MEDIO SIGLO DE OCUPACIÓN EN CACHEMIRA

 

        Desde hace medio siglo, la mayor parte de la región de Cachemira ha estado asolada por la violencia y las persecuciones a causa de sus creencias. Los musulmanes de Cachemira tienen como única aspiración el reconocimiento por parte de India de su derecho a la libertad e independencia de la tierra de sus ancestros, donde sus hijos puedan crecer en paz.

 

Al igual que muchas regiones musulmanas de Asia, el estado indio de Cachemira ha estado viviendo en un constante conflicto religioso. Parece ser que las fuerzas contrarias al Islam se han propuesto no dar a los musulmanes de Cachemira la más mínima oportunidad de vivir en paz.

 

Cachemira es una de las regiones más ricas del mundo, donde se encuentran grandes yacimientos de oro, esmeraldas y rubíes. Localizada en una zona montañosa entre el Himalaya y la cordillera de Pin Panjal. Su situación geográfica facilita el control indio de una zona estratégica tan importante. Esta circunstancia, así como sus fabulosas riquezas, han atraído el interés de muchos estados del área. Sin embargo, la razón fundamental que ha centrado el interés de los países vecinos ha sido su pertenencia al mundo musulmán.

 

Los esfuerzos de los cachemires por conseguir un estatus de estado islámico independiente o su unificación con Pakistán, han chocado con la política abiertamente anti-islámica del gobierno indio. Cachemira está soportando una sucesión incesante de actos terroristas, arrestos ilegales, torturas y un embargo económico dirigidos a menoscabar el peso económico y político de Cachemira.

 

Los siguientes datos ilustran esta situación: El 90 % de la población de Cachemira, de 4 millones de habitantes, es musulmana. Para controlarles, se ha establecido un contingente permanente de 700.000 soldados indios. Entre 1990 y 1999, fueron asesinados en “operaciones de limpieza” 65.000 cachemires, incluyendo mujeres y niños. Una media de 20 personas mueren diariamente y los hospitales y las escuelas están siendo bombardeados...

 

Cuando tocó a su fin el dominio colonial de la Península India, tras la II Guerra Mundial, Gran Bretaña, ante las múltiples demandas de independencia de los musulmanes indios, estableció los términos para la creación de dos nuevos estados en los territorios de su antigua colonia, uno hindú y otro musulmán, así nacieron India y Pakistán. En 1947 se produjo un intercambio masivo de población entre ambos estados; alrededor de 12 millones de personas atravesaron la frontera. Sin embargo, por medio de sobornos e intrigas, con la ayuda de los británicos, se hicieron con los estados fronterizos de Jammu y Cachemira, a pesar de que su población era, y es actualmente, dominantemente musulmana. Desde entonces es cuando los musulmanes cachemires viven en una situación de privación de derechos civiles.

 

Se organizaron movimientos de resistencia cachemires para intentar frenar la opresión de los musulmanes, pidiendo la desvinculación de India y preparando su anexión a Pakistán. Pero las autoridades indias atajaron brutalmente las protestas lo que llevó a repetidos y sangrientos enfrentamientos entre las autoridades y la población en 1947, 1965 y 1971. Decenas de miles de musulmanes fueron ejecutados y cientos de miles encarcelados y, según datos extraoficiales, alrededor de 4 mil mujeres fueron objeto de torturas.

 

Las autoridades indias cerraron todas los centros de educación islámicos, para evitar la extensión del Islam. A principios de los años 90, la persecución de musulmanes se recrudeció; el gobierno indio emprendió un brutal política de “hiduización” de Cachemira, acompañada de una represión despiadada contra la población: encierros masivos, incendio de bloques de viviendas de musulmanes, prohibición de los medios de comunicación de orientación musulmana, etc.

 

Pero las autoridades indias fueron más lejos, cegaron las espuertas del embalse que suministraba el agua a esta región, por lo que, durante los monzones, el agua se desbordan inundando Cachemira y algunos valles vecinos de Pakistán. Estas inundaciones provocadas, acaban con la vida de cientos de personas e infligen enormes daños a la población.

 

Desde la ocupación de Cachemira todas las organizaciones extremistas hindúes han centrado sus actividades, respaldadas desde India, en lograr un objetivo explicito: el exterminio total de la población musulmana del territorio indio. El reciente atentado contra la mezquita de Babur Shaka es una amarga confirmación de ello.

En Octubre de 1993, en Srinagar, capital de Cachemira, se realizó una operación terrorista a gran escala para eliminar a supuestos activistas musulmanes radicales. En el Namaz (plegaria de los Viernes), se puso cerco a todos los que estaban reunidos en la mezquita de Hazrabtal, ya que las autoridades consideraban esta mezquita como cuartel general de los extremista musulmanes. El asedio se mantuvo durante un mes y como resultado del mismo, alrededor de 100 personas fueron asesinadas y otras 300 fueron enviadas a prisión sin ningún cargo. Asimismo, se cortó el suministro de luz y agua de toda la capital.

 

Cualquier persona en su sano juicio se preguntaría por qué no se ha encontrado una solución a un problema que dura ya medio siglo. Aparentemente, la respuesta a esta pregunta hay que buscarla en la situación política internacional, dentro de la cual, India cumple un papel determinado. Hace cincuenta años que los musulmanes cachemires luchan por sus derechos, no sólo contra los extremistas hindúes, sino contra las fuerzas que se escondes tras ellos. La influencia de estas fuerzas se ha incrementado notablemente en los últimos tiempos. Llama especialmente la atención la campaña ideológica a gran escala en pro de la “tolerancia”, que las autoridades indias están dirigiendo a los musulmanes, inculcando en los habitantes de Cachemira y de otras regiones vecinas. Los actos de violencia y las persecuciones de gente indefensa están siendo sistemáticamente silenciadas, para que el mundo ignore las atrocidades que se cometen contra la población. Los artículos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no tienen vigencia legal aquí; los intentos de los musulmanes de resistir a las persecuciones y de luchar por sus derechos, están siendo ignorados por todo el mundo. Los intentos de Pakistán de ayudar a la población y de que se levante el embargo, se han traducido como una injerencia en los asuntos internos de India, por lo que no han pasado de la intención.

 

India trata de convencer al mundo de que el problema de Cachemira se solucionará por sí solo, si la comunidad internacional y Pakistán se mantienen al margen y dejan de interferir en su política interior. La ocultación de la verdadera situación en Cachemira permitirá “resolver” el problema sin ruido, sin publicidad, de una vez para siempre: borrando el Islam en Cachemira una vez que se consiga aislarla completamente del resto del mundo.

 

        El ejemplo de Cachemira nos hace conscientes de la necesidad de dar la máxima publicidad posible a todas las situaciones de injusticia que se están produciendo en el mundo. Sólo la tolerancia y el respeto mutuo, preceptos fundamentales del Corán, podrán traer la paz y la justicia a un mundo cubierto de heridas. Ninguna persona consciente puede permanecer indiferente ante la injusticia. Todo musulmán y musulmana debe pregonar los valores de Islam y convencer a los opresores de la inutilidad contra ellos de los derramamientos de sangre y de la tiranía. Para hacernos conscientes de la situación en que viven los cachemires, debemos ponernos en su lugar e imaginar que ocurriría si un poder exterior nos arrojara de nuestra tierra por medio de la violencia. Esto es lo que está ocurriendo en Cachemira.

Harun Yahia, Islam.ru

                                              Traducción: Asociación Zawiya