Teoría islámica del Estado en el contexto del subdesarrollo

Muhammad Báqer as-Sadr

 

 Presentación

En el contexto del proceso de revisión y renovación intelectual islámica de este siglo, el  sabio iraqí Ayatullah Báqer as-Sadr fue uno de los impulsores de la corriente que más claramente definió el pensamiento islámico frente a los desafíos del nacionalismo y el socialismo árabes predominantes desde la época de las luchas anticoloniales de postguerra. Pero la suya no fue una definición que se basara en una vuelta al pasado medieval, sino que supo extraer enseñanzas de la historia y los principios permanentes del Islam para aplicarlos a la realidad dinámica de los tiempos. Asimismo, los valores que defendió, de tremenda actualidad, tienen una vigencia veinte años después de su muerte, veinte años durante los cuales la distancia entre un Norte rico y un Sur empobrecido por la desigualdad de las relaciones internacionales y la rapiña de sus dirigentes, no ha hecho más que crecer, como demuestran los estudios más recientes de la misma ONU o las ONGs más acreditadas. Su búsqueda de un contexto más justo y las alternativas que plantea se abren desde los principios y valores del Islam, toman contexto en la realidad y formulan alternativas concretas. Báqer as-Sadr fue el primero en muchos siglos que elaborara con coherencia un proyecto económico islámico completo y un pensamiento sobre las cuestiones más candentes de la política internacional que fuera más allá del oscurantismo y el fanatismo del que se cree con derecho a despreciar a los demás.

 

Sus ideas, igual que el Mensaje del Islam, se abren a todos los seres humanos, hombres y mujeres, pertenecientes a todas las culturas y realidades sociales, para encontrar vías a un futuro más pleno y humano, a partir de la asunción plena del espíritu liberador del Islam en tanto que revelación de Allah.

 

Este es un ejemplo más  del pensamiento que se desarrolla en muchas partes del mundo islámico de nuestros días. Por esto nos ha parecido interesante ofrecerlo al público, especialmente para los musulmanes y todos aquellos que estudien de una manera desacomplejada qué tipo de ideas son las más “vanguardistas” en el ámbito islámico.

 

Nuestra intención es poder continuar con estos textos breves para poder abarcar el espectro más amplio posible de lo que hemos llamado “pensamiento islámico contemporáneo”, con figuras clave como son el mismo Báqer as-Sadr, Muhammad Iqbal, Muhammad Hussein Fadhlallah, Seyyed Qutb, ‘Alî Shari’ati, Muhammad al-Ghazali, entre muchos otros.

 

Es evidente que cualquier nación demuestra su vitalidad en la medida que sea capaz de reconocer, apoyar y estudiar a sus figuras intelectuales más prominentes. La Ummah islámica, la gran nación que agrupa a todos los musulmanes, está en un momento interesante desde este punto de vista: hay  una corriente, diversa, variada, distinta según los países, que ha empezado a cuestionarse las cosas para ahondar y profundizar en la esencia islámica, para recuperar y sacar a la luz los fundamentos de su identidad.      

 

 

 Con el Nombre de Allah, el Rahmán, el Rahim

 

         El Estado islámico es estudiado a veces como una necesidad derivada de la aplicación de la Shari'a, como garante de la Voluntad de Allah sobre la tierra y la concreción del papel de jalifa de Allah que atañe al hombre. Y a veces es estudiado, a la luz de la realidad considerada anteriormente, desde el punto de vista de su capacidad inherente para desarrollar una grandiosa civilización y su excelso poder, por los que se distingue de las demás tentativas sociales.

 

         Es justamente este punto de vista el que queremos tratar en este estudio con el fin que se manifieste claramente el hecho que el estado islámico no es solamente una necesidad de la Shari'a, sino que además es una necesidad de la civilización. Constituye la única vía que permite el despliegue de las posibilidades del hombre en el mundo islámico y su elevación a su rango natural, al nivel elevado de la civilización realmente humana, así como su liberación de todas las formas de dispersión, fascinación y extravío.

 

Diferentes tipos de estructuras ideológicas y movimientos sociales

 

         Todo movimiento consciente tiene un objetivo. Todo movimiento civilizador posee un objetivo hacia el que se dirige. Todo movimiento que tiende a un objetivo obtiene energía propulsora y fuerza defensiva del mismo objetivo al cual se dirige. El objetivo es lo que pone en marcha el movimiento del mismo modo que lo amortigua cuando se realiza; el movimiento entra, entonces, en reposo.

 

         Observad a cualquier persona que intente, con intensidad, conseguir un diploma cualquiera; os daréis cuenta que una llama brilla en él, empujándolo, constantemente, hacia la realización de su objetivo. Tan pronto como consigue el diploma, esta llama se apaga y su movimiento se detiene por falta de una razón de ser, hasta que aparezca un nuevo objetivo.

 

         Esto se aplica igualmente a las sociedades. Cada vez que se fijan objetivos más elevados para sus iniciativas civilizadoras, han podido asegurarse un largo desarrollo y además largos períodos de entusiasmo o ardor. Cuando el objetivo es más limitado, el movimiento lo es igualmente, y el cambio de dirección prevalece sobre la perseverancia del movimiento, una vez realizado este objetivo limitado.

 

         El materialismo histórico encuentra en esto una dificultad, por su visión limitada de la marcha de la evolución humana según las reglas del materialismo dialéctico. Porque el objetivo subyacente que el marxismo atribuye al movimiento de la historia y a la marcha de la humanidad, consiste en la eliminación de las trabas que se encuentran en el camino del desarrollo de las fuerzas y medios de producción, objetivo que se alcanzará al abolir la propiedad privada y construyendo la sociedad comunista. En el supuesto que esto fuera el objetivo de la evolución humana significaría que ésta se detendría y paralizaría en el momento mismo en que se instituyera la sociedad comunista.

 

         Si la liberación de los medios de producción de sus relaciones con la mala distribución fuera el objetivo que motiva el movimiento histórico, la historia se detendría cuando tuviera lugar esa liberación, y todas las potencialidades y el impulso innovador del hombre se debilitarían.

 

         A decir verdad, el único objetivo que garantice al movimiento civilizador un dinamismo constante no puede ser sino un objetivo que descubra un horizonte nuevo y extensiones inadvertidas cada vez que nos aproximemos a él, y que reactive así el ardor, el vigor del movimiento y de la evolución. Es aquí dónde reside el papel atribuido al estado islámico, que coloca a Allah como objetivo del curso histórico, y que asienta las Cualidades y Atributos de Allah como signos de este supremo objetivo.

 

         La Justicia, la Ciencia, el Poder, la Fuerza, la Misericordia, y la Generosidad (estos son algunos de los Atributos de Allah, N. del Ed.) representan el objetivo para la sociedad humana virtuosa. Cada vez que la sociedad se aproxima hacia una nueva etapa de este objetivo y realiza una parte de él, se abre ante ella un horizonte más acogedor. Su determinación y su ardor en recorrer el camino aumentan, porque el hombre limitado no puede alcanzar a Allah el Absoluto. Pero cada vez que se adentra más profundamente en el camino hacia Él, es guiado hacia lo nuevo y la vía se abre al Más Abundante. "Dirigiremos por Nuestros Senderos a aquellos que se esfuercen por Nuestra Causa, en verdad Allah está con los que actúan correctamente" (Surat al-'Ankabut, 69).

 

         Nos damos cuenta que el hombre del estado islámico que apareció al comienzo de la historia de esta Umma (la Nación Islámica) con el fin de construir la historia de nuevo, no vio apagar el ardor de su alma durante el período que Allahu Ta'ala era su verdadero objetivo. Sacaba su energía de la Justicia Absoluta que está representada por este sublime objetivo. Sacaba de ella energía inagotable para actuar contra la injusticia (dzulm) de los dzalimín (injustos) y la opresión de los tiranos, no solamente en su aldea, en su comarca, entre las personas de su pueblo, sino también en todos los rincones del mundo.

 

         Cosroes (emperador sasánida) preguntó a 'Ibadah ibnu-s-Samit, con tono de burla y desprecio, qué indujo a los musulmanes a pensar en atacar su imperio. Sobresaltándose cuando éste último le respondió que venía a liberar a los oprimidos.

 

         Esto significa que la Justicia Absoluta es una fuente inagotable, y que el objetivo absoluto permanece es capaz siempre de poner en movimiento y transmitir la energía. "Dí: si para las palabras de Allah el mar fuese tinta, en verdad el mar se agotaría antes que se agotaran las palabras de mi Señor. Incluso si mandamos traer como refuerzo otro mar semejante" (Surat al-Kahf, 109).

 

         La estructura ideológica del estado islámico, que tiene como base firme la apertura a Allah y Sus Atributos, y que tiene a Allah como objetivo de su curso evolutivo, constituye la única estructura ideológica que puede ofrecer al movimiento humano una energía inagotable.

 

         Por este motivo el Islam no acepta de ninguna manera que un objetivo relativo o provisional se convierta en un objetivo absoluto. Porque si esto ocurriera, el movimiento encontraría trabas e impedimentos para superar este objetivo limitado en una etapa determinada.

 

         El musulmán, al luchar contra la injusticia en su aldea, en su país o entre su pueblo, por ejemplo, no separa de ningún modo esta injusticia de cualquier otra  cometida por los opresores en la tierra. No hace de la abolición de una injusticia particular su objetivo final y absoluto, ya que esta actitud equivaldría a aprobar las demás opresiones perpetradas en los cuatro puntos cardinales, sino que combate la injusticia de su alrededor por ser la injusticia que un hombre ejerce contra otro hombre, su hermano. Con su actitud, repite la acción de 'Ibadah ibnu-s-Samit, que se lanzó con sus hermanos de la Península Arábiga para liberar a los campesinos oprimidos en lo más recóndito de Persia.

 

La moral y el apego a las cosas de este mundo: crítica a la superabundancia y el anhelo de posesión de las cosas materiales en el Corán y la Sunna

 

         Para garantizar la Verdad y la Justicia, y apoyar las dificultades de la tarea constructiva, tienen que haber motivos que broten de la conciencia, de la responsabilidad y el sentido del deber. Estos motivos son siempre el blanco de un obstáculo que pone en dificultades su nacimiento y desarrollo. Este obstáculo es el apego a este mundo (dunya) y a la vida en la tierra, cualquiera que sea su forma. Este apego, la mayor parte de veces, reduce al hombre a la inmovilidad y le impide participar en su obra constructiva. Porque la participación en toda construcción de importancia va acompañada de múltiples esfuerzos, sacrificios, de sufrimientos en el camino de lo que es necesario, así como hay que soportar valientemente privaciones para obtener la felicidad y el bienestar de la sociedad humana.

 

         El hombre apegado a las seducciones del dunya y a los objetivos mundanos, no tiene posibilidad de abandonar estas cosas de poco valor, y salir del círculo de las pequeñas preocupaciones cotidianas para pasar a las grandes preocupaciones de la gran construcción sino es eliminando su apego. Así, pues, para movilizar las aptitudes de cada individuo para la gran construcción tiene que haber, necesariamente, una estructura ideológica que comprenda una moral especial, capaz de educar al individuo para que sea dueño del mundo y no su esclavo; para que posea las cosas buenas y no sea poseído por ellas, para elevarse a una vida más rica que la vida mundana, que le asegure que el sacrificio de una cosa del dunya no es sino la preparación en relación con la vida que Allah ha prometido a los muttaqín (personas con taqwa, es decir, que son prudentes y temerosos de Allah en sus corazones, pensamientos y actos) de entre Sus Siervos.

 

         Esta estructura ideológica es la que posee el gobierno islámico, y que ha sido especificada en la enseñanza del Corán al-Karim, la enseñanza del Islam, que define el marco general de la vida sana:

"¡Oh vosotros que tenéis Imân, que ni vuestras riquezas, ni vuestra descendencia os hagan olvidar el dhikr (Recuerdo) de Allah! ; los que así hagan serán los auténticos perdedores" (Surat  al-Munafiqún, 9), "Sabed que vuestros bienes y vuestros hijos son pruebas para vosotros; y Allah tiene una inmensa recompensa".

 

         Y el Profeta (s) dijo: "Cualquier hombre cuya máxima preocupación sea el dunya, no pertenece a Allah", y también: "El amor al dunya es la raíz de todo danb (acción que aleja de Allah)".

 

         El apego al dunya es el fundamento de toda desviación; dedicarse exclusivamente a sus vicisitudes hace que se abandone el papel de jilafah  en la tierra; sumirse en sus delicias y sus distracciones significa olvidar el Dhikr de Allah y la inadvertencia respecto a todos los valores  que el Único e Inmenso propone para que sirvan de guía del movimiento evolutivo, para precisar el objetivo y unir al hombre con el Cielo.

 

         Con el fin de sacar al musulmán del apego exagerado al dunya y a sus preocupaciones, el Islam les concede el lugar justo y natural que les toca. Si el dunya es tomado como objetivo en vez del Ájira (el otro mundo), es decir, a la inmensa construcción a la cual llama este Ájira con insistencia, el dunya se convierte en un lugar de distracción y de corrupción en vez de ser un lugar de educación: "Sabed que el dunya no es más que juego y una distracción ; es una apariencia, un motivo de jactancia entre vosotros y rivalidad en riqueza e hijos. Es como una lluvia que admira a los sembradores por las plantas que genera, que después se secan y las ves amarillentas hasta convertirse en deshecho. En el Ájira habrá un duro castigo, y también perdón de Allah y beneplácito. La vida del dunya no es más que disfrute ilusorio" (Surat al-Hadid, 20), "A los hombres se les ha embellecido el amor por todo lo deseable: las mujeres, los hijos, la acumulación de caudales de oro y plata, los caballos de raza, los animales de rebaño y las tierras de labor. Ese es el disfute del dunya, pero Allah tiene junto a Sí el lugar de retorno más hermoso" (Surat Ali Imrán, 14).

 

         Si el dunya es tomado como una vía hacia el Ájira, dicho de otra manera, como medio con el que el hombre desarrolla en el marco de sus favores, su verdadera existencia, su relación con Allah, y su constante esfuerzo hacia el Absoluto en la obra de construcción, de creación y regeneración, el dunya se convierte en esta magnífica visión, de un lugar de rivalidades y de competencia para conseguir riquezas en un lugar de construcción auténtica y creatividad contínua: "Busca, en lo que Allah te ha dado, la morada del Ájira. Y no olvides tu parte en esta vida, y actúa correctamente igual que Allah hace contigo, y no busques corromper la tierra. En verdad Allah no ama a los corruptores" (Surat al-Qasás, 77). Sobre esto no está mal citar este hadiz: "vende tu apego a este mundo por el apego al ájira, con el fin de obtener ambos y sacar provecho para tí en los dos mundos. Jamás vendas el Ájira por el dunya, ya que vas a perder ambos".

 

         El Islam no considera la visión de este mundo en calidad de medio con una visión abstracta y vacía de sentido, sino que la vincula al comportamiento concreto, llama a la aplicación práctica de esta visión y a la acción en la vida a partir de esta consideración.

 

         El Profeta (s) dijo: "La disputa os distrae; el hijo de Adam (a) dice: <<mi riqueza, mi riqueza, mi riqueza>>. Pero, ¿qué posees tú de tu riqueza? ¿lo que has dado como limosna y está guardado cerca de Allah, o lo que has devorado y ha desaparecido, o lo que has vestido y usado?".

 

         Así pues, que cada persona que acepte el punto de vista islámico sobre el mundo y que con su comportamiento se conforma a él, que tome del dunya y se aproveche de sus favores legítimos según sus necesidades, porque el mundo ha sido creado para responder a las necesidades y no para la acumulación y la rivalidad.

 

         Si el mundo no perturba el objetivo del hombre, sino que, antes bien, renueva constantemente su tenacidad en proseguir sus esfuerzos en la vida en el camino hacia su Señor y la realización de Su objetivo, es natural tomar de él lo necesario, y destinar el resto al Supremo Objetivo. Pero si retiene para él más de lo que necesita, el mundo se convertirá en un objetivo en sí mismo, y perderá por esto su papel constructivo en la tierra. Cosechará, entonces, los frutos de esta actitud, y se desviará respecto del curso bien guiado; acarreará explotación, opresión y descarriamiento. Por esta razón, el Profeta (s) dijo: "Aquel que amontone más riquezas de lo necesario causa, sin darse cuenta, su propia muerte".

 

         Mediante este paradigma constructivo reservado al ciudadano en el estado islámico,  el hombre se puede liberar de las ilusiones terrenales, elevarse por encima de las pequeñas preocupaciones que le alejan de Allah, y vivir para los motivos elevados.

 

         A partir de esto el hombre hace frente, voluntariamente, a las grandes responsabilidades de la construcción con un corazón pacífico, un alma fuerte, equilibrado, conociéndose, próspero, sin ningún defecto susceptible de conducir al fracaso. "¡Oh aquellos que os abrís (a Allah)! ¿Queréis que os diga un negocio que os salvará de un doloroso castigo? / Abríos a Allah y a Su Mensajero y luchad en el camino de Allah (fi sabilillah) con vuestros bienes y personas. Esto es lo mejor para vosotros, si queréis saberlo" (Surat as-Saff, 10-11).

 

Implicaciones de la justicia en los niveles nacional e internacional

 

         Las implicaciones políticas de la estructura ideológica del estado islámico desempeñan una función importante en el crecimiento de todas las potencialidades del bien y su puesta a servicio del hombre. Entre estas implicaciones se encuentra la eliminación de todas las formas de explotación que deslumbran a las sociedades ÿahilis (que ignoran a Allah). Al liberar al hombre de la explotación de su hermano el hombre, en todos los aspectos de la vida política, económica y cultural, el gobierno islámico pone a disposición de la sociedad dos clases de potencialidades: la del oprimido: cuando el hombre se ha liberado de la explotación que dirigía sus posibilidades a la obtención de beneficios personales ajenos  y de la competición por los bienes y delicias del dunya, su creatividad se transforma en potencial para la construcción de una sociedad humana mejor, y la del explotador, que utilizaba sus posibilidades para afianzar mejor su dominación.   

       

         ¡Cuántas aptitudes y posibilidades se han perdido bajo la dominación de los taghut  (tiranos) y bajo todas las formas de explotación! ¡Y cuántos opresores orientan sus esfuerzos hacia la destrucción o la limitación de estas aptitudes y posibilidades!

 

         En el campo libre y propicio que crea el estado islámico, estas aptitudes encontrarán un medio para crecer y ensancharse.

 

         La historia del Islam, cuya experiencia es única, es el mejor testimonio de lo que acabamos de decir. El Islam ha conseguido, con la libertad y la dignidad que ha otorgado al hombre, hacer brotar el campo adecuado para el crecimiento y la creatividad del hombre independientemente de su origen, rango social o riqueza. Un gran número de seres humanos, que eran esclavos en las sociedades ignorantes, se transformaron en jefes valerosos, creativos en los distintos campos de la vida cultural, política o económica, y esto porque el desarrollo positivo del individuo en el estado islámico no está limitado por ningún otro factor que no sea la aptitud de la persona.

 

         El Imam 'Ali (a) escribía a su gobernador en Egipto: "Infórmate del esfuerzo que ha realizado cada uno de ellos, no atribuyas el esfuerzo de uno a otro, no les recompenses más allá de su mérito, que no te anime la reputación de uno de ellos a magnificar su esfuerzo si este es escaso, ni la condición modesta de otro para despreciar su esfuerzo si este es importante".

 

         Otra de las implicaciones políticas del estado islámico es la situación concreta en la que viven los gobernantes con respecto a sus gobernados. Viven como ciudadanos ordinarios en sus vidas privadas, en sus comportamientos con la gente, en sus residencias y sus relaciones sociales. Hablo aquí de la situación real del gobernante y los gobernados, porque sé muy bien que la situación legislativa no se plasma en la vida corriente, no afecta a nadie y no lleva a cabo la buena conducta.

 

         ¡Qué fácil es para los opresores y tiranos ofrecer a sus pueblos leyes que proclaman la igualdad entre gobernantes y gobernados, pero que no son sino palabras huecas que sirven para disimular los contrastes entre la vida de unos y otros, los privilegios de los gobernantes y el ridículo de los gobernados!

 

         Pero en el estado islámico estos principios no son letra muerta. Son aplicados y corresponden a la realidad de la vida.

         La historia relata que un Jefe de Estado islámico, el Imam 'Ali (a), compareció ante el juez junto con un ciudadano ordinario que le había denunciado.

 

         Asimismo, anteriormente, bajo el mandato del Califa Omar Bnu-l-Jatab, un judío que vivía en Medina denunció a 'Ali. El Califa Omar convocó a ambos a juicio. Tras haber escuchado a las dos partes, Omar vio signos de tristeza en el rostro de 'Ali, y le preguntó si estaba descontento porque lo hubiera convocado a juicio. 'Ali, que como sobrino y yerno del Profeta (s) gozaba de respeto en esa sociedad, dijo: "estoy triste porque no nos has tratado igual a este judío y a mí. Has mostrado más respeto conmigo que con él. Me has llamado por mi kunya (trato de respeto en lengua árabe, consistente en llamar a un hombre o a una mujer por el nombre de su primer hijo o hija) y a él por su nombre".  [COMENTARIO: Estos son los hombres que construye el Islam. 'Ali no duda aquí de la justicia y la rectitud del juicio del Califa Omar, sino de un detalle en apariencia nimio pero que podría suscitar suspicacias en una comunidad minoritaria del estado. Este es el sentido de la justicia del Islam, la hermandad, el amor que es capaz de potenciar hasta límites infinitos en los hombres]. El estado islámico, pues, encarnó el ideal más alto de igualdad entre los gobernantes y los gobernados en el marco de la justicia, lo mismo que encarnó en la vida privada del gobernante el verdadero modelo y el consuelo moral para los oprimidos de la tierra, ya que el gobernante vivía como cualquier ciudadano, sin distinguirse por enormes palacios, ni vehículos lujosos, ni muebles, ni joyas extraordinarias.

 

         'Ali (a) dijo que: "Aceptaría que se me llamara <<Amir al-Mu'minín>> (Comendador de los Mu'minín) si pasara por las mismas pruebas de los demás o si soy un ejemplo para ellos en los momentos difíciles de la vida".

 

         El Islam enseña a los dirigentes que el poder no es un medio para gozar de los placeres de este mundo, ni para colocarse por encima de los demás, sino una responsabilidad, una delegación, compartir las inquietudes de los más débiles (mustad'afín).

 

         (...) No hay duda que el programa que realiza el estado islámico libera y desarrolla entre sus ciudadanos, magníficas potencialidades y les otorga una gran riqueza espiritual.

 

         Todos las personas toman conciencia, entonces, que su respuesta a la obra de construcción realizada por el estado islámico es su respuesta a la llamada de su dignidad y su honor sobre la tierra.

 

         De otro lado, uno de los aspectos políticos del estado islámico es su comportamiento en la escena internacional. Este no tiene como principio la explotación y el pillaje de los pueblos débiles como hace la civilización occidental, ni el interés recíproco como pretende dicha civilización. Antes al contrario, el fundamento de este comportamiento reside en la Verdad y la Justicia y en la ayuda a los oprimidos (mahrumín) de toda la tierra.

 

         La Verdad y la Justicia dan forma a la conciencia del estado islámico y no son simples consignas que utilizamos y explotamos según los intereses como hacen las Naciones Unidas, y, en general, todos los estados del mundo. Si una causa justa coincide con el interés de una gran potencia, la verdad encontrará un defensor en las Naciones Unidas; en cambio, si ninguna potencia tiene interés en ella, esta causa no hallará medio alguno para penetrar la muralla de las Naciones Unidas.

 

         En la historia del Islam hay ejemplos únicos a este respecto, que encontramos incluso en los momentos en que la civilización islámica se desvió de su pureza por las ambiciones de muchos opresores. Mencionaremos un ejemplo, no de la época del Profeta (s), ni de sus primeros sucesores, sino de una época mucho menos gloriosa. En tiempos de Omar ibn Abdelaziz, el ejército musulmán, bajo el mando de Qutaiba, convino un pacto con los habitantes de Samarcanda. Una vez dentro de la ciudad el ejército no respetó las obligaciones que había suscrito. Los habitantes de Samarcanda se quejaron ante el Califa; este hizo convocar al general victorioso Qutaiba y los representantes de la ciudad ante el juez. El juez falló a favor de los habitantes de la ciudad y culpó al ejército. Decidme después de esto, ¿habéis visto o escuchado en otra parte que no sea el Islam qe se condene a un ejército victorioso, no por un organismo internacional, sino por el poder judicial del gobierno al que pertenece dicho ejército?

 

         El comportamiento del estado islámico en la arena internacional es la aplicación de este signo de Allahu Ta'ala: "¡Oh vosotros que os abrís a Allah! Manteneos rectos ante Allah, como testigos de la justicia, que el odio a un pueblo no os incite a ser injustos; sed justos, que es el acto más próximo a la taqwa. Tened taqwa de Allah".

 

         No hay duda que la actuación del estado islámico en el marco internacional, así inspirada, acabará por conducir el despertar de la conciencia humana hacia la Justicia y la Verdad y la puesta en marcha de la buena voluntad para participar en la propagación de la justicia sobre la tierra.