AL-AJLÂQ AL-ISLAMIYYA

 

‘Alî ibn ‘Amrullah y Muhammad Hâdimi

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         Ajlâq es el plural de la palabra julq, disposición. Una disposición es una malaka, facultad del corazón, que constituye la fuente de todas las actividades que cumple el hombre instintivamente. La malaka  es una propiedad del corazón que se forma por la reiteración de unos actos y que es difícil de destruir.

        Una malaka particular puede aparecer en los seres humanos por uno de los factores siguientes:

 

1-     Temperamento natural y físico.

2-     Costumbre formado por la repetición continua de determinados actos y que conduce a la emergencia de una determinada disposición.

3-     La práctica y el esfuerzo consciente que, si se persevera, terminan por conducir a la formación de una disposición.

‘Ilm al-Ajlâq, la ciencia de la conducta, enseña como conseguir elevar nuestro estado interior para elevarlo hacia los objetivos del Islam mediante la disciplina y el esfuerzo.]

 

 

CAPÍTULO PRIMERO

 

         En este primer capítulo trataremos cuarentas de las enfermedades del corazón más importantes y sus remedios. El texto que sigue es la traducción del primer capítulo del conocido libro Berîqa, de Abû Sa’id Muhammad Hâdimî (rahimahullah). Esta obra, en dos volúmenes en el árabe original, fue publicado en 1284 H. (1868 d.C.) en Istambul, y fue reeditado en 1411 H. (1991 d.C. por ediciones Hakîkat). Muhammad Hâdimî murió en el año 1176 H. (1762 d.C.) en Hâdîm, Konya, Turquía.

 

 

Enfermedades del corazón y el método para purificar el ego de ellas

 

         Aquello que perjudica a los seres humanos en ad-dûnya y al-âjira tiene su origen en las enfermedades del corazón. Taqwâ es la actitud de una persona que evita los malos hábitos que causan las enfermedades de corazón.

 

         Cuando queremos adornar algo, primero lo limpiamos de cualquier suciedad e impureza que pudiera tener. Análogamente, no podremos tener recompensa por nuestros actos de ‘ibâda hasta que nos purifiquemos de la desobediencia a Allah.

 

         La peor de las enfermedades del corazón es el Kufr. Las acciones correctas de una persona sin îmân, sensibilidad espiritual, apertura hacia Allah, no le reportarán ningún beneficio en el âjira. El cimiento de todas las excelencias en el comportamiento es la taqwâ. Hay que esforzarse por tener taqwâ y aconsejar a los demás que hagan lo mismo. Con la taqwâ se consigue vivir en armonía con los demás y obtener la mejor de las bendiciones de Allah.

 

         Los malos hábitos son los causantes de las enfermedades del corazón o el nafs. Cualquier empeoramiento de esta enfermedad causará la muerte del corazón, es decir, nos conducirá al Kufr. El Shirk, asociar cosas a Allah, hacer dioses de las cosas creadas, la peor de todas las enfermedades, es un veneno fatal para el alma. Algunas personas sin îmân pueden decir que tienen el corazón puro, pero esto no es más que una vana pretensión: un corazón muerto no puede estar purificado.

         De todos los tipos de Kufr, el peor es el Shirk. La característica más destacada de cada enfermedad nos ayuda a definirla. Las âyat del Corán y los hadices del Profeta Muhammad () utilizan el término Shirk para explicarnos el Kufr en general. Allahu Ta’ala, en la sûra an-Nisâ (âyat 48 y 116), nos advierte que no va a perdonar a aquellos que cometen shirk, los mushrikín. Los mushrikín van a arder para siempre en el Fuego.

 

         [Shirk es atribuir asociados a Allah. Múshrik es quien comete Shirk y la cosa asociada se llama sharîk. Allah posee en exclusividad una serie de Atributos, infinitos y sin relación alguna con los que tenemos los humanos, como por ejemplo Él es el Realmente Existente, El Creador, El Sabio, El Bien Informado, El que Causa beneficio o daño, etc. Creer que un ser humano, el sol, la vaca o cualquier otra cosa tiene uno de estos atributos, y por ello adorarle, es convertirlos en taghût, ídolos, es hacer Shirk. La forma más visible de Shirk es adorar a personas o estatuas, y creer que ellas nos pueden perjudicar o beneficiar en algo.]

 

         La segunda enfermedad grave del corazón, después del Shirk, es mantener y practicar la bid’a, corrupción de los fundamentos del Islam con innovaciones exteriores al mismo, lo cual se hace a causa de la relajación en la desobediencia a Allah. Una persona que muera sin hacer tawba, sin volver a Allah, por sus desobediencias, mayores o menores, exceptuando el Shirk, puede ser perdonada por Allahu Ta’ala gracias a la shafâ’a, intercesión, o bien directamente por Su Rahma. Si un tropiezo (dhunûb) pequeño –una falta o pequeña rebelión contra la Orden de Allah-  no es perdonado, tendrá su castigo en el Fuego. Los dhunûb que impliquen violar los derechos de otros seres humanos no serán perdonados fácilmente. Lo más probable es que aquellos que los cometan sean castigados severamente. Por ejemplo, no dar la dote (mahr) a la esposa cuando se hace el contrato matrimonial o prohibir a los musulmanes que estudien el Dîn, que es su haqq, su derecho, son violaciones de las más graves y peores que se puedan hacer de los derechos humanos. Rasûlullah () dijo lo siguiente: “Vendrá un tiempo en que las gente no tendrá en cuenta en si gana dinero por medios permitidos o no”, y “Vendrá un tiempo en el cual practicar el Islam será tan difícil como agarrar con la mano una brasa ardiente”.

 

         En consecuencia, evitar cometer todas las acciones prohibidas por Allah (haram) y fuertemente desaconsejables (makrûh tahrimi) es tener taqwâ. No realizar las obligaciones del Islam (farida) y las fuertemente recomendadas (waÿibat) es haram. Según algunos hadices, no realizar aquellos actos de ‘ibâda que el Profeta Muhammad () hacía regularmente, las sunan muakkadat, es makruh tahrimi. Aquellos que no cumplan con los mandamientos del Islam en lo que respecta a cosmovisión (‘aqîda), ética (ajlâq) y acciones (‘ámal) tendrán su castigo. Lógicamente, hay que evitar aquello que comportará un castigo. Por ejemplo, no hacer el salât, que las mujeres y las chicas no se cubran, lo que supone una gran rebelión a las órdenes de Allah. Es muy importante hacer los cinco salawât diarios a su hora. Pero en este libro no vamos a hablar de obligaciones, sino de aquellas cosas que deben ser evitadas, es decir, las haramiyyat, cosas prohibidas por Allah, y las enfermedades del corazón.

 

         Las cosas que no deben hacerse (haram) se llevan a cabo con un órgano determinado o con todo el cuerpo. Los siguientes órganos son los más usados para cometer los dhunûb: corazón, oídos, ojos, lengua, manos, estómago, órganos sexuales y pies. El corazón (qalb) es una gracia espiritual emanada del corazón material de los seres humanos. Es inmaterial, como el nafs, ego. Estos órganos por sí mismos no cometen la desobediencia, sino su poder sensitivo. Quien quiera alcanzar la felicidad en esta vida y la última tiene que evitar que estos órganos realicen la falta, dhanb. El qalb tiene que desarrollarse para que alcance un estado en el que no cometer dhunûb sea su hábito (malaka). Quien alcance este estado será llamado muttaqî, el que tiene taqwâ, o sâlih, justo, recto. Esa persona habrá obtenido del Amor de Allahu Ta’ala y será su Íntimo (Walí). Se llama taqwâ a evitar desobedecer a Allah por autocontrol, y no porque sea un hábito del corazón.

 

         Así pues, para ser un Walí es necesario tener el hábito natural de no desobedecer a Allah, lo que a su vez exige purificar el corazón. Para purificar el corazón hay que obedecer las normas del Islam. El Islam consiste en tres partes: ‘ilm, conocimiento, ‘ámal, práctica, e ijlâs, sinceridad.

         El ‘ilm supone conocer las órdenes de Allah, es decir, lo que es fard, wâÿib, sunna, makrûh y haram.

         El ‘ámal es la puesta en práctica de lo que se conoce del Islam.

         El ijlâs es que la práctica se lleve a cabo únicamente por Allah.

 

         El Corán al-Karîm establece y alaba estas tres partes. En esta obra nos centraremos en aquellos dhunûb que deben ser evitados para purificar el corazón. Son denominados enfermedades del corazón, malos hábitos o comportamientos erróneos.

 

Los malos comportamientos y su remedio

 

         El musulmán tiene como prioridad purificar su corazón porque el corazón es el imam, el dirigente del cuerpo, y todos los órganos le obedecen. Sidnâ Muhammad () dijo una vez: “Hay un trozo de carne en el cuerpo que si está bien, el resto del cuerpo lo está. Si está mal, todo el cuerpo está mal. Ese trozo de carne es el corazón”. Este hadiz no habla del corazón físico, sino del corazón espiritual, situado en el corazón físico. La salud del este órgano, como se explicaba anteriormente, implica estar purificado de los malos hábitos y la asimilación de los mejores comportamientos. La apariencia física de un ser humano se llama jalq. La potencialidad o el estado que existen en el corazón se llaman juluq, hábitos. Los malos hábitos del corazón se llaman enfermedades del corazón o conductas inaceptables (ajlâq aç-çamîma). Su cura es una tarea muy difícil. El tratamiento correcto exige un conocimiento extremadamente sofisticado sobre las enfermedades y la metodología correcta para aplicar este conocimiento. Los hábitos son las facultades (malaka), estados o deseos en el corazón. Es este poder del corazón humano lo que genera el îmân, las palabras y las acciones de una persona. Su comportamiento es el resultado de su juluq. 

 

         Es posible cambiar o transformar el estado del corazón, llevarlo de los hábitos indeseables, no queridos, e inaceptables a los hábitos deseables y correctos. Rasûlullah () dijo una vez: “Mejorad vuestra conducta”. El Islam no tiene mandamientos que no se puedan cumplir. La experiencia también lo demuestra. [La experiencia es una de las tres vías para obtener el conocimiento auténtico. Los otros dos son la comprensión por deducción y aquello que se nos ha transmitido mediante Sidnâ Rasûlullah ()].No todos los seres humanos tienen la misma capacidad para corregir sus ajlâq aç-çamîma.

 

         El origen o fuente de las ajlâq son tres potencialidades inherentes al alma humana. La primera de ellas es la capacidad de comprensión. Se llama también nutq o razón, ‘aql. El nutq se divide en conocimiento teórico, hikma an-naçariyya y conocimiento práctico, hikma l-‘amaliyya.

 

La hikma an-naçariyya o simplemente hikma, sabiduría es la capacidad para diferenciar entre lo que nos beneficia y lo que nos perjudica, entre lo justo y lo injusto. Su exceso se llama ÿarbaça. Quien se encuentra en este estado intenta comprender aquello que no se puede comprender. Por ejemplo, intenta interpretar las âyat del Corán que tiene significados metafóricos u ocultos (âyat mutashâbîhat) o habla sobre el Qadr de Allah, o bien se dedica objetivos fútiles como el timo, el engaño, y la hechicería. La mengua en la hikma es llamada idiotez (balâdat). La persona que la sufre no puede diferenciar entre lo que le beneficia y lo que le perjudica.

 

Cuando alguien tiene la hikma l-‘amaliyya suficiente, decimos que tiene ‘adâla, justicia. En la justicia no puede haber exceso o mengua.

 

La segunda potencialidad del origen de las ajlâq es la ira (gádab). Es el aspecto animal del fuero interno de las personas. Lo que rechaza u odia le calienta la sangre. Cuando esta fuerza es controlada hasta unos límites razonables por el aspecto humano del nafs, se convierte en shaÿâ’a, valentía, la cual incita al hombre a emprender actividades útiles y prácticas. Ejemplos de ello son las luchas de los musulmanes contra los enemigos del Islam cuando los últimos les doblaban en número, y la lucha de los musulmanes a favor de los oprimidos contra los opresores.

 

El exceso en esta fuerza es el tahawwur, la agresividad. La persona que tiene este temperamento se enfada con rapidez.

 

Si esta potencialidad existe en mengua, se llama ÿubn, cobardía. La persona que tiene este carácter no es capaz de emprender las acciones necesarias para hacer lo que debe.

 

La tercera fuerza de la fuente de las ajlâq es la shahua, el deseo. El nafs animal desea aquello que le gusta. El aspecto humano del nafs templa este instinto y lo convierte en iffa, contención. La persona que se contiene satisface las necesidades de su naturaleza dentro de los límites del Islam y de una manera compatible con su humanidad.

 

El exceso en el deseo se llama shara, egoismo, avidez. La persona que tiene este carácter intenta conseguir todos sus deseos sin mirar los derechos de los demás.

 

Cuando el deseo es menor de lo que sería normal para la propia naturaleza, causa un carácter perezoso (humûd). La persona que tiene este carácter ni siquiera intenta conseguir aquello que necesita, ya sea por un sentimiento exagerado de vergüenza, miedo u orgullo, ya sea por su enfermedad psíquica.

 

Las cuatro fuerzas templadas que acabamos de mencionar, la hikma sabiduría, ‘adâla, justicia, iffa, contención y shaÿâ’a, valentía, son el origen de todas las virtudes. Cuando una persona se ajusta a la hikma, que es una de las tres fuerzas de su fuero interno, vence a las dos fuerzas restantes del nafs animal, el deseo y la ira, y consigue la felicidad al desarrollarlas y convertirlas en contención y valentía. Si la hikma an-naçariyya no consigue está equilibrada, y se orienta hacia cualquiera de los extremos, por exceso o defecto, aparecerán las enfermedades del corazón. Los seis extremos son malos. De hecho, estas cuatro fuerzas son perjudiciales cuando las usamos para malos fines: por ejemplo, se puede estudiar el Islam para conseguir una posición social determinada y tener un oficio, se puede hacer el salât para ostentar, etc. Es más, la abstención de determinado tipo de placer, por ejemplo, puede hacerse para satisfacer otro.

 

Cada una de las cuatro facultades principales se reconoce en sus atributos. Por ejemplo, la hikma tiene siete, la valentía y la contención once cada una.

 

Cura para las enfermedades del corazón

 

         El remedio que sirve de cura común para todas las enfermedades es el reconocimiento de la misma y la identificación de las cosas que le son perjudiciales, su causa, su caso contrario y los efectos de la medicina que vamos a administrar. El paso siguiente es el diagnóstico de la enfermedad, que puede tener lugar por una autoexploración o con la supervisión de un guía, es decir, un sabio (en este caso un ‘álim del Islam). Un mû:min, aquél que tiene îmân es el espejo de otro mû:min. La auto diagnosis de las propias enfermedades es una tarea difícil. Una manera recomendable de saber las propias enfermedades es consultar con un amigo de confianza. El amigo de confianza es aquel que protege contra los peligros y situaciones perjudiciales. Es difícil encontrar amigos así. Sobre esto, al-Imam ash-Shâfi’i (r.a.) dijo:

 

El amigo leal y la medicina verdadera

 

        Son difíciles de encontrar, no malgastes tu tiempo.

        Y Sidnâ ‘Omar (r.a.) dijo:

        Mi amigo me ha prevenido de mi falta
        Esta es la verdadera esencia de la hermandad

 

        Como nuestros adversarios siempre buscarán maneras de criticarnos, nos echarán en cara todos nuestros fallos una vez los descubran. Estos comentarios adversos pueden ser explotados como referencias eficientes para saber cuáles son nuestras faltas. Los amigos, por el contrario, están inclinados en su mayor parte a pasar por alto nuestras faltas. Un día, alguien pidió a Sidi Ibrâhîm Ad-ham (un gran ‘álim y walí) que le hablara de sus fallos y faltas. “Eres mi amigo. En consecuencia, todas tus actitudes y maneras de hacer me parecen bien. Pide a otro que te diga tus faltas”, fue la respuesta del ‘álim.

         Otra manera de reconocer nuestras propias faltas es observar las de los demás. Cuado las observamos, hay que intentar ver si nosotros las compartimos, y, si las vemos, intentar eliminarlas. Esta manera de identificar enfermedades es otro método para curarlas y es el significado del siguiente hadiz: “Un mû:min es el espejo de otro mû:min”. En otras palabras, identificamos nuestras faltas en las de los demás. Cuando preguntaron a Sidnâ ‘Isâ (a.s.) de quien había aprendido su elevada conducta, respondió “No la he aprendido de nadie. He mirado a los demás, he observado aquello que no me gustaba y he evitado hacer lo mismo, y he copiado e imitado aquello que me gustaba”. Cuando preguntaron al famoso médico Luqmân dónde había aprendido sus modales, él contestó “¡De la gente sin modales!”. Leer las biografías y episodios de las personalidades islámicas como los Sálaf as-Sâlihín y otros Awliyâ (r.a.a.) es otra manera de formarse buenos hábitos y perfeccionar la conducta.

 

         Una persona que tenga una enfermedad del corazón tiene que investigar cuál es la razón de haberla contraído. Tiene que esforzarse en hacer lo opuesto al mal hábito que tiene para vencerlo. Porque vencerlo es muy difícil. El nafs ama las cosas malas y feas.

 

         Otra medicina útil para vencer a los malos hábitos es establecer un método de retribución. Por ejemplo, cuando alguien actúe guiado por un mal hábito, inmediatamente después tiene que hacer algo que no le guste al nafs. Una buena manera de hacer esto es jurarlo. Por ejemplo, jurar que si uno comete una falta haga un acto meritorio como dar sádaqa, ayunar o hacer salawât de náfila. Como al nafs no le gusta hacer salawât de náfila, pronto se irán abandonando los malos hábitos. Otra medicina útil es leer o escuchar discursos sobre el tema. Algunos hadices nos informan de lo perjudiciales que son los malos hábitos:

 

1-     “A los ojos de Allahu Ta’ala, no hay dhanb peor que la mala conducta”. Aquellos que tienen malos hábitos no son conscientes que desobedecen a Allah. Además, no hacen tawba, no enmiendan su proceder, por sus faltas y así estas últimas van creciendo sin parar.

2-     “Hay una tawba para cada tipo de desobediencia a Allah pero ninguna para la mala conducta. En vez de hacer tawba por un determinada conducta, aquél que la tiene hace algo peor”.

3-     “La única falta que cometen los seres humanos sin vacilar ni reservas es ser una persona con una mala conducta”.

4-     “Hay una tawba para cada tipo de desobediencia pero no hay si se tienen mala conducta. En vez de enmendarse por determinada conducta, el enfermo comete algo peor”.

5-     “Igual que el agua caliente deshace el cubo de hielo, las virtudes mezclan los fallos y los errores. Así como el vinagre destruye la miel, la mala conducta destruyen el aÿr [la recompensa por una acción determinada.] de las buenas obras”.

 

La justicia (‘adâla), la contención (iffa), la valentía (shaÿâ’a) y la sabiduría (hikma), cuando no son utilizadas con una intención incorrecta son la fuente de todas las virtudes. Hay que asociarse con las personas sâlihat, justas y de buen corazón para ser como ellos y proteger las propias virtudes. Los ajlâq de una persona son como los de sus compañeros. En el hadiz esto se expresa así: “El îmân de una persona es como el de su amigo”. Hay que abandonar las ocupaciones inútiles y los juegos, las bromas ofensivas y las disputas. Hay que aprender cosas y hacer cosas útiles. No hay que leer libros que vayan minando la ética personal o que promuevan el sexo, y no ver programas de radio y televisión que sean destructivos con los valores islámicos o que inciten el deseo sexual. Hay que recordar constantemente los beneficios del comportamiento recto y los efectos de las prohibiciones del Islam, y el castigo que tendrán en el Fuego los transgresores. Ninguno de los buscadores de riquezas y posición social han alcanzado su deseo. Sin embargo, aquellos que han querido una posición social y tener dinero para hacer acciones justas con ellos, han conseguido su objetivo. La posición social y el bienestar material no son objetivos en sí mismos sino medios para llevar el bienestar a los demás. La taqwâ es el barco que se necesita para sobrevivir en este océano. Rasûlullah Muhammad () dijo una vez que: “Hay que vivir en el mundo no como un residente permanente sino como un viajero, y nunca olvidar que se va a morir”. Los seres humanos no vivirán para siempre en este mundo. Cuando se está absorbido por los placeres de este mundo, los problemas, preocupaciones y dificultades crecerán. No hay que olvidar jamás los siguientes hadices:

 

        1-                “El siervo de Allah que no haya realizado muchas ‘ibâdat tendrá un rango elevado en la última vida si tiene un comportamiento justo”.

        2-                “La ‘ibâda más fácil y útil es hablar poco y tener buen corazón”.

        3-                “Un siervo de Allah puede haber hecho mucha ‘ibâda, pero su mal carácter lo puede precipitar en las profundidades del Infierno. Algunas veces el mal carácter le llevará al Kufr”.

        4-                Una vez los Sahaba (r.a.) hablaron de un musulmán con mucha taqwâ a Rasûlullah (). Esa persona paraba los días ayunando y las noches haciendo salât, pero tenía muy mal carácter. Rasûlullah () respondió, “Este no es un buen estado. Su destino será el Fuego”.

        5-                “Fui enviado para mejorar los ajlâq y ayudar a la gente para que puedan asimilar la conducta recta”. Los comportamientos justos han existido también en los otros adián (pl. de Dîn) [Es decir, el Dîn de los profetas anteriores a él (a.s.)]. El Islam fue revelado para completarlos. Dado que el Islam contiene todas las órdenes y hábitos correctos y completos, no hace falta ninguna otra fuente para conocer los comportamientos justos. Además, ningún profeta va a ser enviado después de Sidnâ Muhammad ().

        6-                “La persona de corazón limpio conseguirá la felicidad en esta vida y en la otra”. La persona con conducta recta cumple con sus obligaciones hacia Allah y Sus criaturas.

        7-                “El Fuego del infierno no quemará a aquella persona que tenga un buen carácter y una apariencia física bella”.

        8-                “Tener buen carácter significa estar cerca de aquellos que te dejan de lado, perdonar a los que te han herido y ser generoso con aquellos que se han portado mal contigo”. Una persona de buen carácter hará el bien a aquellos que le han hecho daño o perdonarán a los que han perjudicado su honor, o le han herido física y materialmente.

        9-                “Allahu Ta’ala llenará el corazón de una persona con el îmân y la sinceridad si trata a los demás con buenos modales por muy enfadado que esté”. No tendrá miedo ni ansiedad. La mejor de todas las virtudes es hacer el bien a aquellos que te han tratado mal. Esta conducta es un signo de madurez y convierte a tus enemigos en amigos. El Imam al-Ghaççâli (rahimahullah) dice que leyó este dicho en el Inÿil (Evangelio), de Sidnâ ‘Isâ (a.s.): “Pero yo os digo, que no respondáis al mal: si os pegan en la mejilla derecha, ofrecedles la izquierda”. “Y si un hombre te demanda y se queda con tu manto, deja que tome tu abrigo”(Mateo, 5:39-40). La historia nos habla de las crueldades, la opresión y las torturas a los musulmanes y los judíos que ejercieron los cristianos en Al-Ándalus durante la Inquisición, en India, Bosnia-Herzegovina y en Jerusalén así como en muchas partes. Su comportamiento incivilizado demuestra que no siguen el Evangelio.

 

        Todo musulmán tiene que eliminar los malos hábitos que se ubican en su corazón y reemplazarlos por conductas rectas. Tener un corazón limpio exige erradicar todas sus enfermedades, no hacer cambios superficiales en nuestro fuero interno. El camino para alcanzar la madurez espiritual se llama tarîqa. Pero como pasa en todo, hay gente vinculada a una tarîqa que no son sinceros. No podemos creer a todos los que se presentan como maestros sufíes y dicen que van a ayudarnos a purificar nuestro corazón.

 

Continuación