EL
VIAJE NOCTURNO Y LA ASCENSIÓN
(AL-ISRÂ
WA L-MI‘RAŶ)
La vigésimo séptima noche del mes lunar de Raŷab (este año
coincide con mediados de septiembre) es aprovechada por los musulmanes para
conmemorar uno de los sucesos más importantes y extraordinarios en la vida de
Sidnâ Muhammad (s.a.s.): su Viaje Nocturno (Isrâ) que lo llevó
en un instante de Meca a Jerusalén y la Ascensión (Mi‘râŷ)
al más elevado de los cielos.
Se designa con el término Isrâ el viaje nocturno que Allah hizo
emprender al Profeta (s.a.s.) y que lo llevó desde la Mezquita Haram de Meca a
la Mezquita Más Remota (al-Másŷid al-Aqsà), el Templo de Salomón en
Jerusalén. Desde ahí, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) ascendió por los diferentes
cielos alcanzando alturas que no son dadas a imaginar ni a hombres ni a genios.
Este segundo viaje en vertical recibe el nombre de Mi‘râŷ.
La fecha exacta en que tuvo lugar tal acontecimiento es objeto de
controversias. En general, se considera que sucedió en el décimo año después
del comienzo de la Revelación del Corán, cuando los musulmanes vivían las
horas más extremas de la persecución a la que los sometían los idólatras de
Meca. Según Ibn Sa‘d, el Isrâ y el Mi‘râŷ ocurrieron
dieciocho meses antes de la Hégira.
Para la mayoría de los musulmanes, ese fabuloso viaje fue llevado a cabo
por el Profeta en espíritu y cuerpo. De pensarse que lo realizó tan solo en
espíritu, la cosa no sería tan sorprendente; pero la concurrencia del cuerpo
es lo que lo hace verdaderamente excepcional.
En sus Sahîh, al-Bujâri y Muslim narran las
líneas generales del Isrâ y el Mi‘râŷ: El Profeta (s.a.s.) montó
sobre un animal de naturaleza mística (al-Burâq), más grande que un asno pero
menor a un mulo y cuyo paso alcanzaba los límites de la vista... Entró en la
Mezquita al-Aqsà, y ahí realizó un Salât de dos rak‘as. A
continuación, el Ángel Ŷibrîl le dio a elegir para beber de dos
recipientes, uno contenía vino y el otro leche (el vino aún no había sido
prohibido), y Muhammad (s.a.s.) escogió el que contenía leche. Ŷibrîl le
dijo: “Has acertado en la naturaleza primordial (fitra)”. Después, Ŷibrîl
lo condujo al primer cielo, luego al segundo, al tercero,... hasta el Azufaifo
del Límite (Sidrat al-Muntahà), que marca el final del séptimo cielo y es la
frontera para las criaturas. Muhammad (s.a.s.) avanzó, y Allah “le mostró lo
que le mostró”... Durante esa Noche, fue impuesta a los musulmanes la práctica
del Salât cinco veces al día. En un primer momento, fueron dictados cincuenta
Salât-s, distribuidos a lo largo de la noche y el día, pero su número fue
reducido finalmente al de cinco, valiendo cada uno de ellos por diez.
Al día siguiente, una vez vuelto a Meca, el Profeta (s.a.s.) describió
a la gente lo que acababa de vivir. Los idólatras se trasmitieron el relato y
lo acogieron entre burlas. Incluso algunos lo desafiaron a describir los restos
del Templo de Salomón, ya que había estado en él. Durante su visita a Jerusalén,
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) no se había fijado en los detalles, y no pudo
responder al principio. Al-Bujâri y Muslim continúan su narración con las
siguientes palabras del mismo Profeta: “Cuando los qurashíes me desmintieron,
fui al interior del recinto de la Kaaba, y ahí Allah me hizo ver de nuevo el
Templo de Jerusalén. Salí y se lo describí tal como había aparecido bajo mi
mirada”. A pesar de ello, los idólatras siguieron afirmando que Sidnâ
Muhammad (s.a.s.) mentía o había sido víctima de una alucinación.
Los idólatras acudieron ante Abû Bakr, cuya sensatez y prudencia
valoraban, y le contaron lo que andaba diciendo Muhammad, de quien se había
convertido en seguidor. Esperaban que él se echara atrás y abandonara al
Profeta, pero en lugar de ello, él dijo: “Yo digo que sus palabras son
verdaderas, y lo sostendría aunque fuera más lejos en sus afirmaciones”. Por
ello, Abû Bakr, que luego sería el primer califa del Islam, recibió el
sobrenombre de as-Siddîq, el que confirma a Muhammad
(s.a.s.).
Ese mismo día, Ŷibrîl volvió a mostrarse a Muhammad (s.a.s.) y le
detalló los actos que debían realizarse durante el Salât y su horario,
quedando definitivamente establecido. Antes de esta institución, Sidnâ
Muhammad (s.a.s.), siguiendo la tradición de Abraham, realizaba dos rak‘as al
amanecer y otras dos al atardecer, en dirección hacia Jerusalén. Jerusalén
siguió siendo la Qibla de los musulmanes durante algún tiempo, hasta que el
Corán, tras la Hégira, ordenó orientarlo hacia la Mezquita Haram de Meca.
A algunos investigadores les gusta subrayar el aspecto humano de la vida
del Profeta mostrando que él no hacía caso a los milagros, que renegaba de
ellos y rechazaba a los que le pedían que los realizara. Él afirmó que los
milagros estaban fuera de su alcance. Esos investigadores se refieren, para
probar la veracidad de sus afirmaciones, a versículos del Corán, como uno en
el que Allah dice: “Los Signos sólo los tiene Allah” (6/109). El lector
acaba creyendo que la vida del Profeta (s.a.s.) estuvo muy alejada de los
milagros que Allah utiliza para ayudar y animar a Sus Profetas auténticos.
Buscando las fuentes de estas afirmaciones observamos que proceden de
ciertos orientalistas e investigadores extranjeros como Gustave Le Bon, Augusto
Comte, Hume, Goldzeiher,... Razonaron de forma parecida para decir finalmente
que cuando la fe entra en un alma, no son necesarios los milagros para
confirmarla.
Este punto de vista fue adoptado por musulmanes que usaron de todos sus
medios para predicar y extender las ideas de esos extranjeros quienes, bajo el
avance de la ciencia, consiguieron un gran éxito en Europa. Entre los
musulmanes que se hicieron eco de las interpretaciones ‘científicas’ y
‘racionalistas’ aplicadas a la vida del Profeta podemos enumerar a Muhammad
‘Abdu, Muhammad Farid Waydi y Husain Haikal.
Los que deforman las ideas y siembran la duda en los espíritus han encontrado en los escritos de esos musulmanes un material que les abre nuevos horizontes en su tentativa de apartar a los musulmanes del Islam dispensándolos de tener que recurrir a su antiguo método, el de la guerra abierta al Islam para la implantación de una sensibilidad ajena a sus principios.
Se pusieron a divulgar ciertas cualidades del Profeta (s.a.s.) como el
heroísmo, el genio, la autoridad,... haciéndolo en términos extremadamente
elogiosos, insistiendo en los aspectos de su vida cotidiana que no tenían nada
de extraordinario o milagroso. Querían con ello formar poco a poco en el espíritu
de los musulmanes una nueva imagen del Profeta, la de un genio, un mentor de los
hombres, o un héroe, pero nunca la de un profeta o un enviado de Allah. La
profecía con sus cortejo de revelaciones, acontecimientos extraordinarios y
aspectos misteriosos forma parte para esos pensadores de la mitología y las
leyendas.
El genio y el heroísmo, a diferencia de la profecía, no tienen nada de
milagro o legendario, y pueden ser atribuidos sin problemas a un ser humano
particularmente favorecido por la naturaleza. Por ello, era natural atribuir el
origen y el crecimiento del número de personas y de naciones que respondieron a
la llamada del Profeta al genio humano de Muhammad. Ello autorizaba llamar a los
musulmanes “mahometanos”, seguidor de Mahoma, nombre de Muhammad en una
deformación malintencionada.
Intentemos desgajar la verdad en una investigación lógica y objetiva a
fin de valorar la falsa imagen que esos pretendidos investigadores objetivos nos
dan del Profeta.
Si tenemos en consideración que la Revelación es el factor que más
influye en la personalidad de Muhammad (s.a.s.) y en la sucesión de
acontecimientos durante su vida, descubriremos que la Profecía (Nubuwwa)
es su rasgo más eminente. Pero lo que sea la Profecía sobrepasa con mucho
nuestro entendimiento, que solo puede basarse en datos objetivos, mientras que
la Profecía es un acontecimiento interno de una envergadura colosal que sólo
conocen los que la han vivido: los profetas. Se trata de una Revelación
trastornadora que rompe con las leyes habituales reconocidas por los seres
humanos. La negación de los acontecimientos extraordinarios en la vida del
Profeta implica la negación de la Profecía y de la Revelación. Rechazar lo
inexplicable es cuestionar la Profecía en sí misma. Algunos investigadores
avanzan sus premisas sin osar declarar las conclusiones implicadas en ellas. Se
limitan a eliminar de la personalidad del Profeta todo elemento sobrenatural
para centrar la atención sobre su genio, su coraje y su diplomacia. Pero el
resultado se deriva necesariamente de la premisa.
Examinando la vida del Profeta (s.a.s.) y los sucesos que tuvieron lugar
observamos que Allah realizó por medio de Su Mensajero un gran número de
milagros que aceptamos pues nos han sido trasmitidos de un modo absolutamente
cierto por una cadena de autoridades sobre las cuales se basa la Sunna, como el
hadiz que relata la emanación de agua a partir de los dedos del Profeta
(s.a.s.), recogido por al-Bujâri y Muslim en sus Sahîh
y por Mâlik en su Muwatta. El Imam al-Qurtubi escribió: “La
emanación de agua de entre los dedos del Profeta ha sido relatada por
diferentes testigos y en diferentes circunstancias, respondiendo en todo a las
exigencias y criterios de la ciencia”.
El hadiz de la escisión de la luna, acontecimiento extraordinario que
realizó Muhammad (s.a.s.) en respuesta la demanda de los idólatras, fue
recogido por al-Bujâri en el capítulo relativo a los hechos de la vida del
Profeta, y por Muslim en el capítulo que consagra en su libro al Día de la
Resurrección, y también fue recogido por otros trasmisores de hadices. Ibn Kazîr
afirmó: “Ese hecho prodigioso fue recogido en varias ocasiones y a partir de
fuentes fiables”. Los críticos del hadiz son unánimes: ese milagro se
produjo en tiempos de Muhammad (s.a.s.). Las fuentes de información son
numerosas y variadas.
Igualmente, el hadiz del Viaje Nocturno y la Ascensión está firmemente
establecido. Los musulmanes están de acuerdo en que fue uno de los hechos más
extraordinarios en la vida del Profeta (s.a.s.).
Es extraño que los admiten entre las cualidades del Profeta tan sólo su
genio (basado en hadices), ignoren deliberadamente los hadices perfectamente
autentificados, si bien las obras de hadiz hacen una extensa referencia a esos
sucesos. es evidente que quieren evitar el estudio de esos textos porque
contradicen claramente sus teorías.
Sin duda, el término milagro (mu‘ŷiça) no es de
valor absoluto, sino relativo y abstracto. Designa todo aquello que no es
habitual, que está fuera de lo ordinario. Este concepto está sujeto a lo que
se entiende por usual, a la evolución de la ciencia y al progreso de la
cultura. Algunos fenómenos que antes pasaban por ser milagros son hoy hechos
comunes. Lo que pasa desapercibido a ojos de una civilización desarrollada
puede ser un milagro para una sociedad primitiva.
En árabe, un milagro (mu‘ŷiça) es un hecho
sorprendente, uno que despierta la admiración y conduce a la reflexión. Los
planetas, el movimiento de los astros, la gravedad, son milagros. El
hombre en sí mismo, su sistema nervioso, su circuito sanguíneo, su alma, son milagros.
Lo que sucede es que, a fuerza de costumbre, esos milagros pierden su fuerza, y
los hace familiares. De ahí que el término mú‘ŷiça se aplique
fundamentalmente a lo nunca vista, lo que está fuera del cuadro de lo que
resulta familiar, lo que realmente conmociona al hombre.
Un poco de reflexión bastará para mostrar claramente al hombre que no
resulta difícil al Creador del universo operar en él algunos cambios. El
orientalista inglés William Johns es de la misma opinión al afirmar: “No es
difícil al poder que ha creado el mundo añadirle una nueva regla o suprimir
otra. La razón humana juzga en conjunto esa regla nueva como algo
incomprensible, inconcebible, pero lo es mucho menos que la existencia misma del
mundo”. Quiere decir que si el mundo no existiera y se le dijera a alguien que
no cree en los milagros ni en los acontecimientos extraordinarios que un mundo
como el nuestro iba a pasar a existir rechazaría la idea y su negación sería
más categórica y radical que la del que niega otra cualquier
caso de milagro.
El Profeta -Sidnâ Muhammad (s.a.s.)- fue víctima de las persecuciones
que los qurashíes lanzaron contra los primeros musulmanes. Intentó buscarles
refugio primero en una localidad próxima a Meca, en Tâif, pero tras un primer
contacto con sus habitantes tuvo que volver a su ciudad tras sufrir un rechazo
frontal. Los notables de Tâif lanzaron contra él a los niños y a los locos,
para que lo apedrearan, y tuvo que buscar refugio en un huerto privado donde se
desmoronó y reconoció ante Allah su debilidad y su falta de fuerzas para
servirLe adecuadamente. Esta rendición de Muhammad (s.a.s.), poniéndose en
Manos de Allah, renunciando a sus propios recursos, es lo que lo convirtió
realmente en alguien idóneo para trasmitir el Mensaje de la Unidad de Allah y
la subordinación de la existencia a Su Verdad. Muhammad (s.a.s.), al fracasar
en Tâif, pensó que habría disgustado a Allah, pero era todo lo contrario.
Acabó la invocación que dirigió a Allah con las siguientes palabras: “Pero
si Tú no estás airado contra mí, nada tengo de lo que quejarme”.
El Viaje Nocturno a Jerusalén y la Ascensión hasta el séptimo cielo
fue la recompensa a ese abandono absoluto en Allah. Allah alzó a Muhammad
(s.a.s.) -a causa de haber descubierto la verdadera magnitud de Allah en el
sencillo acontecimiento que había tenido lugar en Tâif y a su sinceridad en él-
por encima de todas las criaturas. Ese suceso extraordinario fue la demostración
de que todos los sufrimientos anteriores, todas las persecuciones de las que
fueron víctimas los musulmanes, no eran un mal signo, sino una senda sobre la
que se depuraban de ataduras, incluso las que los ligaban a sí mismos, mostrándose
en ello la Ley de Allah, Su Senda, la que han de seguir los que Le aman para
hacerse merecedores de la Bondad Absoluta de Allah.
El
hecho de que el Profeta (s.a.s.) emprendiera ese fabuloso Viaje Nocturno hacia
Jerusalén y ésta fuera el punto de partida hasta las alturas más inaccesibles
muestra claramente la importancia de la Mezquita Más Remota (al-Másŷid
al-Aqsà). Ese centro espiritual de Jerusalén (que a su vez es ya de
sí un centro espiritual) es el vórtice de la profecía. A él están asociados
muchos de los grandes profetas mencionados en el Corán, y representa la
coincidencia de todos ellos. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) se suma a los profetas de
la humanidad, y con ello, aceptándolos a todos, se pone a su cabeza y los
integra en sí. En Muhammad pasa a estar unificada la humanidad entera a causa
precisamente de su amplitud infinita. El corazón de Muhammad (s.a.s.) abarcó
en ese instante el universo entero, y, aún con espacio para más, ascendió
hasta más allá de lo dado a alcanzar a los seres humanos, los genios y los ángeles.
El Viaje Nocturno y la Ascensión, sobre la linealidad de la historia y la
verticalidad del espíritu, lo hicieron Sello de todo lo que le había precedido y clave para todo lo que habría
de venir después de él.
Eligiendo
la leche prefiriéndola al vino ante Ŷibrîl, el Profeta (s.a.s.) hizo un
gesto simbólico significando que el Islam es la senda de lo innato, dicho en
otras palabras: el Islam está en armonía perfecta, en sus enseñanzas teóricas
como en las prácticas, con las auténticas exigencias de la naturaleza humana.
Nada del Islam es contrario a la naturaleza humana en su autenticidad, y podría
decir que el Islam, para la naturaleza humana, es como si fuera un vestido
cortado a su medida, particularmente adaptado. Esto explica la rapidez con la
que se difundió.
El
Viaje Nocturno (Isrâ) y la Ascensión (Mi‘râŷ)
fueron cumplidos espiritual y corporalmente, y los musulmanes, en la antigüedad
y ahora, está de acuerdo al respecto. En su comentario a Muslim, an-Nawawi
afirma: “La verdad que reconocen la mayor parte de los pensadores musulmanes
tanto antiguos como modernos es que el Profeta (s.a.s.) hizo efectivamente el
Viaje Nocturno desplazándose corporalmente, y de esto dan fe todos los
testimonios que han llegado a nosotros de modo que se trata de una evidencia que
no se presta a equívoco alguno para el que investiga y estudia”. Por su
parte, Ibn Haŷar, comentando a al-Bujâri, escribió: “El Viaje Nocturno
y la Ascensión tuvieron lugar durante una misma noche, corporal y
espiritualmente. Esto lo confirman una masa de especialistas en la crítica del
hadiz, así como los pensadores musulmanes que se apoyan en acontecimientos
ciertos y no oponen problemas racionales a las
evidencias”.
El
hecho de que los idólatras qurashíes dieran tanta importancia a ese
acontecimiento extrañándose y desmintiéndolo con fuerza, prueba su veracidad
y su autenticidad. Si el Profeta (s.a.s.) hubiera presentado la cuestión como
el resultado de una simple visión mística, no hubieran actuado de esa manera.
Los
musulmanes recogen toda esta información contrastando las fuentes y deduciendo
sus implicaciones, todo ello desde una mentalidad en la que se reconoce como
posible la intervención de Allah trastocando las reglas que parecen gobernar el
universo, todas las cuales son, también, creadas por Allah. Son suyas, y Él es
Libre en Su dominio. El Corán mismo dice: “Inasible a la imaginación
humana es Aquél que hizo viajar de noche a Su siervo desde la Mezquita Haram a
la Mezquita Remota, para mostrarle Sus signos...”.
Del
libro Fiqh as-Sira
Muhammad Said Ramadan al-Buti