RELACIONES CON EGIPTO

 

Estudios sobre Sira

Traducción de 'Abdullah Tous  y  Nayat Labrador

 

            Hagar, madre de Ismael, era hija de un rey de Egipto, como nos asegura los comentaristas de la Biblia. Más tarde, las relaciones comerciales de los mequíes con el país vecino de Egipto se hicieron bastante frecuentes. Suyûti nos dice que al-Mughîra ibn Chu’bah había coincidido allí con el gobernador Mucoquis y un obispo, en el curso de sus viajes antes del Islam. Los caravaneros mequíes no se interesaban sin duda por los asuntos internos de Egipto, que eran bastante turbios. Bajo la dominación bizantina, este país había sido fuertemente evangelizado. La ciudad de Alejandría era entonces el centro de toda la administración, así como cabeza del patriarcado. Los altos dignatarios, tanto espirituales como temporales eran nombrados por Bizancio. Estado muy evolucionado culturalmente, sabios, teólogos indígenas que estimaban no tener necesidad de depender, en materia religiosa y dogmática, a las luces de sus maestros griegos. Se conocen los cismas y sangrientas querellas religiosas de los bizantinos. Los coptos de Egipto preferían guardar sus propias creencias. La situación se agravó; las diferencias de orden religioso entre griegos y coptos se volvieron tan grandes que los coptos rechazaron reconocer al patriarca nombrado por el emperador, y, hacia la mitad del siglo V (J.C), hubo en Alejandría dos patriarcas, uno real (melquita, griego) y otro monofisita (copto). Al comienzo del Islam en el año 616 (J.C.) los iraníes se habían apoderado de Egipto y mantuvieron la dominación durante una decena de años. Es natural que los nuevos amos favorecieran entonces al patriarca copto con la exclusión del patriarca melquita que era griego. Después de Andronicus (614 a 622), los iraníes habían nombrado patriarca a Benjamín, al que los católicos acusaban de herejía. Trató  a los melquitas con tal severidad que después de la salida de los iraníes, y cuando Heraclio envió a Cyrus en el 631 como patriarca, con poder de virrey, nada más conocer la noticia de su venida, el patriarca copto Benjamín, huyó abandonando la ciudad. Durante su ausencia su sacerdote, de nombre Agathon, vestido de laico y haciéndose pasar por carpintero permaneció en la ciudad visitando a sus correligionarios por la noche.

 

            Tres años antes de la llegada de Cyrus, y algunos meses después de la retirada de Egipto de los iraníes, el Profeta envió varias cartas a los reyes vecinos, para exhortarlos a abrazar el Islam (Mayo-Junio 628). Parece ser que la cancillería de Medina no conocía el nombre del destinatario egipcio y dirigió la carta para Egipto a  “Mucoquis jefe supremo de los coptos”. Un lajamita, Hâtib ibn Abî Balta’a, que probablemente conocía ya el país, llevó esta misiva. Suhailî dice que fue acompañado por Yabr, un liberto, antiguo cristiano.

 

            Todavía no se ha podido encontrar el origen de la palabra mucoquis, que no es ni árabe ni copto. Puede ser que la palabra sea la arabización de un término persa en vista que el patriarca copto había sido nombrado por la administración iraní. El jefe religioso en Irán del Oeste se llamaba Magupati, o sea jefe de los Magos. Se ha encontrado también esta palabra bajo la forma; Matchmughân y Maupadh. Los árabes nos dicen que mucoquis significa “gran albañil” (al-mutowil l’il-binâ) y viene de la palabra qos que significa: “templo alto”, y que su nombre propio era Yurey ibn Mînâ. Yurey es la forma árabe de Gregorio, y Mînâ (Menes) es un nombre corriente entre los coptos hasta en nuestros días (Menes fue el primer rey de la primera dinastía de Egipto). Pero la historia no conoce patriarca alguno de ese nombre. Es de señalar que la carta del Profeta no habla más que de “Mucoquis”; puede ser que los historiadores árabes, cuando la primera penetración islámica en Egipto, después de la muerte del Profeta, hayan tomado entre los vencidos este nombre de Gregorio (O Georges) en un contexto cualquiera, y lo hayan confundido con el jefe de los coptos llamado Benjamín, que les era muy conocido (Abû Binyâmîn). Otros han querido ver a un tal Apa Mïna, obispo de Castrum de Babilonia. ¿El mensajero del Profeta encuentra a un obispo y no al patriarca?.

 

            Los iraníes sufrieron una derrota decisiva en Nínive y por ello debieron retirarse, abandonando, entre otros países, Egipto. Puede imaginarse la consternación en que se encontraba el patriarca copto en ese momento, cuando se presentó el mensajero del Profeta llevándole una carta en la que se le invitaba a abrazar el Islam. No se puede esperar de un patriarca que abandone su religión para abrazar una nueva, que le es enteramente desconocida y en la que la invitación era tan brevemente expuesta. Veamos el texto de la carta:

       “En el nombre de Allah, el Clemente, El Misericordioso.

       De Muhammad, siervo de Allah y su mensajero, al-Mucoquis jefe supremo de los coptos:

       La paz sea sobre aquel que sigue el camino recto. Yo te llamo a la llamada del Islam. Abraza el Islam y serás salvo, y Allah te dispensará doble mérito; pero si tú te sustraes, sobre ti recaerá la falta de todos los coptos.

 

       OH gente del libro, venid, venid y veréis qué hay en común entre nosotros y vosotros: que nosotros no adoramos más que a Allah sin asociarlo a nada, y que entre nosotros nadie toma a otros por Señor fuera de Allah. Luego si vuelven la espalda decid: Sed testigos que ciertamente somos nosotros los sometidos ( a Allah, muslimun)”.

 

        El sello: Allah

                     Rasûl

                     Muhammad

 

            Se ha conservado también la repuesta de Mucoquis, donde él rechaza educadamente la posibilidad de un profeta en Arabia, y anuncia el envío de regalos (dos esclavas, un vestido y una mula). Los cronistas añaden que igualmente había un eunuco (llamado Mâbur), una taza de cristal, y una caja donde el Profeta metía más tarde su espejo, su peine de marfil, sus tijeras, su cepillo de dientes, y su bote de antimonio. La lista más larga es la de al-Qâdî ar-Rachîd, que habla de 4 esclavas; habla igualmente de un asno, un caballo, 20 mithqâl de oro, 20 piezas de tejido “qubâtî”, una cantidad de miel de Banhâ, “y de otras cosas muy apreciadas en su país. En cuanto al cofre, precisa que era de la clase que se fabrica en Alejandría. Entre las esclavas el Profeta se quedó con una, María, para él, y regaló la otra (o las otras) a algunos de sus compañeros. Las fuentes afirman que estas esclavas eran egipcias, y precisan el nombre de su ciudad y de su región. Es extraño que la más conocida de las otras esclavas se llamara Sîrîn, porque es un nombre persa (Chîrîn, arabizado) ¿se trataba quizás de una iraní, dejada después de la partida de sus compatriotas y bautizada seguidamente?. Ibn ‘Abd al-Hakam, autor clásico de una historia de Egipto, la llama en uno de sus relatos, “Hanna” y en otro “Qaisara”. Si esto es exacto, Sîrîn debe ser su nombre original y Hanna (o Qaisara) el de bautismo; pero ella seguramente retomó su nombre original después de su islamización. Recordemos de paso que María tuvo un hijo del Profeta, Ibrâhîm, que murió en su primera infancia.

 

            No hay nada más que señalar  sobre las relaciones del Islam con Egipto en esta época. Recordemos de paso que se ha encontrado el nombre y el retrato de Mucoquis en los frescos del palacio Umeya, Qusair ‘Amrah, en Jordania.