MAQÂMA DE LA PESTE

(maqâma fî amr al-wabâ')

 

Alfaquí 'Umar de Málaga

  El alfaquí y poeta y sufi 'Umar, pone en boca de Málaga una carta dirigida la la Alhambra de Granada, con el intento de que el Sultán y la corte se trasladen a aquella ciudad, por haber epidemia en la capital nazarí. El sultán aludido, al que sólo llama al-Gâlib bil-llâh, es Muhammad IX, al-Aysar, llamado el Zurdo en las crónicas castellanas. Tal vez en Granada hubiese un pequeño foco o una alarma que llegó a oídos de nuestro alfaquí, quien la toma como pretexto para escribir su maqâma. En todo caso no fue lo suficiente importante para dejar eco en las crónicas cristianas. El alfaqí 'Umar, enamorado de su patria chica, y como buen malagueño, siente celos de la capital, a la que deja en buen lugar pero rompiendo lanzas por Málaga, aunque en Granada haya intereses creados o  razones políticas que impidan al sultán desplazarse a Málaga. 

 

A la Alhambra, ciudadela del Imperio, sede inexpugnable de la gloria, donde surgen las lunas nazaríes que al aparecer hacen sonrojar a la misma luna (¡Allah la haga perdurar sobre las sucesiones del tiempo como mansión de la seguridad y morada del Islam, y permítala gozar largamente de la vida del muy feliz rey Jazraÿi!) " de la parte de Málaga, que testimonia la veneración que le debe y reconoce su mérito y su gloria (pues la luz del sol, no se oculta); la que está presta a acatar sus menores deseos -si mandas obedezco ciegamente; si llamas, escucho tu llamada -; Málaga, que se aferra a su segura protección y está pendiente de sus noticias con el anhelo con que la tierna enamorada está pendiente del arrayán de su corazón.  

 

¡Oh señora mía, mi viático, mi tesoro, mi sostén! Allah nos permita a ti ya gozar largamente de la vida de quien nos ha liberado de las dificultades y ha trocado nuestros pasados errores en rectitud: nuestro señoor al-Galib bi-llah al que Allah ha prometido el magno triunfo y la próxima victoria cumpla Allah Su promesa!). ¡Vaya a ti un saludo cuyo aroma perfuma gracias al nombre de nuestro Señor el Príncipe de los musulmanes, y cuya fragancia se aspira como polvo de almizcle! ¡y caigan sobre ti la misericordia de Allah Altísimo y Sus bendiciones!

 

        Después digo: Por causa tuya alabo a Allah, a quien si se pide que Su poder sea suficiente, lo es, y si se pide que Su nombre cure, cura, y si se acude a Su amplia misericordia, perdona, y bendigo a Su noble Enviado Muhammad (), el elegido, a sus familiares y a sus compañeros, los más nobles, puros y leales de sus fieles.

 

        Te escribo, señora, con el alma desasosegada, insomne, desvelada, inquieta, solicita, encendida, o mejor, abrasada; y te conjuro por el Señor que te ha hecho merced de la gloria y del poder, y te ha hecho conocer tras del aprieto las dulzuras del consuelo, a que me ayudes para que se calme mi angustia y se sosiegue mi temor; para que me torne el sueño tras el insomnio; para que se satisfaga la necesidad que se ha descubierto en mi corazón; para que comprendas el objeto ,de mi alusión y la alusión que hago a mi objeto, y para que abandones el egoísmo, que es enemigo de la verdad y opuesto al recto camino.

 

        Esta carta que te dirijo está escrita a tenor de eso que se dice: El tierno amante se imagina lo peor. Una de las mercedes que Allah ha hecho al hombre es que esté en guardia contra los peligros (¡bendito sea Allah, el Gran Dadivoso!). Como dice Mutanabbi: ¡Cuantas veces el amante aflige, [por su mismo amor], a quien ama y cuantas veces el cariño hace que se falte al deber!.

 

        El primer símil me cuadra a , el segundo a ti (¡Allah facilite la conservación de la salud de nuestro señor, esperanza tuya y mía!).

 

        Gran sorpresa me causa tu terquedad en que nuestro señor siga en una morada en que se propaga la enfermedad, y entre cuyos aposentos va y viene el aire malsano. Me han dicho que oír hablar del viaje a Málaga te resulta más cargante que oír hablar del espía, del censor y del chismero, y que acerca de este viaje hay opiniones encontradas, sin que se acuda al precedente de costumbres pretéritas ni a hábitos de antaño, pese a que los primeros creyentes (a quienes tenga Allah en Su misericordia) no dejaron tras de sí enseñanza que no sea útil y en todos los caminos pusieron señales que guían a la salvación. He oído también, señora, que la decisión tomada ha sido la de quedarse confiándose a Allah, lo cual está en desacuerdo con el parecer del Califa al-Rashid quien, en parecida coyuntura abandonó su residencia de Dar as-Salam, donde se hallaban los pilares y los grandes hombres del Islam. [Cito este precedente porque] he oído que entre las elegantes frases que ha pronunciado [nuestro señor] figura ésta: « Temo ser el primer Califa [que haga tal cosa].»

 

        Yo esperaba, señora, que la epidemia se aminorase o encontrase mejoría con la entrada de la estación fría, y no escribí con esa esperanza; pero la situación se ha agravado y tú sigues en tus trece, sin que la idea de partir te pase por las mientes ni por el pensamiento. y digo yo: la obligación de someterse a los designios de Allah Poderoso y Sabio está islámicamente, establecida; pero el creyente no debe sentirse por ello completamente atado. Porque ¿qué deberá hacer el que a Allah se somete con alma y cuerpo, cuando se le dice: « Huye del león ", y lo ve venir a su encuentro y echársele encima? ¿Intentará buscar la salvación y se pondrá en guardia, o se conformará con ser desgarrado? Aquel a quien le dicen en plena noche: « Vete de este lugar para salvarte del torrente", ¿seguirá durmiendo en su lecho o se apresurará a ponerse a salvo con cuanto esfuerzo pueda? A quien le gritan: «La caballería enemiga viene algareando y los pastores buscan refugio en el monte; recoge tu ganado, antes que te lo quiten, que aún es tiempo", ¿lo dejará seguir pastando, sin moverse, o lo recogerá para salvarlo, como sabes por experiencia que se suele hacer? Cuando los arqueros enemigos están en fila y sus flechas alcanzan a millares de hombres, ¿aconsejará la razón alejarse o mantenerse a pie firme?' Cuando los terremotos se ensañan con un pueblo, y la tierra tiembla a diario, y crece la incertidumbre en los corazones de los vecinos, y las grietas ceden un día para aumentar al siguiente, y no se oye hablar de otra cosa que de muros desplomados sobre los cimientos de las casas, y de que éstas se derrumban sobre sus moradores, y de que se sacan muertos de debajo de los escombros, y de que una columna cae sobre una  esclava, ¿habrá que decidirse a quedarse allí ya seguir viviendo bajo esas paredes, o habrá que ingeniarse para abandonarlas con mujeres y niños?

 

        Señora mía, la Alhambra: Te pido que me enteres, y, si mi entendimiento está ofuscado, que me disculpes. Me ha llegado una excelsa carta del Generalife en la que me cuenta que no hay novedad en él para nuestro señor y los suyos; que la salud se respira entre ellos, junto con las auras del laurel y del arrayán, sin que haya necesidad de médico ni de llamar al sangrador para que mire en sus ampollas, ni nada que decir ni que hacer; que no hay el menor temor de que la epidemia aumente en crueldad y dureza, pues no ha caído de cuantos viven en aquel jardín, entre los servidores de nuestro señor el Sultán, más que un eunuco que no valdría diez dirhames en el zoco de esclavos; y que la salud de todos, gracias a Allah, continua siendo buena, por todos estos días. El Generalife me entera también en la carta que me ha enviado y en el mensaje que me ha dirigido como tu deseo es que nuestro Señor (¡Allah le guarde!) se traslade desde aquel aire saludable, aquellas aguas cristalinas y el aroma de aquellos jardines entre cuyos pabellones juguetea el céfiro perfumado, a Málaga, donde encontrará una atmósfera limpia, arriates que invitan a la siesta, y un reposo que, como suele decirse, se mete en las almas; donde hallará fragantes perfumes, valles serpenteantes y costas en las que se ensancha el pecho herido; donde la violeta sirve en rueda los cálices del junquillo, y los jazmines son como luceros que surgen en pleno día; donde el aroma del azahar se mezcla con el perfume de la toronja y las brisas de la mañana; donde el chirriar de las aceñas parece el suspiro de las vírgenes enamoradas; Allí, cuando se alaba a la aurora, y rompe el alba, las barquillas se colman de gente Y, los pescadores gritan: " ¡A las almadrabas! "; y luego, cuando los resplandores del Oriente van pasando a tierras de Occidente, el jefe de la tropa grita: « ¡Buenos días, montad a caballo! ", y se llegan hasta el valle grande para pescar y cazar liebres y pájaros.

 

        ¡Allah pague al Generalife sus buenos deseos e intenciones y el haber dado muestras de seguir la verdad y contradecir la pasión, de acuerdo con las noticias que de las antiguas dinastías se conservan y cuentan!

 

        Me dice el Generalife, señora, que estás de acuerdo con el autorizado hadiz que se cita a propósito de esta enfermedad, en el que se prohíbe salir de los territorios y, sitios en que se ceba, y salir a su encuentro para combatirla y lidiar con ella. El hadiz es auténtico, y la norma que marca está claramente expuesta; pero los 'ulamas le han dedicado comentarios que sería largo analizar y que el mismo imam Ibn Rushd ha resumido y explicado en su Yami" al-bayan wa-l-tahsil. Todos están unánimes en que la prohibición que encierra este hadiz no es prohibición ex-comunicatoria, y sólo va dada como regla de buena conducta y a titulo de información y enseñanza. No hay, pues, crimen ni delito tanto en quedarse en la zona apestada como en abandonarla.

 

        Dice " Amr ibn al-'As: " Lo mejor para los prudentes es salir [del lugar apestado] en previsión de que un estado de opinión degenere en tumulto.» Bastaría con la opinión de 'Amr ibn al- 'As como argumento para quien quiere ganar la partida, porque lo escrito sobre este tema es mucho y yo no hago más que resumirlo. Una opinión que muchos de los Compañeros del Profeta () tienen dada y tenida por mejor, merece que de ella se diga: " ¡Qué feliz y acertada es! » ¡Ojalá toda mi argumentación jurídica fuese de esta Índole y siguiera el mismo camino, apoyada siempre en la autoridad de un excelso Compañero y dejándose conducir por la ciencia y la guía más impecables, aunque sea en contra de una famosa opinión de Jalil. ¡Pero aquí cabe decir: "No hay en esta olla más que este grillo".

 

        Señora mía, la Alhambra: Te veo en este asunto haciendo de alfaquí, desentendiéndote de lo que dejaron aclarado ulemas y sabios, y negándote a hacer cosas en que no hay delito ni error. Si te tuviera delante tendría contigo una larga conversación y te argumentaría apoyada en textos y comentarios.

 

        He oído decir que te inquieta pensar en los grandes gastos que traería consigo este desplazamiento de la corte; pero en ello no debe haber motivo de inquietud, porque la seguridad nunca es cara y no se puede comprar por ningún tesoro ni dinero. El que merece reproche es quien prefiere algo a la salud. Si al trigo se lo come el moho y el oro puede ser sustituido por las monedillas de cobre, ¿cómo van a merecer respeto cuando se trata de poner las vidas a salvo? Sé que has dicho: " En Málaga no hay sembrados, y en espacio reducido se angustian pecho y brazo; la agricultura y la labranza no tienen allí arraigo ni variedad ». Duras me han sido estas palabras, pero las acepto y se acabó. Sé que poco valgo en comparación con lo que vale Granada; pero muchos días, en un solo instante, se me llenan de trigo playa y marina, y no se sabe que jamás hayan durado en los malos tiempos. Más de setecientos años vengo acogiéndome a la abnegación de mi voluntad en Allah, sin que en ellos haya ocupado corazón ni mente con la idea de almacenar alimentos ni acaparar trigo. Hoy y mañana confío en la provisión de Allah, que traen los vientos en sus cuellos, la lluvia cuya corriente desborda por aduanas y zocos, y es venida a buscar por amigos y enemigos por gracia del Generoso, Sabio, Donador y Proveedor.

 

        La hormiga dice: « Mi orgullo está en mi ahorro " y el gorrión dice: «Mi confianza está en Allah ". La hormiga dice: « Me siento segura con el grano recogido " y el gorrión dice: Abnego mi voluntad en el Señor. Pero cuando cierra la noche e irrumpe el torrente, la hormiga tiene que salir a nado, dejando el grano entre el palmito, y entonces el pajarillo baja, y, dando gracias a Allah, recoge cuanto encuentra del tesoro de la hormiga, y dice: «El acaparador ha salido perdiendo; el que busca el sustento improvisado es el gananador, y el desprendido no debe ufanarse de lo que atesora."

 

        Bien claro veo que el Visir (¡a quien Allah honre!) no tiene en todo esto nada que decir, y que para él se limita el negocio a confiar en el Señor que tiene la Fuerza y el Poder. Pero he oído decir, señora mía, que el mayor daño que trae consigo este mal es destrozar las entrañas de los niños que están entre los siete y los diez años, y que a esta edad son arrayanes fragantes y perfumados para los corazones. y esto es lo que más me ha movido a escribirte, pues los infantes son como ganado que pace y cuyo padre es el pastor, el cual no ha de dejar su ganado por donde pasa la alimaña carnicera ni cerca de un incendio . Si vemos que los pájaros mudan a sus polluelos de nido en nido y los ocultan entre los espesos árboles cuando temen la llegada de un ave rapaz o de un cazador astuto, ¿cómo no, acallaremos nuestro temor imitando la conducta de nuestros mayores, en vez de quedarnos parados ante la impetuosa avenida que a nuestros hijos se lleva? ¿Qué tienes que decir y contestar a todo esto? ¿Qué opinión o buen criterio se te ocurre? Escríbeme sobre ello una carta, que me sirva de sostén y apoyo; besa por mí la mano de nuestro señor (¡ojalá encontrara yo medio de hacerlo!), e infórmale de que estoy a su .servicio, con la mejor intención y siempre dispuesta a agradecer su favor prolongado. ¡Allah siga protegiendo tierras y personas con la guardia y vigilancia de nuestro señor, y me haga oír la buena nueva de su venida al Palacio Nuevo de Málaga desde la Alhambra de Granada: ¡Guarde Allah, con Su bondad y favor, a él, a sus hijos, al reino y al país!

 

Escrita el 2 de rabi' del año 844 (30 de agosto de 1440)