RELATO DEL VIAJE NOCTURNO

 

           El Isra wa l-Mi’raj es el Viaje Nocturno de Sidnâ Muhammmad (s.a.s.), es uno de los acontecimientos de mayor importancia en su Profecía. De esta experiencia (s.a.s.) no habló mucho, pues pocos eran los que podían percibir su naturaleza real. Así, se discutió en vano para comprender si este Viaje se llevó a cabo físicamente o tan solo en espíritu. Los que creían en un Viaje físico no comprendían que el Mi’raj era una visión, no un sueño, luego una experiencia mucho mas fuerte que cualquier experiencia sensible, como se dijo una vez: “Los hombres están soñando; cuando mueren despiertan”. 

Muhammad (s.a.s.) dijo: “Yo estaba entre el sueño y la vigilia cuando el Malaika Yibrîl (a.s.) fue a mi encuentro”. ‘Aisha (r.a.) afirma que su cuerpo había permanecido en el mismo lugar. Muhammad (s.a.s.) dijo: “El Malaika Yibrîl (a.s.) apareció y me saco del sueño. Me llevó a la fuente de Çamçam  y me hizo sentar. Me abrió el vientre hasta el pecho y con sus propias manos me lavo las entrañas con agua de Çamçam. Con Yibrîl (a.s.) estaba otro Malaika, Miguel, que sostenía un barreño de oro que contenía el Dîn del Islam y el ‘Ilm (la ciencia, el conocimiento). Yibrîl (a.s.) lleno con ellos mi pecho y luego cerró la herida de tal modo que mi pecho quedo como estaba antes y sin que por todo ello sintiese el menor dolor. Entonces Yibrîl (a.s.) Me ordeno hacer el Wudu y me dijo que fuese con él. Le pregunte que a dónde y me respondió: “A la Corte de nuestro Señor de los mundos y de las criaturas”. Tomo entonces mi mano y me saco de la mezquita donde me encontraba. Allí vi a Alburaq, que estaba entre Safâ y Marwa. Era un animal de cuatro patas parecido a una mula. Su cara era como la de una mujer, tenía orejas como un elefante, unas crines como las de un caballo, patas parecidas a las del camello, cola de caballo y unos ojos como el planeta Venus; su lomo era de rubí escarlata, su vientre de esmeralda verde y su pecho de perla Purísima; tenía dos alas hechas de joyas resplandecientes y llevaba en el lomo una silla tejida de oro y seda del Yanna. Yibrîl (a.s.) dijo: “oh Muhammad, siéntate en la montura que llevó a Ibrahim en peregrinación a la Kaaba. En cuanto le puse la mano en el lomo Alburaq se aparto. Yibrîl (a.s.) La agarró de las crines y oí un murmullo de perlas y rubíes. Entonces dijo Yibrîl (a.s.): “Calmate, Alburaq y tranquilizate; ¿no conoces a Muhammad? Por Allah El Único, nunca un Profeta mas Amado por Allah se sentará en tu lomo”. Cuando Alburaq hubo oído sus palabras, sudó de confusión, agacho la cabeza y se hecho al suelo en señal de sumisión. Yibrîl (a.s.) me sujeto al estribo para hacerme montar y “Miguel” (a.s.) arregló mis ropas. 

 

En el camino Yibrîl (a.s.) iba a la derecha, “Miguel” a la izquierda y delante iba el Profeta Israfil (a.s.) (que será el Profeta que suene la trompeta del Yaum al-Qiyama) que sujetaba las riendas. Alburaq iba a una velocidad prodigiosa sin dejar de comportarse según mi deseo; quería que avanzase y avanzaba; quería que saltar y saltaba; quería que se detuviera y se detenía. Durante aquel largo camino oí una llamada que venia del lado derecho:” Muhammad detente, he de hacerte una pregunta”. Por tres veces me llamaron, pero yo no hice caso y seguí mi camino. Por el lado izquierdo oí tres veces la misma llamada: “¡Oh Muhammad, hay una pregunta para el profeta!”. Y otra vez pase de largo sin ocuparme de aquello. Cuando estuve mas lejos, vi a una anciana cubierta de joyas que decía: “¡Oh Muhammad, ven hacia mi!”. No le preste atención y continué. Entonces pregunte a Yibrîl (a.s.): “Yibrîl que era la llamada que oía a la derecha?” Respondió: “Era la invitación de los judíos. Si hubieras acudido tu pueblo habría sido el de los judíos. Y la llamada que oíste a la izquierda era la de los cristianos; si hubieras acudido, tu pueblo habría sido el de los cristianos. Y la anciana que has visto, era el Dunya. Si hubieses ido hacia ella, tu comunidad habría escogido el Dunya en lugar de al-âjira”.

 

Llegué a un palmeral y Yibrîl (a.s.) me dijo: “Desmonta y haz el Salat”. Lo hice y luego me dijo: “Aquel país es Yatrib”. Después, llegué al desierto y también allí me ordenó desmontar y hacer el Salat. Y me pregunto: “¿Sabes que lugar es éste?. Dije yo:”Allahu ‘alam” (Allah Sabe). Respondió: “Es Medina y allá están el Sinaí y la Zarza en llamas”. Después de esto llegué a una extensa llanura donde había fortalezas. Me dijo que hiciera el Salat, cosa que hice y luego me contó que aquel lugar era Belén, donde nació el Profeta Sidnâ ‘Isa (a.s.). En aquel momento tuve sed y vi un Malaika que llevaba tres copas, en una había miel, en otra leche y en otra vino. Me dijo: “Escoge y bebe lo que quieras”.Tome leche y un poco de miel y deje el vino. Yibrîl (a.s.) dijo:” Por tu naturaleza y la de tu pueblo, sientes inclinación por lo sano y bueno. Si hubieses cogido vino, habrías cometido una falta contra tu pueblo y vuestra naturaleza”. Y los Malaikas proclamaron: Salud a Ti, Oh primero, Oh Último, Oh Resurrector”. 

 

Después de esto vi un país triste, angosto y sombrío. De allí pasé a cruzar un país risueño, amplio y claro. Le pregunte a Yibrîl (a.s.): “¿Qué país era aquel y cual es este?”, respondió: “Aquel era el Yahannam y este es el Yanna”. Luego me tomó de la mano Yibril (a.s.) y me llevó a una roca. Llamó a “Miguel” (a.s.) y él llamó a todos los Malaikas por sus nombres, para que hicieran descender el Mi’raj desde el Yanna hasta el cielo del Dunya y desde el cielo del Dunya hasta Jerusalén. Y el Mi’raj era semejante a una escala con un extremo apoyado sobre la roca y el otro crisolita verde. Y sus escalones, uno de oro, otro de plata, otro de rubí y luego de esmeralda y de perla. Yibrîl (a.s.) me puso en el primer escalón y vi mil Malaikas que cantaban la Alabanza: ¡Subhanallah! con mucho amor y cuando advirtieron mi presencia, me alabaron y se acercaron a mí, anunciándome el Yanna para mi comunidad. Subí luego al segundo escalón y vi dos mil Malaikas de la misma clase; en el tercer escalón vi tres mil Malaikas y así sucesivamente hasta el cincuenta y cinco escalón. Cuando llegaba a un nuevo escalón los Malaikas se multiplicaban hasta que llegué al cielo del Dunya . Las criaturas del cielo preguntaron: “¿Quién es este?. “Es Muhammad dijo Yibrîl (a.s.). “¿Esta elegido para la Profecía?” dijeron: “Sí,” respondió. Y ellos exclamaron: “¡Éxito para él y su pueblo!¡Que buen invitado!”. A nuestra llegada los Malaikas se regocijaron y se anunciaron entre si la buena nueva, saludándome y acogiéndome. Vi grandes Malaikas cuyo representante era Ismail (a.s.) Que los tiene a todos bajo su autoridad. Con el estaban otros sesenta mil Malaikas y como los sesenta mil Malaikas otros cien mil todos ellos guardianes del cielo. Contemplaba su multitud cuando Yibrîl (a.s.) dijo: “Los soldados de Allah no conocen otra cosa que a Él”. Luego vi a un hombre hermosísimo y de naturaleza excelente y le pregunte a Yibrîl (a.s.) quien era. Me dijo: “Es tu padre Adam (a.s.)”. Lo salude y él me devolvió el saludo así: “Bienvenido a este hijo justo al pueblo de este Profeta justo. ¡Qué buen huésped a llegado!”. Y vi a algunos de los descendientes de Adam (a.s.) que se presentaban ante él. Cuando el alma de un musulmán pasaba decía: “Alma pura y perfume puro. Poned su respaldo en el piso mas elevado”. Y cuando veía el alma de un kuffar decía: “Alma impura, olor impuro y sucio, poned su respaldo en el piso mas bajo del Yahannam. 

 

El Profeta (s.a.s.) según ibn ‘abbas (r.a.) había contado: “En el cielo vi un gallo de un blanco intenso; bajo su plumaje había plumas verdes; de un verde intenso; su cresta era de color de esmeralda verde, sus pies se apoyaban en la séptima tierra y su cabeza sobre el Trono Supremo y tenía dos alas tan grande que si las habría, recubrirían oriente y occidente. Cuando hubo transcurrido parte de la noche, abrió sus alas, las agito y canto la alabanza: “Alabado sea Allah, Señor Único, Alabado sea Allah, El Grande, El Altísimo”. En el momento en que cantó se pusieron a cantar y a agitar la alas de todos los gallos del Dunya y cuando se detuvo y calló, todos los gallos del Dunya se detuvieron y callaron. Luego cuando hubo transcurrido una parte de la noche batió de nuevo sus alas y proclamó esta Alabanza: “Alabado Sea Allah Altísimo, Él Sublime, El Inmenso, El Destinador, Alabado sea Allah y su Trono Elevado”.

 

Y otra vez lo imitaron todos los gallos del Dunya. En cuanto vi aquel gallo, desee contemplarlo de nuevo.  Yibrîl (a.s.) me llevó en sus alas al segundo cielo. La distancia entre el primer y el segundo cielo dicen que era de 500 años de viaje. Yibrîl (a.s.) llamó para que los guardianes del segundo cielo abrieran. Preguntaron: “¿Quién va?”.Respondió.”Yibrîl”.”¿ Y quién hay contigo?. “Es Muhammad”.“¿Rasûlullah?”.”Sí.” ¡Bienvenido aquel al que se esperaba! ¡Que buena visita!”. Vi a dos jóvenes en el segundo cielo, Yibrîl me dijo: “Uno de ellos es Yahia y el otro es ‘Isa. Son primos, salúdales”. Los saludé y me respondieron: “Bienvenido al hermano justo, al Profeta justo. Luego me llevó al tercer cielo y todo ocurrió de la misma forma. Vi a Yusuf (a.s.), el que ostenta la hermosura. Lo saludé y me respondió con estas palabras: “Bienvenido al hermano justo, al Profeta justo”. Luego me condujo al cuarto cielo. Allí vi a Enoc (a.s.), que me acogió en los mismos términos y yo recite el ayat del Qur’an: “ Accedió a una dignidad muy elevada”. Luego me condujo al quinto cielo en el que vi a Aarón (a.s.) y me acogió calurosamente. El Profeta (s.a.s). dijo: “En el quinto cielo vi Malaikas mitad cielo mitad fuego y todos decían: “Allah puede conciliar la nieve con el fuego. Así establece la amistad entre los musulmanes”. Tras esto, me llevó Yibrîl (a.s.) al sexto cielo. Vi a Sidnâ Musa (a.s.), le saludé y el me respondió. Cuando le dejaba se puso a llorar. “Musa , ¿por qué lloras?, le dije”. Respondió: “Lloro a causa de este hombre cuyo pueblo entrará en el Yanna más gente que en mio”. En el sexto cielo vi una Morada que llaman la “Morada Gloriosa”. Es el lugar donde los escribas y secretarios consignan el Qur’an que Yibrîl (a.s.) les enseña. Allah Él Glorioso los llama: “Los emisarios nobles e íntegros” (Qur’an 30, 15).    

 

Después de esto me llevó al séptimo cielo. Los Malaikas eran tantos allí que no había el mas mínimo lugar en donde no hubiera un Salat, en Qiyama, inclinado y en suÿud. Y vi a Sidnâ Ibrahim (a.s.) y le saludé. Me respondió en estos terminos: “Bienvenido al hijo justo, al Profeta justo. Trae a tu pueblo contigo para aumentar el número de arboles en el Yanna, cuya tierra es pura, amplia y donde hay mucho almizcle y azafrán”. Luego recité esta Ayat del Qu’an: “Los mas cercanos a Él son los que han obedecido a Ibrahim y a Muhammad”. Y en el séptimo cielo vi la “Morada Edificada” (Bayt al-ma’mur), entré en ella e hice el Salat. Ante ella había un Mar en el que entraban por grupo los Malaikas; luego, volvían a salir y se sacudían. Y de cada gota creaba el Todopoderoso un Malaika que hacía la peregrinación a la “Morada Edificada”. También vi un Malaika sentado en un trono con algo parecido a un vaso delante de él; en su mano había una mesa cubierta de inscripciones de luz que él escrutaba sin apartar nunca la cabeza ni a la derecha ni a la izquierda, como alguien que esta pensativo y triste. Pregunté: “Yibrîl, ¿quién es?”. Me dijo:”Es el Malaika de la muerte, Muhammad. Tal como ves está siempre absorto en su trabajo, que eternamente consiste en apoderarse de las almas”. Le dije: “Yibrîl ¿todo aquel que muere lo ve?. “Sí”, dijo. “Pues entonces la muerte es un asunto grande y difícil”. “Sí, Muhammad, pero lo que sucede después de la muerte es un asunto mas grande y mas difícil”.

 

“Y, acercándome anunció: “He aquí a Muhammad, Profeta de Misericordias, el Enviado a los árabes”. Entonces le saludé y me devolvió el saludo, mostrándome sus atenciones y sus gracias. “Muhammad, regocíjate de todo el bien que veo en tu comunidad”. Dije: “Alhamdulillah, Él Dispensador me favorece”. Luego pregunté: “¿Qué es la mesa que contemplas?”. “En ella está escrito el destino de los seres”, respondió. “Esta decretado que yo examine el destino de cada cual y que cuando llega a su fin le tome el alma”. Yo dije: “¡Subhanallah! ¿Puedes tomar desde aquí el alma de los seres de la tierra sin moverte de tu morada?”. “Sí -respondió-, el vaso que ves ante mi es semejante al universo y todas las criaturas de la tierra esta ante mis ojos. A todos los veo y mi mano a todos alcanza; así, cuando quiero, puedo arrebatarle el alma”. 

 

Seguí mas allá del séptimo cielo hasta que llegué al “Azufaifo del Limite”, un árbol inmenso. Un árbol plantado en el suelo, de tamaño extraordinario, más dulce que la miel y más delicioso que la nata. Sus hojas eran tan grandes como orejas de elefante. Del pie de este árbol salían cuatro ríos, dos exteriores y dos interiores (bâtin). Yibrîl (a.s.) dijo: “Los dos ríos exteriores son el Nilo y el Eúfrates y los dos ríos secretos corren por el Yanna”. Vi una luz cegadora que brillaba en aquel árbol y una mariposa viva de oro, así como una multitud de Malaikas cuyo número solo Allah Sabe.

 

Yibrîl (a.s.) me dijo: “Muhammad, ve delante”. Dije yo: “¡Oh, no! tu primero”. Yibrîl (a.s.) dijo: “¡Por Allah!, tu eres el Amado de Allah, más querido y más digno que yo de avanzar. Entonces pasé delante y Yibrîl (a.s.) seguía mis pasos, hasta que llegué al primer velo de los velos del Umbral del Todopoderoso. Yibrîl (a.s.) tiró del velo diciendo: “ Soy Yibrîl y esta conmigo Muhammad”. Desde el otro lado del velo un Malaika proclamó: “Allahu Akbar”, luego pasó la mano por debajo del velo y me atrajo a sí, mientras Yibrîl quedaba tras el velo. Le dije: “Yibrîl, ¿por qué te quedas?”. Me dijo: “Muhammad, es este el lugar que me corresponde, este es el limite de la ciencia (‘ilm) de las criaturas, el saber de las criaturas no puede extenderse más allá; llegado a este punto se detiene”. En un abrir y cerrar de ojos, el Malaika me llevó de aquel velo al segundo, separado por una distancia de un siglo de viaje. De igual forma llamó, diciendo que era el guardián del primer velo y que Muhammad le acompañaba. El Malaika del segundo velo exclamó: “¡Allahu Akbar!”, pasó la mano por la cortina, me hizo pasar al interior y en un abrir y cerrar de ojos me condujo al tercer velo, con una distancia de tres siglos de camino. Y así sucesivamente fui conducido al velo setenta. La anchura de cada velo equivalía a quinientos años; entre dos velos; la distancia era también de quinientos años. Dicen que estos velos están hachos de luz y tinieblas, de agua y nieve, y dicen que también algunos de estos velos son de perlas y otros de mariposas de oro. Entonces vi una cortina verde colgada de una cornisa y dijo: “He vagado por todos los pisos del Yanna, de arriba abajo, hasta que fui colgado en este trono. Contemplaba el Trono, la tabla guardada, los porteadores del Trono Supremo y los Misterios de Allah, Él Magnífico”. Cuando llegué a esta estación fui acogido por Allah (s.w.t.). Muhammad (s.a.s.) recibió revelaciones, contempló lo que contempló y oyó lo que oyó. Fue testigo del estado (maqâm) de Proximidad Suprema. Su alma conoció el estado de descubrimiento de los Misterios (mukâshifah); su corazón conoció el gozo del Testigo de Allah (mushâhadah). Su espíritu probó la dulzura de la Visión y su Secreto (Sir) llegó al estado de Unión. Al contemplar este universo, lleno de temor respetuoso, de Majestad, de orden y Divinidad, perdió la conciencia de si mismo. De esto nada puede explicarse con palabras y ni el espíritu ni el alma pueden concebirlo. Quedó estupefacto y perdido hasta que una Gracia emanada del Umbral del Gran Señor, Señor de la Gloria, que devolvió el orden a su corazón, le echo una mirada y le dio testimonio de sus Bellezas y sus Favores. Allah (s.w.t.) Le dijo: “ Mi Profeta posee el Dîn en Mi Libro y ha transmitido Mi Mensaje en la verdad, con rectitud y con Exactitud”. Cuando Muhammad (s.a.s.) hubo oído aquellas Palabras que Allah (s.w.t.) le dijo y fue testigo de aquella Bondad, se recobró y se irguió, su cuerpo se unió a su corazón, su corazón a su alma (jân) y su Secreto (Sir) a su yo sutil (zamir). Volvió a sentir ánimo, recobró el uso de la lengua, se acordó de su pueblo y recitó este Ayat del Qur’an: “Y todos los musulmanes creen en Allah y Sus Malaikas, en Sus Profetas. Y no hacemos ninguna distinción entre Sus Profetas, como hacen los judíos y los cristianos”. (19).

 

Después que hubimos cambiado confidencias con Allah y que Él me hubo colmado de Sus Bondades, el que gobierna el universo ordenó: “Muhammad, vuelve a la tierra, di lo que has de decir y lleva el Mensaje que has de llevar. Guarda esta cortina verde para que te cubras con ella y seas por ella elevado hasta el nivel del “Azufaifo del Limite”. Cuando volví al “Azufaifo del Limite”, Yibrîl (a.s.) me dijo: “Regocíjate de la acogida de la bondad, de la Belleza y la Dignidad que has recibido por parte del Todopoderoso. Nunca un Malaika de los más cercanos a Él, ni ningún Profeta llegó hasta la “Morada Espiritual” (mauzilât) a la que has llegado y nadie ha visto lo que tú. Da gracias a Allah (s.w.t.), se agradecido, pues Él ama a los que Le dan las gracias. Entonces le referí a Yibrîl (a.s.) Una parte de las maravillas de la Potencia Suprema que había visto en tan alto lugar; le hice parte de aquel Océano de agua, de fuego, de luz y de otras cosas. Y él me dijo: “Son los baldaquines de Allah, en medio de los cuales se encuentra el Trono. Si no hubiese esta pantalla, sus luces y el resplandor de sus velos de oro, aniquilaría a todas las criaturas y muchas otras maravillas tan extraordinarias como nunca has visto”. Yo exclamé: “Subhanallahi al-‘adzin (Gloria a Allah, Él Inmenso), las maravillas de su Creación son incontables”. Pregunté: “Yibrîl, esos Malaikas que he visto en aquella Mar inmensa, dispuestos en tantas filas y cuya esencia parece pura luz, ¿quienes eran?”. Yibrîl (a.s.) Dijo: “Eran los espirituales (ruhaniân), de los cuales dice el Allah: “El Día del Yaum al-Qiyama, las almas y los Malaikas estarán puestos en filas.” “Yibrîl, he visto una muchedumbre inmensa en la Mar altísima, que estaba ordenada por encima de todas las dignidades y se encuentran alrededor del Trono. ¿Quienes son aquellos seres ?”. Me dijo: “Son los querubines, los mas nobles y mas grandes entre los Malaikas, Muhammad. Su misión es demasiado considerable para que pueda yo comprenderla o conocer su Secreto”. 

 

Después de esto Yibrîl (a.s.) me tomó de la mano y me condujo a la puerta del Yanna para que yo lo viera, con sus grados y las moradas de los musulmanes, los lugares que le estaban destinados y a donde habían llegado. En la puerta del Yanna había escrito esto: “Por una Sadaqa diez veces la recompensa; por un préstamo, dieciocho veces”. “Yibrîl -dije- ¿cómo es que prestar es mejor que dar Sadaqa?”. Y él dijo: “Porque el mendigo siempre pide dinero, lo necesite o no. Pero el que pide prestado sólo lo hace impulsado por la necesidad”. Luego entré en el Yanna: vi casitas y castillos de nácar; de rubí y de esmeraldas; las paredes eran ladrillos de oro y plata, el suelo era de almizcle oloroso y el revestimiento era azafrán. Vi un árbol de ramas de oro, hojas de seda, tronco de perla y su raíz de plata. Vi unos riachuelos, uno era de agua, otro de leche, otro de miel y otro de Vino. También vi un río inmenso cuya agua era más blanca que la leche, más dulce que la miel y más perfumada que el almizcle. Las piedras de su lecho eran perlas y rubíes. Yibrîl (a.s.) dijo: “Muhammad, son el Kawzar y el Tasnim a los que Allah a concedido la Gracia de hacerlos tuyos. Su fuente esta situada bajo del Trono; por cada palacio, casa o mansión solariega de las moradas del Yanna pasa un brazo de estos ríos, de tal manera que se mezclan: miel, leche y Vino. Dicen que hay una fuente en la que beben los siervos de Allah y se vuelven luminosos por su luz”. 

 

Salí del Yanna y deseé ver cómo era el Yahannam. Vi un Malaika de rostro muy feo, cruel, iracundo y amargo. Sentí miedo de él y le pregunte a Sidnâ Yibrîl (a.s.): “¿Quién es ese, que al verlo soy presa de temor y espanto?”. Yibrîl me dijo: “No es asombroso, pues todos nosotros, los Malaikas, sentimos ante él el mismo temor y espanto. Es Malik, el señor del Yahannam; en el no fueron creadas ni la alegría ni la felicidad y jamás sonríe”. Y le dijo: “Malik, este es Muhammad; el Sello de la Profecía, el Enviado a los árabes”. El, entonces, me miró, me saludó y cumplimentó y me anunció el Yanna. Le dije: “Dime cómo es el Yahannam”. Respondió: “ Lo cocieron mil años hasta que se puso rojo, lo cocieron mil años hasta que se puso blanco, lo cocieron otros mil años hasta que se puso negro. Ahora es negro, tenebroso como una montaña de fuego y en el la gente se devora. Muhammad, si a un anillo de esta cadena de fuego (nâr) lo pusieran sobre una montaña de la tierra, la quemadura fundiría la montaña como si fuera estaño y llegaría hasta las entrañas de la tierra”. Yo dije: “Malik, muéstrame una parte del Yahannam”. Entonces me abrió un rincón de él: una llama de las llamaradas de la hoguera surgió negra y tremenda. El humo cubrió los horizontes, que quedaron sumidos en las tinieblas. Sentí un espanto inmenso ante aquella cosa horrible, tanto que no puedo expresarlo. Viendo aquello, perdí el conocimiento y Yibrîl (a.s.) Tuvo que sostenerme y ordeno a Malik que devolviera a su sitio aquel trozo del Yahannam. 

 

El Profeta (s.a.s) se alejo de aquel lugar, Yibrîl lo tomo en sus alas y lo bajó al séptimo cielo. Encontró de nuevo a Sidnâ Ibrahim (a.s.) que le dijo: “¿Qué te ha ordenado Allah (s.w.t.) para tu comunidad?”. Respondió: “Cincuenta Salat al día”. Ibrahim(a.s.) le dijo: “Tu pueblo no tendrá capacidad para hacer cincuenta Salat al día, ve y pídele a Allah una reducción”. Y así lo hize obteniendo una reducción de diez Salat, quedándose con cuarenta Salat al día, pero Ibrahim (a.s.) le volvió a decir lo mismo, así que Muhammad (s.a.s.) fue cuatro veces más e Ibrahim (a.s.) le dijo lo mismo así que Muhammad (s.a.s.) fue por última vez a por una reducción del Salat con tal suerte de que se quedo en total, de los cincuenta Salat en cinco Salat al día, pero Ibrahim (a.s.) Le dijo que consiguiera una reducción mejor que esa pero (s.a.s.) dijo: “Después de todo esto me da vergüenza volver a la carga”. Así que aceptó los cinco Salat al día para el y su pueblo y se sometió. Luego cuando dejó a Sidnâ Ibrahim (a.s.) oyó una voz tras de si: “He consolidado Mí Orden y he perdonado a Mí servidor. Y el día que creé los cielos y la tierra, hice obligatorio para tu pueblo cinco Salat al día, y lo he decretado no cambia, y recompensa cincuenta veces cada día de Salat, diez veces cada acto bueno.

 

Según algunos el Profeta (s.a.s.) dijo: “Cuando volvía al cielo terrenal, miré bajo el cielo y vi polvareda y humo, y oí un canto hechizante”. Pregunté: “Yibrîl, ¿que es eso?”. “Son los shaiyatin (demonios)”, dijo: “que se ponen ante los ojos de los hijos de Adám (a.s.) y les cierra las facultades de pensamiento y de reflexión para que no piensen en el mundo espiritual del cielo y de la tierra. De no ser así, ¿que maravillas podrían contemplar?”. Luego me llevó Yibrîl con el pueblo de Musa (a.s.) aquel del que dijo Allah (s.w.t.): “Hay, en el pueblo de Musa, un grupo que conduce a la gente a Allah”, y les hablé. Después de esto, volvimos a la mezquita de Jerusalén, a cuya puerta seguía estando Alburaq. El Profeta (s.a.s.) montó, con Yibrîl, que lo condujo de vuelta a Meca y allí lo devolvió a su lecho. Aún quedaban varias horas para que terminase la noche. Yibrîl (a.s.) dijo: “Muhammad, cuéntale a tu pueblo todo lo que has visto entre los grandes signos y el Poder de Allah”. Muhammad (s.a.s) dijo: “Yibrîl, me tratarán de mentiroso y no me creerán”. Yibrîl (a.s.) respondió: “¿Y que te importa a tí si ellos no creen?”.

 

(Debe también resaltarse una parte no mencionada aún y es: que Muhammad (s.a.s) hizo un Salat en la mezquita esa noche, haciendo el de Imam para todos los Profetas de las humanidad).