. Esta imagen tan descriptiva nos pone al descubierto; La espiritualidad, a nuestro juicio, es un camino para jóvenes sedientos de aventuras o para viejos apremiados por la muerte. Para las personas adultas y responsables, deseosas de hacerse un lugar en la vida es completamente inútil.

 

Captaremos mejor las consecuencias de este sueño espiritual con las palabras del sacerdote colombiano Álvaro Ulcué Chocué: “el que se instala agoniza”.

 

 

EL VALLE DEL AMOR (ishk)

          El amor exige la renuncia a todas las posesiones terrenales. Quien no deja que su corazón se queme en el fuego del Amor, no es digno de ser amado.

 

          Mientras que se está encadenado a los dos mundos (pasado y futuro) perdemos toda identidad pasando a ser marionetas de la propia existencia (el comentarista de la obra utiliza la sugerente imagen de una figura pintada en una bandera que ondea al viento). El amante debe continuamente vencerse a sí mismo, a sus ídolos, a su nafs. Volviéndose todo él en un ojo que mira al Amado y que debe ser purificado para contemplarle mejor. La renuncia al mundo (en cuanto a seducción alienante) nos rescata de la muerte espiritual. Llegamos a ser vivientes en todo el sentido de la palabra.

 

 

EL VALLE DEL CONOCIMIENTO (ma'rifa)

          No se refiere a un conocimiento adquirido mediante el estudio de la ciencia (aunque esto sea una obligación para el musulmán) sino al conocimiento espiritual. El creyente que emprende esta vía, desposeído de toda esclavitud idolátrica, llega ha advertir la presencia de Allah (s.w.t.) en todas las cosas. De todo es capaz de sacar una enseñaza, un mensaje, un signo que remite al trascendente. El aprendizaje se acomete sin miedo pues la búsqueda de la verdad conlleva una “divina osadía”, un sano atrevimiento que nada rehuye ni censura. El profeta Muhammad (s.a.s.) decía: “es preciso buscar el conocimiento aunque este se encuentre en la China”.

 

          Enlazando a lo que sosteníamos más arriba; el sueño no es posible para los que aman. El amante es aquel que conoce e intuye al que es objeto de su amor. Busca, se vaga por los campos y hasta el polvo busca el rostro del Amado.

 

 

EL VALLE DE LA INDEPENDENCIA (istigna)

          Es el valle de la aniquilación de todo deseo superfluo, el momento de la acción. De nada valen ya las inquietudes infantiles ni la búsqueda de experiencias espirituales satisfactorias.

 

          Constituye un maqam (estado espiritual) en el que no nos dejamos afectar por vicisitudes externas e internas. El amante se vuelve inmune ante las circunstancias de la vida y aunque le atraviesen de dolor no llegan jamás a esclavizarlo.

 

 

EL VALLE DE LA UNIDAD (tawhid)

          La diversidad del mundo es tan sólo aparente. No hay ruptura entre lo sagrado y lo profano, todo remite a Allah (s.w.t.) o mejor dicho: NO HAY NADA MAS QUE ALLAH (s.w.t.). De tal forma el océano del tawhid llega a sepultar el concepto dualista del bien y del mal transformándolo en la única realidad del amor.

 

          El ego pierde su existencia y hasta los gestos de adoración acaban por ser inútiles. El esclavo no puede agradecer a su señor las mercedes de las que le hace objeto porque su identidad se ha fundido en él y ya forman uno solo. El creyente se despoja de su identidad para convertirse en manifestación de Allah (s.w.t.); Cuando Al Hallaj proclamó “yo soy la verdad” en realidad se refería a Allah (s.w.t.), pues estaba inmerso en las profundidades del Tawhid.

 

 

EL VALLE DEL ASOMBRO (hairat)

            Para entenderlo mejor podríamos equipararlo a la noche oscura en la poesía de Juan de la Cruz. Una vez que el amante se ha sumergido en el tawhid, debe transitar este valle de dolor, de extrañeza, de absurdo en el que llega ha ignorar incluso quién es el objeto de su amor. La propia certeza es arrancada de cuajo para entrar en estado de desnudez total en el último valle.

 

 

EL VALLE DE LA INDIGENCIA (faqr) Y DE LA MUERTE (fana)

            El amante llaega a la aniquilación de sus propios atributos y cualidades. Deja de estar inclinado sobre sí mismo para diluirse en el océano de la trascendencia. El autor escribe, perplejo, que la mente no puede concebir siquiera este estado hasta que no ha entrado en él; Todas las sombras que nos rodean desaparecen. En realidad esta es la única meta del ser humano; si persigue otra se engaña miserablemente.

 

 

CONCLUSIÓN

          Por desgracia (tal vez por fortuna puesto que Allah (s.w.t.) así lo ha dispuesto) el camino espiritual resulta demasiado duro dada la flaqueza humana. Nos cuenta Attar que muchos pájaros, impresionados por el discurso de la abubilla caen súbitamente muertos. Los que emprenden el viaje padecen durante este, tal cúmulo de calamidades que mueren por el camino. Otros quedan atrapados en las etapas más amables y así, a la presencia de Simurg solo llegan treinta aves, exhaustas, maltrechas, sin plumajes pero prontas a alabar al Simurg y gozar de su presencia.

 

          He aquí la terrible y preclara sentencia anunciada por todos los profetas desde el amanecer del tiempo: mientras el ser humano no abandone su soberbia negándose a sí mismo, jamás gozará de la presencia de Allah subhanahu wa ta'ala.. Pero Allah (s.w.t.) sabe más.

 

 

Ahmad Khalil Moreno