El peligro de la "Islamofobia"

          El 16 de marzo del 2001, una mezquita fue quemada en Belley (Francia), en la región de el Ain. Un vehículo robado fue estrellado contra la puerta del lugar de culto y, después se le prendió fuego. Recientemente un cóctel molotov fue lanzado contra la casa de Abderrahaman Berkaoui, rector de la mezquita de Valdegour, en Nîmes. El agredido afirma haber recibido numerosas amenazas de muerte. En Perpiñan  (Pirineos Orientales franceses) un paquete bomba fue enviado a otro lugar de culto islámico administrado por la Asociación Cultural  Campo de Marte. El paquete anónimo no fue reclamado,  por lo que se reenvió a la oficina de correos en Libourne. Este paquete hizo explosión el 9 de abril en las manos de un empleado de correos de la citada oficina., que sufrió heridas leves. En el norte la mezquita de Lomme , próxima a Lille, fue pintada con cruces gamadas. Un cóctel molotov ha sido lazado contra un lugar de oración de musulmanes en Escudain junto a Valenciennes.

 

        En todos estos casos, el portavoz del Foro Ciudadanos de Cultura Musulmana, Rachid Nekkaz ha contabilizado una docena de agresiones contra lugares de culto islámico. Esta estimación es, sin duda, inferior a la realidad. Los musulmanes no disponen de una instancia representativa que pueda confeccionar una lista donde se enumeren las agresiones y se evalúe el daño recibido. Por otro lado, la mayoría de las mezquitas están gestionadas por musulmanes de primera generación, que carecen de la nacionalidad francesa y que no se atreven a presentar denuncias a la policía o la gendarmería.

 

        La prensa regional se ha hecho eco de estas agresiones. Pero en lo que respecta a la prensa nacional, apenas si ha cubierto, en contadas ocasiones, los hechos citados. Es cierto que estos atentados por su gravedad y número son aún inferiores a los padecidos por las sinagogas. La Unión de Judíos de Francia y SOS-Racismo, han contabilizado unas 405 agresiones entre el 1 de septiembre del 2001 y el 31 de enero del 2002. El regreso de antisemitismo ha sido legítimamente condenado por los políticos, asociaciones, y por los representantes de las religiones más importantes.

 

        Sin embargo, y sin pretender en absoluto minimizar las agresiones sufridas por los judíos, los musulmanes son victimas cotidianas del racismo, de un “Pequeño racismo” como lo llaman los anglosajones. En el informe para el año 2001 de la Comisión Nacional Consultiva para la defensa de los Derechos Humanos, enumeraba 38 agresiones graves en contra de los musulmanes, un número superior a las registradas en el año 2000: agresiones físicas contra ciudadanos magrebíes , amenazas, piedras lanzadas contra mezquitas, asociaciones, o comercios cuyos propietarios eran musulmanes. Durante el mismo periodo 29 hechos graves antisemitas fueron registrados.

 

        En una encuesta realizada por la revista “Marianne” se refleja que un 23% de los franceses siente antipatía por los ciudadanos de origen magrebí, mientras que tan sólo un 10% afirma ser antisemita. Todo esto tiene lugar de una manera natural, tácitamente admitido por la opinión pública. Como si, tras el 11 de septiembre y la llamarada de los actos antijudios, los musulmanes hubiesen pasado de manera automática de ser victimas del racismo, a convertirse en agresores. Parece que una dosis de “incompresible” racismo fuese aceptada por la sociedad francesa como algo normal.

 

        La multiplicación de las agresiones antijudias cometidas han sido a menudo presentadas como una autentica guerra de comunidades: Árabes contra judíos. Incluso como una guerra entre religiones.

 

        Como acertadamente afirmo el representante de SOS-Racismo, Malek Bouih, “el que haya quemado una sinagoga, no es un magrebí, es un canalla”. Los arrestos han confirmado que las personas arrestadas por este delito no son en absoluto musulmanes y que no suelen formar parte de las comunidades que se encuentran en las mezquitas.

 

Tras el 11 de septiembre los comentarios hostiles hacia el Islam se han multiplicado. Los islamólogos franceses como Gilles Kepel o Olivier Roy han sido acusados de haber mantenido una actitud ingenua, y de haber minimizado el peligro islamista. Hemos visto y oído, en los medios de comunicación, los comentarios de “especialistas en el Islam” surgidos de ninguna parte. Un ejemplo claro de este tipo de comentarista lo tenemos en Alexandre del Valle. Autor de dos libros, este hombre de 33 años se ha impuesto como un experto en el debate mediático, desde el día siguiente el 11 de septiembre. Lo menos que se  puede decir este individuo, es que no es favorable al Islam. En sus artículos (disponibles en www.geo-islam.org) explica especialmente que “El Islam es totalitario”; que “el actual proceso de colonización que ha sido denominado pomposamente –fenómeno migratorio- aparenta ser una verdadera guerra de conquista, una invasión desorganizada”.

 

        La repentina notoriedad mediática de Alexandre del Valle y sobre todo sus violentas críticas en contra del Islam le han valido el reconocimiento de determinados círculos donde es apreciado como conferenciante. Por ejemplo entre las comunidades judías próximas al Likoud. Incluso ha sido invitado recientemente al Salon de los escritores de B´nai Brith, una asociación judía.

 

Traducción: Asociación Cultural Zawiya