Libia, el Club de Buitres de París
y la guerra de emancipación nacional
No faltó ninguno de los invitados a la
foto de familia que el Presidente Sarkozy urgió en la reunión de París.
Sonrientes, como si de un festejo de algún onomástico se tratara, luciendo
sus trajes y corbatas de marca, posaron desde el infaltable secretario de la
ONU, Ban Ki Moon, hasta los representantes de 73 países, entre los que no
faltaban las Señoras Clinton y Merkel, hasta representante de Rusia y China,
que tampoco se podía perder el acontecimiento. Ni qué decir de un delegado
de alto nivel de Brasil y otro de Colombia, en nombre de la Latinoamérica
"enganchada" a las relaciones carnales con el Imperio, y claro está, los
asimilados de la Unión Africana, con la honrosa excepción de Sudáfrica, y
los obsecuentes de una Liga que se hace llamar Árabe y que siempre patea en
contra de los pueblos de ese inmenso territorio al que alguna vez soñó unir
Gamal Abdel Nasser.
El acontecimiento que convocaba a esto que ellos mismos denominaron Club de
Amigos de Libia, era muy especial: repartirse las enormes riquezas del
territorio libio que sus aviones bombardearon durante más de 120 días,
destruyendo viviendas, infraestructura, escuelas, universidades, hospitales
y todo ser humano viviente que se les cruzara en el camino. Cincuenta mil
cuerpos quemados por bombas de fósforo y uranio empobrecido, dicen las
cifras más optimistas. Cincuenta mil inocentes arrasados por la codicia de
los "salvadores y defensores de los derechos humanos", por el solo hecho de
ser libios y rechazar cualquier ataque a su soberanía como pueblo.
Pero volviendo a París, es verdad que estaban todos los que desfilan por el
mundo como predicadores de la "paz", mientras alistan sus misiles en los
aviones de una nueva Cruzada. En realidad, lo gestado por el flamante "Bush
europeo" Sarkozy, se parecía más a un Club de Buitres Carroñeros, que frente
a la carnaza de la destrucción de toda la infraestructura de una nación que
hasta ayer era independiente, afilaban sus garras para quedarse con la mejor
tajada. En ese marco, la filtración oportuna, por parte del diario francés
"Liberation", ponía claridad al porqué el mandatario francés se había
apresurado a reconocer al gobierno títere o Consejo Nacional de Transición,
allá por marzo de este año, cuando los mercenarios de Benghasi (esos a los
que jocosamente el periodista Walter Martínez calificó con acierto como "la
armada Brancaleone") se entretenían en hacer carreras de un lado al otro con
vehículos artillados y derrochaban balas por doquier.
La parte de la torta que le prometió a Francia el CNT (el surgido del
petróleo bruto que tan profusamente da el suelo libio) era más que
tentadora, y oscilaba en el 35% de la explotación total del crudo. A lo que
seguramente le sumarán un porcentaje similar en lo que se obtenga del oro,
otra de las innumerables riquezas que tiene el país invadido. Sarkozy
desmintió tímidamente a "Liberation", pero sus socios ya conocen este tipo
de mañas, puesto que ellos las aplican habitualmente. Sin embargo, lo
positivo de esta jornada de reparto soez de ganancias en base a la muerte de
miles de libios, es que ya no esconden sus tropelías, las hacen a la luz
pública y con taquígrafos. Son la cara más desfachatada de la injerencia
extranjera en un país. Bombardean, matan, luego roban, distribuyen el botín
y si la situación cuadra, se pelean entre ellos por un porcentaje más o un
porcentaje menos. Esa forma de actuar esclarece a los lectores inteligentes
y no cloroformados de la casi totalidad de los mass media, que como
siempre han impuesto el discurso único sobre el "tema Libia". Esos medios,
que hablan de "régimen" "dictadura" o "crímenes" cuando se refieren a Gadafi
y no muestran el menor recato en ponderar al ultramillonario Emir de Qatar o
a numerosos de los integrantes del CNT que hasta ayer eran acusados de ser
"terroristas".
Así están las cosas en este Nuevo Orden Europeo construido a los bombazos,
que por un lado demuestra la debilidad del imperio norteamericano y de su
Presidente, que ha tenido que delegar por primera vez en muchos años, la
posta de una agresión guerrerista expoliadora en sus colegas europeos, a
consecuencia de la inmensa crisis económica en la que están inmersos los
Estados Unidos. Y por otra parte, marca claramente que en su afán de
reestablecer sus economías que caen en picada, los países que integran la
Europa del Capital, están dispuestos no sólo a saquear Libia sino que al
decir del emperador Sarkozy y sus aliados, ya están pensando en Siria (a
quienes la UE le ha bloqueado las ventas de petróleo) y en Irán, país al que
acusan de "probable agresor nuclear" (Sarkozy dixit ).
En este marco de intereses nauseabundo, hay un factor que el Imperio
occidental deberá tener en cuenta: los pueblos ya no están durmiendo el
sueño de los justos, han despertado y quieren terminar con esta ecuación de
invasión más muerte, igual dependencia. Allí está la experiencia del pueblo
egipcio o el de Túnez y Yemen, pero también, como ocurriera en el Iraq
invadido, muy pronto, quizás en este mismo instante, oiremos el rugir de
dignidad de la resistencia libia. No sólo porque su líder Gadafi convoque a
sus seguidores a guerrear y a darle su merecido a los invasores, sino porque
es ley de vida: país invadido por fuerzas militares colonialistas y por
mercenarios, convoca a sus hombres y mujeres a librar nuevas batallas, ya no
sólo de autodefensa sino de emancipación nacional.
En el plano internacional, donde no sólo caben los que fueron a París a
hacerle el besamanos a Sarkozy, quedan muchos auténticos amigos del pueblo
libio, como Venezuela, Cuba -que acaba de cerrar su embajada y desconoce al
CNT-, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y todos aquellos que rechazan a la OTAN y
sus secuaces. En ese sentido, no caben dudas de que todavía no se ha dicho
la última palabra sobre Libia.