Al negociar con Estados Unidos un alto
al fuego en Siria, Rusia estaba consciente de que Washington
no lo respetaría, como ya sucedió con los anteriores. Pero Moscú
esperaba avanzar así por el camino del reconocimiento de un
mundo multipolar. Washington, por su parte, utilizaba el próximo
fin del mandato del presidente Obama para justificar que
se trataba de la última posibilidad de suscribir un acuerdo.
Dejemos de lado la intentona israelí
de aprovechar la tregua para atacar Damasco y el Golán.
El resultado fue que los aviones israelíes fueron blanco de
misiles antiaéreos de nueva generación, Israel perdió un avión y
tendrá que reparar otro. Al parecer, Siria está ahora
en condiciones de poner en duda el predominio aéreo de Israel en
la región.
Dejemos de lado también el hecho que
los jefes de Estado y de gobierno europeos aplaudieron
el acuerdo, aún sin conocer su contenido, con lo cual quedaron
totalmente en ridículo.
Concentrémonos en lo fundamental.
En definitiva, el convoy “humanitario” de la ONU –repleto de
armas y municiones– sigue en espera del lado turco de la
frontera, oficialmente porque no está garantizada la seguridad
de la carretera, en realidad porque las autoridades sirias
quieren hacer valer su derecho a verificar la carga de los
camiones antes de dejar pasar el convoy. El hecho es que
la actitud de la ONU confirma las revelaciones del ex jefe del
antiterrorismo turco, Ahmet Sait Yayla [1],
actualmente en fuga fuera de su país: el Pentágono y Turquía
utilizan los convoyes humanitarios para enviar armamento a los
yihadistas.
También es fundamental el hecho que el
Pentágono atacó una posición fija del Ejército Árabe Sirio en
Deir ez-Zor. Detuvo los ataques cuando Rusia le señaló el
“error”. Y después permitió que los yihadistas se lanzaran
al ataque aprovechando el “error” que les había abierto
el camino.
En el plano estratégico, impedir que
el Ejército Árabe Sirio libere toda la gobernación de Deir ez Zor
es mantener al Emirato Islámico (Daesh) en su papel de barrera
sobre la ruta terrestre Damasco-Bagdad-Teherán. Anteriormente,
el Pentágono permitió que el Emirato Islámico se instalara
en Palmira, la etapa histórica de la «Ruta de la Seda».
Actualmente los yihadistas siguen cortando la ruta del lado
iraquí, pero es posible evitarlos pasando por Deir ez-Zor si los
iraquíes liberan Mosul.
Desde el punto de vista de
Estados Unidos, el acuerdo de alto al fuego sólo era una manera
de ganar tiempo, reabastecer a los yihadistas y proseguir
después la guerra. Llevando la situación al plano diplomático,
Rusia convocó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de
la ONU, con lo cual puso a correr a todo Washington. En efecto,
el momento no corresponde solamente al final del mandato de
Barack Obama, también está la apertura de la Asamblea General de
la ONU.
Evidentemente muy inquieta, la
embajadora de Estados Unidos, Samantha Power (ver foto),
abandonó la sala del Consejo de Seguridad, en medio de la
reunión urgente, para hablar con la prensa. Su objetivo era que
los primeros despachos de las agencias mencionaran solamente
el punto de vista de Estados Unidos. Se refirió con ironía a la
«puesta en escena» rusa alrededor de algo que
supuestamente no pasaba de ser un simple «incidente»
(¡62 muertos y un centenar de heridos!). Y luego se lanzó en una
diatriba sobre los crímenes mucho más graves del régimen de
Damasco.
Al ser alertado sobre la manipulación,
el embajador ruso, Vitali Tchourkine, salió de la sala del
Consejo para explicar a la prensa su punto de vista.
Los periodistas, a quienes la Cámara de los Comunes del Reino
Unido acaba de recordar las mentiras de la señora Power sobre
los supuestos crímenes de Muammar el-Kadhafi, reportaron las dos
intervenciones.
Ahora, Rusia hará valer su ventaja en
el plano diplomático: Estados Unidos ha sido sorprendido
en pleno delito de traición. Moscú tendrá por tanto la
oportunidad de anunciar, en plena Asamblea General de la ONU,
su voluntad de acabar con los yihadistas. La manipulación
estadounidense se vuelve, como un boomerang, contra quienes
la concibieron.
Washington no tendría más que
2 opciones: enfrascarse en una confrontación abierta, que
no desea, o aceptar que sus protegidos pierdan la partida.