EL ISLAM COLONIZADO

 

         En 1931, el padre Asín Palacios publicó una de sus obras más importantes, ‘El Islam cristianizado’, en la que intentaba demostrar las raíces cristianas de la espiritualidad musulmana. Su trabajo está más que superado: ya nadie cree que el Islam sea la variante beduina del cristianismo, una extraña combinación de barbarie (que sería la originalidad que los árabes aportarían) y elementos tomados de los evangelios al faltar entre los musulmanes una natural inspiración espiritual y capacidad para desarrollarla por sí mismos. El Corán, según Asín Palacios, es la obra de un demente degradado en toda suerte de sensualidades, lujurias y caprichos, y por tanto no puede contener los gérmenes de un pensamiento elevado. Para elaborar una teoría espiritual, los musulmanes debieron beber de otras fuentes, fundamentalmente el cristianismo de los eremitas orientales.

         Ya casi nadie cree o mantiene abiertamente esta teoría. Es más, distintos investigadores empiezan a sostener la tesis contraria: es el cristianismo el que debe muchas cosas a la espiritualidad musulmana. López Baralt ha prometido publicar un ensayo con el sugerente título de “El cristianismo islamizado” en el que pretende demostrar definitivamente las deudas contraídas por la mística cristiana con el sufismo (Tasawwuf).

         No obstante, el colonialismo ha supuesto un trauma tan grave para la cultura musulmana que ésta comienza a redefinirse según un patrón cristiano. Es este problema el que queremos abordar en el presente artículo. Nos parece muy grave la deformación a la que está siendo sometido el Islam. Los agentes de la distorsión fueron en un primer momento los intelectuales arabistas y orientalistas que asentaron la base del discurso posible en torno al Islam, pero lo lamentable es que las líneas maestras de esas reflexiones hayan sido adoptadas acríticamente por los propios musulmanes. Más o menos, los musulmanes son conscientes de que ha existido una especie de complot para desvirtuar el Islam y presentarlo de un modo que justifique cualquier acción en contra de él: restarle originalidad, tildarlo de reaccionario, reducirlo al ridículo, etc., pero casi nadie es capaz de pegar el salto hacia una interpretación seria y rigurosa que desmonte todo lo afirmado hasta ahora. Simplemente cambia el juicio: lo que sostuvieron los orientalistas no es malo, sino bueno, es decir, lo que era tenido por una barbaridad puede volver a ser dicho demostrando que es aceptable.

         Los musulmanes ‘modernos’, cada vez más incapaces de entender el Islam en sus fuentes, debido a una educación manejada desde fuera, conocen el Islam en las obras de los orientalistas, casi siempre misioneros, o en las de sus discípulos, o en la producción de seudo intelectuales acomplejados ante la superioridad de la ciencia occidental que intentan imitar su lenguaje y métodos. Sin duda, en la mayoría de los casos la intención es magnífica, pero los resultados son aberrantes. Nos encontramos en definitiva con que el Islam es presentado por los propios musulmanes como una caricatura del cristianismo, absolutamente insípida, por no decir monstruosa en algunos casos. Se trata, ahora sí, de un Islam nada original, enfermo, hecho a base de remiendos e incongruencias.

         El Islam exige -y con urgencia en occidente- de una redefinición radical desacomplejada y descolonizada. El cristianismo sigue estando demasiado presente en la mente de quienes analizan el hecho islámico a la hora de presentarlo a quienes lo desconocen, y esa es una trampa mortal que la Iglesia fomenta. Los diálogos ecuménicos islamo-católicos son planteados de modo que la superioridad del cristianismo quede siempre manifiesta: imponen las reglas de un juego al que los supuestos representantes de los musulmanes se someten sin ningún tipo de luces ni escrúpulos en casi todos los casos. A esto le debe ser añadido lo ya mencionado antes: desarraigados, los musulmanes se ven obligados a responder a cuestiones que no saben que para empezar no tienen nada que ver con el Islam, que son seudo problemas cristianos para los que no tiene por qué haber ninguna respuesta, y por lo general como consecuencia dicen tonterías o ridiculeces. Y es normal: la educación que han recibido, la opinión generalizado, es que el Islam es una religión monoteísta y, por tanto, se supone que ha de tener mucho en común con las demás religiones monoteístas.

         Que el Islam sea una religión monoteísta está más que asumido en occidente, y por los musulmanes de formación occidental. Pero el Islam ni es una religión ni es monoteísta: si logramos tener en cuenta constantemente esto, nos veremos obligados a reelaborar nuestro discurso, a reinterpretar muchas cosas importantes, y a pesar de las dificultades iniciales, será lo mejor que podemos aportar al Islam, comenzaremos a hacerlo comprensible aunque al principio cueste trabajo.

         Religión y monoteísmo son conceptos que no existen en árabe: ¿cómo puede ser definido el Islam con nociones que jamás han sido pensadas en su seno y no tienen nada que ver con su historia? Quienes tengan una mínima sensibilidad musulmana difícilmente reconocerán en los términos Dîn y Tawhîd aquello en lo que teóricamente equivalen en las lenguas occidentales, es decir, religión y monoteísmo. Sin embargo, como concesión a la inteligibilidad, suelen ser admitidas esas traducciones, pero resulta en consecuencia que a partir de ese momento el Islam ya es absolutamente ininteligible: sólo puede ser amañado para que responda a esos conceptos, y es lo que se está haciendo. Inmediatamente aparecen los concomitantes de religión y monoteísmo para los que el Islam no tiene respuesta ni tiene por qué tenerla al ser seudo problemas: dios, ateísmo, pecado, salvación, redención, historia sagrada,... Y en estos temas es donde la respuesta de los musulmanes, forzados por la lógica que han aceptado, suele ser una metedura de pata digna de mejor causa.

         Entre incompetentes que se ven recibidos como curas y se sienten aplaudidos o quieren serlo, intelectuales que son imitadores que pretenden agradar, ignorantes que se las quieren dar de listos, conversos en su papel, y un largo etcétera de impresentables, el Islam se encuentra ‘explicado’ por gente bastante cuestionable y con un nivel no mediocre sino inexistente.

         ¿Cómo salir de esta situación? Es muy difícil, porque se trata de una lucha desproporcionada ante lo que tiene las dimensiones de lo definitivo. Hay un lenguaje ya universalizado que es prácticamente imposible desmontar. Pero la única solución es hacerlo. El lenguaje nunca es aséptico: traduce siempre cosas más profundas, certezas consustanciales a cada palabra. Para los musulmanes con patente de origen ni tan siquiera existe el problema: al usar los términos propios del cristianismo piensan en lo que para ellos significan en árabe, y los usan en ese sentido, aunque para el oyente sea difícil seguirlos, o bien incluso puede parecerles una abominación debido a que el discurso del musulmán se sitúa dentro de otro discurso que desconoce, el de las connotaciones.

         Si les dices  a esos musulmanes que esos términos son incorrectos piensan que estás en contra de alguna enseñanza del Islam, que estás negando algo esencial, porque para él el referente siempre será lo que piensa en árabe, no en castellano. Si, por ejemplo, afirmas que el Islam no es monoteísta, inmediatamente creen que estás diciendo que el Islam es politeísta o que predica la idolatría, lo cual evidentemente es una barbaridad. Si le dices que utilice el término Tawhîd en lugar de monoteísmo te responderán que entonces nadie entenderá nada, y tienen razón. Si les dices que lo expliquen tal como lo sienten en árabe, te dirán que es difícil, y tienen razón. O bien lo harán, pero recurrirán a un lenguaje igualmente incorrecto. Y resulta prácticamente imposible salir del círculo. Y así con un sin fin de ejemplos posibles; realmente con cada concepto islámico sucede lo mismo. Si se toman de forma independiente, se olvida el conjunto y se incurre en contradicciones. Si se toma el conjunto, nadie se entera de nada, sobre todo si hay prisas, como suele ocurrir en estas sociedades.

         En definitiva, es necesario un trabajo bien ordenado. Quizás lo primero que haya que hacer es desmontar todo lo que se acepta como indiscutible, estudiar la historia de esas afirmaciones, analizar su genealogía, para después buscar sustitutos a todo, de modo que poco a poco todo vaya siendo aclarado. Lo fundamental, sin embargo, es encontrar un método, y creo que lo mejor es basarlo en una filosofía del lenguaje desde el árabe, una introspección en la mentalidad que subyace bajo cada palabra y que es la que realmente la define. De otro modo siempre estaremos en una superficialidad resbaladiza. Pero mientras ese trabajo se realiza, si es que se realiza, tendremos que conformarnos con nuestras intuiciones y el peligro que acarrean.

          Aunque quizás lo esencial es dejar de tener ya como patrón el cristianismo y dejar de buscar respuestas a sus preguntas. Sólo superado ese complejo seremos capaces de abordar el Islam con rigor. Debemos dejar de creer inconscientemente que el cristianismo sea la verdad universal a la que buscamos  por capricho una alternativa que siempre será dudosa lo mismo que el propio cristianismo es bastante dudoso. Debemos comenzar a descubrir la especificidad del Islam y para ello los instrumentos que usamos en occidente son del todo inadecuados.