Reflexión  crítica sobre la fatwa de sheij Ibrahim Niasse (rahimatul-Lah)

Escrita en los años 50 del pasado siglo, esta fatwa se adelanta a su tiempo en cuanto a que la revolución tecnológica ha superado límites insospechados; Jamás hubiéramos creído hace 30 años que podríamos comunicarnos como lo hacemos ahora, de forma instantánea y no importa la distancia que nos separe. Jamás hubiéramos creído que podríamos explorar todas las ciudades del mundo en perfectos mapas satélite y que podríamos pasear por sus calles conduciendo con nuestras pantallas táctiles.

Las nuevas tecnologías nos han cambiado la vida. Por más que las echemos de menos ya casi nadie escribe cartas. En el Islam, en nuestra forma de aprenderlo e incluso de vivirlo también han sido determinantes. Y más aún en occidente dónde estamos en minoría.

Efectivamente, en nuestro contexto hay pocas mezquitas y están muy distantes entre sí lo que dificulta mucho asistir a las lecciones y actividades varias más allá del salat de yumua. Además, en muchas partes hay una gran dispersión geográfica de los musulmanes y eso es un gran obstáculo para hacer vida en comunidad. Por si fuera poco la producción editorial en lengua castellana (hablamos del estado español) no es en modo alguno abundante, sobre todo si la comparamos con otras lenguas europeas como el inglés y el francés.

De todo esto, deducimos que los musulmanes occidentales debemos esforzarnos más en llevar la práctica religiosa que nuestros hermanos de países de mayoría islámica. Sin embargo, las nuevas tecnologías han hecho que prácticamente el/a musulmán/a que no se forme es porque no quiere;

You tube está lleno de buenas recitaciones coránicas, vídeos sobre charlas de conocimiento y completos canales islámicos. En nuestros teléfonos móviles de última generación disponemos de buenas aplicaciones de Corán en las que podemos elegir a nuestros recitadores favoritos e igualmente varias traducciones en castellano. También facebook ofrece páginas islámicas (de muy variado signo) y podemos formar grupos de interés tal como ocurre en whatsapp para compartir conocimientos y hasta bromas. Nunca hemos estado tan conectados  y (quien así lo quiere) tan a la última; la televisión, rudimentaria y para élites en los años 50 ha llegado a cambiar la percepción de los conflictos bélicos (tal como ocurrió en Vietnam e Iraq) y hace que podamos asistir a los salat en Meca en directo. No hay duda de que todo esto nos beneficia como musulmanes. Podemos crecer en nuestro conocimiento del Din sin salir apenas de casa. Todas estas ventajas son recomendadas (mandub) y saludables siempre que se disfruten con la debida moderación; En los años 50, los avances tecnológicos estaban al alcance sólo de las élites, y mucho más en un continente africano aún bajo la opresión colonial (aún así el sheij supo ver las ventajas que estos avances ofrecían). Hoy en día casi todos tenemos acceso a la wifi, internet, canal por satélite, etc. Incluso hay una generación de nuevos musulmanes formados por páginas web ya clásicas como “musulmanes andaluces” y “webislam” pero corremos el riesgo de abusar de las nuevas tecnologías y convertirnos en “cibermusulmanes” olvidándonos del “valor presencial”, del contacto humano en el islam. La libertad y casi “anonimato” que disfrutamos en la red hace que hayamos perdido el adab islámico, usando esta comunicación rápida e instantánea para insultar al otro con todo descaro. Sería necesaria otra fatwa en la que se nos recuerde que el valor de la cortesía también debe imperar en las redes sociales y que estas son inferiores al contacto humano (pensemos en el círculo de los sahaba, pensemos en Yibril, en el hadiz de Omar Ibn Jattab (ra) tocando con sus rodillas las rodillas del Profeta saws y posando las palmas de sus manos en sus muslos). Es decir, tomemos las nuevas tecnologías como un medio y no como un fin en sí mismas.

En cuanto a los madhab o escuelas jurídicas siguen cumpliendo un rol fundamental, tanto más cuanto nuestra umma está presente ya prácticamente en todo el mundo, ya sea en mayoría o en minoría y esto genera muchas situaciones en las que es necesaria esa plasticidad  o versatilidad de la sunna que “hace la vida más fácil a la gente”. Los cuatro madhab son la expresión del hadiz profético que reza “la diversidad de opiniones es una bendición de mi comunidad”. Cada escuela aporta una sensibilidad y todas enriquecen la fe y la vida de los musulmanes. Suprimirlas equivale no sólo a la “eclesialización”  del Islam sino también a negar la ingente riqueza de siglos de producción jurídica. Su aportación y guía es mucho más necesaria en tiempos tan confusos como los nuestros.

Y Al-Lah es el que sabe.

Ahmad J Moreno.