Al-Yunaid

        Llamado también Yunaid o Yunaidi. Su nombre completo era Abu l-Qâsim Muhammad ibn al-Yunaid. Fue uno de los sufies más eminente, discípulo de otro gran maestro: Sari as-Saqati. 

 

        Nació en Bagdad donde estudió fiqh bajo la dirección de Abu Zawr y donde se asoció a al-Hâriz al-Muhâsibi, otro gran maestro sufi de su época: con él mantuvo largas charlas en sus frecuentes paseos; al-Yunaid le hacía preguntas a al-Muhâsibi sobre sufismo y éste le respondía sobre la marcha y después las redactaba componiendo así sus famosos libros. 

 

        Al-Yunaid murió en el año 298 de la Hégira (910 d.c.). Poco más se sabe se su vida, pero debe ser considerado, junto con sus maestros, como uno de los grandes maestros del sufismo. Especialmente él, ejerció una enorme influencia y fue seguido por muchísimos discípulos, convirtiéndose en uno de los eslabones unánimes en la cadena de trasmisión del sufismo que se remonta a Rasûlullâh (). 

 

        Sus seguidores le dieron los siguientes títulos: sáyyid at-táifa (señor de la taifa sufi), taús al-fuqará (pavo real de los fuqará) shaij al-masháij (maestro de los maestros); y que demuestran la alta estima en la que era tenido. 

 

        Entre las pocas obras que nos han llegado de él destacan sus Rasâil o Epístolas, consisten en cartas que envió a particulares que luego fueron recogidas. También es autor de otros breves tratados sobre diversos temas sufies, comentarios a pasajes coránicos, etc. Su estilo es a veces muy oscuro y su influencia sobre al-Hallâÿ fue manifiesta. Yunaid declara en unas de sus cartas, que sus misivas anteriores fueron abiertas antes de que llegaran a su destino, seguramente  por alguien que deseara buscan en sus escritos con qué acusarlo de kafir, y seguramente sea el temor a los envidiosos lo que le forzó a escribir con un estilo oscuro.

 

        Yunaid repite el tema, claramente razonado por él por primera vez, de que todas las cosas son originadas por Allah, a quien finalmente han de retornar tras la dispersión (tafrîq), volviendo a vivir en Él (ÿam'), en el presentimiento de esta verdad el sufi llega al estado de auto aniquilación (fanâ). Escribió: "Cuando Allah se dirige a ti, tú eres el que habla; cuando te interroga, eres tú el que interrogas; ello sucede en un derroche abundante de bondades, con un crecimiento constante de tu conciencia, en la contemplación de los favores ininterrumpidos de la existencia". Dijo de su propia experiencia: "Lo que ya enseño viene de la persistencia de mi conciencia de criatura precaria, de mi corazón abrasado y atormentado por llamas incesante, quemado por sí mismo en sí mismo; mi corazón no admite que se le dirijan miradas, ni palabras, ni sentimientos, ni esfuerzos, ni quiere imágenes familiares, sino que revive en cada momento su pasión por Allah, su deseo que se le vuelve insuperable agonía".

 

        A pesar de su desmedido apasionamiento interior, al-Yunaid fue ejemplo de sufi equilibrado: su absoluto autodominio fue ejemplar, hasta el punto de no proferir nunca ningún "shath", las expresiones sufis en estado de ebriedad mística por la que otros maestros fueron acusados de no-musulmanes.