EL PROFETA DEL ISLAM
SU VIDA Y OBRA
Rukâna era un luchador bien conocido en Meca. Era tan alto y tan fuerte que
cuando se ponía de pie en una piel de vaca o de camello colocada en el suelo,
para que la gente tirara, no conseguían moverlo, mientras que la piel acababa
desgarrándose. Un día que Rukâna había sacado a pastar a su rebaño de
carneros, Muhammad lo encontró y como de costumbre lo invitó a abrazar el
Islam. Hay dos relatos, puede ser que sean diferentes partes de una misma
narración: Rukâna le pidió como prueba de su misión divina que los árboles
se pusieran en marcha a su orden. Muhammad le dijo: “ahí hay un árbol ve y
dile de mi parte que marche a reunirse con el otro de allí”. Rukâna se sentía
más a gusto con su propio oficio; no quedando satisfecho con la andadura de los
árboles, le pidió que luchara con él: él abrazaría el Islam si le vencía.
Por tres veces Muhammad lo tiró de espaldas y Rukâna vio incluso el milagro de
los árboles andando, pero no abrazó el Islam (pero corrió a decir a los
paganos de Meca: conservémosle y saquémosle provecho enfrentándolo a los de
otras tribus, porque, por Dios que es el mago más grande del mundo,
capaz de hacer las cosas más maravillosas). El otro relato dice que a su desafío
de lucha, Muhammad le respondió: “Si, y si te venzo, tomaré el tercio de tu
rebaño”. Después de tres asaltos, Rukâna, vencido comenzó a llorar de
haber perdido todo su ganado y por miedo a su mujer. Muhammad le dijo: “No
tengas miedo, no quiero imponerte a la vez
las derrotas y la pérdida
de tu ganado. Coge tu rebaño y vete en paz”. Impresionado por este gesto más
que por los milagros, Rukâna gritó espontáneamente: “Reconozco que tú eres
el enviado de Allah y abrazo el Islam”.
El Islam de ‘Umar fue más sensacional:
‘Umar pertenecía a la importante familia de los Banû ‘Adî, en la cual había
no solamente hombres sino incluso mujeres sabiendo leer y escribir antes del
Islam. Como jefe de su clan, ‘Umar tenía un sitio en el Concejo de los Diez
de la Ciudad-Estado de Meca, y estaba encargado de la importante función de
asuntos exteriores. Era muy alto hasta el punto que más tarde en Medina, después
de la Hégira, cuando la construcción de la mezquita del Profeta su cabeza
tocaba el techo. Era por naturaleza, fogoso y orgulloso de su valía.
Cuando las tentativas de los quraichíes por impedir al Profeta realizar su misión
se toparon con la negativa del clan de Muhammad a abandonarlo, su irritación no
debió tener límites; de forma que no es difícil imaginar que ‘Umar, hombre
de una gran determinación y de un orgullo indómito, se decidió un día a
asaltar la casa del Profeta y a asesinarlo, arriesgándose a una guerra entre su
clan y el de Muhammad. Salió para cometer su crimen, y se encontró por el
camino a Un’aim ibn ‘Abdallallâh an-Nahham, uno de sus parientes. Habiéndole
preguntado éste, él le confió que iba a matar a Muhammad, Nu’aim, que había
ya abrazado el Islam en secreto, y conociendo el carácter de ‘Umar le
respondió: “Tú vas a aumentar las divisiones en la ciudad y a provocar una
guerra con el clan de Muhammad. Pon primero en orden los asuntos de tu familia,
antes de intentar hacerlos con los de la ciudad”. Después añadió: “tu
propia hermana y su esposo son también musulmanes”. ‘Umar se puso furioso,
y corrió a casa de su hermana. En la puerta oyó ruidos de cantos. Llamó
fuerte. Había un instructor musulmán en la casa enseñando el Corán a los
miembros islamizados de la familia, los cuales se apresuraron a esconderse. Fátima,
hermana de ‘Umar, disimuló las hojas del Corán entre sus ropas y cuando se
abrió la puerta a ‘Umar, no había nada sospechoso. Pero esto no engañó a
‘Umar quien después de algún altercado, cogió a su cuñado Sa’îd ibn
Zaid y comenzó a pegarle. Intervino Fátima, pero sólo logró recibir ella
también los golpes de su hermano el cual la hirió y comenzó a correrle la
sangre. Entonces ella gritó con orgullo despectivo: “¿Qué es lo que
quieres?. Sí, hemos abrazado el Islam; estamos dispuestos a reconocerlo: así
haz lo que quieras”. Con la vista puesta en su hermana herida por él, ‘Umar
tuvo remordimientos y quiso apaciguarla. Hablándole tiernamente le preguntó:
“Déjame leer las hojas que leías antes”. Ella que estaba aun furiosa
respondió: “Tú estas mancillado no eres digno de tocar esas hojas
sagradas”. ‘Umar se transformó completamente: Salió de la habitación, fue
al cuarto de baño y después de algunos instantes volvió en estado de pureza
tanto corporal como espiritual y curioso por saber por qué su hermana había
abandonado su antigua religión. Ella le dio algunas hojas, donde él leyó:
“Ta Ha
No hemos creado el Corán para que te mortifiques
Sino como exhortación para quien teme a Allah
Y revelación de aquél que creó la tierra y los altos cielos
Él
es el Clemente que se instaló en el trono
A
él pertenece cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la Tierra; cuanto hay
entre ellos y cuanto hay debajo de la tierra húmeda.
Aunque
hables en voz alta, da lo mismo, pues él conoce el pensamiento secreto y lo que
hay aún más oculto.
Allah
no hay más dios que él. Suyos son los más bellos nombres.
¿Has
oído la historia de Moisés?
Cuando
vio un fuego dijo a su familia: “quedaos aquí, veo un fuego; quizás os
traiga un ascua suya o encuentre quía en el fuego”
Más
cuando llegó a él fue llamado por
su nombre “Oh Moisés,
En
verdad soy tu señor, Quítate pues las sandalias pues estás en el valle
sagrado de Tuwa;
Y
te he elegido; escucha, pues lo que se te revela.
Soy
en verdad Allah; no hay dios fuera de mi. Por ello sírveme y cumple la oración
para recordarme;
Por
cierto, la hora se acerca; voy a descubrirla para que cada alma sea recompensada
por su conducta;
¡Qué bello y majestuoso es esto! Gritó ‘Umar. Jabbâb el instructor, no tuvo ya necesidad de esconderse; se presentó delante de ‘Umar y le dijo: “Yo te juro que fue ayer solamente cuando el Profeta pidió a Allah para que ayudara al Islam con la conversión de Abû Yahl o de ‘Umar. Esperó que sea a ti a quien ha tocado esa distinción. Teme a Dios, oh ‘Umar”. ‘Umar se informó del lugar donde el Profeta se encontraba y luego tomó el camino de Dâr al-Arqam, completamente armado como estaba, llamó a la puerta. Se advirtió al Profeta que ‘Umar estaba allí y que venía armado, pero él respondió: “No tengáis miedo, hacedle venir aquí”. ‘Umar no tardó en declarar su conversión, con alegría de todos. Era la hora del Salat, y el Profeta, quería celebrarlo en la casa como de costumbre con sus leales. ‘Umar le dijo: “No tenemos necesidad de escondernos así: Vamos a rezar delante de la Kaaba”. El público quedó asombrado de ver un desfile de musulmanes venir sin miedo a rezar delante de la Kaaba, pero se asombró más aún de ver que era ‘Umar quien les servía de guardián.
La gente en general, al principio de su conversión, no lo reconocía públicamente.
El temperamento de ‘Umar no se lo permitía. Así que escogió al enemigo más
encarnizado del Profeta en la ciudad. Y pensó en Abû Yahl –que era incluso
primo de su madre- para decírselo personalmente con gran pena y dolor de éste
último. Después escogió a otro personaje que era incapaz de guardar un
secreto cualquiera que fuera. En efecto, este hombre, Yamîl ibn Na’mar, desde
que supo la noticia , corrió- y ‘Umar le siguió –por los diversos centros
de los quraichíes, de cara a la Kaaba y les gritó la noticia. Algunos necios
se lanzaron a no molestar a ‘Umar. Sin miedo, se defendió largo tiempo.
Afortunadamente el sabio consejo por parte de un viejo conciudadano, pudo
prevalecer y se le dejó partir en lugar de lincharlo en aquel momento.
Poco después de ‘Umar, fue Hamça, tío del Profeta, quien declaró su conversión por los motivos que ya hemos dicho antes (179). Las fuentes (isti’ab de Ibn ‘Abd al-Ban, s.v. ‘Abdallah ibn Qas así como Abû Mûsa al-Arsh’ari) ni que decir tiene que la conversión de ‘Umar y de Hamça reforzó al Islam en Meca sin que por otra parte debilitara mucho la hostilidad de los paganos. Estos últimos se dieron cuenta sin embargo que el Islam no era un fenómeno pasajero. Estas conversiones datan del año 5 de la Misión (8 antes de la Hégira) en un momento en el que la comunidad musulmana de Meca era débil y muy amenazada, de modo que el mismo Profeta aconsejó a sus leales buscar refugio en Abisinia.