Las cruzadas, actores y escenarios 

Ahmad Jalil Moreno

 

Introducción

Los escenarios:

- Constantinopla y Anatolia

- Antioquia y Edesa

- Maarat

- Damasco y Alepo

- Bagdad

- Jerusalén

- El Cairo

- Hattina

- Ayn Yalut.

 

Los actores:

Los musulmanes:

- El pueblo

- Abu Saad al harawi

- Al Qalanisi (historiador)

- Kili Arslán y Danishmend

- Ibn Al Jashab

- la secta de los hashishin

- Imad ad Din zengi

- Shirkuh

- Nur Ad Din Mahmoud

- Salah Ad Din ibn Ayyub

- Sayarat Ad Dorr y Aibek

- Genghis Khan y Hulagu

- Baybars, Qalaun y Jalil

                Los cruzados:

 

Conclusiones.

 

 

Introducción:

 

            Cuando en occidente se evoca el fenómeno de las cruzadas se suelen constatar dos posiciones contrapuestas en el imaginario popular; Por un lado se apela a una empresa caballeresca movida por una fe ardiente y profunda  que ha sido  recreada con profusión en el cine y la literatura. En el extremo contrario se sitúa una  bien planeada ausencia de este largo período histórico, sobre todo de los manuales escolares, más centrados en explicar el medievo europeo desde sus características económicas y sociales. Esto hace que haya enfrentado la lectura de esta obra como la exploración de un territorio virgen. Tanto más si es la visión de los árabes la que articula la narración.

 

            Tras atravesar atónito el enjambre de nombres y de fechas, haber contemplado (el estilo de Maalouf es tan ágil que se tiene esta sensación) ciudades incendiadas, ejércitos temibles en orden de batalla, masacres sin cuento, intrigas palaciegas, personajes guiados por la sed de gloria y poder en unos casos y por una sincera fe en otros, la cuestión abierta es: ¿Porqué el occidente europeo puede tomarse el lujo de tratar este periodo de la historia como algo exótico y lejano en tanto que el mundo árabo-musulmán parece no haber superado el trauma?. Esta pregunta es la que el mismo autor se plantea en el epílogo sin llegar a dar una respuesta satisfactoria. Quizá  tengamos las claves interpretativas en el convulso presente que nos toca vivir. A descifrar estas claves nos ayudan los hechos, los escenarios en los que tuvieron lugar y los personajes que los protagonizaron, perpetraron o padecieron.

 

Los escenarios:

 

Constantinopla y Anatolia:

 

            Prácticamente desde los inicios del Islam, el imperio bizantino había sufrido constantes derrotas y pérdidas territoriales a manos de los musulmanes. En vísperas de la primera invasión franca la península de Anatolia, auténtico corazón del imperio, se hallaba prácticamente en su totalidad, sometida al poder de los príncipes turcos selyuquíes, quiénes también habían impuesto su autoridad en Bagdad, capital del califato. El emperador Alejo Comneno inquieto ante esta situación pide ayuda al papa de Roma y a los magnates occidentales para hacer frente al empuje del Islam.

 

            La alianza de los bizantinos con los “frany” se revelará con el correr del tiempo como un error fatal. Los cruzados demostrarán ser unos aliados desleales, mezquinos y sanguinarios. A su arcano desprecio por los cristianos orientales (desprecio que degenerará en odio tras el cisma de 1.154) unen los francos su sed de rapiña, de manera que veremos aldeas y ciudades bizantinas arrasadas por los caballeros de Cristo desde el comienzo mismo de la invasión. Este modus operandi de los occidentales llega al paroxismo con la salvaje invasión de Chipre de 1.156 y el saqueo de la propia capital bizantina en 1.204. Por esta razón no serán raras las alianzas del imperio con los musulmanes en contra de tan peligrosos “correligionarios”.

 

 

Antioquia y Edesa:

 

            Eran ciudades de población mayoritariamente cristiana; La primera había sido una espléndida metrópoli en época romana y aún era una gran ciudad de 40.000 habitantes cuando los francos la sitian. Edesa (actual Urfa) era una pequeña y estratégica población armenia. Ambas sufrirán al comienzo de la invasión no sólo a causa del rigor de los conquistadores sino de la ineficacia y rivalidades de los príncipes musulmanes; caso que adquirirá tintes trágicos cuando Yaghi Siyán, señor de Antioquia esté tan a merced de los sanguinarios frany como de las pérfidas intrigas de Dukak y Ridwán reyes de Damasco y Alepo, respectivamente.

            En ambas ciudades se establecen los primeros estados francos

 

Maarat:

 

Se convierte a su pesar en el símbolo de la inaudita brutalidad de los frany. Al ser tomada en diciembre de 1.099 la pequeña población no sólo es arrasada hasta los cimientos sino que además los occidentales, presas de una gran carestía no dudan en comer la carne de sus habitantes muertos. A partir de entonces el abismo entre los cruzados y los musulmanes se hará prácticamente insalvable.

 

 

Damasco y Alepo:

 

            Ambas metrópolis sirias juegan un papel fundamental en el complicado tablero del oriente medieval. De sus avatares políticos internos y de sus veleidosas relaciones exteriores depende que los vientos soplen a favor o en contra de los resistentes musulmanes.

 

Bagdad:

 

            El corazón enfermo del mundo musulmán, relativamente lejano de los frentes de guerra, no puede escapar sin embargo al resbaladizo terreno de las luchas por el poder. Será prácticamente borrada del mapa político al ser arrasada por las tropas mongolas de Hulagu en 1.258.

 

Jerusalén:

 

            La manzana de la discordia; ciudad santa para las tres grandes religiones monoteístas. Durante la dominación musulmana los judíos y los cristianos gozaron de libertad de residencia y sus puertas estaban abiertas para los peregrinos de los tres credos. Su conquistador el califa Umar Ibn Jatab  (r.a) respetó escrupulosamente a los habitantes y a los lugares sagrados cristianos  y judíos. No obraron de este modo los francos, entregados a una feroz masacre de sus moradores al caer la ciudad en sus manos en julio de 1.099. Desde entonces la reconquista de la ciudad será el objetivo soñado por los musulmanes.

 

El Cairo:

 

            Capital de califato “hereje” fatimí. Las veleidades de los poderosos la mantienen unas veces enredada en sus disputas internas y otras participando en los juegos de alianzas entre los príncipes musulmanes o con los francos. Será Salah ad Din quien la gane para la causa del Yihad convirtiéndose en su rey y uniéndola a Siria. En el siglo XIII sus gobernantes mamelucos darán el golpe de gracia al último estado franco de Palestina.

 

 

Hattina:

 

            El nombre de esta pequeña aldea palestina y la batalla que en ella tuvo lugar marcan el cambio de rumbo en el acontecer de la ocupación cruzada. El 4 de julio de 1.187 Salah ad Din bloquea el acceso de los exhaustos francos a las aguas del lago Tiberiades infligiéndoles una espectacular derrota. Será el inicio del paseo triunfal de este gran sultán por la Palestina ocupada.

 

Ain Yalut:

 

            Si bien menos espectacular que la anterior. Esta batalla ganada en 1.260 por el mameluco Baybars supone el rompimiento de la tenaza franco-mongola sobre el mundo musulmán y la agonía de la ocupación franca culminada con la toma de Acre en 1.291

 

 

Los actores musulmanes:

 

El pueblo:

 

            Sempiterno perdedor de todas las guerras y de las rivalidades de sus gobernantes. Su presencia en la historia parece limitarse a las masacres y el sufrimiento. Ante el arrollador avance de los frany muchos huyen a las capitales árabes no ocupadas y con el relato de las atrocidades sufridas a manos de los invasores, apoyados por sinceros líderes religiosos como al Harawi  e Ibn al Jashab, intentan movilizar a los príncipes para el Yihad.

 

Abu Saad Al Harawi:

 

            Su irrupción en la corte bagdadí, acompañado de supervivientes de la masacre de Jerusalén, sus enérgicas palabras contra la molicie de la corte y el ardiente llamado al Yihad para recuperar los territorios asolados reflejan la conmoción que pudo experimentar el Islam ante sucesos tan trágicos.

 

Ibn al Qalanisi:

 

            Joven cuando el inicio de la invasión, el historiador dimasqí consigna por escrito y sin apasionamiento la marcha de la invasión. Sus relatos abarcan el periodo más desgraciado de la ocupación, cuando el poder de los frany  parece imbatible.

 

Kili Arslán y Danishmend:

 

            Rey de Nicea, es el primer monarca musulmán que debe hacer frente a las hordas invasoras. Consigue mediante una inteligente estratagema derrotarlos en la batalla de Civitot en 1.096. Sin embargo, enfrentado a Danishmend el sabio por el control de la ciudad de Malatya no puede hacer frente a un nuevo asedio franco de Nicea., ciudad a la que renunciará para establecer en Konia su nueva capital. Pacta una alianza con su antiguo rival Danishmend, pero ambos sufren una estrepitosa derrota en la batalla de Dorilea en 1.097. Esta debacle provoca el pánico en todo el orbe islámico. Los frany tienen expédito el camino a Jerusalén

 

Ibn al Jashab :

 

            Cadí chiíta de Alepo. Su tenacidad preparará el camino del Yihad para futuros líderes musulmanes. Repitió la gesta de al Harawi en Bagdad y tomó parte activa en la política de su ciudad a la sazón gobernada por el débil Ridwán y su camarilla de hashishin. A la muerte del rey organizó una gran matanza de miembros de esta secta lo que acabaría costándole a él mismo la vida. Entregó el gobierno de Alepo a Ilghazi y a al Borsoki, emires turcos de Mosul que consiguieron mantener a raya  a los francos.

 

La secta de los hashishin:

 

            Creada hacia 1.090 por el iraní Hassan al Sabah. Pronto se convierte en una mortífera sociedad con infiltrados en las altas esferas tanto del Egipto fatimí como en las dos metrópolis sirias. Su connivencia con los francos les acarrean el odio de los musulmanes. Aterrorizaron a los más grandes estadistas musulmanes hasta la caída y destrucción de su sede de la fortaleza de Alamut a manos de los mongoles

 

Imad ad Din Zangi:

 

            El “regalo de la providencia a los musulmanes” dista mucho de ser un hombre virtuoso, pero tiene en su haber un carácter austero e infatigable. Sabe aprovechar las incipientes disputas internas de los francos para conquistar Edesa, capital del más antiguo de los estados francos en 1.144. Muere asesinado por uno de sus sirvientes.

 

Nur Din Mahmud:

 

            Hijo de Zangi. Rey de Alepo. Justo, piadoso y entregado a la causa del Yihad, cuenta por todo ello con el afecto del pueblo musulmán. Estrechamente ligado al kurdo Shirkuh. No podrá sin embargo evitar el enfrentamiento con Salah al Din cuando este tome las riendas del poder en Egipto.

 

Salah al Din Ibn Ayyub:

 

            El más prestigioso monarca musulmán de todos los tiempos. Se hace fuerte en Egipto y consigue unificarlo a Siria a la muerte de Nur Din. El sueño dorado de la reconquista de la ciudad santa se hace con él realidad en 1.187 cuando la derrota franca de Hattina deja casi todo el territorio palestino a su merced. Ninguno de sus sucesores ayyubíes se le igualará en genio y magnanimidad (incluso entregarán de nuevo Jerusalén a los cruzados)

 

Shayarat al Dorr y Aibek:

 

            Una de las escasas protagonistas femeninas de esta historia. Dotada de belleza y ambición esta esclava armenia dirige el golpe de estado que lleva al poder a los mamelucos en El Cairo dónde ella misma es proclamada sultana. Contrae matrimonio con el mameluco Aibek al que confiere el título de sultán y al que acaba asesinando por motivos pasionales.

 

 

Baybars, Qalaun y Jalil:

 

            Estos tres caudillos mamelucos acaban con la presencia franca en oriente medio. El primero destroza a la caballería franco-mongola en Ain Yalut en 1,260. Jalil por su parte acaba definitivamente con la autoridad franca que aún permanecía en la ciudad de Acre en 1.291.

 

 

Los cruzados:

 

            Procedentes de una Europa atrasada y embrutecida por las luchas feudales, son descritos como seres sanguinarios, fanáticos y desleales; Viajan acompañados de poblaciones enteras hasta el punto de parecer un pueblo expulsado de sus tierras. En dos siglos de permanencia en oriente se abren con timidez  a los avances de la cultura arabo-islámica. Encontramos entre los caballeros cruzados de los últimos tiempos a reyes cultos fascinados por el mundo islámico cómo Federico Barbarroja así como personajes odiosos, leales sólo a la propia codicia cómo Reinaldo de Chatillón. Hombres de honor como Balian de Ibelin y mujeres intrigantes que obran al margen del poder masculino como Alicia, Hija del rey  Balduino II de Jerusalén. 

 

 

Cuestiones abiertas:

 

            “El mundo musulmán se ha vuelto friolero, defensivo, intolerante y estéril (p362)”   

            No se pueden evitar durante la lectura del libro los paralelismos con la época que nos toca vivir y en la que las altas esferas parecen empeñadas en reproducir un conflicto nunca resuelto. De todas formas al principio del presente trabajo hacía alusión a una serie de claves; Hélas aquí:

 

  -Occidente siempre ha sido el agresor: No había razón humanitaria ninguna para que los caballeros emprendieran la conquista de Jerusalén que bajo el dominio musulmán disfrutaba de una total libertad de culto y cuyas puertas estaban francas a la peregrinación. El poder papal animó a las cruzadas para empeñar a los príncipes cristianos en una aventura lejana mientras la iglesia afianzaba su omnímoda autoridad en Europa. El modo de tratar a la cristiana población bizantina refleja que las motivaciones religiosas de los caballeros de Cristo eran más bien espúreas.

 

-         La arrogancia europea se manifestó durante el colonialismo en el que los pueblos árabes sufrieron una auténtica expoliación cultural y económica y se manifiesta ahora cuando el capitalismo salvaje y la democracia circense de los EE UU son impuestos a base de bombas y represión. El mundo musulmán no es ni friolero ni estéril sino que está siendo secularmente atacado y masacrado y ante estas circunstancias la tolerancia es poco menos que imposible.

 

-         El progreso europeo no puede ser un modelo válido cuando ha costado la sangre de tantos pueblos, tantas guerras apocalípticas, tantas dictaduras genocidas por doquier. 

 

-         Amín Maalouf hace gala del más burdo orientalismo cuándo afirma que los árabes se mostraron impermeables a las ideas procedentes de occidente y aquí es precisamente dónde reside el fallo; De occidente no vino más que una sola idea; la de la agresión y la codicia disfrazadas de piadosos pretextos. Ante ideas así sólo cabe la resistencia.