CONCEPTOS CLAVE DEL ISLAM

 

lâ ilâha illâ llâh

No hay más verdad que Allah

Muhámmadun rasûlullâh

Muhammad es el Mensajero de Allah

         Allâh:

         Allah es el Nombre del Creador Absoluto, nuestro Hacedor, nuestro Estructurador. Es la razón del ser, el secreto que está presente en la existencia de cada cosa. Allah es inasible, indefinible, inabarcable por el entendimiento, pero esto no quiere decir que sea abstracto o neutro. La creación nos habla de Él, y sabemos que necesariamente Él existe objetivamente (lo que no existe, lo que es una idea, no crea, y el universo no hubiera tenido origen), que es Viviente (lo muerto tampoco puede crear), que es Poderoso (si no tuviera Poder no hubiera podido crear), que tiene Voluntad (lo que carece de ello no arranca), que tiene Ciencia (la creación ‘funciona’, está ‘diseñada’, ha sido ‘querida’), que oye y ve (porque quien carece de algo no puede darlo, y Él nos ha dado oído y visión, y, por otro lado, su Presencia es necesaria para sostenernos, ‘atiende’ a nosotros), y Allah habla (todo lo que existe son sus ‘signos’ y ‘palabras’, hablan de Él). Todo esto resumido en el término clave del Islam, el Tawhîd, la Unidad: Allah es Uno, no una amalgama de cualidades creadoras dispersas.

         De lo anterior resumimos que Allah, siendo en Sí indescifrable, es, a la vez, concreto. No es un ente indeterminado, sino que es Existente, Viviente, Poderoso, Volente, oye, ve y habla, por lo que el musulmán puede ‘relacionarse’ con Él, esperar de Él, temerle y amarlo.

        

        Dîn:

         Dîn es el término árabe que se traduce al castellano por ‘religión’. Dîn al-Islâm sería la ‘religión del Islam’. Ahora bien, el término ‘religión’ sirve de denominación para un concepto propio de la teología cristiana que define la ‘relación del hombre con Dios’. Si aceptamos la traducción de Dîn por religión reducimos notablemente las implicaciones de la palabra árabe, que designa para los musulmanes toda una forma de ser y de vivir integrada en un profunda sensibilidad que emana de lo más íntimo del ser humano y de sus convicciones más profundas e impregna toda su existencia. Mientras que ‘religión’ hace referencia a una dimensión determinada de la actividad humana, Dîn es conciencia y acción reunidas y sometidas a una Revelación  y orientadas hacia Allah.

         Dîn proviene de una raíz que significa ‘adeudar’. Es, por tanto, la ‘deuda’ que tenemos contraída. No nos pertenece ‘ser’, es Allah quien nos ha dado la existencia y quien lo sostiene en todo momento. El Dîn, la Senda que sigue el musulmán, es la ‘devolución’ a Allah de lo suyo, por lo tanto consiste en integrar la vida en la Voluntad del Creador, es redescubrir la Verdad que nos hace y fluir con Ella.

           

        Islâm:

         Islâm significa ‘rendición, ‘claudicación’. En su raíz, significa ‘paz’. El Islam es el Dîn en el que el ser humano ‘devuelve’ a Allah su ser rindiéndosele. Es estar en paz con la Verdad. El Islam nos rescata de la separación y el aislamiento, remitiéndonos a nuestro Señor, a la Fuente de nuestro ser, y nos comunica con la existencia entera, armonizándonos con todo lo que existe.

         El Islam es el Dîn, la Senda, el Método, la Vivencia, el Camino original del hombre. Está en todos los inicios, pero es distorsionado y convertido en ‘religión’, es decir, es institucionalizado y manipulado, surgiendo una pluralidad de adyân (plural de dîn): judaísmo, cristianismo, etc. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) tuvo como misión rescatar el Islam originario, devolver al ser humano su sensibilidad espiritual descontaminándola de ‘historia’.

         El Islam es recuperación desde la conciencia de la Fitra, la naturaleza original del hombre. Todas las criaturas son Fitra, pura existencia en la Voluntad de Allah, salvo el hombre a quien ha sido dado un don supremo, el Nafs, la conciencia de sí mismo, la autoafirmación. El Nafs lo separa de Allah, pero junto al Nafs, Allah ha dotado al hombre de ‘Aql, inteligencia con la que descubrir su raíz en la Verdad y Qalb, corazón, con la que sentirla. Cuando ‘Aql y Qalb sintonizan, el hombre vuelve a Allah, reconduce su soberanía, su Nafs, a su Señor, y se convierte con ello en Califa, en ser soberano que desde la conciencia conoce el Secreto del Ser.   

         ‘Aqîda:

         La ‘Aqîda es la cosmovisión que el Islam enseña. Va dirigida primero a la inteligencia. La ‘Aqîda tiene su base en el Tawhîd, en la Unidad de Allah. También nos explica lo que es el hombre y su situación en el universo.

         La ‘Aqîda es la ‘teoría’ del Islam y pone ante el ser humano sus intuiciones más profundas. Le habla de Allah, su Señor, y le dice que es necesariamente Uno, que Allah rige toda la existencia, que nada hay al margen de su Presencia. La ‘Aqîda enseña que todo lo que existe está sujeto a Allah e invita a la conciencia del hombre a asumir esa verdad que hace posible su existencia, a retornar a Allah para alcanzar en esa integración el califato que da plenitud al hombre.

         La ‘Aqîda habla de Muhammad, y dice de Él que fue esclavo de Allah y mensajero de Allah. ‘Esclavo’ quiere decir que redescubrió su verdad y ‘Mensajero’ quiere decir que eso mismo lo habilitó para trasmitir las verdades de Allah, de la razón de su ser.

         La ‘Aqîda está resumida en la Shahâda, la doble frase que, al ser pronunciada por alguien, lo hace ser musulmán: lâ ilâha illâ llâh, no hay más verdad que Allah, y Muhammadun rasûlullâh, Muhammad es el Mensajero de Allah. Estas son las claves del Islam, las que nos definen a Allah y al Hombre, las que ponen frente a nosotros todos los propósitos del Islam, y su método.

         Hemos dicho que la ‘Aqîda va dirigida primero a la inteligencia. Hay una ciencia, el Kalâm, que consiste en razonar las muchas enseñanzas implícitas en la ‘Aqîda. Es una ciencia cuyo objetivo es desarrollar argumentos frente a la razón para que esta admita los contenidos de la ‘Aqîda. En el Islam no hay mitos ni misterios que deban ser aceptados por la fe ciega. Sólo cuando la razón se rinde a la evidencia de la ‘Aqîda, esta puede acceder al Corazón.

         La ‘Aqîda va dirigida, pues, en segundo lugar, al Corazón, para quien ‘sienta’ esas verdades. A la sensibilidad del corazón se la llama Îmân. El Îmân es ‘integrar’ las enseñanzas de la ‘Aqîda. Cuando esas enseñanzas generan emociones dejan de ser simples teorías para convertirse en motores que lanzan al hombre hacia lo infinito. El Îmân es el principio del Despertar espiritual. Si no hay Îmân, no hay nada que hacer. Por convencido que se esté de la teoría del Tawhîd, de nada sirve si el corazón sigue muerto.

         La conjunción de ‘Aql y Qalb, de Inteligencia y Corán, de ‘Ilm, Ciencia e Îmân, Sensibilidad, genera el ‘Ámal, la Acción. Comienza entonces el Islam propiamente dicho, la Rendición a Allah. El Islam es la concreción de todo lo anterior, y se convierte en Dîn, en senda hacia Allah, pero no como vía espiritual tal como la concibe el occidental. El Dîn abarca todo, es la vida entera del musulmán, pues quien ha entendido que la Unidad rige la existencia no deja al margen ninguna parte de su ser.

 

         ‘Ilm:

         ‘Ilm significa ciencia. Aquí nos referiremos al Fikr, la Reflexión, el Tadábbur, la Meditación, que generan conocimientos sobre Allah, a los que llamamos ‘Ilm, la Ciencia por antonomasia. Es el primer paso. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Buscar la ciencia es un deber que incumbe a cada musulmán y a cada musulmana”. El Corán dice: “Has de saber que no hay más verdad que Allah”, es decir, en el Islam se exige conocimiento, no fe.

         Reflexionando y meditando sobre la naturaleza del universo, el hombre alcanza un punto en el que sabe que todo necesita de un Originador, pero el Originador último escapa a su entendimiento. A eso que se le escapa le damos el Nombre de Allah. Es el infinito en el que están las Cualidades que hacen todo lo que existe. Llegado a ese punto, a partir de lo que le muestra el mundo y haciendo uso de sus facultades racionales, el hombre descubre cómo debe ser Allah: Existente, Viviente, Poderoso, Único, etc. El universo material ha sido su guía, tiene un conocimiento positivo, no es elucubración de la fantasía mitológica.

         A la vez que la inteligencia descubre a Allah, sabe que todo lo que existe está sujeto a Él en todo momento, porque no encuentra en las criaturas nada que no le venga de esa Fuente. La criatura no tiene nada que le sea propio. Es como una cebolla que cuando va siendo pelada al final no hay nada. Por tanto, al dependencia respecto a Allah es total y absoluta en  todo y para todo. Allah es absolutamente Necesario.

 

         Îmân:

         Puesto que su inteligencia lo ha conducido a los aledaños de lo eterno e infinito, el hombre puede verse arrebatado por ese abismo, se enamora de esa Belleza Creadora, presente en cada uno de sus instantes, la que sostiene cada uno de sus alientos. Comienza entonces el Îmân. Si su razón ya no puede darle más datos, incumbe al corazón arrojarse a donde no hay palabras. Eso es el Îmân. Este término se traduce con frecuencia por ‘fe’, pero es fácil advertir lo falso de esa traducción. No se trata de creer en Allah, ya que la reflexión antes nos ha conducido hasta Él, sino que es la emoción y el valor que hacen falta para afrontar ese ‘dato’ primero y último.

 

         ‘Ámal:

         El Îmân es inquietud y puro deseo que llevados a su extremo se convierten en enamoramiento apasionado. Pero el que ha sido tocado en su corazón por ese anhelo exige ponerse en movimiento. Actuar es lo consustancial al ser humano. Ha descubierto a Allah como su Señor, la Esencia de su ser, la razón profunda de su existir en cada instante. El Nafs, el máximo don que se le ha hecho, sin embargo, también lo ha separado, lo ha exilado de lo más íntimo de su verdad. El hombre crea ídolos y se sumerge en miedos ¿Cómo volver a su naturaleza primigenia? Ya no puede guiarlo la razón. Necesita al Profeta. El Profeta, el Esclavo de Allah, el que se ha convertido por ello en su Mensajero, será su maestro sobre la Senda, será el que le muestre el Camino, el que le indique el ‘Amal, la Acción Necesaria.

         El Profeta comunica una Sharî‘a, una Ley que devuelve el hombre a su Señor. El Profeta es Necesario porque de lo contrario no tendría sentido que el hombre tuviera razón y corazón. El Profeta es exigido por la Razón y el Corán, y aparece, y trasmite lo que Allah le comunica.

         El Profeta debe ser Ma‘sûm, Infalible. De otro modo, no hay forma de discernir entre su error de su acierto. El Mensajero que Allah nos envíe debe ser Ma‘sûm, modelo en todo, porque, como ya hemos dicho, el Dîn no es un aspecto de la existencia humana, no es su ‘espiritualidad, de la que cabría descartar los aspectos ‘materiales’, no es la ‘religión’ diferenciable de lo profano. El Islam es la vida misma, en toda su integridad.

 

         Rasûl:

         Rasûl quiere decir ‘profeta’, ‘mensajero’. En realidad, hay dos términos: nabí y rasûl. Nabí es el que siente una poderosa inspiración y es válido como maestro de los hombres. El Rasûl responde a un imperativo interior aún más poderoso que lo hace trasmitir una Ley, una Sharî‘a. No enseña solamente (lo que hace el Nabí), sino que se impone, crea una nación. Todo Rasûl es Nabí, pero no todo Nabí es Rasûl. En la historia de la humanidad ha habido muchísimos anbiyâ (plural de nabí) y algunos rúsul (plural de rasûl), cada pueblo ha tenido su mensajero. El último de ellos ha sido Sidnâ Muhammad (s.a.s.), enviado a la humanidad entera.

 

         Muhammad:

         Muhammad (sallà llâhu ‘aláihi wa sállam) nació en Meca. A los cuarenta años recibió la primera Revelación. Permaneció en Meca durante trece años más hasta que la intransigencia de los poderosos de la ciudad le obligó a emigrar a Medina, en la que construyó, en medio de una guerra, la primera comunidad musulmana a lo largo de diez años más hasta que murió con sesenta y tres años.

         Fue esclavo de Allah y su Mensajero. Trasmitió el Corán, la última Revelación, guardado literalmente y comunicado con fidelidad de generación en generación.

 

         Al-Qur-ân:

         Al-Qur-ân (el Corán) es la Palabra Increada de Allah, Revelación y no simple inspiración. No es un relato, ni un texto normativo, no tiene un orden ‘lógico’. Es pura eternidad. Memorizarlo y recitarlo es integrarlo y fluir con él. El musulmán se sumerge por completo en el Corán porque es Presencia de Allah.

 

         Sunna:

         Es la práctica del Profeta, de quien dijo su esposa ‘Âisha: “Muhammad es el Corán andando”. La Sunna es su modo de actuar, su camino. Conservada en hadices (breves relatos) la Sunna es el modelo en todo para el musulmán. Es imprescindible, porque sin ella el Corán sería impracticable. La Sunna es la interpretación en lo práctico de las enseñanzas reveladas. Se trata de la ‘maestría’ de Muhammad (s.a.s.).