LA INCERTIDUMBRE COMO COMPONENTE

FUNDAMENTAL DEL ISLAM

 

 

         Si hay algo que caracteriza al Islam y lo hace diferente de lo que entendemos por ‘religión’ es la asunción de la incertidumbre como uno de sus componentes fundamentales. Mientras que las personas suelen buscar ‘respuestas’ en las religiones, quien acuda al Islam con esa intención se llevará una gran decepción. En cierta ocasión, un sacerdote católico, cintando a un célebre teólogo, quiso desafiar a un musulmán diciéndole que lo que lo que permite calificar a una religión de ‘verdadera’ es su capacidad para responder a las inquietudes del ser humano. Como eso no sucede en el caso del Islam, tenemos que admitir sin reparos que es una religión falsa.

 

         El Islam no es una religión falsa porque ni tan siquiera es una religión. Una religión es precisamente el intento por satisfacer a la inquietud humana, es decir, anularla, mientras que el Islam hace de la inquietud el trampolín que permite al ser humano trascender toda mezquindad.

 

         Los musulmanes no sabemos a ciencia cierta cuándo empieza y cuándo acaba el mes de Ramadán. Hay un día al principio y al final del mes del ayuno que recibe el nombre de ‘Día de la Duda’. Al regirnos por las fases de la luna nos sometemos a su inconstancia. Medimos el tiempo siguiendo un sistema que tiene como característica el admitir la ‘incertidumbre’. Nunca se sabe cuando cambiará de fase la luna. Se sabe ‘astronómicamente’, pero no tiene porqué producirse la ‘visión’, que es lo que los musulmanes toman como referente. Muchos musulmanes actualmente (demasiados), por influencia del terror a la incertidumbre de los occidentales, proponen que nos rijamos por las observaciones astronómicas, lo que eliminaría la incertidumbre y unificaría a los musulmanes del mundo entero señalándoles claramente un día para el inicio y el final del mes de Ramadán. Pero vivenciar la incertidumbre es fundamental en el Islam y, afortunadamente, lo que nos une a los musulmanes no es la luna, ni los regímenes políticos ni ningún tipo de uniformidad. Yo creo que perderíamos mucho si hiciéramos de esos ‘símbolos’ los referentes de nuestra solidaridad o nuestra identidad.

 

         La asunción del Día de la Duda hace del Islam algo grande. La práctica del ayuno es muy importante, es uno de los pilares del Islam. Faltar al ayuno de tan sólo un día es algo imperdonable, como sabe todo musulmán. Y quisiéramos tenerlo ‘claro’,quisiéramos saber exactamente cuándo empieza y cuándo acaba para no faltar a ninguno de sus días. El Islam nos lo impide. Integra la duda en la vivencia del Islam, porque es algo humano, porque lo cierto pertenece exclusivamente a Allah, y debemos someternos a esa Única Verdad. Sólo así nos situaremos en lo que somos, ante Él.

 

         El ser humano tiende a huir de la incertidumbre, abomina de ella. Es su enemiga, porque le recuerda su realidad precaria. Sustituye entonces la incertidumbre con falsas certezas. El musulmán sabe que lo único cierto es la Verdad que nos hace ser. Todo lo demás es relativo, incierto, cambiante... La Verdad nos posee, no la poseemos, y con ello, el Islam traza el camino hacia Allah.

 

         En la biografía del Profeta (s.a.s.) tenemos ejemplos extraordinarios. En cierta ocasión, según se cuenta, visitó a una mujer. Mientras hablaban, un niño se acercó peligrosamente a un fuego. La mujer se levantó, abandonó al Profeta y acudió a proteger a su hijo. Cuando volvió, le hizo a Sidnâ Muhammad (s.a.s.) la siguiente pregunta: “¿No es cierto que Allah ama a sus criaturas, más que una madre a sus hijos?”, y el Profeta le respondió: “Así es, sin duda”. Entonces ella le dijo: “Entonces, ¿cómo es que a destinado en la preeternidad al Fuego a algunas de sus criaturas mientras que a otras las ha destinado al Jardín Eterno?”. El Profeta (s.a.s.) quedó desconcertado y rompió a llorar, diciendo: “Eso es lo que me ha sido comunicado”. La lógica de la mujer había puesto el dedo en la llaga. En lugar de ‘dar una respuesta’, el Profeta asumió su condición humana, y dijo que no sabía, que no podía conciliar entre ambos extremos,... y así hay que aceptarlo. Con esto, desmontaba toda posibilidad de una ‘teología’ dentro del Islam, de toda ‘justificación’ de lo que es cierto sin más, a pesar del hombre.

 

         En otra ocasión, tuvo que enfrentarse con Hind. Hind, enemiga acérrima del Islam, decidió hacerse musulmana tras la entrada triunfante de los musulmanes en Meca, y lo hizo disimuladamente mezclada entre un grupo de mujeres veladas que acudían ante el Profeta a lo mismo. Tras haber pronunciado la Shahâda, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) quiso recordar a las mujeres que el Islam prohibía la tradición preislámica de enterrar vivas a las hijas recién nacidas, cuando se las consideraba una carga para la familia. Entonces Hind, que tenía una personalidad muy fuerte, dijo: “¿Cómo nos prohíbes matar a nuestros hijos y nos obligas a criarlos, y cuando crecen tú los tomas para la guerra?”. También en esta ocasión, el Profeta no supo responder, y así nos lo trasmite la Tradición musulmana.

 

         Son ejemplos que no ilustran ninguna ‘insuficiencia’. Al contrario, subrayan que es inevitable la incertidumbre, y hay que admitirlo. Pocas cosas en esta vida tienen respuesta, y no debemos vadear este hecho dando respuestas falsas. Las respuestas falsas -tan abundantes- matan en nosotros nuestra realidad, que es lo que realmente nos enfrenta a Allah, lo que nos pone verdaderamente ante el Insondable. Sólo en la incertidumbre más absoluta nos encontramos ante Allah.

 

         En otra ocasión, el Profeta dijo a sus Compañeros, relativizando el valor de las acciones meritorias que pueda realizar el ser humano: “Nadie entrará en el Jardín, salvo que Allah lo abarque en su Misericordia”. Y uno de sus Compañeros, extrañado, le dijo: “¿Ni tan siquiera tú?”, y él (s.a.s.) respondió: “Ni tan siquiera yo”. Seguramente, ese momento fue el de más intenso Islam de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), porque era el momento de su máxima ‘Ubûdía, de su dependencia absoluta de Allah...