PERSPECTIVAS DE LA RECOLONIZACIÓN DEL ISLAM; UN CAMBIO DE PARADIGMA

 

Introducción

            Si creemos que la era colonial quedó finiquitada entre los años 60 y 70 del pasado siglo cristiano con los procesos de independencia en áfrica y Asia. Si nos hemos rendido a la “modernidad líquida” tan bien explicitada y denunciada por Zygmunt Bauman o al “Fin de la historia” de Fukuyama. Si los musulmanes hemos caído en el ritualismo mecanicista y  vacuo que tantos vociferan o en el desgano vital apocalíptico. Si no podemos movernos ni a un lado ni a otro, si nuestra mente está embotada por estímulos continuos y alienantes. Si vemos impasibles como se volatiliza todo nuestro patrimonio espiritual y cultural a manos, precisamente, de los discípulos aventajados de las tesis arriba nombradas; ¿Qué nos queda?

 

            Del sueño reformista de finales del siglo XIX y primera mitad del XX no resta más que la pesadilla de regímenes socialistas devenidos hoy en esclerotizadas dictaduras y de un “Islam político” incapaz de hacer política e igualmente fosilizado en destructivas retóricas autoritarias. ¿Qué nos queda en una Umma no sólo dolorida en sus miembros sino además con el alma, aparentemente, hecha pedazos?

 

            Nos queda la rebelión del ser, y somos en cuanto que conocemos reflexivamente. Esta sociedad de la información, de las TIC (y de sus tics a decir del citado  Bauman) ofrece titulares y noticias “bomba” como grandes “hits” musicales que arrasan en las listas de éxito y después pasan sin dejar rastro. Los (sangrantes) procesos históricos que vivimos (y a todos nos afectan) son reducidos a auténticas perogrulladas como decir que de noche oscurece o a infames “sambenitos” coloniales de los que el inclasificable actual presidente de los EE UU usa y abusa constantemente.

 

 Podemos y debemos rebelarnos; Y no pensemos que se trata de organizar, necesariamente, grandes marchas callejeras o fundar movimientos alter mundialistas al final convertidos en mero folklore. Se trata solamente y nada menos, de conocer, reflexionar, crear…

            Y nos queda, como tarea pendiente, nada menos que la revolución espiritual.

 

            Lo que el lector encontrará aquí es un modesto acto de rebeldía; Un verdadero panfleto en el que tendré la osadía incluso de proponer un “nuevo pensamiento islámico” o al menos pensarnos (y hacernos) desde una perspectiva liberadora, en lo que desde luego no aporto nada nuevo, ya que parto de la premisa de que “Si Islam no es liberación, sencillamente no es Islam”.

 

            Transitaré por los caminos de la autocrítica pues tengo la firme convicción de que la mayoría de nosotros nos hemos dejado convertir en sujetos colonizados. El pensamiento y la acción coloniales no solamente arrasan y explotan a las colonias, sino que dejan en las sociedades metropolitanas profundas heridas muy difíciles de cicatrizar. La orgía globalizadora nos hace creer que “todo eso ha sido superado” como decía al principio, cuando tenemos al régimen colonial israelí (entre otros) delante de nuestras narices. Tal axioma no es más que otra estrategia de neocolonización perpetrada por las élites, esta vez agrupadas en el llamado G8 y en sus intelectuales a sueldo, (entre otros).

 

            Continuaremos reflexionando sobre la experiencia histórica de la primera comunidad islámica surgida en torno a Sidna Muhammad saws haciendo especial referencia a las figuras de S Bilal (ra) y S Salman al Farsi (ra), ambos esclavos, no sin antes hacer crítica de algunos movimientos reformistas modernos.

 

            Finalizaremos intentando trazar unas perspectivas o líneas de pensamiento y acción, trataremos de pasar de La Meca idólatra y esclavista a la Medina de la luz y la libertad. BismilLah.

 

La modernidad; La nueva idolatría:                      

            Los ídolos son estáticos, están anclados en sus peanas. A veces sus sacerdotes, sus hacedores, los dotan de ingeniosos mecanismos autómatas para que repartan bendiciones a las masas, no se mueven por sí solos, necesitan andas, tronos o pasos, o carretas para que puedan ser desplazados, pero sobre todo necesitan gente de hombros fornidos dispuesta a cargar con su peso muerto sin cuestionarse nada. Los ídolos eran de madera, barro, mármol (y en su expresión más grosera y primaria lo siguen siendo) pero la modernidad (ella misma un ídolo) o por mejor decir sus sacerdotes, los ha despojado de su materialidad y los ha elevado a conceptos refinados, igualmente vacíos de contenido como sus mencionadas réplicas primitivas. Está claro que en una cosmovisión idolátrica  no caben las preguntas, a pesar de que ésta misma modernidad, euro céntrica e ilustrada, por más que la ilustración en cuanto a ejercicio intelectual brille cada vez más por su ausencia, tenga la crítica de la razón pura kantiana por santo y seña , ha ido haciéndose cada vez más dogmática y excluyente, si es que en realidad, no fue concebida así desde el principio (“el sujeto de conocimiento es el hombre blanco al norte de los Pirineos” sostiene Kant). La modernidad es, pues, un asunto blanco, europeo (preferentemente anglo germánico y protestante) y occidental y fuera de ella nulla salus (no hay salvación). Al resto de cosmovisiones y culturas no les queda otra que someterse, asimilarse o ser condenadas en el severo tribunal de la “diosa” (¿más claro lo queremos?) razón. Razón euro céntrica que se erige como ídolo universal; ¿Cómo no evocar al ínclito Robespierre vestido de profeta encaramado a un monte de papel maché y mostrando solemne el texto de la constitución republicana en el centro de París? Si 1492 del calendario cristiano abrió con el “descubrimiento” y conquista de lo que hoy llamamos América (y no olvidemos, con su prólogo en la península Ibérica de expulsión de los judíos y conquista, colonización y genocidio definitivo de los musulmanes en Al Andalus) la era de los grandes imperios coloniales, la Francia revolucionaria, con su “universal” e hipócrita declaración de los derechos del hombre, sancionó  y dio rienda suelta, con su capitalismo rampante y sus buenas intenciones de salón al sometimiento del mundo entero a los imperios coloniales francés y británico, ante los que las decadentes monarquías española y portuguesa quedarían como meras intermediarias Sin olvidar la irrupción en escena de la primera república masónica de la historia; Los Estados Unidos de América.

 

            Sirva la anterior parrafada para dar paso a una reflexión acuñada entre preguntas. Me preguntaba y preguntaba a mi auditorio en la primera charla del presente curso, si es posible una “teología de la liberación” islámica sin preocuparme demasiado por la aparente contradicción en los términos, contradicción que trataré de explicar más adelante. Me preguntaba (y preguntaba a los hermanos y hermanas de nuestra comunidad) si era necesario y posible un cambio de paradigma (hablaré mucho de paradigmas en la presente obrita). Por último, me preguntaba al final de mi anterior escrito “Orientalismo e islamofobia” cómo influye la islamofobia en la vida diaria del musulmán medio en occidente y me auto emplazaba a responder en un próximo trabajo. Después, en este lapso de tiempo, he sido bendecido con felices descubrimientos que me ayudan a comprender y comprendernos como sujetos de descolonización; Autores como Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel, Frantz Fanon y Hatem Bazian; Grandes líderes y activistas como Malik Ash Shabbaz (Malcolm X), Martin Luther King, Steve Biko, Thomas Sankara, Carlos Múgica, etc. La segunda mitad del siglo XX ha sido extraordinariamente rica en líderes generosos, valientes, comprometidos hasta el martirio. Sin embargo, con la espléndida excepción de Malcolm X no figuran muchos musulmanes en el elenco (seguramente son convenientemente silenciados por el establishment). Resulta descorazonador que el debate de la liberación de los pueblos musulmanes se circunscriba a la situación de la mujer musulmana, que ésta sea instrumentalizada desde los postulados del feminismo euro céntrico y que, de forma aún más reduccionista se limite a la cuestión de la vestimenta y la conducta sexual sin inquirir ni por asomo en las condiciones de violencia y pobreza en las que viven la mayor parte de estas mujeres, vistas como sujetos pasivos incapaces de liberarse y organizase por sí mismas. Resulta descorazonador que las universidades islámicas estén atrapadas en consignas del pasado y se conformen como meros ejemplos de colonización y sobre todo es triste y desesperanzador que en general el debate en la Umma del Islam se centre en un “todos contra todos” tirándonos de las barbas y atizándonos mutuamente bien con insultos y descalificaciones y en el peor de los casos con la más extrema violencia. Todo ello en medio de naciones enteras devastadas por nuevas aventuras coloniales, revoluciones de diseño o retoques made in Facebook y “dictaduras-fósiles” en lo que llamamos “dar al islam”. En Europa con unas comunidades entendidas en su mayor parte como inmigrantes, con aimma (imames) importados, con escaso o nulo interés en entender la nueva realidad en la que viven y ejercen su desempeño y que consciente o inconscientemente reproducen los modos autoritarios a los que vienen acostumbrados, sintomático que los más admirados de ellos sean los que más griten y amenacen con los tormentos del fuego cuando tenemos a gran parte de nuestro pueblo sufriéndolos en esta vida.. ¿Qué nos pasa? Sencillamente que estamos enfermos de colonialismo,   Nuestra mente colonizada nos obliga a encarnar fielmente los monstruosos estereotipos que el estudioso orientalista, y lo que es peor, el infame islamófobo cuya actividad intelectual es sencillamente nula,  han construido sobre nosotros. Estos estereotipos los hemos erigido en paradigmas; vemos la realidad “ad intra” y “ad extra” con los cristales empañados del complejo de inferioridad inoculado durante al menos 200 años y olvidado lo que somos y lo que creemos, por más que nos dejemos crecer la barba y exhibamos la señal de numerosas postraciones en nuestra frente. Somos los brazos y hombros fornidos dispuestos a cargar con el ídolo de la modernidad sin rechistar y lo cargamos acunándolo bien acompasados; musulmanes modernistas, inclusivos, feministas “a la parisienne” “gay friendlies” y musulmanes reaccionarios, monstruosos en aspecto y en obra, que complacen a los hacedores del ídolo encarnando al enemigo que sustenta la macro industria de la guerra. Ambos grupos igual de patéticos, estériles, ridículos y destructivos. ¿Y quien padece en sus carnes los letales efectos de esta procesión satánica?

 

Nuestro pueblo. Y nos hemos acostumbrado a verlo ilustrando con su sangre y su sufrimiento, no ya las portadas de los periódicos, porque en palabras del profesor Ramón Grosfoguel, estas tragedias, estas flagrantes injusticias, este genocidio sostenido con mayor intensidad desde la segunda mitad del siglo XX, se producen en la zona del “no ser” y por lo tanto no constituyen más que noticias-anécdota que no provocan en el “mundo civilizado y libre” otras respuestas que el “¡Qué barbaridad!” de los bien pensantes o la  contrición de los piadosos. Nos hemos acostumbrado a la colonización y expolio de Palestina y la hemos transmutado en animadas tertulias de café. Hemos visto caer Bagdad, Alepo, Jerusalem, Mosul y a ciertas mentes simples no se les ocurre otra cosa que hacerles el juego a los servicios secretos de los imperios coloniales perpetrando atentados en capitales “occidentales”.Atentados que procuran suculentos réditos militares y estratégicos que siempre pagan los mismos; Los pobres de nuestra Umma.

 

Nos hemos acostumbrado a que la miseria y la desesperanza forme parte del paisaje social desde Dar Al Baida hasta Mindanao y nos lavamos la conciencia en facebook o engrosando la lista de socios de cualquier ONG. Tenemos bonitos canales de “televisión islámica” en los que agudos analistas y rutilantes telepredicadores ganan jornal y adeptos.  Nos hemos acostumbrado y contribuimos a que nuestra Umma se haya convertido en un circo grotesco para deleite de islamófobos, colonizadores de nuevo cuño y musulmanes cuyo compromiso con el Din de Al-Lah se mide según la vanidad y el afán de lucro de cada uno de ellos. Vemos en el Islam un estanque en el que cada cual pesca las piezas que mejor alimentan su neurosis. Las redes sociales se llenan de lindos vídeos e imágenes para aumentar la piedad de los buenos musulmanes, pero ignoramos deliberadamente el dicho Profético que asevera que no es posible el Islam de quien disfruta del sustento sabiendo que su vecino pasa hambre, y esto en un mundo globalizado que expande las fronteras de el concepto de “vecindad”; En esta maraña hay, pues, un gran ausente (“El Vecino” del que hablamos puesto que habitamos en la “Aldea Global”). Un Ausente descomunal, silencioso, sufriente, desposeído, marginado, hambriento de pan y justicia, sediento de dignidad y harto de opresión y demagogia. Una mayoría ninguneada, que grita sin voz, que es bombardeada, masacrada, expoliada, torturada, humillada, encarcelada, violada, vendida,.que todo el mundo menciona, pero  de la que nadie habla. No son sujetos de la historia, ni del pensamiento, ni de discurso alguno. Son carne de gheto y de cañón. Son objetos de depredación, son en palabras de Frantz Fanon “los condenados de la tierra” sin que hayan cometido otro “delito” que ser pobres, negros, roghinyas, mujeres, jóvenes, árabes, uigures, palestinos, iraquíes,  refugiados, musulmanes en definitiva. Son daños colaterales, pero no víctimas, son estadísticas y cifras, pero no personas, son vistos como subhumanos, casi como bacterias y son, la mayoría de nuestra Umma. Olvidarlos, despreciarlos es hacerlo con nosotros mismos, musulmanes acomodados, cultos e “integrados” que reproducimos contra ellos todos los esquemas de las metrópolis imperiales.

 

El “maldito reformismo”:

            Estábamos a lo nuestro; repitiendo como papagayos las lecciones sacralizadas de los sabios clásicos. Éramos un pueblo perezoso, sensual, indolente. Incapaz de cualquier pensamiento especulativo y obtusos hasta para “representarnos a nosotros mismos”. Estábamos tan anquilosados en las tradiciones, tan rezagados con respecto a la arrolladora “civilización europea” que nos volvimos una presa fácil; En palabras de cierto autor tunecino “nos volvimos colonizables”. Nuestra humanidad fue devaluada, nuestra espiritualidad diseccionada y expuesta en tubos de ensayo, nuestros libros quemados en la pira o almacenados como peligrosas rarezas, nuestras tierras expoliadas y entregadas a los colonos, todo lo más que nos permitían era trabajarlas como jornaleros desposeídos. Fuimos moros, infieles, moriscos, indígenas, siempre súbditos o esclavos, nunca ciudadanos. En un alarde de benevolencia los misioneros católicos descubrieron que había algo en el sufismo que les recordaba a su propia  espiritualidad; En nombre de la cristiandad se torturaba, masacraba, arrasaba y colonizaba, pero, ¡Che! la bondad era asunto exclusivo primero del cristiano, luego del europeo y finalmente del hombre blanco de orígenes europeos y mentalidad positivista,  de ahí el políticamente correcto axioma que enarbolan los eclesiásticos “progres”: “Más vale un buen musulmán que un montón de malos cristianos”; Malcolm X vale más que todos los fantoches del Ku Klux Klan pero no puede equipararse con el reverendo Martín Luther King aunque los dos sean mártires de la misma causa (de hecho, nunca le hubieran dado el Nobel de la paz al “musulmán violento” sólo por apoyar el derecho de las comunidades negras a defenderse y repeler las agresiones de los supremacistas blancos), tal y como Al Ghazali vale mucho más que todos los heresiarcas cristianos pero jamás podrá medirse con Agustín de Hipona; Esta es la vieja lógica colonial y polemista que sigue imperando. Para el mundo judeo- cristiano- ilustrado- occidental sea lo que sea que busques, jamás lo encontrarás en el Islam. Sobre todo, si lo buscado es trascendencia, conocimiento, Ser. En el Islam sólo puede hallarse un pintoresco animal de laboratorio o un fiero e irracional enemigo, vehículo de lucimiento de arabistas, orientalistas y reporteros-estrella a sueldo de la gran industria de la “información”. En el Islam sólo puede reconocerse un judeocristianismo distorsionado, contaminado por el tribalismo árabe, por su sensualidad y por su fanatismo. En la “edad media” los polemistas cristianos lo satanizaron, en las edades moderna y contemporánea (otra miope clasificación euro céntrica) se le desautoriza. Esforzados orientalistas escribieron y escriben abundante literatura “erudita” minimizando el legado del Islam y los musulmanes a la tan exaltada cultura europea; Lo peor es que muchos musulmanes los creyeron o al menos se dejaron seducir por una “civilización” imparable en todos los terrenos y a la que, juzgaban, no podían hacer frente. Por eso optaron por “secularizarse” a la manera “euro”ilustrada; El progreso era imitar a los colonizadores, ser buenos chicos y adherirse con entusiasmo a la misión civilizadora de las potencias coloniales. Profundamente acomplejados no podían ver o pasaban por alto de  que esta misión (de alienación cultural e incluso religiosa) no era más que el infame adorno  de otra mucho más importante y decisiva: aquella de la estrategia militar, la explotación de los recursos tanto materiales como humanos y el dominio militar,  comercial y político. Para cumplir estos objetivos, para esclavizar a los pueblos, se necesita convertirlos en instrumentos que hablan y se mueven y esto solo era posible inoculándoles el complejo de inferioridad, haciéndoles trizas la autoestima. A algunos reformistas musulmanes del siglo XIX no se les ocurrió otra cosa que dignificar el Islam ante los despectivos ojos de los europeos emulando a sus conquistadores, creando selectos clubes y ambiciosas revistas. Alguno incluso abrazó la masonería como doctrina no sólo compatible sino saludable si se quería revitalizar a las adormecidas sociedades musulmanas. Egipto se convirtió en el terreno propicio para que esta nueva visión floreciera: Se trataba de ser musulmanes a la europea con todas las consecuencias; Había que “separar a la mezquita de palacio” y algunas cortes (como la egipcia precisamente) adoptaron el protocolo y las formas de vida de la Inglaterra victoriana; Los grandes bailes, los vaporosos vestidos y opresivos corsés de las damas, se dieron la mano con el puritanismo sexual y la hipocresía institucionalizada, poco importaba que dichas monarquías estuvieran bajo la “protección” de los cañones ingleses o franceses. Estar colonizado significaba ser cosmopolita y llevar una vida “comme il faut” es decir, a la europea   siendo condescendientes con las propias raíces aunque entonando el preceptivo “mea culpa” por un atraso que nos había hecho tan fácilmente colonizables. El imperio Otomano, auténtico mascaron de proa del Islam se caía a pedazos al tiempo que también adoptaba los modos y maneras europeos llegando al paroxismo con la fundación de la República Turca y su laicismo jacobino.

 

En el otro extremo se sitúan los movimientos reformistas de la primera mitad del siglo XX con los Hermanos Musulmanes egipcios a la cabeza; Bien es cierto que la preocupación por el estado de ignorancia, miseria y explotación de gran parte de la población egipcia  y el deseo de movilización por la justicia social motivaron al Profesor Hassan Al Banna para su fundación en 1928 M : Se trataba de re-islamizar la sociedad, impregnarla de conocimiento y establecer la justicia siguiendo la máxima coránica de  “Ordenar el bien y rechazar lo reprobable” Pero este deseo de movilización se tradujo, con los años, nada más que en una eficaz maquinaria de propaganda y asistencia (que no un medio de concienciación y liberación) de los más necesitados al tiempo que se abismaba en el elitismo de una sociedad casi secreta; Este es un vicio en el que han caído los distintos movimientos reformistas; Una visión estrecha que no ha hecho sino fracturar la cohesión de la Umma trazando sangrantes divisiones (como ya se ha dicho más arriba) entre “buenos musulmanes y desviados”, “takfiristas y takfirizados” y dando cancha al sectarismo que tenemos la desgracia de constatar. Todos estos grupos reclaman la vuelta a las fuentes del Islam (Corán y Sunna) pero en sus respectivas organizaciones internas y en su modus operandi hacia el exterior son discípulos de Maquiavelo y no de Omar Ibn Al Jattab, asemejándose así a los estados dictatoriales y “apostatas” contra los que luchan o dicen luchar. Otros, promocionados por el mismo imperialismo que dice combatirlos y horrorizarse ante sus crímenes, se han convertido en émulos de Atila destrozando todo cuanto encuentran a su paso, con especial saña si este todo tiene que ver con el legado histórico, artístico y espiritual de los musulmanes. Declaran una guerra sin cuartel contra las dictaduras amigas de Occidente masacrando a aquellos que dicen liberar. Daesh, Al Qaeda, Boko Haram son criaturas monstruosas sospechosas de haber sido diseñadas en selectos laboratorios de estrategia geopolítica imperialista, pero también responden, reconozcámoslo, a la estrecha visión que hemos señalado antes y que lamentablemente ha encontrado gran arraigo popular sobre todo entre los jóvenes que se sienten maltratados por el sistema. Otras voces mimadas por las instituciones culturales y políticas más prestigiadas de “Occidente” llaman, irresponsablemente, a un movimiento de reforma similar a la luterana en el seno del cristianismo, obviando (mientras sus patronos se frotan las manos ante la perspectiva) el largo infierno de las guerras de religión que asolaron Europa en los siglos XVI y XVII y obviando además que no hay en el Islam sitio para las disputas doctrinales, no hay un papado contra el que arremeter ni un Vaticano recaudador de diezmos y prebendas, por más que la monarquía saudita (y no es la única) parezca tener entre sus más ambiciosos objetivos, convertirse en algo similar. Estas “carencias” deberían ser suficientes para acallar a los aspirantes a Lutero y Calvino. Sin embargo, se apela tozudamente a una reforma inviable, absurda y estéril. En un extremo, la vuelta al Corán y la sunna, a la pureza de los primeros tiempos no se logran, y esto se ha demostrado con creces, mediante eslóganes grandilocuentes, populismos baratos y escenografía estilo “juego de tronos”, ni mucho menos a cañonazo limpio; En el otro, no nos haremos más abiertos, ni más “democráticos” palmeando a los “Frankesteinns” neocon o de izquierda, como la inefable Aayan Hirsi y derivadas experiencias de “circo progre” islámico. No es que Islam sea reformable o irreformable. Es que Islam es en sí (ya lo hemos dicho) liberación y reforma y ocurre en el corazón de cada creyente que vuelve a Su Señor con sinceridad. La experiencia de Mecca y Medina, de sus hombres y mujeres valientes y generosos y los primeros siglos de expansión en los que los musulmanes no sólo no tuvieron problemas en dialogar con otras culturas, sino que además las enriquecieron desde la nueva perspectiva de Islam, éstos son los modelos, y no otros, en el que debemos mirarnos y desde los que debemos reconstruir; Todo lo anteriormente expuesto es sencillamente ideología colonial´.

 

Cambio de paradigmas: 

La visión global arriba expuesta, el entusiasmo que en sus primeros diez años de vida suscitó la cadena de televisión  qatarí “Al Jazeera” enmascarada en su pretendida independencia del poder, el auge de los canales de televisión y webs  islámicos y las omnipresentes redes sociales, nos han llevado a vivir un islam digital, pobre en experiencias, estrecho de miras y parco en calidez humana; Los grandes acontecimientos vistos a través de las pantallas de plasma nos han divorciado del día a día. Si entendemos paradigma al color del cristal a través del que miramos el mundo en palabras de Stephen Covey, constatamos que, para muchos, muchísimos musulmanes entre los que me incluyo, su paradigma son las pantallas táctiles de móviles y tablets. Damos por hecho estar bien informados acerca del incendio del “bosque del Islam”, analizamos la influencia de los vientos y de la sequedad del clima en su propagación, situamos los diversos focos en sus coordenadas geográficas. Debatimos, condenamos y hacemos evaluación de los daños, pero no somos, o no queremos ser, capaces de detener el fuego, replantar las zonas arrasadas, de construir y reconstruir, al fin y al cabo.

Esta reconstrucción se debe emprender desde nosotros mismos a nuestras comunidades; dejarnos de especulaciones para atender una llamada bien concreta y actuar en consecuencia. Muchos musulmanes, por desgracia, nos hemos convertido, no en Coranes andantes sino en acartonados tratados de reprobación de los que no son ni piensan como nosotros, sobre todo en materia de moral sexual e interpretación de las fuentes; Ponemos el grito en el cielo ante la vestimenta y las costumbres de los demás (sobre  todo de las mujeres) pero no ofrecemos lo que vivían las primeras comunidades musulmanas; Generosidad, justicia,.integridad, respeto por  la diferencia… Otros son auténticos sepulcros blanqueados, relucientes por fuera y vacíos, en el mejor de los casos, por dentro.

 

 Esta llamada al Islam exige una respuesta que cale a cada ser humano que la pronuncia desde lo hondo; Me refiero a la shahada, auténtico signo de identidad de todos los musulmanes, fórmula que repetimos continuamente en nuestra adoración y sobre cuyas implicaciones existenciales e identitarias rara vez reflexionamos. La shahada pues, nos libera y si es sincera debe convertirnos en agentes de transformación. Ella es en nuestro corazón, una auténtica conquista de Mecca que perdona nuestras faltas pasadas y destroza nuestros ídolos más sutiles declarando la Unicidad total de Al-Lah a Quien pertenece la soberanía sobre todo lo creado. Reconocer al Mensajero de Al-Lah (saws) es jurarle fidelidad sobre todas las cosas y reconocernos como seres humanos en su humanidad perfecta insan al Kamil. Abierta esta puerta sólo cabe crear; Hemos constatado la maldad de los sistemas coloniales, hemos hecho autocrítica acerca del estado de nuestra Umma, conocemos la increíble prepotencia de los orientalistas y condenamos la brutalidad e injusticia del sionismo. Pero no olvidemos; La fitna surgió en la Umma desde muy temprano cuando la ideología y las luchas por el poder acallaron la experiencia espiritual, de radical encuentro con el Uno y de sometimiento a Él swt, del Profeta (saws) y sus nobles compañeros y compañeras. Al exceso de verborrea actual se oponen los grandes gestos de aquellas primeras comunidades de las que tanto tenemos que aprender; No teorizó mucho Sayyidina Bilal (ra ) mientras era salvajemente torturado por sus opresores. Su simple testimonio de fe proferido entre inmensos dolores era más que suficiente para sacar de sus casillas no sólo a su amo sino a toda la oligarquía mercantil y pagana de la ciudad de Mecca y poner patas arriba a todo su podrido sistema. A Sayyidina Salman Al Farsi (ra), le llevó años de paciencia, ruptura con su familia y sus tradiciones, llegando incluso a caer en la esclavitud para al final encontrar la liberación en Islam. Podría citar innumerables ejemplos de cómo estos inmensos seres humanos, hombres y mujeres implementaron en sus vidas y en su sociedad la liberación que es Islam. Esto es lo que Al-lah swt nos ordena. Esto es lo que El Profeta saws y sus nobles compañeros nos enseñan con su Sunna: Hacer y vivir mucho, hablar poco; frente al torrente verbal  ideológico-reformista, frente a los facebooks, twiter y youtubes la acción limpia, liberadora que parte de la sinceridad.

  

Apuntes para una “teología de la acción liberadora”

No quiero terminar esta disertación (personal y por tanto muy subjetiva) sin aportar unas breves pautas para desarrollar mi acción como musulmán individual en mi tiempo y sociedad, con la esperanza de que puedan animar a la reflexión:

-                           Entender que sometimiento a Al-Lah es someterse a la justicia, a los derechos del otro, a la condivisión fraterna con todos los hijos de Adam (as).

 

-                           Entender que sometimiento a Al-Lah es liberación de todos los ídolos que nos oprimen (nacionalismos, dictaduras, capitalismo, amor al dinero, la banca, las multinacionales que exigen sacrificios humanos y medioambientales y adiestran a sus empleados para la negación de sí mismos, los entretenimientos y espectáculos alienantes, etc)

 

-                           Sin justicia social no hay sociedad islámica que valga. Todo queda en opresión y ritualismo vacío.

 

-                           Nuestro discurso y en mucha mayor medida nuestra praxis, deben tener a los oprimidos del mundo como sujeto preferencial. Esto no es en absoluto una novedad; Es un axioma que se repite en la aventura de todo mensaje profético y está reiteradamente constatado en el noble Corán: “sólo los más bajos de los nuestros le siguen”. Islam liberó esclavos, reconcilió a los que por motivos de su diferente estatus social se odiaban o se ignoraban. Si, es cierto que también causó divisiones y dolorosas rupturas familiares. Pero no seamos ingenuos; toda experiencia de liberación si es auténtica, exige la caída de los ídolos sea cuál sea su forma. Sólo la esclavitud admite componendas y medias tintas.     

 

  Ahora nos resta mirar a nuestro interior y evaluar cuál es nuestra responsabilidad ante Al-Lah, ante nosotros mismos, ante los demás, sean musulmanes o no.

 

Y despejar el camino in shaa Al-Lah.

Pero Al-lah es El que sabe.

 

Ahmad Jalil Moreno