INFLUENCIA DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA EN OCCIDENTE

ABD AL-WAHID YAHIA

(RENÉ GUÉNON)

 

 

        La mayoría de los europeos no han valorado exactamente la importancia de la aportación que han recibido de la civilización islámica ni han comprendido la naturaleza de lo que han tomado de esta civilización en el pasado, y algunos llegan hasta a desconocer totalmente todo lo que con ello se relaciona. Eso viene de que la historia tal como se les enseña tergiversa los hechos y parece haber sido alterada voluntariamente sobre muchos puntos. Esta enseñanza hace alarde en exceso de la poca consideración que le inspira la civilización islámica y suele rebajar su mérito cada vez que se presenta la oportunidad. Es importante observar que la enseñanza histórica en las Universidades de Europa no da a conocer la influencia de que se trata. Por el contrario, las verdades que deberían decirse a este respecto, ya se trate de enseñar o de escribir, son sistemáticamente dejadas de lado sobre todo en cuanto a los acontecimientos más importantes.

 

        Por ejemplo, si generalmente se sabe que España permaneció bajo la ley islámica durante varios siglos, nunca se dice que ocurrió lo mismo con otros países como Sicilia o la parte meridional de la Francia actual. Algunos quieren atribuir este silencio de los historiadores a algún prejuicio religioso. Pero, ¿qué hay que decir de los historiadores actuales, la mayoría de los cuales no tienen religión, cuando vienen a confirmar lo que sus predecesores han dicho de contrario a la verdad?

 

        Hay que ver aquí, pues, una consecuencia del orgullo y la presunción de los occidentales, defectos que les impiden reconocer la verdad y la importancia de sus deudas para con Oriente.

 

        Lo más extraño en este caso es ver a los europeos considerarse como los herederos directos de la civilización helénica mientras que la verdad de los hechos invalida esta pretensión. La realidad sacada de la historia misma hace constar perentoriamente que la ciencia y la filosofía griegas fueron transmitidas a los europeos por intermediarios musulmanes. En otros términos, el patrimonio intelectual de los Helenos no llegó a Occidente más que después de haber sido estudiado seriamente por el Próximo Oriente y, si no fuera por los sabios del Islam y sus filósofos, los europeos hubieran permanecido en la ignorancia total de estos conocimientos durante mucho tiempo, suponiendo que hubieran llegado a conocerlos alguna vez.

 

        Es conveniente señalar que hablamos aquí de la influencia de la civilización islámica y no especialmente árabe como se dice a veces sin motivo. Pues la mayoría de los que ejercieron esta influencia en Occidente no eran de raza árabe y si su lengua era el árabe, era solamente una consecuencia de su adopción de la religión islámica.

 

        Ya que estamos llevado a hablar de la lengua árabe, podemos ver una prueba segura de la extensión de esta misma influencia en Occidente, en la existencia de términos de origen y de raíz árabes mucho más numerosos de lo que generalmente se cree, incorporados a casi todas las lenguas europeas y cuyo empleo se ha proseguido hasta nosotros, aunque muchos de los europeos que los utilizan ignoren totalmente su verdadero origen. Como las palabras solamente son el vehículo de las ideas y el medio de exteriorización del pensamiento, se concibe que sea sumamente fácil deducir de estos hechos la transmisión de las ideas y de las concepciones islámicas mismas.

 

        De hecho, la influencia de la civilización islámica se extendió en muy amplia medida y de un modo sensible a todos los dominios: ciencias, artes, filosofía, etc. España era entonces un centro muy importante a este respecto y era el principal foco de difusión de esta civilización. Nuestra intención no es tratar en detalle cada uno de estos aspectos ni definir el área de la civilización islámica, sino sólo indicar ciertos hechos que consideramos como particularmente importantes, aunque sean pocos los que en nuestra época reconozcan esta importancia.

 

        En lo que se refiere a las ciencias, podemos hacer una distinción entre las ciencias naturales y las ciencias matemáticas. En cuanto a las primeras, sabemos con certeza que algunas de ellas fueron transmitidas por la civilización islámica a Europa, que las adoptó completamente. La química, por ejemplo, ha conservado siempre su nombre árabe, nombre cuyo origen remonta, por otra parte, al antiguo Egipto, y eso aunque el sentido primero y profundo de esta ciencia se haya vuelto completamente desconocido para los modernos y como perdido para ellos.

 

        Para tomar otro ejemplo, el de la astronomía, las palabras técnicas empleadas en ella en todas las lenguas europeas son todavía en su mayoría de origen árabe, y los nombres de muchos de los cuerpos celestes no han dejado de ser los nombres árabes empleados tal cual por los astrónomos de todos los países. Eso se debe al hecho de que los trabajos de los astrónomos griegos de la Antigüedad, como Ptolomeo de Alejandría, se habían conocido por traducciones árabes al mismo tiempo que los de sus continuadores musulmanes. Por lo demás, sería fácil demostrar, en general, que la mayor parte de los conocimientos geográficos referentes a las regiones más alejadas de Asia o África fueron adquiridos durante mucho tiempo por exploradores árabes que visitaron regiones muy numerosas y podrían citarse muchos otros ejemplos de este tipo.

 

        Por lo que se refiere a los inventos, que no son más que aplicaciones de las ciencias naturales, siguieron igualmente la misma vía de transmisión, es decir, la mediación musulmana, y la historia del "reloj de agua" ofrecido por el Califa Haroun-al-Rachid al emperador Carlomagno, no ha desaparecido aún del recuerdo.

 

        En lo que concierne a las ciencias matemáticas, conviene concederles una atención especial desde este punto de vista. En este amplio dominio, no es sólo la ciencia griega la que fue transmitida al Occidente por mediación de la civilización islámica, sino también la ciencia hindú. Los Griegos habían desarrollado también la geometría, e incluso la ciencia de los números, para ellos, estaba ligada siempre a la consideración de figuras geométricas correspondientes. Este predominio dado a la geometría aparece claramente, por ejemplo, en Platón. Sin embargo, esta otra parte de las matemáticas que pertenece a la ciencia de los números, que no se conoce como las demás con una denominación griega en las lenguas europeas por la razón de que los griegos la ignoraron. Esta ciencia es el álgebra, que tuvo su origen primero en la India y cuya denominación árabe muestra bastante como fue transmitida a Occidente.

 

        Otro hecho que es útil señalar aquí, a pesar de su menor importancia, viene también a corroborar lo que hemos dicho: es el que las cifras empleadas por los europeos se conocen por todas partes como cifras árabes, aunque su origen primero sea en realidad hindú, pues los signos de numeración empleados originariamente por los Árabes no eran más que las letras mismas del alfabeto.

 

        Si abandonamos ahora el examen de las ciencias por el de las artes, observamos que, en lo que concierne a la literatura y la poesía, muchas ideas procedentes de los escritores y poetas musulmanes fueron utilizadas en la literatura europea y que incluso algunos escritores occidentales llegaron a la imitación pura y simple de sus obras. Asimismo, se pueden notar huellas de la influencia islámica en arquitectura y eso de un modo muy particular en la Edad Media; así, el crucero ojival cuyo carácter se afirmó hasta el punto de dar su nombre a un estilo arquitectónico, tiene incontestablemente su origen en la arquitectura islámica, aunque se hayan inventado numerosas teorías caprichosas para disimular esta verdad. Estas teorías son contrariadas por la existencia de una tradición entre los propios constructores que afirmaba constantemente la transmisión de sus conocimientos desde el Próximo Oriente.

 

        Estos conocimientos revestían un carácter secreto y daban a su arte un sentido simbólico; tenían relaciones muy estrechas con la ciencia de los números y su origen primero siempre ha sido atribuido a los que construyeron el Templo de Salomón.

 

        Fuere cual fuere el origen lejano de esta ciencia no es posible que haya sido transmitida a la Europa de la Edad Media por otro intermediario que no fuese el mundo musulmán. Es conveniente decir a este respecto que estos constructores constituidos en gremios, que poseían ritos especiales, se consideraban y se designaban como extranjeros en Occidente, aunque fuera en su país natal, y que esta denominación ha subsistido hasta nuestros días aunque estas cosas se hayan vuelto obscuras y ya no las conozca más que un ínfimo número de gente.

 

        En esta rápida exposición, hay que hacer mención especialmente a otro dominio, el de la filosofía, en la que la influencia islámica alcanzó en la Edad Media una importancia tan considerable que ninguno de los más enconados adversarios de Oriente podría desconocer su fuerza. Verdaderamente, se puede decir que Europa, en aquel momento, no disponía de ningún otro medio para llegar al conocimiento de la filosofía griega: Las traducciones latinas de Platón y Aristóteles que se utilizaban entonces, no se habían hecho directamente de los originales griegos sino sobre traducciones árabes anteriores en las que estaban incluidos los comentarios de los filósofos musulmanes contemporáneos como Averroes, Avicena, etc.

 

        La filosofía de entonces, conocida con el nombre de escolástica, se distingue generalmente en musulmana, judía y cristiana. Pero la musulmana es la fuente de las otras dos y más particularmente de la filosofía judía que floreció en España y cuyo vehículo era la lengua árabe, como se puede comprobar por obras tan importantes como las de Moussa-ibn-Maimoun que ha inspirado la filosofía judía de algunos siglos posteriores hasta la de Spinoza, donde algunas de sus ideas son todavía muy reconocibles.

 

        Pero no es necesario continuar la enumeración de hechos que conocen todos los que tienen alguna noción de la historia del pensamiento. Es preferible estudiar, para terminar, otros hechos de un orden completamente diferente, totalmente ignorados por la mayoría de los modernos que, en particular en Europa, no tienen ni siquiera la más ligera idea, cuando desde nuestro punto de vista, estas cosas presentan un interés mucho más considerable que todos los conocimientos exteriores de la ciencia y la filosofía. Hablamos del esoterismo, con todo lo relacionado con él y que de él resulta en materia de conocimiento derivado, constituyendo ciencias totalmente diferentes de las conocidas por los modernos.

 

        En realidad, Europa no tiene hoy en día nada que pueda recordar estas ciencias, lo que es más, Occidente lo ignora todo acerca de los conocimientos verdaderos como el esoterismo y sus análogos, mientras que en la Edad Media era completamente distinto; y en este dominio también, la influencia islámica en esta época aparece del modo más luminoso y más evidente. Por otra parte, es muy fácil notar las huellas en obras de sentidos múltiples y cuyo fin real era completamente distinto al literario.

 

        Algunos europeos han comenzado a descubrir ellos mismos algo así, especialmente por el estudio que han hecho de los poemas de Dante, pero sin llegar, no obstante, a la comprensión perfecta de su verdadera naturaleza. Hace algunos años, un orientalista español, Don Miguel Asín Palacios, escribió una obra sobre las influencias musulmanas en la obra de Dante y demostró que muchos símbolos y expresiones empleadas por el poeta habían sido empleadas antes de él por esoteristas musulmanes y, en particular, por Sidi Mohyddîn-Ibn-Arabî. Desgraciadamente, las observaciones de este erudito no han hecho ver la importancia de los símbolos empleados. Un escritor italiano muerto recientemente, Luigi Valli, estudió un poco más profundamente la obra de Dante y concluyó que él no fue el único en emplear los procedimientos simbólicos utilizados en la poesía esotérica persa y árabe; en el país de Dante y entre sus contemporáneos, todos estos poetas eran miembros de una organización de carácter secreto llamada "Fieles de Amor", de la que el propio Dante era uno de los jefes. Pero cuando Luigi Valli trató de penetrar el sentido de su "lenguaje secreto" le fue imposible a él también reconocer el verdadero carácter de esta organización o de las demás de la misma naturaleza constituidas en Europa en la Edad Media. (1) La verdad es que ciertas personalidades desconocidas se encontraban detrás de estas asociaciones y las inspiraban; eran conocidas con diferentes nombres, el más importante de los cuales era el de "Hermanos de la Rosa Cruz". Por otra parte, éstos no tenían reglas escritas y no constituían una sociedad y tampoco tenían reuniones determinadas y todo lo que se puede decir es que habían alcanzado cierto estado espiritual que nos autoriza a llamarles "sufíes" europeos o al menos mutasawwufîn que habían llegado a un alto grado en esta jerarquía. Se dice también que estos "Hermanos de la Rosa Cruz" que utilizaban como "cobertura" estos gremios de constructores de los que hemos hablado, enseñaban la alquimia y otras ciencias idénticas a las que estaban entonces en pleno florecimiento en el mundo del Islam. A decir verdad, formaban un eslabón de la cadena que unía Oriente con Occidente y establecían un contacto permanente con los sufíes musulmanes, contacto simbolizado por los viajes atribuidos a su fundador legendario.

 

        Pero todos estos hechos no han llegado al conocimiento de la historia ordinaria, que no profundiza en sus investigaciones más allá de la apariencia de los hechos, mientras que es ahí, puede decirse, donde se encuentra la verdadera clave que permitiría la solución de tantos enigmas que, de lo contrario, seguirían siendo siempre obscuros e indescifrables.