EL PROFETA DEL ISLAM
SU VIDA Y OBRA
En cuanto a las caravanas, los historiadores atribuyen un beneficio ordinario del cien por cien, pero con un capital modesto no se puede hacer gran cosa en este oficio. Además hay riesgos: la fatiga de los largos viajes mata a veces a los camellos de transporte en la misma ruta, sin hablar del peligro del pillaje de los bandidos. Hay que tener en cuenta los gastos de alimentación de hombres y animales, gastos más elevados en viaje que en la casa. Hacía falta también pagar por la escolta, aduanas etc, y otros gastos imprevisibles. Es por eso que a menudo varios comerciantes hacían el viaje juntos y cada uno llevaba igual mercancías de aquellos que no habían querido desplazarse, pero habían confiado sus negocios a sus amigos. En este último caso las ganancias eran repartidas.
Convertido ya en un joven muchacho, parece ser que Muhammad se hace comerciante. Un mequí, Qais ibn as-Sâ’ib, cuenta que antes de la venida del Islam, tenía relaciones comerciales con Muhammad y que nunca había encontrado mejor compañero. En efecto decía: “si le confiaba cualquier cosa, al volver de su viaje, no entraba en su casa antes de haber arreglado mis cuentas a mi entera satisfacción. Por el contrario si me confiaba algo en mi viaje, a mi vuelta, todos los clientes me pedían noticias de sus propios asuntos, pero Muhammad me preguntaba sólo por mi salud y bienestar”.
Sin precisar la fecha exacta, Tabani dice que
Jadiÿa, una rica mequí,
envió una vez a Muhammad y a otra persona a la feria de Hubâchach. Es una
localidad al Sur de Meca, a una distancia de diez jornadas de camello, por la
ruta de Yemen, donde se celebraba cada año durante tres días una feria
importante. Otro cronista, Ibn Saiyid an-Nâs, nos relata que Jadiÿa envió a
Muhammad por dos veces a resolver asuntos suyos y que cada vez lo
recompensó con un camello (¿animal sólo o con su cargamento?). Si se trata de
Yurach, este lugar se encuentra en el Yemen, al sur de Ta’if; si se lee Yarch,
sería en Transjordania. Yurach como precisa ibn Hisham, era una importante
ciudad de Arabia meridional, toda amurallada y con una importante feria anual.
La ciudad jordana no era menos importante en los tiempos de Bizancio: sus minas
nos maravillan aún en nuestros días. En cualquier caso estos primeros
contactos llevaron a Jadîÿa a confiar a Muhammad una misión mucho más
importante, la de conducir toda una caravana a Siria.
Jadîÿa, a la que sus conciudadanos llamaban Tâyira (comerciante) y Tâhira (pura), era viuda. Se había casado por dos veces y cada esposo le había dado un hijo iba a la par que su riqueza. Todavía muy joven, rechazaba siempre volver a casarse y eso que tenía muchos pretendientes en la ciudad.
Según un relato, resulta que fue Abû Talib, tío y tutor de Muhammad,
quien dijo a este último: “La sequía de varios años nos ha golpeado
pesadamente, ve a ver a Jadîÿa, que conoce tu honradez y pide que te confíe
alguna cosa como hace con los demás, para que puedas viajar con la caravana que
va a partir para Siria; Así podrías ganar algo”. Muhammad tenía 25 años, y
su tío era demasiado viejo ya para viajar.
Jadîÿa
confió de buena gana importantes mercancías a Muhmmmad, le dejó
a su esclavo Maisara como sirviente y le dio, para que lo acompañara a uno de
su propia familia, Khzaima. Parece ser que se trataba de una caravana
independiente. Los cronistas hablan de Bursa, más allá de Jerusalén, como último
punto a alcanzar en este viaje. Muhammad pudo así ver Jerusalén, ciudad de
Mi’ray, así como el Mar Muerto. Se habla esta vez también de un encuentro
con un monje en Bursa, llamado Nastûra. ¿Era un Nestoriano?. A la vuelta, Jadîÿa, desde lo alto de su casa, la cual tenía varios pisos, vio desde lejos
llegar a los viajeros: Muhammad y Mesarah acudieron a Meca antes de la llegada
de la caravana, para anunciar a Jadîÿa que todo había marchado bien y que en
este viaje se había ganado el doble de las ganancias ordinarias. Muy
agradecida, Jadîÿa concedió igualmente a Muhammad una doble recompensa. Al
salir, ella había prometido dos camellos. El esclavo Mesara no escatimaba
elogios sobre Muhammad el cual lo había tratado con mucha amabilidad.
Más tarde, Jadîÿa recibía la visita de Muhammad con el que su amistad
quedó fortalecida.
Abû Dâwud nos cuenta que un día un mequí, ‘Abdallah ibn Abil’l-Hamsâ,
había pedido al Profeta Muhammad que lo esperase en una calle de la ciudad,
luego se olvidó y no volvió a acordarse hasta tres días después; corrió
hacia el lugar de la cita y encontró que Muhammad estaba todavía allí.
En los últimos años de su vida en Medina, el Profeta recibe a una
delegación de la tribu de ‘Abd al-Qis que habitaba en el Este de Arabia.
Muhammad asombró a los embajadores por los detalles que preguntó; fruto de un
profundo conocimiento de su país. Como quiera que ellos le preguntaran, les
dijo que había viajado antes del Islam. Se trata sin duda de las ferias de
Muchaqqar y de Daba, que atraían, por su importancia incluso a visitantes
ajenos a la península arábiga. ¿Había ido allí antes de su matrimonio, o
después, con mercancías de la misma Jadîÿa o de otros inversionistas?. Nadie
en estos momentos podría precisarlo por falta de documentos.
Cuando los mequíes
musulmanes quisieron refugiarse en Abisinia al comienzo del Islam, el profeta
les dio una carta de presentación y recomendación a la atención del Negus, añadiendo:”Id
porque en el territorio de este rey no hay oprimidos”. La tradición nos trae
muchas palabras abisinias que el profeta Muhammad había pronunciado en
diferentes ocasiones. ¿Esto quiere decir que él mismo había viajado a
Abisinia, y había tenido la experiencia en un viaje marítimo?. Volveremos más
tarde a analizar el caso.