JUTBAS
Primera
Parte
Millones
de musulmanes, hombres y mujeres, se están reuniendo en estos días en Meca
para dar inicio, dentro de unos días, a los Manâsik al-Haÿÿ,
los ancestrales Ritos de la Peregrinación. El Haÿÿ, la Peregrinación,
es el quinto de los pilares del Islam, su cumbre, su plenitud... Todo musulmán
que pueda, debe realizarlo al menos una vez en su vida. Allah dijo a Sidnâ
Muhammad (s.a.s.) en el Corán: wa ádzdzin fî n-nâsi bil-háÿÿi yâtûka
riÿâlan wa ‘alà kúlli dâmirin yâtîna min kúlli fáÿÿin ‘amîq,
Pregona entre las gentes la peregrinación, y vengan a ti a pie o sobre escuálidos
camellos atravesando desfiladeros anchos y profundos... Fue así como Rasûlullâh
(s.a.s.) recuperó para los musulmanes la Tradición instituida por Sidnâ Ibrâhîm
(‘aláihi s-salâm). Despojó los ritos de idolatría y de tribalismo y nos
los ofreció en su pureza original. Tras depurar la Peregrinación, él (s.a.s.)
se despidió de los musulmanes, quedando completado el Dîn, el Islam como Vía
hacia Allah.
Sólo los musulmanes
pueden hacer el Haÿÿ. Meca es un Harâm, un lugar
prohibido. Allah lo ha reservado para los suyos -aquellos que se le han
rendido, los musulmanes-. La exclusión de los no-musulmanes contiene una gran
enseñanza que debemos desentrañar para comprender realmente la significación
y el alcance del Haÿÿ.
Hay
quienes se sienten molestos y malinterpretan que el Haÿÿ esté
reservado únicamente a los musulmanes, considerando que ello le resta
universalidad y lo convierte en algo estrecho y cerrado. Es porque no comprenden
sus resonancias. Hacer el Haÿÿ no es hacer turismo. Los
aficionados al ‘turismo espiritual’ se sienten marginados cuando se enteran
de que no pueden entrar en Meca. Ello debería servirles de aviso para que
descubran que la verdadera intención de acercarse al Uno-Único no está en ir
picando de un sitio en otro, sino asumir un reto radical que los enfrente con
verdades abismales y los trasforme, rindiéndosele por completo.
Si
somos atentos, veremos que en todo lo dicho hay una definición acertada de lo
que es el Islam. Para entenderlo tenemos que volver un poco atrás. Antes de
reinstaurar la Peregrinación, el Profeta (s.a.s.) ordenó a los musulmanes
abandonar su ciudad para emigrar y trasladarse a Medina. Los musulmanes dejaron
atrás el Kufr, la negación, el rechazo a Allah, la ignorancia
espiritual. La Hiÿra -la Hégira, la Emigración- fue, en
realidad, toda una iniciación. Cuando alguien pronuncia la Shahâda,
cuando con ello se declara públicamente musulmán, es como si hiciera la Hiÿra,
como si dejara atrás el Kufr para empezar una nueva vida en armonía con
Allah. Es así como se traslada a Medina, la Ciudad del Profeta (Madînat
an-Nabí), la Ciudad Iluminada (al-Madîna al-Munawwara), y ahí
se somete al Maestro y sigue la Senda. Medina era la ciudad de la Sharî‘a,
la de la Ley, la de la disciplina espiritual que reconcilia al ser humano
con su Señor, la que lo hace fluir con el Secreto superando las frivolidades y
las tonterías. Una vez ha sido purificado ahí, el musulmán está preparado
para iniciar la Peregrinación, está capacitado para empezar el camino que lo
lleve a Allah mismo y lo sumerja en su Majestad.
La
primera etapa del Islam fue aquella en la que el Corán insistía en la ‘Aqîda,
en la cosmovisión que los musulmanes debían hacer suya. En la ‘Aqîda,
el musulmán descubre quién es Allah y se abre a Él despertando en su corazón
una sensibilidad y una actividad a las que se llama Îmân
que lo ilumina y perfecciona progresivamente. Cuando ha descubierto a su
Verdadero y Único Señor, cuando se siente arrebatado por la profundidad
expresada por la Palabra Allah, entonces se compromete con Él y
pronuncia la Shahâda, pronunciando el Nombre y emigrando hacia el
Profeta (s.a.s.), hacia el Maestro que lo libere de todo lo inconveniente, de
todo resto de idolatría, vaciándolo para Allah. Con la Shahâda se
adhiere a Allah, y abandona todo lo anterior. Ésa es la Emigración, la Hégira
de cada musulmán. Cuando ha purificado todo su ser con el cumplimiento estricto
de la Sharî‘a, entonces es cuando le ha llegado la hora de la auténtica
Peregrinación. Éste es el orden en el que deben hacerse las cosas.
El
Corán nos enseña que debemos entrar en las casas por las puertas.
Hacer el Haÿÿ sin ser musulmán es querer entrar por las
ventanas. Entonces se convierte en un ladrón que debe ser expulsado, y Allah lo
echa de junto a Sí. Es alguien que carece de cortesía.
Para los musulmanes el Haÿÿ tiene una importancia extraordinaria. Enhorabuena a los que este año han emprendido ese camino que se realiza con el cuerpo y con el corazón, integrando todo el ser en la búsqueda de Allah. Por ello los musulmanes son las Gentes de la Verdad, los Ahl al-Haqq. Y ésta no es una frase pretenciosa sino la expresión de una realidad palpable. Es una frase que tiene la fuerza que hay en los corazones de los musulmanes. Enhorabuena, pues, a los Ahl al-Haqq, a los musulmanes, a aquellos que de entre ellos este año van a hacer el Haÿÿ, y también a aquellos que por falta de posibilidades lo van a hacer sólo con el corazón. Enhorabuena incluso a los que sólo lo van a hacer con el cuerpo, sin la intención adecuada, sin la sinceridad exigida, sin sabiduría, porque el Haÿÿ está por encima de todos nosotros. La Peregrinación es hacia Allah, y Él sabe más. Él es el que ha escrito en la eternidad los nombres de quienes se van a congregar este año en Meca, quienes van a atravesar el valle de Mina, los que se detendrán en la llanura de ‘Árafa,... todo está en la Memoria del Universo, y se nos escapa el secreto guardado en ello. Sólo Allah sabe lo que hay escondido en los corazones más allá de las apariencias y más allá de nuestras medidas y valores, más allá de lo que somos conscientes. Enhorabuena a los que han sido convocados a la Peregrinación, por encima de toda consideración. Y enhorabuena a quienes alcancen la meta y sean recibidos por Allah, pues los peregrinos son huéspedes de Rahmân, del Muy Misericordioso, que no defrauda...
La congregación de los musulmanes en Meca y sus alrededores durante los Manâsik
al-Haÿÿ es imagen de la Umma, de la Nación que el Islam ha
construido sobre la tierra. A pesar de la situación crítica que el Islam
atraviesa en la actualidad, el Haÿÿ demuestra su vitalidad y su
esperanza. Millones de personas, superando dificultades y soportando
incomodidades y contrariedades inimaginables en nuestras sociedades consumistas,
son capaces de realizar un gesto supremo reuniéndose ante su Señor Verdadero
en medio del desierto. Eso es el Islam y la garantía de su autenticidad.
Meca es el espejo del
Islam, y refleja su verdad en cada momento. En ella nos encontramos con la
honda, visceral y telúrica espiritualidad de los musulmanes y también chocamos
con su dramática realidad. El Islam está colonizado, es negado y tergiversado,
los musulmanes son embrutecidos y condenados a la pobreza, a la ignorancia y al
oscurantismo. Todo ello siguiendo una estrategia que sólo podemos calificar de
demoníaca, pues no cabe mayor maldad que la que delatan los crímenes que se
están cometiendo, cada día, contra los musulmanes, las gentes más inocentes y
más nobles que hay sobre la tierra.
Pero lo mismo que
redescubrimos esa realidad en el Haÿÿ, la fuerza tremenda que
revela la reunión de los musulmanes es un magnífico augurio...