ÍNDICE

Elección de un centro

(INTRODUCCIÓN)

 

Un movimiento se ejerce mejor desde el centro que desde la periferia. El mundo entero tenía necesidad en ésta época de una reorientación. ¿Dónde establecer el centro, el “cuartel general”, de ésta empresa reformadora?:

 

1/ Razones geográficas.

         Para un cuerpo esférico como nuestra tierra, cualquier punto puede servir de centro. Pero no toda la tierra es habitable; eliminando las zonas cubiertas por agua, las montañas y las zonas glaciales; el resto se encuentra situado sobre uno u otro hemisferio; la elección debía realizarse sobre el “viejo mundo”, es el más extenso y habitado.

Una vez hecha la elección del hemisferio, observamos sobre el mapa para encontrar un lugar central entre los tres continentes: Europa, Asia y Africa. Arabia llama inmediatamente nuestra atención, pues está tan cerca de Asia como de Africa y Europa. Si se da importancia al efecto de los climas sobre la civilización humana, encontramos en el triángulo de ciudades vecinas de Meca – Medina – Taif, algo sorprendente: Makka (Meca) representa los desiertos africanos; Medina posee la fertilidad de los países templados; por último, Taif tiene el clima del sur de Europa. Ya antes del Islam estas tres ciudades estaban estrechamente ligadas entre sí; los mismos intereses habían hecho de ellas, al menos de hecho, una especie de confederación, sirviendo Makka con su organización comercial, de lazo de unión.

Arabia era entonces el único país en el que las potencias de Europa, Asia y Africa, tenían comunes intereses políticos y económicos. Los bizantinos controlaban el norte de Arabia; los persas tenían protectorados en el este y noreste, mientras que los abisinios reinaban en el Yemen.

Como punto de confluencia de tres grandes continentes y centro de sus acciones y reacciones, Arabia conocía bien a los gentes y las costumbres de esos tres continentes.

Los antiguos, en efecto, llamaban a Makka (Meca): “el ombligo de la tierra”.

 

2/ Razones sociológicas.

         Llama bastante la atención al estudiar la historia de la humanidad, como pueblos más civilizados han terminado siendo dominados por otros menos civilizados: los romanos por los germanos, los chinos por los mongoles, etc. A partir de entonces, la civilización más primitiva progresaba gradualmente hasta alcanzar un más alto nivel de cultura.

Si un país completamente civilizado no recibe nuevos aportes de savia joven, incluso la bárbara procedente del exterior, carece de medios para su renovación. Si Asia central ha enviado aleadas de emigrantes que alcanzaron desde China hasta Europa central, Arabia no le es inferior desde este punto de vista: sin pretender que sea cierta la leyenda de que los conquistadores árabes llegaron ya antes del Islam hasta Samarcanda, no hay duda de que tenían no solo colonias sino también reinos establecidos muy lejos de su país de origen, como en Alepo. No queremos entrar en una discusión sobre el origen de la especie humana, ni tan siquiera de los semitas, pero no es presuntuoso creer que los árabes son unos de los pueblos más antiguos que hayan subsistido hasta nuestros días. Se sabe por ejemplo, que las anomalías y las dificultades del hebreo y de otras lenguas semíticas antiguas se explican fácilmente con las normas de la lengua árabe. Este echo es posible, a nuestro parecer por las siguientes razones: 1ª- Los árabes son tan antiguos como los más antiguos entre los semitas. 2ª- Los árabes han guardado la pureza de su lengua a través de los siglos. En efecto, la prosa y poesía árabes de antes de Muhammad (s.a.s.) no difieren de las de hoy, a pesar de la distancia de 1500 años, ni en vocabulario, ni en gramática, ni en morfología.

En una palabra, los árabes han conservado sus energías y sus talentos durante toda la antigüedad. En sus reflexiones durante su estancia en Santa Elena, Napoleón pensaba con razón: “Independientemente de las circunstancias fortuitas, que acompañan a veces a los prodigios, aún hay en el establecimiento del Islam algo que ignoramos: ¿cómo el mundo cristiano fue tan prodigiosamente barrido (por los resultados de alguna causa primera que sigue siendo para nosotros una cosa oculta), por unos pueblos surgidos de golpe del fondo de los desiertos (a pesar de mantener entre ellos largas guerras civiles en las que se formaron su carácter, grandes talentos e impulsos irresistibles, o cualquier otra causa de esta naturaleza)?”.

El Hiÿaç –la región de Arabia en la que se encuentran Makka, Medina y Taif- no tuvo al menos desde Ismael, ningún reformador espiritual ni ningún conquistador. Las energías y los talentos de sus habitantes, que permanecieron siempre en reserva, fueron cristalizados y dirigidos por el Islam hacia mejores metas que las de los antiguos. La falta total de miedo e incluso el entusiasmo por la causa del Islam, además del respeto por la vida de los demás, incluida la de los enemigos, es lo que el Islam inculcó a los árabes. Pues, no solo en los tiempos del Rasûl Muhammad (s.a.s.), sino también en el de los primeros Califas, no fueron guerras sangrientas las que permitieron a los árabes difundir el Islam. Según Lammens y a modo de ejemplo, la islamización del norte se Siria y de la costa fenicia se realizó como resultado de “un simple paseo militar”.

Otro aspecto: las poblaciones agrícolas están demasiado atadas a su territorio como para que tengan espíritu aventurero y como para que tengan disposición para abandonar el país y el hogar natal con el fin de llegar a no importa que lejana región del mundo. Ahora bien, ese espíritu de aventura es necesario en las grandes empresas. La vida industrial conlleva la sedenterización de aquellos que la practican en lugares fijos. Sólo los comerciante y los dirigentes de caravanas son atraídos por los largos viajes; se ven obligados a ellos y están acostumbrados. Makka (cuna del Islam), es en expresión Coránica “un valle sin agricultura”. En un medio así, la industria no existe. Los habitantes de Makka (los makkíes) no eran en absoluto pastores. Su gran ocupación era la vida de caravanas. El comercio de Europa con la India y China pasaba entonces por Arabia. Los quraishíes de Makka (la tribu dominante) estaban situados a la cabeza de casi todo el comercio internacional de la Arabia preislámica. Habían concluido pactos comerciales con el emperador bizantino, el emperador del Irán, el Negus de Abisinia, el rey del Yemen, entre otros, y cada año los makkíes llegaban a Siria, Egipto, Iraq, Yemen y Abisinia. Lo que les permitía conocer las costumbres, las leyes y los itinerarios de esos países.

La difusión de la espiritualidad es más factible entre aquellos que tienen más posibilidades para desplazarse. En la región y en la época que detallamos, el camello era el mejor medio de transporte, y Arabia los posee en abundancia. Confluían pues, los factores que permitirían la posterior difusión del Islam.

 

3/ Razones prácticas.

         En el triángulo ciudades conformado por Makka, Taif y Medina, la estructura social se organizaba a través de una especie de sistema democrático basado en la igualdad entre los ciudadanos y los extranjeros: no existían ni castas ni superiores ni inferiores; incluso un jefe no era más que un “primus ínter pares”; no se conocían tampoco barreras de color o de raza. Sin importancia ni influencia en la sociedad interracial, los árabes como pueblo, estaban más capacitados para tratar a los otros con igualdad. Los árabes jamás proclamaron ser los hijos del cielo como los chinos, o un pueblo elegido por la divinidad como los judíos, ni haber sido destinados por la naturaleza a ser los dueños del  resto de una humanidad destinada a ser su esclava por naturaleza, como pensaban los cristianos. Al contrario, creían en los méritos individuales, en la nobleza del carácter y del espíritu.

 

4/ Razones psicológicas.

         Aparte de algunas regiones fronterizas, la mayor parte de Arabia, comprendida Makka, siempre había sido independiente: los extranjeros no pudieron conquistar el país a pesar de las tentativas de emperadores romanos, bizantinos, persas y otros. El año del nacimiento del Rasûl Muhammad (s.a.s.), la gran invasión de los abisinios –el Pueblo del Elefante -, fracasó estrepitosamente ante Makka. Un puñado de tribus árabes pudo detener un ejercito persa en la Arabia del nordeste, victoria cuya resonancia debió cambiar la mentalidad popular hacia las potencias extranjeras. Faltos de uniformes, los árabes de esta época se servían de consignas para distinguir en el furor de la batalla al amigo del enemigo. Algunos cronistas nos enseñan que en la ya mencionada batalla preislámica contra los persas, la consigna de los árabes era – y no se sabe porqué -: “oh Muhammad”. Esto se puede relacionar con el hecho de que en vísperas del nacimiento de Muhammad (s.a.s.), el había corrido rumor por toda Arabia, de que el último Mensajero de Allah aún por nacer, se llamaría Muhammad (s.a.s.). De ahí que el nombre de Muhammad fuera relativamente frecuente en las tribus de los Kinana, Sulaim, los Yu’fi, los medinenses y muy particularmente, entre los Tamim. Puede ser que sean los Tamim los que divulgaran la noticia recogiéndola de algunos judeocristianos. ¿Qué mejor elección pues, durante la angustiosa lucha de supervivencia contra los persas, que la invocación del nombre del profeta esperado, como consigna para los combatientes?.

5/ Razones lingüísticas.

         La elección del árabe como vehículo de la revelación tiene sus ventajas: ninguna otra lengua le es comparable en su ritmo, a causa de la formación de palabras, las reglas de conjugación, la fonética, etc., que le son propias. Es también una lengua condensada sin que por ello pierda la mínima precisión: no solo los pronombres, también los verbos difieren para los géneros. Sus grandes posibilidades de inflexión y la increíble riqueza de su vocabulario la hacen capaz de expresar todos los pensamientos y matices con una elegancia admirable. Hay algo emocionante en el hecho de comprobar que la lengua árabe no ha tenido necesidad de evolucionar en el curso de los siglos: la prosa y la poesía de hace 1500 años no difieren en nada de la prosa y la poesía árabe modernas, ni en gramática, ni en vocabulario, ni tan siquiera en ortografía; la lengua de la radiodifusión árabe de Túnez, Damasco, el Cairo o Bagdad, es la misma que usaba Muhammad (s.a.s.) para dirigirse a sus contemporáneos. Las enseñanzas de Muhammad (s.a.s.) son tan claras y comprensibles para los que hablan árabe hoy como lo eran para sus primeros destinatarios. Además, afortunadamente, los textos originales han sido fielmente conservados por una crítica rigurosa efectuada por los propios musulmanes en los primeros momentos del Islam. Una lengua menos estable y una seriedad menor no hubieran convenido en absoluto para un Libro Revelado (Al Qur’ân – el Corán), para una Enseñanza Inspirada y Definitiva, tras la cual no han de surgir ni nuevos profetas ni nuevas revelaciones.

Todos estos factores explican en parte porqué Arabia y Meca en concreto, fueron los lugares idóneos para que en ellos naciera un Mensaje (Risâla) destinado a ser universal desde sus principios.

Como fruto y colofón de todas las circunstancias expuestas, podemos entrever con claridad que lo que se estaba fraguando, era un cambio que no podía afectar únicamente a un desierto aislado. Todo lo expuesto ira forjando el carácter universal que tendría necesariamente el Islam.