PARANOIA SIN VELO

Y RACISMO REDENTOR

 

 

         España ya está a la altura de Francia, ni más ni menos. ¡Felicidades! Aquí también se organiza un escándalo de muy señor mío si una niña musulmana se presenta en la escuela con pañuelo. Los inmigrantes, ¡no pasarán! De nuevo, la España reconquistadora está en la vanguardia, al frente en la defensa de los valores y logros europeos, plantando cara a los moros, sacando bien el pecho ante la amenaza, como antaño cuando era la reserva del espíritu cristiano. El racismo redentorista ha tenido una clara expresión estos días.

 

         La Iglesia católica ha negado el acceso a uno de sus colegios -aunque estaba obligada por ser un centro de enseñanza concertada con la Administración- a una niña musulmana que llevaba un pañuelo en la cabeza, porque es un símbolo religioso islámico (¡Por Dios! Que esto estaba pasando en San Lorenzo del Escorial. ¡Qué atrevimiento el de los inmigrantes!).

         Poco después, un instituto aconfesional le imponía como condición para ser aceptada que se quitara esa prenda de vestir vejatoria para la mujer. La directora del centro escolar, con gran arrojo y emulando a Isabel la Católica obligando a las musulmanas tras la conquista de Málaga a desprenderse de sus atuendos tradicionales, se negó en redondo a que Fátima asistiera a clase con símbolos de la discriminación femenina. Muy firme y decidida ella, con las ideas muy claras y en su sitio, luchando por la causa (¡qué se ha creído la mora!). Pero esto no es la Inquisición -¡no vayan a pensar ustedes mal!-: ahora esto es democracia e igualdad de derechos.

 

         Si Occidente no ha emprendido “una cruzada contra el Islam”, tendremos que admitir -una de dos- que lo que hay es una paranoia colectiva de grandes proporciones. Los oscuros sucesos del once de septiembre han servido para azuzar a los borrachos, los gamberros y los locos contra el Islam, y ahora se les suman los bufones, los gorrones y hasta los ministros.

         Muchos han encontrado la ocasión justa para lucirse y hacerse los progresistas atacando al Islam, presunta víctima fácil que no compromete a nadie. Hasta los curas y los de derecha pueden dárselas de defensores de los derechos de la mujer y figurar entre los que están al día. Y quién sabe, hasta te pueden dar un Nóbel. ¡No pasa nada, pueden decirse las barbaridades que se quiera y siempre se quedará bien! ¡Con el Islam todo está permitido!

 

El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales ha llegado a comparar el uso del velo a la ablación, dejándonos a todos pasmados con su agudeza, ¡qué símil más acertado! ¡seguro que ha estudiado en un colegio de monjas! por que esa capacidad de deducción sólo se consigue en una escuela de pago... Un poco más y ensarta la perla en un verso. El hombre, que parecía tan poca cosa, hasta tiene ocurrencias geniales.

 

         Por su parte, una ridícula autocomplacencia ha guiado las declaraciones de la ministra de Educación, que, en medio del marasmo suscitado estos días por el caos que existe en la enseñanza en España, su bajo nivel y su descrédito social, vino a decir que “los inmigrantes tienen que adaptarse a los hábitos y normas que rigen en los colegios, y tener un conocimiento básico de nuestra lengua antes de escolarizarse”. ¡Pues qué bien! ¡Qué chula! Que lea lo que los estudiantes opinan sobre ella y sus magníficas reformas en las pancartas durante las manifestaciones.

 

         Las declaraciones demenciales del ministro de Trabajo y las exigencias fuera de lugar de la ministra de Educación -tan preocupada ella por el nivel de los inmigrantes-, ya que están dentro de la moda de la islamofobia, no tienen nada de escandaloso. Pocos se preocupan por sus resabios racistas, nadie denuncia su claro carácter xenófobo, nadie quiere ver en esas declaraciones su dimensión cateta. Al contrario, son expresión de una sentida y sincera preocupación por la situación de la mujer en el Islam, ¡no vayan ustedes a creer, que todos estamos en alguna ONG y queremos salvar a alguien! Hasta los socialistas se apresuran a subirse al carro. Los buscavidas, están todos a una ya sean religiosos, laicos o ateos, que al fin y al cabo es lo mismo, que aquí hay muchos ‘valores’ que defender y muchas almas que conquistar para la fe verdadera. Hay que rescatar a las moras del atraso y la sumisión a los hombres, aunque sea poniéndoles trabas en los colegios (¿tendrán estos próceres un inexplorado espíritu talibán, con tanto prohibir y mandar, con tanto velo y disparate?).

 

Los únicos que se han mostrado críticos con las posiciones oficiales son los miembros de Izquierda Unida, y sin embargo han recurrido al paternalismo etnológico para defender los derechos de la niña marroquí a vestir como quiera de acuerdo a los “usos y costumbres” de su país de origen: pobrecita indígena, nativa, aborigen, súbdita del Protectorado, o lo que sea...

         Resumiendo: la niña marroquí ha sido excluida por ser musulmana, por llevar velo, por no adaptarse... La Iglesia, las derechas y las izquierdas, la opinión pública, todos están de acuerdo en que el problema insalvable es el dichoso pañuelo, símbolo del Islam y de la marginación de la mujer. Pero, ¿quién ha dicho que el pañuelo sea símbolo del Islam? ¿Es que el Islam, que es iconoclasta, tiene símbolos?  ¿Qué tiene que ver con la liberación de la mujer llevar o no un pañuelo?¿Cuánto tardarán en decirle a los negros que se tiñan de blanco para no ser discriminados? ¿Cuándo se les dirá a los gitanos que no canten flamenco para ser igual de aburridos que los payos? ¿Que acudimos a tópicos? ¿Y qué pasa con el tópico del hiÿâb, el chador, el burka, que nadie sabe ya como llamar al pañuelo de las musulmanas, si en árabe, en persa o en pashtun? El tópico nos ha hecho hasta políglotas.

 

         ¿A qué valores se tiene que amoldar Fátima? A los de la democracia y a los de la liberación de la mujer... Entonces, que alguien le explique por qué en una democracia y siendo mujer no puede vestir, simplemente, como quiera. Pero no importa. No es esta la lógica del tema. La lógica del tema es el pánico al Islam y a todo lo que huela a Islam. Lo realmente molesto es que alguien sea inidentificable en lo establecido por Occidente. Se puede ir de ejecutivo,  de punky o de drak ween; pero un pañuelo no, eso es otra cosa, es algo muy raro y sospechoso ¡vaya a ser que esconda a un fundamentalista o a un terrorista; o, simplemente, a una mora que le ha dado por presentarse como musulmana, que eso es igual de desafiante!

 

         Lo diferente hace que Occidente se sienta cuestionado. Esta paranoia está en las bases mismas de una cultura anómala, como la occidental. Está en la raíz de sus racismos, sus paternalismos a la defensiva, sus complejos de inferioridad y de superioridad, y de todas sus obsesiones y maquinaciones. Hemos recibido en Musulmanes Andaluces e-mails de chalados que hacen profesión de fe de guerreros del antifaz, unos ignorantes que en su vida han pisado un país musulmán pero que ‘saben’ que a las europeas se las mata en Marruecos si visten a la occidental. Esos mensajes no son anécdotas inocentes y graciosas sino el índice de una paranoia que se extiende.

 

         Por último, en un informe ante el Parlamento, la ministra de Educación ha dicho que no se trata de un problema de prendas de vestir sino de “valores”. Claro, ¿cómo ahora un gobierno de derechas le va a decir a las monjas que cambien de forma de vestir?¡Vaya lío! Esto puede tener un efecto boomerang. Pero se resuelve fácilmente diciendo que es un problema de valores, ¡y a ver quién los define! Pero bueno, vístase como quiera si tiene los valores adecuados.

         Al parecer, al final se ha impuesto la cordura, y Fátima podrá ir la colegio con su pañuelo. Pero ya se nos ha advertido que pronto habrá reformas que pondrán bien en su sitio a los inmigrantes, que se han aprovechado de las lagunas en la legislación vigente.

 

         Occidente con “sus fantasmas que recorren Europa”... El miedo disfrazado de obsesión redentora... La incapacidad para convivir convertida en defensa de valores... La necedad bien apoltronada en los Ministerios... El velo de Fátima les ha quitado el velo.