La gente de la casa del Profeta
Son los Áhl al-Báit (o Âl al-Báit), la Gente de la Casa del Profeta, los más allegados a él en su tiempo y sus descendientes actuales (conocidos en el Norte de África como shurfa, los nobles, forma dialectal de shurafâ, plural de sharîf, noble). Los miembros de la Casa tienen una importancia capital en el shiísmo (shî‘a) y en el sufismo (sobre todo en el sufismo popular) donde son figuras místicas de gran trascendencia. La Gente de la Casa del Profeta (los Áhl al-Báit) han dado origen a innumerables linajes cuyo protagonismo en la historia del Islam es innegable. Han constituido una especie de diluida aristocracia espiritual con autoridad moral y han sido siempre los garantes de la pervivencia de la autenticidad del Islam, y de ahí su estrecha vinculación al sufismo (tasáwwuf). Los Ahl al-Báit son, en realidad, la metáfora o la materialización del parentesco espiritual de todos los musulmanes, un parentesco que entronca en Muhammad (s.a.s.).
No nos incumbe
averiguar aquí el valor histórico de muchas de las pretensiones de
pertenencia a la Casa del Profeta, que evidentemente en muchos casos es falsa
y origen de abusos, pero que delata el gran amor de los musulmanes a la figura
de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), fuente de bendiciones inagotables que atraviesan
el tiempo. No es exigencia del Islam saber o admitir que tal o cual es
realmente descendiente de Muhammad (s.a.s.), pero sí es cierto que debemos
guardar una respeto general, y confiar en el criterio de los musulmanes.
El núcleo del Clan
(al-‘Itra) estaba formado por Fâtima
(hija de Muhammad), ‘Ali (su primo y yerno) y al-Hásan y al-Husáin
(hijos de ‘Ali y Fâtima y nietos del Profeta) pero Muhammad sumó a
ellos a otros miembros de su familia extensa e incluso a extranjeros, como
Salmân el Persa...
Un texto sufí (al-Anîs
al-Yalîl, del Sháij Sidi Ahmad al-Jalîfi) nos dice de los Ahl
al-Báit:
Es un favor inmenso
de Allah y manifestación de su generosidad sin límite y misericordia fecunda
el haber privilegiado con su bondad, abarcándolo en su cuidado, al Clan
(‘Ítra, literalmente, Partícula
de Almizcle) del Profeta (al-‘Ítra
an-Nabawía), que es su Continuación
Pura (al-Bíd‘a aç-Çakía), el Árbol
Perfumado (ash-Sháÿara al-‘Átira)
y el Linaje Inmaculado (as-Sulâla
at-Tâhira an-Naqía).
Allah salvaguarda a
ese Clan en entrañas limpias hasta que su Decreto impone que deban emerger y
entonces sus miembros pasan a la existencia y nacen puros y purificadores. El Cuidado Señorial (al-‘Înâya)
los acompaña y la Atención
Soberana (ar-Ri‘âya) los vigila,
cumpliéndose lo que Allah les ha prometido en el Corán: “Allah
sólo quiere alejar de vosotros lo impuro, ¡oh, Gente de la Casa!, y
purificaros totalmente”, innamâ
yurîdu llâhu li-yúdzhiba ‘ánkumu r-ríÿsa áhla l-báiti wa yutáhhirakum
tathîra (XXXIII-33).
Ibn Háÿar
al-Háizami dijo que ese versículo es el manantial de los méritos
(fadâil) de los Ahl
al-Báit al aludir al privilegio del que gozan, pues la partícula innamâ,
sólo, con la que empieza la frase,
quiere decir que la Voluntad de
Allah (Irâda) se concentra en
ellos en un acto que los purifica del riÿs,
lo inmundo, que es el error y el
comportamiento innoble.
La mayoría de los
comentaristas dicen que el versículo se refiere en concreto a ‘Ali, a Fâtima,
y a los hijos de ambos (al-Hásan y al-Husáin), pero al-Qúrtubi
opina que su sentido es general abarcando a todos los Ahl
al-Báit, hombres y mujeres, los contemporáneos del Profeta (s.a.s.) así
como sus descendientes hasta el fin de los tiempos. Pruebas de que el versículo
se refiere a todos ellos -quedando incluidos en el concepto de Gentes de la
Casa- son los hadices siguientes:
1- Han recogido
Muslim y Ahmad que ‘Âisha dijo. “Rasûlullâh
(s.a.s.) salió una cierta mañana y al mediodía se refugió del sol bajo un
sombrajo, y acudieron
al-Hásan y al-Husáin y los cobijó con él, y después llegó
Fâtima y la cobijó con él, y después llegó ‘Ali y lo cobijó con
él y les recitó: innamâ yurîdu llâhu
li-yúdzhiba ‘ánkumu r-ríÿsa áhla l-báiti wa yutáhhirakum tathîra...”.
2- At-Tabarâni,
Ahmad y at-Tirmîdzi recogieron que Ánas dijo que, cuando iba al amanecer a
la mezquita, el Nabí (s.a.s.) pasaba delante de la puerta de Fâtima y
decía en voz alta: “La hora del Salât,
oh Gente de la Casa, la hora del Salât, innamâ
yurîdu llâhu li-yúdzhiba ‘ánkumu r-ríÿsa áhla l-báiti wa yutáhhirakum
tathîra...”.
3- At-Tabarâni
recogió de ‘Abd Allâh ibn ‘Omar que el Nabí (s.a.s.) dijo en cierta
ocasión: “Para Allah hay tres cosas inviolables (hurumât), y protege el Islam y el Mundo de quien las
respete; pero quien no las respete, Allah no protege ni su Islam ni su Otro
Mundo”. ‘Abd Allâh preguntó: “¿Y
cuáles son, oh Mensajero de Allah?”, y él (s.a.s.) respondió: “La
inviolabilidad (hurma) del Islam, mi inviolabilidad y la inviolabilidad de mi
descendencia”.
4- Ahmad y at-Tirmîdzi
recogieron la noticia de que el Nabí tomó de la mano a al-Hásan y
al-Husáin y dijo: “Quien me
ame a mí y ame a estos dos y a su padre y a su madre está conmigo en el Jardín”.
5- At-Tabarâni
y al-Hâkim recogieron la información de que Abû Dzarr había
relatado que el Nabí (s.a.s.) dijo: “La
Gente de mi Casa son como el Arca de Noé. Quien se sube a ella se salva y
quien no lo hace se ahoga”. Al-Baçâr lo contó a partir de otra
fuente.
6- También at-Tabarâni,
y al-Báihaqi y al-Hâkim, contaron a partir de Ibn ‘Abbâs que el
Nabí (s.a.s.) dijo: “Toda mediación
y toda genealogía dejarán de tener eficacia el Día de la Resurrección,
salvo mi mediación y mi genealogía”. En otra versión: “...salvo
mi genealogía y el parentesco conmigo”.
7- Ahmad
recogió a partir de Sa‘îd al-Judri, quien había oído a Rasûlullâh
(s.a.s.) decir desde el almimbar: “¿Qué pasa a quienes dicen que el parentesco conmigo no es de utilidad?
El parentesco conmigo es un bien en este mundo y junto a Allah”.
8- Ahmad y at-Tábari
comunicaron el hadiz de Çáid ibn az-Zâbit según el cual el Nabí (s.a.s.)
dijo: “Dejo entre vosotros a dos
sucesores míos: el Libro de Allah que es una cuerda tendida entre el cielo y
la tierra y mi Clan la gente de mi Casa. Ninguno se separará del otro hasta
que beban del Estanque”, es decir, no lo harán jamás. El Estanque del
Profeta (s.a.s.) está más allá de la muerte.
Al-Qúrtubi
dijo que esta confianza absoluta de Sidnâ Muhammad en los suyos exige nuestro
respeto, veneración y amor hacia ellos, al igual que los exigen las
obligaciones en las que el Nabí (s.a.s.) insistió especialmente.
9- Al-Bujâri recogió
el hadiz en el que el Nabí (s.a.s.) dijo: “Fâtima
es un pedazo de mí (bíd‘a
minnî). Quien la enoja me enoja”.
As-Samhûdi escribió:
“Y, por supuesto, sus hijos son parte
de ella, y, a su vez, son, por mediación de Fâtima, parte de Muhammad
(s.a.s.). Por ello, cuando Umm al-Fadl soñó que una parte de Muhammad
(s.a.s.) era colocada en sus brazos, el Nabí lo interpretó diciendo que Fâtima
daría a luz un varón, y cuando nació al-Hásan, Umm al-Fadl
asistió al parto y cogió en brazos al recién nacido. Quien ve a un
descendiente del Profeta entra en contacto con una parte de él, por muchas
generaciones que hayan trascurrido, y ello debería invitarlo al respeto y a
la consideración, al margen de toda circunstancia”.
Ibn Háÿar
escribió: “Según este hadiz, está prohibido hacer daño a quien es amado por el
Profeta, pues él sufriría en ello. Quien dañe a Fâtima causa dolor a
Muhammad (s.a.s.), y nada la dañaría más que cualquier agresión a su
descendencia...”.
10- Múslim recogió
a partir de Çáid ibn al-Árqam que el Nabí (s.a.s.) dijo: “Dejo
entre vosotros dos objetos preciosos (zaqaláin).
El primero de ellos es el Libro de Allah en el que está la Senda (Hudà)
y hay Luz (Nûr). Quien se aferre a
él y lo cumple está sobre la Senda, y quien no acierte con él estará en el
error. Coged el Libro de Allah y aferráos a él. Y la Gente de mi Casa, os
recuerdo a Allah en la Gente de mi Casa (Ahl
Báiti)...”. En la versión de Abû Huráira se dice: “El Libro de Allah y mi Sunna (Sunnati)...”.
Ibn Háÿar
al-Háizami escribió: “Rasûlullâh (s.a.s.) ha llamado zaqaláin,
es decir, objetos preciosos, al Corán y a su Clan porque todo lo precioso
debe ser guardado y protegido, y es así porque cada uno de ellos es una mina
(má‘din) de saberes
trascendentales (‘ulûm ladunnía),
secretos (asrâr), sentencias
sapienciales (híkam) y
normas legales (ahkâm shar‘ía).
El Nabí (s.a.s.) nos anima a que sigamos su ejemplo y nos aferremos a ellos
-al Corán y a la Gente de su Casa-, aprendiendo de ellos. En el caso del
Clan, se refiere de entre ellos a los conocedores del Libro de Allah y de la
Sunna del Profeta. Ellos son los que no se separarán del Libro hasta beber
del Estanque”. Según esto, los sabios entre la Gente de la Casa del
Profeta son los merecedores de la obediencia de los musulmanes, y los demás
miembros de la Familia son dignos de aprecio, respeto y consideración.
11- At-Tabarâni
recogió que el Nabí (s.a.s.) dijo: “Las
estrellas son garantía para las gentes del cielo y la Gente de mi Casa son
garantía para mi Nación”. Este hadiz tiene varias vías y se alza a la
categoría de hásan.
El Imâm Yamâl ad-Dîn
‘Abd Allâh as-Samhûdi deduce de este hadiz que siempre habrá entre los
descendientes de Muhammad (s.a.s.) grandes sabios y místicos a los que
debemos aferrarnos porque gozan de un privilegio especial, y por ello son
garantía para la gente de la tierra. Y yo digo que es así porque juntan al mérito
de la dedicación al estudio y a las acciones rectas la inviolabilidad de una
ascendencia que los relaciona directamente con el Nabí (s.a.s.), por lo que
son Abdâl, es decir, herederos y
sustitutos de la Profecía. Y los miembros de la gente de la Casa que sólo
tengan el mérito de la genealogía deben ser respetados y tenidos en
consideración, cumpliendo con el deseo del profeta expresado en el Corán: qul
lâ: ás-álukum ‘aláihi áÿran illâ l-mawáddata fî l-qurbà “Di:
no os pido un salario sino que améis a mi descendencia” (XLII, 21).
12- Cuando fue
revelado el versículo citado al final del párrafo anterior, los Compañeros
(los Sahâba)
preguntaron a Rasûlullâh (s.a.s.) a qué descendencia se refería, y él
(s.a.s.) respondió: “Ali, Fâtima
y sus dos hijos”.
13- Según at-Tabarâni
y al-Baçâr, en cierta ocasión al-Hásan se dirigió a la gente
durante una jutba diciendo: “Quien
me conoce ya me conoce, y para quien no sepa nada de mí: yo soy al-Hásan
ibn Muhammad... Soy hijo del Anunciador, soy hijo del Advertidor, soy de la
Gente de la Casa a la que Allah obliga amar y con la que Él impone aliarse”,
y después citó el versículo XLII-21. Según otra versión: “...soy
de la Gente de la Casa a la que Allah obliga amar a todo musulmán”.
14- Al-Bujâri citó
que Abû Bakr dijo: “Por Allah juro que prestar atención a la descendencia de Rasûlullâh
me es más querido que atender a mi propia familia”, según otra versión:
“...su descendencia me es más querida
que la mía”, y según otra versión: “...atenderos
me es más querido que atender a mi clan por vuestra cercanía a Rasûlullâh
y por la inmensidad de la obligación que Allah ha impuesto a cada musulmán
en razón de vosotros”.
Ejemplo de la
veneración en la que han sido tenidos en el Islam es la historia que se
cuenta sobre el Imâm Mâlik. Por desobedecer a un califa, el Imâm fue
azotado por Ya‘far ibn Sulaimân, de los Ahl al-Báit. El dolor le hizo
desmayar y cuando volvió en sí dijo: “Os pongo por testigos de que libero de responsabilidades al que me ha
golpeado”, le preguntaron que por qué lo hacía y respondió: “Por
miedo a morir y tener que encontrarme con Rasûlullâh habiendo entrado en el
Fuego alguien de su Gente por mi causa”. A la muerte del califa al-Mansûr,
la gente dijo a Mâlik que aprovechara para vengarse legalmente de su verdugo,
y él les respondió: “¡Me refugio en Allah! Por Allah lo juro, lo libero de la
responsabilidad de cada golpe que me dio
por su parentesco con Rasûlullâh”.
Se cuenta también
que el gran místico al-Hásan al-Basri dijo: “Si
yo hubiera formado parte de la banda que asesinó a al-Husáin y se me
diera a elegir entre el Jardín y el Fuego, elegiría entrar en el Fuego por
vergüenza a que me
viera Rasûlullâh en el Jardín”.
Tras este rápido vistazo a los méritos (fadâil) de la Gente de la Casa (los Ahl al-Báit) en general, y de los sabios y grandes entre ellos en particular, deducimos que su rango espiritual (maqâm) es el de la pureza (tahâra), la elevación (rif‘a) y el liderazgo (imâma). Por ello se ha difundido la idea de que la Qutbânía sólo pertenece a los Ahl al-Báit, disintiendo de ello -con razón- Abû l-‘Abbâs al-Mursi, según contó su discípulo Ibn ‘Atâ de Alejandría. La Qutbânía es el rango espiritual del Qutb, el Polo, el Eje, el Centro del Círculo, el máximo grado en el ascenso espiritual, la plenitud absoluta de la Herencia Muhammadiana.