HOMBRES
BOMBA
En Palestina, hombres
y mujeres no dudan en sacrificar sus vidas por su gente, por su tierra, por lo
que son. Son jóvenes que se ofrecen como rescate, fedayines en un mundo que les
ha vuelto definitivamente la espalda, a ellos y a la justicia. Volvemos la vista
hacia otro lado, y tachándolos de simples fanáticos y suicidas locos e
irresponsables, nos dedicamos a otra cosa mientras el Estado de Israel comete
sus crímenes en la mayor de las impunidades.
Los palestinos han
aceptado la auto inmolación como último grito de desesperación que por
siempre resonará en la conciencia de la humanidad. Pero, ¡qué sordo está el
mundo! Nos hemos vuelto incapaces para comprender, y rehusamos escuchar la
verdad desnuda que es pronunciada desde Palestina, una verdad que es una gran
acusación lanzada contra la humanidad.
El Estado sionista
desaparecerá tarde o temprano. Se disipará en su artificialidad, en la
mezquindad de su propia mentira. Todo lo que no es auténtico acaba por
desvanecerse. Habrá sido una pesadilla más en la historia. Pero lo importante
somos nosotros ahora, nuestras reacciones en el presente que nos toca vivir.
Demasiada gente es cómplice de la barbarie de Israel.
Israel, la siniestra
Israel, es el producto de muchas cosas. Es producto de este mundo de
falsificaciones y especulaciones. Es producto del sentido de culpa de los
occidentales, que han cargado a otros con su malestar. Es producto de las
finanzas, los bancos y de las
multinacionales. Es producto del colonialismo, el neocolonialismo y la voracidad
del proyecto de globalización. Es producto de la ineptitud de los Estados árabes,
tan patéticos. Y es producto de la inconciencia, de la ignorancia, del olvido y
de la desidia de muchos otros.
Palestina, por su
parte, nos enseña muchas otras cosas, todas ellas de una belleza
extraordinaria. Nos habla del coraje de un pueblo, de su inquebrantable voluntad
de sobrevivir. Palestina es un grito contra la injusticia, el racismo, el
fascismo, el terror. Palestina es lo que queda de humanidad y de dignidad en
este planeta de locuras y engaños.
El bajo y oscuro mundo de la política internacional, con sus estrategias, sus intentos de acuerdo, sus contemporizaciones, no es más que un submundo despreciable de mediocres rastreros que quieren que depositemos en ellos nuestra confianza para resolver un ‘conflicto’ creado precisamente por la ‘diplomacia’. Y al servicio de esos juegos asesinos se ponen en marcha todos los recursos de la manipulación. Se nos está estafando en todo lo relacionado con Palestina. Pero la realidad es tozuda, y solo se deja engañar el que quiere. No hay inocencia en lo que está pasando. El espectador occidental, cuando confía en que los políticos podrán conseguir la paz (si los dejan los terroristas), es cómplice de los crímenes que está cometiendo el único y verdadero terrorista, Israel, agente y representante de oscuros intereses en Oriente Medio.