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Pobladores del este de
Alepo acogen con júbilo a los soldados del
Ejército Árabe Sirio.
La liberación del este de Alepo por el
Ejército Árabe Sirio se hizo posible porque varios actores
extranjeros aceptaron retirar su respaldo a los yihadistas.
La República Árabe Siria no podía negociar por sí misma la
salida de los actores que abandonan la escena, sólo podía
hacerlo la Federación Rusa.
Moscú logró convertir a Qatar en un
aliado. El cambio de bando de Qatar quedó sellado, a principios
de diciembre, con la venta a Doha de una quinta parte del
capital de Rosneft, el gigante ruso de los hidrocarburos.
Rosneft es la joya de Rusia, es la empresa más grande del mundo.
Con esa transacción, supuestamente destinada a equilibrar el
déficit del presupuesto ruso, el presidente de Rosneft Igor
Setchin y el presidente ruso Vladimir Putin unieron
indisolublemente las políticas energéticas de los dos
principales exportadores de gas del planeta. De hecho, Qatar
abandona a sus yihadistas, aunque tiene una oficina permanente
en la sede la OTAN, en Bruselas, desde mayo de 2016.
El otro actor que cambió de casaca es
Turquía. Aunque Turquía sigue siendo miembro de la OTAN,
el hecho es que su presidente, Recep Tayyip Erdogan, se ha
convertido, en el plano personal, en adversario de Washington.
Desde las elecciones legislativas, la CIA ha tratado de
asesinarlo 4 veces –la más reciente fue el pasado 15 de julio.
Así que Moscú utiliza ahora a Erdogan para separar a Turquía de
Estados Unidos.
Aunque es una maniobra complicada que
puede exigir bastante tiempo, lo cierto es que ya causa
inquietud en Tel Aviv, comanditario del asesinato del embajador
ruso en Ankara –crimen debidamente aprobado, e incluso celebrado
públicamente en las páginas del New York Daily News,
el cuarto diario más importante de Estados Unidos y portavoz del
grupo de presión sionista más radical. Es posible que Tel Aviv
esté también detrás de la muerte de Peter Polshikov, director
del buró a cargo de Latinoamérica en el ministerio ruso de
Relaciones Exteriores, hallado muerto en su apartamento de
Moscú, con un balazo en la cabeza.
Después de haberse planteado la
posibilidad de que el asesinato del embajador ruso en Ankara,
Andrei Karlov, fuese resultado de un doble juego de Erdogan,
Moscú comprobó que esa hipótesis resulta muy poco probable.
Vladimir Putin ordenó reforzar las medidas de seguridad en Rusia
y la protección de sus representantes en el extranjero. En todo
caso, el asesinato del embajador ruso demuestra que
el presidente Erdogan ya no controla plenamente la situación en
su terreno.
La captura de un grupo de militares
extranjeros en un bunker construido en el este de Alepo viene a
ilustrar la evolución del conflicto. Se trata principalmente de
oficiales británicos, estadounidenses, franceses, sauditas y
turcos. Al dar a conocer públicamente, en Nueva York, una lista
no exhautiva con los nombres de 14 de esos militares,
el embajador sirio Bachar Jaafari puso a la OTAN ante sus
responsabilidades, actitud muy diferente de la que Siria había
adoptado –en febrero de 2012– cuando negoció bilateralmente con
Francia y Turquía durante el asedio del Emirato Islámico
implantado en Baba Amro. En aquel momento, Damasco entregó a
ambos países unos 40 oficiales turcos y una veintena de
militares franceses capturados en Baba Amro. Los militares
turcos fueron liberados a través de la mediación del director de
los servicios de inteligencia rusos, Mijaíl Fradkov, mientras
que los franceses fueron entregados directamente al almirante
Edouard Guillaud –el entonces jefe de estado mayor de las
fuerzas armadas de Francia–, quien vino personalmente a
recogerlos en la frontera libanesa. A cambio de la entrega de
los militares franceses, el gobierno sirio y la administración
del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy concluyeron
un acuerdo en el que Francia se comprometía a abandonar
la guerra contra la República Árabe Siria, acuerdo
posteriormente violado por el sucesor de Sarkozy, Francois
Hollande.
La existencia de un bunker de la OTAN
en el este de Alepo confirma lo que siempre denunciamos sobre el
papel de coordinación con los yihadistas que desde el inicio de
la crisis ha desempeñado el LandCom de la OTAN, desde la ciudad
turca de Esmirna (Izmir). Pero el Consejo del Atlántico Norte
nunca fue consultado sobre esa operación. Al igual que en
el momento del asalto a Trípoli –la capital libia– en agosto
de 2011, Washington utilizó los medios de la OTAN a espaldas de
algunos miembros de ese bloque militar. Y con ello aplica
la doctrina Rumsfeld, según la cual ya no existe una coalición
permanente alrededor de Estados Unidos sino únicamente
una sucesión de coaliciones “a la carta”, según los blancos que
selecciona Washington.
El proceso de liberación total del
suelo sirio debería proseguir ahora con la liberación de Idlib.
Esa gobernación siria se halla actualmente bajo la ocupación de
una multitud de grupos yihadistas sin mando común. Como
esos elementos son incapaces de garantizar la administración del
territorio que controlan, y mucho menos de satisfacer las
necesidades de la población civil, ese territorio está siendo
gobernado de facto por la OTAN a través de falsas ONGs.
Así lo comprobó el mes pasado un think tank
estadounidense.
Para vencer a los yihadistas de Idlib
habría que cortarles su vía de abastecimiento, o sea sellar
la frontera turca. Eso es lo que la diplomacia rusa está
tratando de obtener.