CAPÍTULO 85: LAS CONSTELACIONES

SÛRAT AL-BURÛY

revelada en Meca, 22  versículos

 

índice

 

 

10. ínna l-ladzîna fatanû l-mûminîna wa l-mûminâti zúmma lam yatûbû

Ciertamente, para quienes siembren la discordia entre los mûminîn y las mûminât y no se retractan,

fa-láhum ‘adzâbu ÿahánnama wa láhum ‘adzâbu l-harîq*

está el tormento de Yahánnam y está el tormento de la combustión...

11. ínna l-ladzîna â:manû wa ‘amilû s-sâlihâti láhum ÿannâtun taÿrî min tahtihâ l-anhâr*

Ciertamente, para quienes se hayan abierto a Allah y hayan actuado rectamente hay Jardines bajo los que corren arroyos:

dzâlika l-fáuçu l-kabîr*

¡ése es el gran triunfo!

 

           

            El Corán recapitula enunciando dos sentencias lapidarias frecuentes en el Corán, y que son claras a la luz del relato de los compañeros del foso. Veamos la primera de esas dos conclusiones: ínna l-ladzîna fatanû l-mûminîna wa l-mûminâti zúmma lam yatûbû fa-láhum ‘adzâbu ÿahánnama wa láhum ‘adzâbu l-harîq, ciertamente, para quienes siembren la discordia entre los mûminîn y las mûminât y no se retractan, está el tormento de Yahánnam y está el tormento de la combustión... Se trata de una condena absoluta dirigida a todos los opresores de inocentes, remarcada por el empleo de la partícula ínna (ciertamente) al principio de la frase, que sirve para dar carácter rotundo a cualquier afirmación.

            Los mûminîn y las mûminât, los que se han abierto a Allah y las que se han abierto a Allah, quienes intuyen Su Grandeza y el alcance de su Verdad, y se sobrecogen ante las inmensidades que resuenan en la palabra Allah, quienes lo aceptan como Único Señor, y lo buscan y se acogen a Él, dejando atrás los ídolos y renunciado al mal, todos ellos, hombres o mujeres, desde que esa intuición se despierta en sus corazones, han sellado con Allah un pacto (walâya o wilâya) por el que quedan protegidos en la medida de su fidelidad a Allah. Quien reconoce a Allah es reconocido simultáneamente por Él; y, a la vez, reconoce a los demás mûminîn, y es reconocido por ellos. Ese pacto se concluye en la Fitra, en la inocencia de la naturaleza primordial. Los comentaristas del Corán saben que el plural masculino es genérico, incluyendo el femenino. Cuando el Corán precisa, como aquí, a los mûminîn y a las mûminât, lo hace para no dejar lugar a la duda, y se trata de una redundancia con una clara intención. Quienes atenten contra ellos y ellas, quienes simplemente los molesten, probarán la venganza del Aliado (Wâlî)...

            El Corán emplea el verbo fátana-yáftin, que significa sembrar la discordia entre los mûminîn, y discordia (fitna) es todo lo que enturbie la calma de sus corazones. Cualquier daño que se les haga, sea del tipo que sea, por mínimo e insignificante que parezca, conjura a Allah, que amenaza a los agresores con el tormento (‘adzâb) de Yahánnam (ÿahánnam). Y Yahánnam, en al-Âjira, es descrito como un pozo oscuro sin fondo al que serán arrojados los kuffâr. Es el correlato del ujdûd, el foso... Y en ese lugar terrible, esa pesadilla atroz en las profundidades eternas de la muerte, encontrarán el tormento (‘adzâb) de la combustión (harîq), correlato del fuego (nâr) que encendieron en el foso arañado en la tierra actual...

            El Corán formula una excepción: se libran de la Ira de Allah (el dab) los que se retractan (tâba-yatûb, retractarse, volver atrás, regresar al punto de origen, abandonar la maldad). El Islam no es fatalista. Es verdad que hace hincapié en la cuestión del Destino (al-Qadâ wa l-Qádar), que es un marco en el que se presiente el Poder siempre Presente de Allah, determinándolo todo... El Destino es transfondo sobre la que se asienta la existencia y confiere a ésta unidad y estrecha interrelación en el Uno-Único, cuya Fuerza todo lo vincula. Pero el Corán enseña también que el ser humano es califa (jalîfa), soberano, relativizando con ello el carácter anulador del Destino, o bien, mejor dicho, definiéndolo en otras coordenadas más profundas a las que sólo tienen acceso aquellos que han afinado su entendimiento más allá de las posibilidades del común de los hombres. Sumido en esa realidad urdida por la Voluntad, el Poder y la Ciencia de Allah, que son verdades eternas, el hombre ejerce el gran don del que ha sido investido que consiste en la posibilidad de crecer en Allah hundiendo en Él sus raíces y emancipándose en lo infinito. Es entonces cuando se asienta sobre su trono en la esencia de la realidad. El que no cumple con ello es rey sobre la mentira y el autoengaño, y se condena a sí mismo a la frustración y al miedo. Su imperio es el de la destrucción. Quien se retracta (tâba-yatûb), quien se vuelve hacia Allah y retoma la Verdad, deja atrás los ídolos y los fantasmas, se exceptúa a sí mismo de la regla enunciada. Existe un camino de vuelta (táuba) por el que el ser humano puede regresar a su Señor tras haberse alejado de Él. Y todo ello se realiza sobre la urdimbre del Destino,...

            Los mûminîn y los exceptuados (los tâibîn, lo que después del error recuperan el camino hacia Allah, y que a partir de entonces son contados entre los primeros), entran dentro del pacto de reciprocidad por lo que serán respaldados por Allah, reencontrándose con la sobreabundancia que crea y expansiona en lo infinito: ínna l-ladzîna â:manû wa ‘amilû s-sâlihâti láhum ÿannâtun taÿrî min tahtihâ l-anhâr, ciertamente, para quienes se hayan abierto a Allah y hayan actuado rectamente hay Jardines bajo los que corren arroyos... y a continuación apostilla: dzâlika l-fáuçu l-kabîr, ¡ése es el gran triunfo!... En el otro polo están los que se han abierto a Allah (âmana-yûmin) y los que actúan (‘ámila-yá‘mal, hacer, trabajar) rectamente (los que realizan acciones justas, bondadosas y rectas, las sâlihât). Para ellos hay junto a Allah (es decir, en al-Âjira, más allá de la muerte y las circunstancias) jardines (ÿannât, plural de ÿanna; el plural subraya la abundancia y riqueza que hay junto a Allah) alimentados por el agua de arroyos (anhâr, plural de nahr, río, arroyo) que corren (ÿarà-yaÿrî) por sus fondos cimentando la exuberancia en la que existirán, y esos bien regados jardines eternos serán su gran conquista, su éxito (fáuç, triunfo), calificado de grande (kabîr)...

            Son mûminîn quienes se han abierto internamente hacia Allah, los dotados de una sensibilidad a la que llamamos Îmân y que consiste en una esponjosidad que los conecta con la existencia y con su Creador. El Îmân interior se expresa externamente bajo la forma de acciones a las que denominamos sâlihât, es decir, rectas, porque orientan hacia Allah, y son justas, es decir, atienden a las realidades, y son bondadosas porque se asientan sobre la generosidad de la que es capaz el ser humano, y en ellas hay sabiduría porque son dictadas por la iluminación que fluye con el Îmân... El al-‘ámal as-sâlih, la actuación recta, es el acto conforme a la Revelación, el que se amolda a sus exigencias, porque, además de cumplir con esos requisitios, enbél no no hay arbitrariedad ni desorientación... Esta conjunción de mundos interiores y exteriores da plenitud y expansión al hombre, convirtiéndolo en mûmin. Para él hay jardines, mientras que para el kâfir había un agujero de fuego, correlato de su propio foso. Y esos jardines son regados por agua de vida pura, tanto en esta vida como en la plenitud absoluta junto a Allah en al-Âjira, y ése es su verdadero éxito, su fáuç. Es importante tener en cuenta esto último: el fracaso circunstancial de los mûminîn, su derrota frente a la prepotencia de los kuffâr, su muerte a manos de los asesinos, es la fragua en la que se sinceran. Su derrota significa la preemiencia de su horizonte no limitado, pues son depositarios de un sueño grande. Ellos ansían al-Âjira, y nada los soborna ni confunde, no se dejan engañar por el mundo, y con ello agigantan los espacios que los agardan.

 

continuación