NEOMUSULMANES
Los arabistas españoles,
con empeño decidido en dar un tono cada vez más técnico a su especialidad,
han forjado un término para designar los casos de ‘conversión’ al Islam:
ahora se habla de ‘neomusulmanes’. La palabra -que está teniendo éxito en
los pasillos de los departamentos de árabe de las Universidades y ya se
pronuncia incluso en clase- no sólo es un snobismo. Con este neologismo quiere
marcarse la diferencia entre musulmanes de nacimiento (los nativos) y aquellos
occidentales que, en un momento dado de sus vidas, han optado por el Islam. Para
la generalidad de los arabistas, los ‘neomusulmanes’ son personas con un
Islam particular que poco tiene que ver con el de los ‘árabes’. Un
occidental, para hacerse musulmán tiene que estar confundido, haber sido engañado
con una imagen idílica del Islam o tener intereses personales más o menos
ocultos.
Subyace la mentalidad
colonialista que está en los orígenes del arabismo: el Islam es infravalorado
y sólo puede ser objeto de un interés de especialista que no se deja seducir.
Los occidentales atraídos por el Islam son una anomalía que demanda la
explicación dada más arriba. Además, son culpables. Mientras que a los
musulmanes de nacimiento se les excusa porque al fin y al cabo no han hecho
ninguna elección, ‘convertirse’ al Islam es dar un paso atrás. Todas estas
consideraciones revelan, en el fondo, los complejos y miedos de una casta que no
sabe qué hacer ante el fenómeno de la pujante (y desafiante) presencia del
Islam en Occidente (y, en particular, en las aulas de la especialidad en árabe
e Islam en las Universidades).
Existen notables y honrosas excepciones, pero el tono general del arabismo español es el de la mayor mediocridad. El desinterés, el aburrimiento y la falta de salidas hace que el grupo de los privilegiados se cierre cada vez más ante el novedoso hecho de que estudiantes musulmanes, con un mayor entusiasmo, se les presenten en clase. Mejor formados que sus profesores, más motivados, con una inquietud mayor, estos ‘neomusulmanes’ amenazan con acabar haciéndose con las riendas de los departamentos, y poco puede hacerse aparte de intentar desacreditarles (mientras que en otro frente son combatidos los ‘musulmanes nativos’ con la presunción de que los árabes y moros en general carecen de ‘espíritu científico’).
Es cierto que las
circunstancias hacen que el Islam de los musulmanes occidentales tenga un
‘tono’ distinto, pero no deja de ser Islam. También es cierto que la
actitud cerrada de algunos musulmanes ‘viejos’ margina a los nuevos, y en
algunos casos esa distancia amenaza con adquirir carta de naturaleza. Pero lo
importante es que, a pesar de los inconvenientes y las resistencias, los
‘neomusulmanes’ van imponiendo su presencia como parte integrante de la
Umma, y esta realidad es la que hace superflua toda diferenciación en la
terminología. Desde el momento en que una persona pronuncia la Shahâda es
musulmana sin más adjetivos, con sus particularidades que se suman a la gran
diversidad de la Nación musulmana.
La intención de los
arabistas oficiales es perversa. Es bastante frecuente, si bien reconocemos de
nuevo que hay notables excepciones, que en las aulas de árabe de las
universidades se respire una atmósfera cargada de resentimiento hacia el Islam,
lo cual hace muy original y curioso el que se intente inculcar a unos
estudiantes el desprecio hacia aquello que estudian. Pero al parecer, el ‘espíritu
científico’ es lo que se demanda en el caso del interés por el Islam.