Turÿuman al-Ashwaq El Intérprete de los deseos |
Yo quisiera
saber si comprenden
qué corazón
han poseído.
Y que mi corazón
supiera
las sendas de
montaña que han pasado.
¿Crees que
están a salvo?
¿Crees que
han perecido?
Los príncipes
del amor se confunden
en el amor y
se extravían.
El día de su
partida hicieron marchar los camellos
después de
cargar sobre ellos los pavos reales.
Por sus
miradas asesinas, dominadoras,
la creerías
reina de Saba sobre trono de perlas.
Cuando camina
sobre el suelo de cristal, se te antoja
un sol de la
alta esfera en el seno de Hermes.
Cuando mata
con su mirada y con sus palabras,
resucita como,
si al hacerlo, fuera Jesús.
Su Tora es la
tabla de sus piernas en su esplendor,
que yo sigo y
estudio como si fuera Moisés.
Es obispesa
entre las hijas de Roma, sin adornos.
Sobre ella
puedes ver un halo de revelaciones.
Es salvaje, en
ella no hay piedad, ha adoptado
para su propio
recuerdo un mausoleo en la mansión de su soledad.
Ha dejado
confuso a todo sabio musulmán,
de los Salmos
de David, rabino y sacerdote cristiano.
Cuando con un
gesto pide el Evangelio, te parece
sacerdote,
patriarca y diácono.
El día que
pusieron en camino sus camellos, grité:
¡Camellero!,
no te la lleves con la caravana.
Entonces
dispuse las huestes de mi paciencia
en falanges
sobre el camino
y pedí, con
el alma en la garganta,
a esta belleza
ya esta gracia que me diera respiro.
Ella accedió.
¡Allah nos guarde de su poder
y el Rey
victorioso rechace a Satán!
¡Amigos!,
pasad de largo Al-Kathíb y torced
hacia La'la' y
buscaré las aguas de Yalamlam,
que allí mora
quien sabéis ya quien ,dedico
mi ayuno, mi
peregrinación, mi sagrada visita y mi romería.
Nunca olvidaré
yo un día en al-Muhassab de Miná,
y unos
negocios en ai-Manhar ai-'Alá y en Zamzam.
Su Muhassab es
mi corazón, porque allí se arrojaron sus piedrecillas.
Su altar es mi
alma y mi sangre su fuente.
¡Camellero!,
cuando llegues a Hájir
detén las
cabalgaduras un instante y saluda,
proclamando en
las tiendas rojas, junto al vedado,
el saludo de
un amante por su nostalgia enloquecido.
Y si
responden, devuélveme el saludo con la brisa,
pero si callan
sigue adelante con tus bestias
hacia el río
de Jesús donde las suyas han parado,
junto a la
desembocadura donde están las tiendas blancas.
Y convoca a
Da'd y Rabáb y Zainab
y Hind y Salma
y Lubna y escucha.
Y pregunta si
en Halba está la doncella esbelta
que muestra al
sonreír el esplendor del sol.
Mi saludo es
para Salma y los que moran en el vedado;
el saludo es
deber del que ama tiernamente como yo.
Nada le cuesta
a ella responder saludándonos,
pero nadie
puede obligar a las estatuas.
Partió cuando
la oscuridad de la noche tenía tendidos sus velos.
Así le hablé
de un amor huérfano y desterrado,
al que los
deseos han puesto sitio, y persiguen
raudas flechas
doquiera se dirija.
Brillaron sus
dientes, lució un relámpago,
y no pude
saber cuál de los dos rompió la noche.
Ella dijo: ¿Por
qué no le basta que esté presente en su corazón
y me contempla
sin cesar? ¿Por qué no? ¿Por qué no?
El amoroso
anhelo me sublima, la paciencia me lleva a lo profundo.
Así estoy
entre el monte y la ribera,
tan
divergentes que jamás se encuentran.
No cabe la
armonía en mi ruptura.
¿Qué puedo
yo hacer o qué inventar, decidme?
¡Censor, no
me amenace tu censura!
Suspiros se
alzan en mi pecho,
lágrimas
inundan mis mejillas.
Los camellos añoran
ya sus lares
con su celo de
amor, las pezuñas doloridas del camino.
Después de su
partida, mi vida sólo es nada.
¡Paciencia y
vida mías, yo os saludo!
VI
Partieron mi
paciencia y mi resignación cuando ella se fue;
partió y quedó
asentada en lo íntimo de mi corazón.
Yo pregunté:
¿Dónde descansan los viajeros? Me contestaron:
Acamparon allí
donde el shih y el han regalan su fragancia.
Dije al
viento: Marcha a su encuentro, que ellos estarán a la sombra del boscaje.
Llévales el
saludo de un hermano del dolor,
en cuyo corazón
viven las penas de la ausencia.
VII
Al besar la
piedra negra se acercaron unas doncellas
que llegaban,
veladas, al noble periplo.
Allí
desnudaron luces de sol y me dijeron:
¡Contente!,
que la muerte del alma reside en las miradas
y ¡cuántas
hemos matado ya en al-Muhassab de Miná!,
almas altivas,
junto a los pedregales,
y en Sarhat
al-Wadi y las montañas de Ráma
y en Jaro' al
partir de Arafát.
¿Acaso no
sabes que la belleza roba a quien
tiene castidad
y por ello se la llama ladrón de virtudes?
Así nuestra
cita, después de este giro, será en Zamzam,
junto a la
tienda mediana entre las rocas.
Allí todo el
que por pasión languidece encuentra salud
en las mujeres
perfumadas que desea.
Cantando ellas
temen dejar caer el cabello y así
sus rizos las
cubren con túnicas de oscuridad.
VIII
Su campamento
yace ya en ruinas.
Mi amor es
siempre nuevo
dentro del
corazón y no envejece.
Ruina y llanto
el recordarlas siempre
derrite el
alma. Lleno de amor
grité detrás
de sus cabalgaduras:
¡La tan rica
en belleza! Aquí yo quedo
tan pobre, con
el rostro dado al polvo, de tierno amor.
Por los
derechos de mi amor tan puro
como el tuyo
guardad me la esperanza
de alguien que
se anega con su llanto
y se abrasa en
dolor ya sin aliento.
¡La que
enciende este fuego! ¡Aguarda!
Este fuego de
la pasión es algo tuyo;
toma también alguna de sus llamas.
Se han
encendido rayos para nosotros en Abraqain,
ya su tenor
han resonado en el pecho los truenos,
sus nubes
dejaron caer la lluvia sobre las espesuras
y en todas las
ramas temblorosas que se inclinan hacia ti.
Como lágrimas
corren sus arroyos y la brisa esparce su fragancia,
la paloma
collarada aletea y las ramas hacen despuntar sus hojas.
Plantaron sus
tiendas rojas entre los arroyos
serpentinos y
entre ellas se sentaron
doncellas
albas como soles que se alzan
con grandes
ojos, nobles y preciosas y esbeltas.
¡Qué
maravilla me causa un amor que por sus encantos
camina
orgulloso entre las flores del jardín!
Yo le dije: ¡No
te extrañes de lo que ves, pues
sólo a ti mismo miras en el espejo del hombre!
¡Palomas que
frecuentáis el arak y el han,
mostraos
piadosas y no aumentéis con vuestros dolores los míos!
Tened piedad,
no reveléis con el lamento y el llanto
mi amor
secreto y mi callada tristeza.
Sólo a ella
me dirijo, a la puesta del sol y su salida,
con el grito
del enamorado y el lamento del sediento de amor.
Los espíritus
se enfrentan en el boscaje de ghadd
e inclinan las
ramas hacia mí y me aniquilan,
y trajeron la
violenta nostalgia y la pasión
y extrañas
pruebas encontradas.
¡Quién me
pusiera en Jam' y al-Muhassab de Miná!
¡Y
quién en Dhat al-Athl y Na'mán!
Rondan
devotamente mi corazón una y otra vez,
por amor y
aflicción, y besan sus columnas
como el mejor
de los apóstoles que rondó en la Kaaba,
a la que la
razón encuentra falta,
y besó sus
piedras, siendo profeta excelso.
¿Y cómo se
puede comparar el rango de un templo con la dignidad del hombre?
¡Cuántas
veces prometió y juró no mudar
pero el que se
adorna no cumple promesa!
Es grande
maravilla una gacela velada
que indica con
los dedos teñidos de azufaifa
y hace señales
con sus ojos
y cuyos pastos
se hallan en el pecho.
¡Qué
maravilla un jardín entre incendios!
Mi corazón
acoge cualquier forma:
prado de las
gacelas, refugio para el monje,
templo para ídolo,
Kaaba del peregrino.
Es tablas de
la Tora y libro del Corán.
Sigo el Dîn
(el Islam) del amor solamente
adonde sus
camellos se encaminan.
Mi sola
certeza es amor y mi creencia.
Tengo un
modelo en Bishr, el amante
de Hind y de
su hermana,
en Qays, en Layla, en Mayya y en Ghaylán.
En Dhu Salam y
en el monasterio de la colonia de Himá
hay unas
gacelas que te hacen ver el sol en forma de estatuas.
Así contemplo
yo las esferas y sirvo en un templo
y guardo un
jardín que la primavera colma de flores.
Por ello me
llaman unas veces pastor de gacelas en el desierto
y otras monje
cristiano y astrólogo.
Mi amada se
triplica y sólo es una,
como se
transforman las personas siendo una la esencia.
Amigo, no te
enoje que yo hable de una gacela
que ilumina
sus cervatillos cuando rodean las estatuas.
Y de cuellos
de gacela y de rostros de sol
y de pechos y
muñecas de blancas estatuas.
Como también
he prestado vestido a las ramas
y al jardín virtudes y al rayo labios sonrientes.
Gime una
paloma acollarada y el amante entristecido
compadece su
pena y su gemido.
De los ojos
dolientes corren por aquel duelo
lágrimas como
de una fuente viva.
Le hablé como
a mujer en la pérdida de su único hijo,
pues la pérdida
del unigénito es el duelo más grande;
le hablé
mientras caminaba el Dolor con nosotros.
Ella no puede
verse, pero yo soy visible.
Siento dentro
de mí el ardoroso amor por los arenales de 'Alij
donde se alzan
sus tiendas,
donde habitan
las de los grandes ojos,
las de miradas
asesinas que tienen párpados enfermos
como funda
para el filo de esas miradas.
No he cesado
de beber las lágrimas que mi dolencia mueve
ocultando la
pasión, recatándola al que me acusa,
hasta que, al
graznar el cuervo en su partida.
la separación
descubrió el amor del triste.
Marcharon sin
cesar toda la noche, cortaron sus anillos,
y así fueron
los camellos, bajo las literas, queja y lamento.
He enfrentado
las razones de la muerte cuando
soltaron sus
riendas y apretaron las cinchas.
La ausencia
con amor es mi asesino,
el amor más
pesado se hace fácil en el encuentro.
¿Cómo se me
puede reprochar si yo la amo,
cuando ella es amable y hermosa en cualquier sitio?
Miró el rayo
oriental y amó el oriente,
de fulgurar en
occidente. el occidente hubiera amado,
pues mis
ansias de amor son por el rayo y sus fulgores;
no deciden mi
amor ni los lugares ni la tierra.
La brisa me ha
narrado de ella un decir aprendido
del dolor y de
mi pasión, de la tristeza y de mi sufrimiento,
del éxtasis y
de mi razón, de la nostalgia y del amor,
de las lágrimas
y de mis ojos, del fuego y de mi corazón.
Aquella a
quien amas sólo está en tu pecho
y la brizan
tus suspiros.
Yo le dije:
Hazle saber que ella es
quien causa el
fuego de mi corazón.
Solo puede
apagarlo la unión eterna,
'y si arde más
no es culpa del amante.
XV
Me abandonaron
en al-Uthail y al-Naqá
y quedé
derramando lágrimas con lamentos de amor ardiente.
¡Cuánto amo
a aquella por cuyo amor me fundo como nieve!
¡Cuánto amo
a aquella por cuyo amor quedo muriendo!
El vergonzoso
rubor de sus mejillas
es el
resplandor del alba acariciando al ocaso.
La paciencia ha acampado y el dolor ha levantado su tienda,
y yo entre los dos yazgo postrado, ¿quién me ayudará en mi dolor?,
¿quién me
ayudará en mi amor? ¡Guiadme!
¿Quién me
ayudará en mi tristeza?
¿Quién dará
ayuda a un amante apasionado?
Cuando más
escondidas guardo las ,penas del amor,
mis lágrimas
y mis vigilias más revelan su violencia.
y cuando digo:
¡Dame una mirada!,
se me dice: Sólo
por piedad se te ha negado;
una mirada
suya no te remediará,
pues es tan sólo
el fulgor de un rayo que destella.
No olvido
cuando el camellero aguijoneaba,
deseando
partir con ellos en busca de al-Abraq.
Los cuervos de
la separación graznaban por su causa.
Niegue Allah
su protección a un cuervo que grazna.
El cuervo de
la separación, ¿qué es sino un camello
que parte con los seres amados en marcha veloz y forzada?