Turÿuman al-Ashwaq

El Intérprete de los deseos

 

introducción

 

I

Yo quisiera saber si comprenden

qué corazón han poseído.

Y que mi corazón supiera

las sendas de montaña que han pasado.

¿Crees que están a salvo?

¿Crees que han perecido?

Los príncipes del amor se confunden

en el amor y se extravían.

 

II

El día de su partida hicieron marchar los camellos

después de cargar sobre ellos los pavos reales.

Por sus miradas asesinas, dominadoras,

la creerías reina de Saba sobre trono de perlas.

Cuando camina sobre el suelo de cristal, se te antoja

un sol de la alta esfera en el seno de Hermes.

Cuando mata con su mirada y con sus palabras,

resucita como, si al hacerlo, fuera Jesús.

Su Tora es la tabla de sus piernas en su esplendor,

que yo sigo y estudio como si fuera Moisés.

Es obispesa entre las hijas de Roma, sin adornos.

Sobre ella puedes ver un halo de revelaciones.

Es salvaje, en ella no hay piedad, ha adoptado

para su propio recuerdo un mausoleo en la mansión de su soledad.

 

Ha dejado confuso a todo sabio musulmán,

de los Salmos de David, rabino y sacerdote cristiano.

Cuando con un gesto pide el Evangelio, te parece

sacerdote, patriarca y diácono.

 

El día que pusieron en camino sus camellos, grité:

¡Camellero!, no te la lleves con la caravana.

Entonces dispuse las huestes de mi paciencia

en falanges sobre el camino

y pedí, con el alma en la garganta,

a esta belleza ya esta gracia que me diera respiro.

Ella accedió. ¡Allah nos guarde de su poder

y el Rey victorioso rechace a Satán!

 

III

¡Amigos!, pasad de largo Al-Kathíb y torced

hacia La'la' y buscaré las aguas de Yalamlam,

que allí mora quien sabéis ya quien ,dedico

mi ayuno, mi peregrinación, mi sagrada visita y mi romería.

Nunca olvidaré yo un día en al-Muhassab de Miná,

y unos negocios en ai-Manhar ai-'Alá y en Zamzam.

Su Muhassab es mi corazón, porque allí se arrojaron sus piedrecillas.

Su altar es mi alma y mi sangre su fuente.

¡Camellero!, cuando llegues a Hájir

detén las cabalgaduras un instante y saluda,

proclamando en las tiendas rojas, junto al vedado,

el saludo de un amante por su nostalgia enloquecido.

Y si responden, devuélveme el saludo con la brisa,

pero si callan sigue adelante con tus bestias

hacia el río de Jesús donde las suyas han parado,

junto a la desembocadura donde están las tiendas blancas.

Y convoca a Da'd y Rabáb y Zainab

y Hind y Salma y Lubna y escucha.

Y pregunta si en Halba está la doncella esbelta

que muestra al sonreír el esplendor del sol.

 

 

IV

Mi saludo es para Salma y los que moran en el vedado;

el saludo es deber del que ama tiernamente como yo.

Nada le cuesta a ella responder saludándonos,

pero nadie puede obligar a las estatuas.

 

Partió cuando la oscuridad de la noche tenía tendidos sus velos.

 

Así le hablé de un amor huérfano y desterrado,

al que los deseos han puesto sitio, y persiguen

raudas flechas doquiera se dirija.

Brillaron sus dientes, lució un relámpago,

y no pude saber cuál de los dos rompió la noche.

 

Ella dijo: ¿Por qué no le basta que esté presente en su corazón

y me contempla sin cesar? ¿Por qué no? ¿Por qué no?

 

 

V

El amoroso anhelo me sublima, la paciencia me lleva a lo profundo.

Así estoy entre el monte y la ribera,

tan divergentes que jamás se encuentran.

No cabe la armonía en mi ruptura.

¿Qué puedo yo hacer o qué inventar, decidme?

¡Censor, no me amenace tu censura!

Suspiros se alzan en mi pecho,

lágrimas inundan mis mejillas.

Los camellos añoran ya sus lares

con su celo de amor, las pezuñas doloridas del camino.

Después de su partida, mi vida sólo es nada.

¡Paciencia y vida mías, yo os saludo!

 

 

 

VI

 

Partieron mi paciencia y mi resignación cuando ella se fue;

partió y quedó asentada en lo íntimo de mi corazón.

 

Yo pregunté: ¿Dónde descansan los viajeros? Me contestaron:

Acamparon allí donde el shih y el han regalan su fragancia.

Dije al viento: Marcha a su encuentro, que ellos estarán a la sombra del boscaje.

Llévales el saludo de un hermano del dolor,

en cuyo corazón viven las penas de la ausencia.

 

 

VII

 

Al besar la piedra negra se acercaron unas doncellas

que llegaban, veladas, al noble periplo.

Allí desnudaron luces de sol y me dijeron:

¡Contente!, que la muerte del alma reside en las miradas

y ¡cuántas hemos matado ya en al-Muhassab de Miná!,

almas altivas, junto a los pedregales,

y en Sarhat al-Wadi y las montañas de Ráma

y en Jaro' al partir de Arafát.

¿Acaso no sabes que la belleza roba a quien

tiene castidad y por ello se la llama ladrón de virtudes?

Así nuestra cita, después de este giro, será en Zamzam,

junto a la tienda mediana entre las rocas.

Allí todo el que por pasión languidece encuentra salud

en las mujeres perfumadas que desea.

Cantando ellas temen dejar caer el cabello y así

sus rizos las cubren con túnicas de oscuridad.

 

 

 

VIII

 

Su campamento yace ya en ruinas.

Mi amor es siempre nuevo

dentro del corazón y no envejece.

Ruina y llanto el recordarlas siempre

derrite el alma. Lleno de amor

grité detrás de sus cabalgaduras:

¡La tan rica en belleza! Aquí yo quedo

tan pobre, con el rostro dado al polvo, de tierno amor.

Por los derechos de mi amor tan puro

como el tuyo guardad me la esperanza

de alguien que se anega con su llanto

y se abrasa en dolor ya sin aliento.

¡La que enciende este fuego! ¡Aguarda!

Este fuego de la pasión es algo tuyo;

toma también alguna de sus llamas.

 

 

IX

Se han encendido rayos para nosotros en Abraqain,

ya su tenor han resonado en el pecho los truenos,

sus nubes dejaron caer la lluvia sobre las espesuras

y en todas las ramas temblorosas que se inclinan hacia ti.

Como lágrimas corren sus arroyos y la brisa esparce su fragancia,

la paloma collarada aletea y las ramas hacen despuntar sus hojas.

 

Plantaron sus tiendas rojas entre los arroyos

serpentinos y entre ellas se sentaron

doncellas albas como soles que se alzan

con grandes ojos, nobles y preciosas y esbeltas.

 

 

X

¡Qué maravilla me causa un amor que por sus encantos

camina orgulloso entre las flores del jardín!

Yo le dije: ¡No te extrañes de lo que ves, pues

sólo a ti mismo miras en el espejo del hombre!

 

XI

¡Palomas que frecuentáis el arak y el han,

mostraos piadosas y no aumentéis con vuestros dolores los míos!

Tened piedad, no reveléis con el lamento y el llanto

mi amor secreto y mi callada tristeza.

Sólo a ella me dirijo, a la puesta del sol y su salida,

con el grito del enamorado y el lamento del sediento de amor.

Los espíritus se enfrentan en el boscaje de ghadd

e inclinan las ramas hacia mí y me aniquilan,

y trajeron la violenta nostalgia y la pasión

y extrañas pruebas encontradas.

¡Quién me pusiera en Jam' y al-Muhassab de Miná!

 ¡Y quién en Dhat al-Athl y Na'mán!

Rondan devotamente mi corazón una y otra vez,

por amor y aflicción, y besan sus columnas

como el mejor de los apóstoles que rondó en la Kaaba,

a la que la razón encuentra falta,

y besó sus piedras, siendo profeta excelso.

¿Y cómo se puede comparar el rango de un templo con la dignidad del hombre?

 

¡Cuántas veces prometió y juró no mudar

pero el que se adorna no cumple promesa!

 

Es grande maravilla una gacela velada

que indica con los dedos teñidos de azufaifa

y hace señales con sus ojos

y cuyos pastos se hallan en el pecho.

¡Qué maravilla un jardín entre incendios!

 

Mi corazón acoge cualquier forma:

prado de las gacelas, refugio para el monje,

templo para ídolo, Kaaba del peregrino.

Es tablas de la Tora y libro del Corán.

Sigo el Dîn (el Islam) del amor solamente

adonde sus camellos se encaminan.

Mi sola certeza es amor y mi creencia.

Tengo un modelo en Bishr, el amante

de Hind y de su hermana,

en Qays, en Layla, en Mayya y en Ghaylán.

 

XII

En Dhu Salam y en el monasterio de la colonia de Himá

hay unas gacelas que te hacen ver el sol en forma de estatuas.

Así contemplo yo las esferas y sirvo en un templo

y guardo un jardín que la primavera colma de flores.

Por ello me llaman unas veces pastor de gacelas en el desierto

y otras monje cristiano y astrólogo.

Mi amada se triplica y sólo es una,

como se transforman las personas siendo una la esencia.

Amigo, no te enoje que yo hable de una gacela

que ilumina sus cervatillos cuando rodean las estatuas.

Y de cuellos de gacela y de rostros de sol

y de pechos y muñecas de blancas estatuas.

Como también he prestado vestido a las ramas

y al jardín virtudes y al rayo labios sonrientes.

 

XIII

Gime una paloma acollarada y el amante entristecido

compadece su pena y su gemido.

De los ojos dolientes corren por aquel duelo

lágrimas como de una fuente viva.

 

Le hablé como a mujer en la pérdida de su único hijo,

pues la pérdida del unigénito es el duelo más grande;

le hablé mientras caminaba el Dolor con nosotros.

Ella no puede verse, pero yo soy visible.

Siento dentro de mí el ardoroso amor por los arenales de 'Alij

donde se alzan sus tiendas,

donde habitan las de los grandes ojos,

las de miradas asesinas que tienen párpados enfermos

como funda para el filo de esas miradas.

No he cesado de beber las lágrimas que mi dolencia mueve

ocultando la pasión, recatándola al que me acusa,

hasta que, al graznar el cuervo en su partida.

la separación descubrió el amor del triste.

Marcharon sin cesar toda la noche, cortaron sus anillos,

y así fueron los camellos, bajo las literas, queja y lamento.

He enfrentado las razones de la muerte cuando

soltaron sus riendas y apretaron las cinchas.

La ausencia con amor es mi asesino,

el amor más pesado se hace fácil en el encuentro.

¿Cómo se me puede reprochar si yo la amo,

cuando ella es amable y hermosa en cualquier sitio?

 

XIV

Miró el rayo oriental y amó el oriente,

de fulgurar en occidente. el occidente hubiera amado,

pues mis ansias de amor son por el rayo y sus fulgores;

no deciden mi amor ni los lugares ni la tierra.

La brisa me ha narrado de ella un decir aprendido

del dolor y de mi pasión, de la tristeza y de mi sufrimiento,

del éxtasis y de mi razón, de la nostalgia y del amor,

de las lágrimas y de mis ojos, del fuego y de mi corazón.

Aquella a quien amas sólo está en tu pecho

y la brizan tus suspiros.

Yo le dije: Hazle saber que ella es

quien causa el fuego de mi corazón.

Solo puede apagarlo la unión eterna,

'y si arde más no es culpa del amante.

 

 

XV

 

Me abandonaron en al-Uthail y al-Naqá

y quedé derramando lágrimas con lamentos de amor ardiente.

¡Cuánto amo a aquella por cuyo amor me fundo como nieve!

¡Cuánto amo a aquella por cuyo amor quedo muriendo!

El vergonzoso rubor de sus mejillas

es el resplandor del alba acariciando al ocaso.

La paciencia ha acampado y el dolor ha levantado su tienda,

y yo entre los dos yazgo postrado, ¿quién me ayudará en mi dolor?,

¿quién me ayudará en mi amor? ¡Guiadme!

¿Quién me ayudará en mi tristeza?

¿Quién dará ayuda a un amante apasionado?

Cuando más escondidas guardo las ,penas del amor,

mis lágrimas y mis vigilias más revelan su violencia.

y cuando digo: ¡Dame una mirada!,

se me dice: Sólo por piedad se te ha negado;

una mirada suya no te remediará,

pues es tan sólo el fulgor de un rayo que destella.

No olvido cuando el camellero aguijoneaba,

deseando partir con ellos en busca de al-Abraq.

Los cuervos de la separación graznaban por su causa.

Niegue Allah su protección a un cuervo que grazna.

El cuervo de la separación, ¿qué es sino un camello

que parte con los seres amados en marcha veloz y forzada?

 

 

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